Mar de Niebla
La destrucción de las capacidades sociales en los barrios es lenta, como lo fue su tejido, fruto de décadas de organización y de vivir en la calle. Un día nos daremos cuenta, pero ya será tarde. Los locales estarán cerrados, ya no habrá más cursos ni talleres, ni juegos, ni esa escucha paciente del dolor ajeno, la escucha que sostiene la esperanza.
Además de una sencilla descripción del mar del norte, éste es el nombre de una asociación que trabaja en barrios de Gijón con jóvenes en riesgo. Tal vez saben de lo que les hablo. Hay miles de estas entidades por toda España. Las conforman unas pocas personas liberadas, con salarios mínimos, que dan algo de estabilidad a la tarea, y docenas de personas voluntarias. Todas comprometidas hasta el tuétano, dejándose las horas, la energía y la piel con la población vulnerable y excluida de la sociedad. Esa que aumenta por efecto de la crisis y de unas políticas que benefician al 1 %.
Las organizaciones grandes lo estamos pasando mal en este tiempo. En el caso de Oxfam Intermón, la financiación proveniente de administraciones públicas españolas ha caído en un 75 % y hemos tenido impagos. Durante los años duros de la crisis, la financiación privada se estancó, aunque ahora se está recuperando. Hemos sobrevivido a base de captar financiación europea e internacional y de una fidelidad impresionante de nuestros socios y socias.
Las organizaciones pequeñas están sencillamente contra la pared. Algunas como Mar de Niebla tienen unos pocos socios cercanos y comprometidos. Sin embargo, no pueden captar colaboraciones y ayudas de forma más amplia, ya que para eso hay que invertir recursos que no tienen. El grueso de su escaso presupuesto proviene de administraciones públicas y de la menguante obra social de las cajas de ahorro, la mayor parte esquilmada por ladrones e ineptos.
El director de Mar de Niebla es joven y se llama Héctor Colunga. Es también voluntario de Oxfam Intermón en Gijón, con ese compromiso múltiple que tienen las gentes cuya solidaridad no conoce fronteras. Personas enraizadas en el barrio y en el mundo, a las que ni se les pasa por la imaginación enfrentar a los pobres de "aquí" con los de "fuera", como tratan de hacer quienes en su vida miraron a los ojos a una persona que sufre la desesperación del desalojo, del hambre, del frío.
El viernes de la semana pasada Héctor y otros miembros de Mar de Niebla dieron una rueda de prensa en el límite.
La asociación tiene concedidos 245000 euros para 2014, procedentes del Ayuntamiento de Gijón y del Principado de Asturias. A estas alturas del año las administraciones solo les han desembolsado 8600 euros. Para no cerrar han tenido que pedir un crédito al banco, otro personal y un aval. Los dos últimos meses no han podido pagar las nóminas. Están al borde del cierre y no por un problema presupuestario, sino de liquidez.
Sí, me dirá usted lector, como tantas PYMES que tienen cuentas pendientes con el Estado, el peor pagador del país. Pues efectivamente, y al igual que las PYMES son esenciales para el tejido productivo, estas entidades lo son para el social. No se trata de contratistas baratos de servicios sociales que debería proveer la Administración. Los mares de niebla son mucho, muchísimo más que eso. Son las arterias por las que corre la mejor sangre de la sociedad. Están enraizadas en los barrios, conocen lo que pasa y saben qué hacer. Previenen, forman y ayudan a la inserción. Mar de Niebla llega a más de 1000 personas en riesgo de exclusión en Gijón, una a una, caso a caso. Son la última red y la primera frontera de la ciudadanía implicada en construir un barrio abierto y participativo, donde todos caben, donde cada persona tiene una palabra.
Para la burocracia que se enreda en trámites, para los departamentos de Hacienda tan laxos con la élite como estrictos con la ciudadanía, estas entidades son un CIF a la cola de tantos. Los corruptos de las cajas de ahorro, esos que laminaron las obras sociales, ni siquiera tienen entrañas para mirar estas situaciones.
Las consecuencias a medio plazo son terribles. La destrucción de las capacidades sociales en los barrios es lenta, como lo fue su tejido, fruto de décadas de organización y de vivir en la calle. Un día nos daremos cuenta, pero ya será tarde. Los locales estarán cerrados, ya no habrá más cursos ni talleres, ni juegos, ni esa escucha paciente del dolor ajeno, la escucha que sostiene la esperanza.
La situación de Mar de Niebla tiene solución. No necesitan más dinero público, no hay que rescatarles como a otros, ellos han sido prudentes. Solo necesitan que las administraciones les entreguen lo que es suyo, lo que se ganan día a día a pie de barrio.
Señores del Principado y del Ayuntamiento de Gijón, ¿de verdad que van a dejar caer a Mar de Niebla por una mezcla de tesorería y dejadez?. Aquí dejo una petición de firmas para que no ocurra. http://chn.ge/1GLpxCl
Conozco otras entidades como Mar de Niebla en otras ciudades. Y me niego a aceptar que se frustre la esperanza y se apague la ilusión. La mejor ilusión de todas, la que lucha por la justicia social desde el corazón de la persona excluida.