Coches eléctricos: poca chispa
Son unos vehículos divertidos de conducir, seguros y útiles, pero hoy día no son una alternativa a un coche convencional
En lo que llevamos de año se han matriculado en España apenas 100 coches eléctricos. Una cantidad ridícula que debería sonrojar a quien decidió que había que subvencionarlos hasta con 6.000 euros. Esto sí que es un "rescate" para un sector en crisis. De la media docena de eléctricos que se venden en España, Peugeot ha logrado colocar 46 unidades del Ion, Citroën 29 de su modelo C Cero, Nissan 18 Leaf y Mitsubishi 4 unidades del iMiev. Si tenemos en cuenta las unidades matriculadas por los propios concesionarios como coches de prueba, mucho me temo que particulares que utilicen un coche eléctrico pueden contarse con los dedos de una mano.
¿Es que acaso son malos los coches eléctricos? No; en absoluto. Son unos vehículos divertidos de conducir, seguros y útiles, pero hoy día, junio de 2012, no son una alternativa a un coche convencional. Son... otra cosa. Un capricho, un juguete, una diversión, una pieza de colección... lo que queramos, pero no una herramienta que sirva para los desplazamientos cotidianos.
Un caballo que tenga que estar más tiempo comiendo que moviéndose no sirve de gran cosa. Y eso es lo que le ocurre a los coches eléctricos: que están más tiempo cargándose que usándose.
Cuando un anuncio de coches nos dice que consume 5 litros de combustible cada cien kilómetros, no miente, pero tampoco dice la verdad. Consume esos 5 litros en condiciones excepcionales. Ese mismo coche, en la utilización diaria, consume como mínimo un 20% más. Por las mismas razones, cuando un fabricante dice que la autonomía de su coche eléctrico es de 120 kilómetros, quiere decir que realmente no llega a los 100. Que si hay una cuesta medianamente importante, no llega a 80; y que si conectamos el aire acondicionado (los que lo tienen, porque incluso algunos fabricantes ni se atreven a instalarlo), posiblemente no llegue a 60 kilómetros, con un solo conductor y a velocidad constante. Prefiero no seguir restando kilómetros. Pero les aseguro que hoy por hoy, no existe en el mercado un coche eléctrico que sea capaz de ir desde el centro de Madrid hasta el Alto de los Leones (60 kilómetros) con dos personas a bordo, aire acondicionado y a la velocidad reglamentaria, en trayecto de ida y vuelta. Es más: posiblemente ni siquiera llegue a subir el puerto.
Pero ese no es el problema mayor. Existen otros aspectos que la gente que piensa en el eléctrico como alternativa, que no se ha parado a considerar. Por ejemplo, que la carga de la batería, por temas de seguridad, se detiene al sobrepasar una determinada temperatura, que está en el entorno de los 60 grados. Es decir, que muchos días de verano, es muy probable que no podamos cargar el coche al aire libre. Que una instalación de carga en un garaje particular, no sólo tiene que contar con la aprobación de la Comunidad de Vecinos, sino que tiene un coste de más de 6.000 euros.
Pero sobre todo, lo más grave es que la utilización de un coche eléctrico modifica por completo la manera de desplazarnos. La complejidad de la carga y el tiempo necesario nos obliga a tener que pensar constantemente en los kilómetros que tenemos que recorrer y en la autonomía disponible. Cuando nos quedan 30 ó 40 kilómetros de autonomía ya tenemos que estar pensando dónde tenemos que recargar. Eso de "pásate a recoger a los niños que están en casa de unos amigos", o "de paso que vienes te traes a mi madre" se va a acabar. Hay que estar todo el día con el Tom Tom para ver qué kilómetros hay, porque lo de quedarse tirado con un eléctrico, pone los pelos de punta.
Por cierto: una recomendación a los Ayuntamientos. Ya pueden ir pensando en una flota de coches de ayuda si no quieren que se bloqueen las grandes ciudades si proliferan los eléctricos. Me explico: en una ciudad como Madrid, más de 500 coches se quedan sin gasolina cada día (pregunten al RACE, al RACC o en cualquier gasolinera). Lo que en un coche convencional se resuelve en un ratito, con una lata de gasolina y hasta el surtidor, en un eléctrico más vale no pensarlo porque, o tenemos un cable de 200 metros hasta el enchufe y esperamos media horita o hay que llamar a la grúa. Y con esas autonomías, los 500 coches sin gasolina pueden convertirse en miles.
He tenido la oportunidad de rodar con un Nissan Leaf por Madrid y he de reconocer que es una delicia: suave, silencioso, fácil de conducir e incluso muy ágil desenvolviéndose por el tráfico, pero 30.000 euros (que serían 36.000 sin el "rescate") me parece un capricho demasiado caro. De momento, prefiero esperar, estudiar la posibilidad de un híbrido (que es una alternativa mucho más seria) o utilizar una bicicleta eléctrica, que eso si que tiene una utilidad que conviene descubrir.