Miedo a conducir
Hay que tener conciencia de los riesgos, claro que sí, pero no solo al volante, sino en el andamio, en el deporte, en el trabajo y en el ocio. Ahora que terminan las vacaciones pensemos que de verdad el peligro está en conducir con miedo.
Dos accidentes de tráfico han sobrecogido el ánimo en los últimos días. En Naveros de Pisuerga y en Tudela 10 personas han perdido la vida en parecidas circunstancias, con apenas una semana de diferencia.
Desconozco las circunstancias exactas en que se han producido ambos; sólo los resultados. En los dos casos, el vehículo cayó a un canal de riego o acequia, pereciendo ahogados sus ocupantes. Por lo que se ve en las imágenes y se deduce de las informaciones (casi siempre incompletas), hubo diferencias notables en cuanto al trazado de la vía. En el primer caso, la calzada cruzaba el canal por un estrecho puente en el que con anterioridad ya se habían producido otros accidentes. En el siniestro de Tudela, la carretera transcurre paralela al canal, con más de 5 metros de separación y el vehículo se salió de la calzada en una zona recta, sin que se conozcan las causas.
Pero lo que parece común a ambos casos (insisto en que desconozco multitud de detalles y circunstancias de cualquiera de los accidentes) es que hubo una inatención o una impericia por parte de los conductores. En Naveros, aunque la curva es cerrada y la carretera estrecha, aparece señalizada y bordeada por guarda-raíles; en Tudela, el accidente se produjo en una recta con perfecta visibilidad y amplio arcén.
Nunca existe una causa única en los accidentes de tráfico, sino una trágica concatenación de acontecimientos. Unos más evitables que otros, y siempre, algunas de estas circunstancias son casuales y ajenas al control de responsabilidad. Baste citar como ejemplo que en el segundo de los accidentes, el canal de riego al que cayó el vehículo no había llevado agua en todo el verano y justamente en el momento del siniestro, había un caudal de más de metro y medio.
Afortunadamente, las cifras de muertos en carretera siguen descendiendo. Es cierto que este mes de agosto se está produciendo un repunte de la siniestralidad. También se produjeron ligeros repuntes en abril y junio, pero lo cierto es que, en lo que llevamos de año, las cifran arrojan un balance positivo que esperemos se siga manteniendo.
Hace un par de meses el Instituto Nacional de Estadística hizo público los datos consolidados del año 2010 en lo que se refiere a las causas de defunción. En esta tabla en la que se pormenorizan las causas de fallecimiento de 382.047 ciudadanos españoles durante ese año, se nos dice que 2.336 defunciones fueron debidas a "accidentes de tráfico con vehículos de motor". Creo que por primera vez desde que el INE elabora estas tablas, han fallecido menos personas en accidentes de tráfico que en "otros accidentes" (2.519 fallecidos). Y un análisis detenido de las causas de fallecimiento nos indica no pocos detalles interesantes. Por ejemplo, que 1.982 personas han fallecido por caídas accidentales; 2.067 por ahogamiento, sumersión y sofocación accidentales; 722 por envenenamientos accidentales y otros envenenamientos, y 3.158 por suicidios y autolesiones.
Toda muerte accidental es dramática y la sociedad y sus dirigentes deben hacer todo lo posible por evitarlas. Pero no pensemos que vivimos en una sociedad idílica en la que no existen peligros. Ahí están los más de dos mil ahogados y casi otros tantos fallecidos por caídas, que duplican a los accidentes de tráfico.
Los responsables de la DGT (cualesquiera que sean o hayan sido los gobiernos) siguen empeñados en considerar a la conducción de un vehículo como una actividad de riesgo y el Instituto Nacional de Estadística nos dice que no es más arriesgada que cualquier otra actividad humana. Que hay que tener conciencia de los riesgos, claro que sí, pero no solo al volante, sino en el andamio, en el deporte, en el trabajo y en el ocio. Que la vida es demasiado hermosa para ir desperdiciándola o para hacer el imbécil, como el joven al que también hemos visto estos días en los informativos, presumiendo de adelantar en curva sin visibilidad a una fila de coches. Afortunadamente ha sido detenido y privado del permiso de conducir por un año. Yo soy de los que creen que no debería de conducir jamás o al menos hasta que demostrase su rehabilitación... pero dentro de mucho tiempo.
Ahora que terminan las vacaciones y que nos van a bombardear con los peligros de la carretera, pensemos que de verdad el peligro está en considerar que hay que conducir con miedo.