Refugiados y papeles de Panamá: los muros al revés
La semana pasada coincidieron en la actualidad informativa dos temas aparentemente lejanos. Por un lado, el inicio de las devoluciones a Turquía de refugiados que llegan a las costas griegas, en medio de fuertes críticas y de la falta de capacidad efectiva en el lado Europeo. Y por otro, el nuevo escándalo fiscal, a cual mayor, de los papeles de Panamá.
Oxfam trabaja en Serbia instalando puntos de agua, letrinas y duchas en diferentes puntos del camino. Además, distribuye kits de higiene básica y provee información y asesoramiento a las personas que viajan.
La semana pasada coincidieron en la actualidad informativa dos temas aparentemente lejanos. Por un lado, el inicio de las devoluciones a Turquía de refugiados que llegan a las costas griegas, en medio de fuertes críticas y de la falta de capacidad efectiva en el lado Europeo. Y por otro, el nuevo escándalo fiscal, a cual mayor, de los papeles de Panamá. En ambas situaciones estamos activos desde Oxfam.
Trabajamos en todos los frentes de la llamada "crisis de refugiados", de Siria, Jordania y Líbano, a Grecia, Italia y los Balcanes, en una respuesta humanitaria integral que va de la protección y atención a los refugiados, a la denuncia y la movilización social, uniéndonos al grito de mil voces que clama por la defensa de la vida, del derecho internacional y de los valores europeos.
Por el otro lado, abogar por una fiscalidad justa -que pague más quien más tiene, recaudando suficiente para financiar los derechos sociales- es central en nuestra campaña de lucha contra la desigualdad extrema. Ello incluye cerrar los paraísos fiscales, entre otras medidas. Estos días no hemos parado de comentar en público sobre las consecuencias de prácticas tan extendidas como muestra este inmenso caso de ingeniería fiscal offshore.
Cada una de estas injusticias tiene sus causas y consecuencias, propias y profundas. Sin embargo, comparten unos mismos (anti) valores y principios: la primacía del dinero frente a las personas, la seguridad egoísta a cualquier precio, el desprecio por la legalidad internacional, el poder al servicio de unos pocos y el uso de la tecnología para ir contra los derechos humanos.
Los muros están puestos al revés de lo que sería justo. En lugar de proteger a las personas, según obligan las convenciones internacionales, y facilitar su movilidad para escapar de la persecución y las bombas; se levantan muros, se cierran fronteras y pasos, se golpea y se les arroja en manos de las mafias. Ahora al llegar a la UE, en flagrante vulneración de convenciones internacionales, se les devuelve a un lugar inseguro donde no se garantiza la protección debida a todo solicitante individual de asilo.
No olvidemos la versión española de los muros y las devoluciones. Lo que para el Ministro Margallo es motivo de orgullo -que apenas entren personas por nuestra frontera sur- no es más que el primer caso de éxito de la externalización de fronteras a países inseguros, las vallas hirientes, las devoluciones ilegales y la inhumanidad de tratar a las personas vulnerables como animales. No nos extrañe por lo tanto el apoyo del Gobierno al acuerdo UE-Turquía, ni la inacción para acoger el reducido número de personas refugiadas que corresponden a España en una distribución equitativa. Ambas actuaciones son al menos coherentes.
¿Y para el dinero? Para los billetes, en sus sofisticadas formas virtuales, no existen muros ni vallas. Ostenta el patrimonio de la libertad, junto con sus principales dueños: grandes fortunas y muchas empresas multinacionales que se escapan de cualquier tipo de contribución ni escrutinio. El movimiento de dinero debería tener reglas firmes y controles férreos, "vallas" que obliguen a "presentar los papeles" o, en su defecto, intentar saltarlas con riesgo para la propia seguridad de los defraudadores, jurídica y penal. Evitando así la fuga de capitales, la huída del espacio público en el que tratamos de construir sociedades cohesionadas, donde prime el bien común, especialmente de las personas más vulnerables.
Los países en desarrollo pierden al año más de 170.000 millones de dólares por esta ingeniería fiscal paradisíaca. Y si alguien en España teme la nueva oleada de recortes en salud o educación que se avecinan por la necesidad de reducir 10.000 millones de euros de déficit, que sepa buena parte de las empresas del Ibex 35 multiplicaron sus filiales e inversión en paraísos fiscales los últimos años justo cuando el impuesto de sociedades se derrumbó a su mitad (20.000 millones menos).
No olvidemos que buena parte de las actividades offshore son legales o están en esa frontera "semilegal" de la ingeniería financiera que ofrece la tecnología combinada con una débil regulación internacional. Otras veces se trata de vulneraciones flagrantes de la ley que quedan normalmente impunes. Es tan chocante ver el maltrato inhumano a miles de personas, cuando están en el momento de su vida de mayor sufrimiento y fragilidad, mientras que delincuentes y evasores, exprimidores de lo público a su servicio, apenas se despeinan.
Las consecuencias más duras son siempre para los mismos. La población en pobreza o riesgo de exclusión en cualquier país de la UE o del mundo, los millones de personas que se ven forzadas a huir de sus casas y se encuentran con un muro en la cara. Un muro que debería elevarse para el capital especulador de lo ajeno.