El complejo futuro de la fórmula 1
La situación de polarización del éxito puede agravarse hasta extremos insospechados con la nueva reglamentación de motores. O también puede ocurrir que acabemos aceptando la idea de Bernie Ecclestone de utilizar un único motor en todos los coches, que convertiría a la Fórmula 1 en un certamen de escuderías ensambladoras.
Para poder interpretar lo que está ocurriendo este año en la fórmula 1 conviene tener presente algunos aspectos extradeportivos, que a menudo pasan inadvertidos. Todo lo que ocurre en este deporte/espectáculo/marketing es excepcionalmente críptico. Recuerdo que el gran Franco Lini, uno de los poquísimos periodistas que conocían los entresijos de la F1 de hace 20 años, ya comentaba por entonces que "solo sabemos lo que quieren los jefes que sepamos". Y hoy, esos jefes todavía quieren que sepamos menos que en la época de Prost, Senna o Rosberg padre.
Ferrari tiene un problema presupuestario muy severo. Su casa matriz, Fiat, no puede destinar a la fórmula 1 los recursos que ponen en juego Mercedes o Red Bull. Y mantener un equipo de fórmula 1 desde una posición empresarial débil es poco menos que imposible. Es cierto que cuenta con el aporte de un importante grupo de patrocinadores, entre los que Emilio Botín es el número 1. Pero un equipo de fórmula 1 no puede hoy mantenerse a base de patrocinios, por muy poderosos que éstos sean. Se necesita detrás una estructura empresarial saneada y generadora de recursos, como la del fabricante de bebidas energéticas.
Luca Montezeolo podrá destinar mucho esfuerzo técnico y económico al equipo, pero con Fiat en manos de Chrysler y en precario, los 8.000 coches que vende la marca del caballo rampante no dan para más, pese a que los jeques árabes, los capos rusos y las triadas chinas los paguen como si fueran de oro. Ferrari se mantendrá en la F1 todo el tiempo que exista la formula 1, eso no lo duda nadie, pero si desde la FIA (Federación Internacional del Automóvil) y la FOCA (Asociación de Constructores de Fórmula 1) se empeñan en convertirla en una carrera tecnológica, casi aeroespacial, los coches rojos lo van a tener muy difícil, por más que nos duela.
Dentro de dos años habrá una nueva reglamentación, con motores de 1.600 centímetros cúbicos turboalimentados y con sistemas de recuperación energética tan sofisticados que según unas primeras estimaciones, pueden llegar a proporcionar más de 250 caballos suplementarios.
Desarrollar los nuevos motores tiene un coste no inferior a 40 millones de euros. Pero no es sólo una cuestión de dinero, sino de un know-how que hoy por hoy sólo parece al alcance de tres motoristas europeos: Mercedes, BMW y VW-Porsche; y parcialmente, Toyota, que necesitaría apoyos de la industria de componentes. De estas cuatro marcas, solo está presente en la fórmula 1 Mercedes; al menos de momento.
Fiat-Ferrari y Renault están en el filo de la navaja. Por lo que se sabe (que es bien poco), trabajan ya en el desarrollo de un motor V6 turbo para 2014, pero aun están en los primeros estadios y sin destinarles el necesario presupuesto. Es más: Ferrari fue quien solicitó el aplazamiento de la entrada en vigor de la nueva reglamentación y "de paso", pedir que los motores fuesen de 6 cilindros y no de 4 como inicialmente se había previsto. Y es que Ferrari no tiene el menor interés comercial en el desarrollo de un motor "pequeño" de 4 cilindros, como tampoco lo tiene, por ahora, en el desarrollo de tecnologías híbridas. Sus clientes quieren caballos pura sangre y no caballitos de feria. El jefe de motores y electrónica de Ferrari, Luca Marmorini, ha reconocido que están trabajando en el nuevo V6 de 2014, pero recuerden: "No se sabe nada que no se quiere que se sepa".
Así pues, nos encontramos en un momento crítico para el futuro de la F1. Es verdad que nunca como ahora las carreras habían sido seguidas por tantos tele-espectadores y en ninguna temporada se había visto un comienzo con tantos pilotos y escuderías ganando carreras. Pero estos hechos no son sino un espejismo, porque en estos momentos sólo tres equipos protagonizan una parrilla en la que los otros equipos se encargan de los papeles secundarios... o incluso de meros comparsas.
Esta situación de polarización del éxito puede agravarse hasta extremos insospechados con la nueva reglamentación de motores. O también puede ocurrir que acabemos aceptando la idea de Bernie Ecclestone de utilizar un único motor en todos los coches. Una aberración que nunca deberían de aceptar las marcas constructoras y que convertiría a la Fórmula 1 en un certamen de escuderías ensambladoras, como McLaren, HRT, Marussia, Red Bull, Force India, Caterham o Sauber, corriendo con sus chasis propios, pero con motores y neumáticos iguales para todos. Tal vez resulte divertido, pero a los aficionados de toda la vida nos iba a producir una enorme decepción.