La ESO se reprograma para salvar el atraso tecnológico
En el mundo de la informática y del software, como en otros tantos ámbitos, España ha optado tristemente por actividades de bajo o mediano valor añadido. Casi no tenemos referentes mundiales, ni siquiera europeos, en el mundo de las nuevas tecnologías, quizá con la excepción de Amadeus, el especialista en reservas de vuelos y viajes.
Leo que los chicos de la ESO de entre 12 y 15 años tendrán en la Comunidad de Madrid una nueva asignatura obligatoria: programación. Con ella aprenderán a crear webs, aplicaciones para móviles o juegos. Su implantación será progresiva, pero en 2017 se impartirá en todos los centros de secundaria de la región. El promotor, el Gobierno de Madrid, dice que en cinco años unos 240.000 alumnos habrán cursado al menos dos años de Programación. Eso sí, para que las cosas salgan bien habrá que dotar a la iniciativa de recursos económicos y también habrá que formar (e incentivar) debidamente al profesorado.
Es una buena noticia. Nuestra educación está lastrada por inercias y corporativismos y es, en consecuencia, en el fondo y en la forma, decimonónica. Además, es poco permeable a las necesidades de la sociedad y de las empresas, y por eso nos hacen falta este tipo de conocimientos. Muchas veces me he preguntado qué habría sido de la crisis económica si hubiéramos tenido los españoles una cierta cultura financiera para calcular, por ejemplo, los costes reales de una hipoteca o de un crédito para comprar un coche. Algo que en otros países aprenden los niños con toda naturalidad en la escuela.
Por otra parte, el software se ha convertido en la sangre del sistema económico. Es el motor de tracción de muchos negocios y empresas que dominan el mundo y marcan estilos de vida (Microsoft, Amazon, Google, WhatsApp, Twitter, Facebook, Apple, Oracle, IBM...), pero también de cualquier pequeño negocio, que requiere de buenos programas para hacer la contabilidad, vender por Internet, conectarse de forma online con la Administración (lo que ya es casi un requisito inexcusable) o alcanzar a los clientes potenciales.
Que nuestros chavales sepan qué hay detrás de una página web, o que destripen una aplicación que desde el móvil permite pedir una pizza y que te la manden a casa es cualquier cosa menos baladí. A pesar de que, a nivel individual, los españoles nos hemos enganchado al Facebook o nos hemos dejado seducir por el iPhone o el Samsung Galaxy, como cualquier hijo de vecino en Occidente, podemos decir que estamos en un país tecnológicamente atrasado. Y eso se nota cuando uno mide la dotación de tecnología en las empresas (sobre todo de las pymes) y el pobre uso que los empleados hacen de ella.
Además, la medida de la Comunidad de Madrid podría paliar la falta de "vocaciones" en el mundo de la informática que algunos estudios ponen de relieve. Y es que si en los 80 y los 90 la Informática era una de las carreras de moda, y cualquiera que saliera de la facultad encontraba con relativa facilidad un buen trabajo, parece que la cosa ha cambiado mucho.
Un directivo de una consultora que implanta el software de gestión empresarial de Microsoft me decía no hace mucho que sigue habiendo trabajo, pero que ahora los jóvenes no tienen capacidad de sacrificio y que exigen sueldos de trabajador senior desde el primer día. En este sentido, hay muchos estudios que aseguran que, efectivamente, muchos puestos tecnológicos siguen sin cubrirse.
Sin embargo, el panorama no es alentador. Los sueldos han caído en picado en muchos ámbitos, la temporalidad se ha multiplicado gracias a un sistema interminable de subcontratas y las compañías de informática, acuciadas por los presupuestos a la baja de sus clientes, sustituyen sin rubor a programadores y analistas con experiencia por juniors sin la menor idea, pero dispuestos a cobrar la mitad. En el mundillo, a las firmas de tecnología que mantienen la informática y las aplicaciones de la Administración o de las grandes empresas se las llama despectivamente "cárnicas". Muchos las comparan con máquinas que trituran las ilusiones y las ganas de progresar de todo el que entra en ellas con ganas de hacer carrera.
En el mundo de la informática y del software, como en otros tantos ámbitos, España ha optado tristemente por actividades de bajo o mediano valor añadido. Casi no tenemos referentes mundiales, ni siquiera europeos, en el mundo de las nuevas tecnologías, quizá con la excepción de Amadeus, el especialista en reservas de vuelos y viajes. Y eso se nota en la calidad y consistencia del empleo. Algunos iluminados han llegado a decir que, a poco que nos esforzáramos, nos convertiríamos en el Silicon Valley de Europa. Efectivamente, teníamos un buen punto de partida: el sol y el clima del Mediterráneo, pero nos faltaba todo lo demás: tejido empresarial, una buena legislación, capacidad para financiar nuevos proyectos y start-ups... Y también una población formada.
Quizá la iniciativa de la Comunidad de Madrid de llevar la asignatura de Programación a la educación secundaria sea un buen punto de arranque para que este país se acabe convirtiendo en la California de Europa y haciendo realidad eso de la sociedad del conocimiento. Aunque eso no sucederá mañana ni dentro de 10 años. Pero por algún sitio había que empezar.