La Surface, mi escoliosis y el futuro de la informática
La nueva Surface me viene al pelo y creo que es ideal para los que buscan un aparato que les responda en el trabajo y en los ratos de ocio. Los agoreros que anunciaban hace poco la muerte del PC a manos de tabletas y smartphones tendrán que reconsiderar sus posiciones.
Durante muchos años, cubrí, como periodista, eventos internacionales del sector tecnológico con un portátil a cuestas que, con cargador y con los pesados maletines de piel que antes se usaban, sobrepasaba los cinco kilos de peso. Recuerdo que a la vuelta de una de esas reuniones, en la bella y señorial Boston, no tuve más remedio que acudir al médico aquejado de un dolor de espalda soportable, pero bastante molesto. "Escoliosis", me dijo con indiferencia el doctor mirando al trasluz la radiografía, y después me abroncó cariñosamente por llevar encima tantos kilos de informática.
Era el tiempo de los primeros portátiles, los famosos Centrino, unos trastos que valían su peso en oro (precios entre 1.500 y 2.000 euros eran corrientes), pesaban como leños y por supuesto no permitían trabajar de seguido y sin tener que acudir a un enchufe más de hora y media. Realmente, y visto desde hoy, lo de llamar "portátil" a aquellos cacharros era un eufemismo.
La solución a todos mis males -o eso pensé en un primer momento- llegó hace tres o cuatro años, con la salida al mercado de las primeras tabletas. Aquello parecía otra cosa. En un aparato de 800 gramos, y además táctil, tenía lo básico para conectarme a Internet, ver el correo electrónico y andar por Facebook, Twitter o Linkedin. Sin embargo, la tableta pura, ideal para descargar contenidos, como una película o la música, no era ni es cómoda para trabajar y subir esos contenidos a la web. En tres años nunca he podido subir un post a mi blog personal desde el iPad. Además, había que sumarle el inconveniente de ser un jardín amurallado sin una triste puerta (léase: puerto USB).
También echaba de menos el Word o el Excel en el iPad o en otros modelos que probé con Android. El Word, mi herramienta de trabajo primordial en la oficina -al fin y al cabo me paso la vida escribiendo textos como éste-, sólo tenía sucedáneos de poca monta en el AppleStore. Recuerdo que la primera aplicación que me bajé en el iPad era un procesador creado por desarrolladores españoles que al tiempo que escribías te ponía música chill out. Lo usé solo una vez. Aquello no era para mí. En lugar de relajarme, me irritaba.
Además, mi espalda seguía sufriendo. A las ruedas de prensa y los viajes para periodistas en el extranjero tenía que seguir llevando una tonelada de cacharros: un par de móviles (no se había popularizado lo de la SIM dual); una tableta para navegar y ver una película en el avión; y el sempiterno portátil para trabajar de verdad y descargar las fotos de la cámara. Necesitaba un todo-en-uno, pero no se veía ninguno en el horizonte.
Sin embargo, el mundo Windows empezó a despertar y en el último año y medio, aprovechando las posibilidades de Windows 8 (y su actualización 8.1), un sistema operativo optimizado para las tabletas, ha empezado a ofrecer alternativas interesantes. Yo me quedo particularmente con los "híbridos" de tableta+portátil. Samsung, Lenovo, HP o Acer han hecho cosas interesantes, pero la más lograda, a pesar de que todavía se vende poco y sus creadores tendrán que hacer mucho marketing para ponerla en el cabeza del usuario, es la Surface de Microsoft.
En mis manos he tenido estos meses la Surface Pro 2, un aparato potente y robusto (en Microsoft me aseguran que aguanta caídas desde una mesa, aunque yo, por si acaso, no lo he comprobado), terminado en resistente magnesio y que funciona gracias a un chip Intel Core i5, el mismo que lleva hoy un portátil de gama media-alta (todavía no he podido probar la Surface Pro 3, donde la pantalla llega a las 12 pulgadas y el procesador puede ser el tope de gama de Intel, el i7). Y todo en 907 gramos (1.200 si contamos el teclado), bastante menos que un portátil al uso y en la línea de los más estilizados Ultrabooks.
Surface se defiende bien tanto en el ocio como en el trabajo. En fin, creo que es una buena elección para los que quieren una tableta y un portátil a la vez, a pesar de que por su precio (va desde los 879 euros de la versión con 64 GB a los 1.779 euros de la de 512 GB) alguno se pueda echar para atrás. Pero hay que pensar que nos llevamos un dos-por-uno y eso supone un ahorro a la larga. Además, la Surface Pro 2 tiene muchas cosas buenas. Para abreviar, os voy a contar cuatro o cinco aspectos de diseño, ergonomía y prestaciones que hacen de este aparato una de las mejoras combinaciones de portátil y tableta que hay en el mercado, y una buena elección para aquellos que todavía dudan entre un portátil y una tablet.
Por fin alguien puso neuronas en el diseño del teclado. Aunque ha pasado casi un año y medio desde que las primeras Surface salieron al mercado, lo que más me sigue sorprendiendo es lo práctico del teclado, una pieza extrafina de diseño exquisito y donde Microsoft dice que ha puesto mucho I+D. El teclado de la Surface hace también de funda y se adhiere por imán al margen de la tableta, convirtiendo el aparato en un portátil en toda regla. Además, se puede desgajar fácilmente en cualquier momento, dejando la pantalla táctil plenamente operativa.
Mientras que en otros híbridos o tabletas el teclado es un trozo de hardware bastante aparatoso, cuando no un accesorio extraño (nunca encontré uno que me convenciera para el iPad), en el Surface encaja como anillo al dedo y no añade volumen (menos de tres milímetros de grosor) ni excesivo peso (ni 200 gramos). Además, sirve para proteger la pantalla y está retroiluminado, para sitios oscuros, como la cabina de un avión. Hay muchas variantes y colores. Con la versión 2 de la Surface Pro está disponible la funda Type Cover 2, bastante similar a un teclado convencional y por tanto cómodo para escribir. La única pega es que para conseguirlo hay que pasar por caja y pagar 130 euros.
Autonomía aceptable. Por fin un portátil que dura (casi) lo que proclama. Tradicionalmente los fabricantes nos han tomado el pelo con la duración de la batería. Cuando nos contaban que tal o cual equipo aguantaba sin recargar 5 horas, en realidad querían decir 2 o menos aún. No voy a decir que la Surface Pro 2 llega a las 10 que nos dice Microsoft, pero sí aguanta trabajando a toda pastilla 6 o 7. Y eso es prácticamente toda una jornada laboral. Con la inclusión de un chip Haswell (última generación de Intel), el aparato consume menos y eso se nota en la duración de la batería.
Windows 8.1. Es verdad, cuesta un poco acostumbrarse al nuevo sistema operativo de Microsoft, pero sólo eso, un poco. Tres o cuatro días, una semana lo más. Y a partir de ahí, todo son ventajas. Moviéndonos de izquierda a derecha, o de arriba a abajo para ver todas las aplicaciones por orden alfabético, la Surface Pro 2 nos permite acceder a cualquier servicio o programa, sin clics innecesarios. Además, si no vemos algo, lo mejor es acudir al buscador en la parte superior derecha de la pantalla, que también nos llevará a cualquier app de la tienda de aplicaciones. Los que añoren el escritorio de siempre (yo soy uno de esos), también podrán manejarse en el escritorio, diseñado al estilo del que tenía Windows 7. Además, Windows 8.1 hace realidad el multitarea, pues permite partir la pantalla y tener varias aplicaciones abiertas al mismo tiempo, algo que muy pocas tabletas permiten por lo justitas que van de potencia.
Por fin el Office. Era la gran laguna del iPad y de las tabletas con Android, donde todo iba medianamente bien hasta que uno quería ponerse a escribir, a tratar un texto enviado por un amigo o a revisar una hoja de cálculo. En la Surface Pro 2, la integración del paquete ofimático (ahora se llama Office 365) es total, aunque hay que comprarla aparte, como un servicio al que nos suscribimos por un año (al modo de un antivirus) y que cuesta 69 euros. Aparte de que los programas de Office están optimizados para que podamos manejarlos pulsando con los dedos la pantalla, es estupenda la aplicación OneNote, que permite escribir notas a mano (gracias al lápiz que trae por defecto la Surface Pro 2) y enriquecerlas con fotos, vídeos, imágenes escaneadas o audio. Adiós al papel.
El añorado puerto USB. Recuerdo que cuando salió el primer iPad corrieron ríos de tinta que hablaban de la locura de su creador de dejar el aparato sin la ranura de expansión más popular del mundo.
Luego el debate bizantino amainó, pero yo siempre lo eché de menos, y ahora Microsoft incluye en su familia Surface un puerto USB 3.0 que va como un tiro, y un lector de tarjetas microSD que me permite descargar en un periquete gigas de vídeo y fotos, y tratarlas con GIMP, Photoshop o Adobe Premiere.
La nube a un clic de distancia. Con la Surface Pro 2, uno entra en su trozo de nube particular casi sin darse cuenta. Después de escribir un artículo, sacar una foto o grabar un vídeo, tenemos la opción de guardarlo en el disco duro de la propia tableta o en OneDrive, el servicio de almacenamiento en Internet de Microsoft, que da 200 GB gratis a los usuarios de Surface durante dos años. Ahí, en ese sitio, al que se accede desde el menú principal de la Surface o de cualquier portátil o teléfono con la última versión de Windows, también podemos dejar películas y música para amenizar un viaje, o ver en familia si se conecta la Surface a un televisor a través de su salida de vídeo HD. OneDrive es muy útil, sobre todo si no se es muy organizado, como es mi caso. Y es que allí siempre encuentro una copia de seguridad de todo lo que he hecho y en algún momento di por perdido.
Muchos usuarios, un solo dispositivo. Como tantos padres, el mayor peligro para nuestra información personal (y a veces para nuestra cartera si se enteran de la clave de acceso a la tienda de aplicaciones) son nuestros adorados hijos. Sin embargo, la familia Surface sigue la tradición de Windows y permite crear cuantos usuarios consideremos. Además, el sistema tiene la virtud de activar una herramienta de control parental cuando se está configurando la cuenta.
Eso sí, luego tendremos que ir al panel de control para afinar en el filtrado de páginas o determinar el tiempo de acceso a Internet para nuestro vástago.
Los que conozcan la Surface Pro 2 me reprocharán que no diga nada más del hardware que lleva dentro; de las cámaras -frontal y trasera-; de la pantalla Full HD de 10,6 pulgadas, que se defiende bien en entornos de mucha luz natural; de la integración de Skype para videollamada; o de la tienda de aplicaciones de Microsoft, suficiente para mí, aunque no para muchos que echan de menos miles de apps que pueden encontrar en otros stores. No he pretendido ser exhaustivo y sí dejar constancia de por qué la nueva Surface me viene al pelo y creo que es ideal para los que buscan un aparato que les responda en el trabajo y en los ratos de ocio personales y de la familia. Los agoreros que anunciaban hace poco la muerte del PC a manos de tabletas y smartphones tendrán que reconsiderar sus posiciones. Microsoft y otros fabricantes están reinventando el ordenador personal. Todo sea al menos porque mi escoliosis no vaya a más.