Gaye vs. Thicke, una demanda por plagio
Thicke y Williams reconocen abiertamente su devoción por Gaye. Que reconozcan esa influencia y que su música gire en torno a ella puede ser una razón para considerar que no son artistas especialmente originales pero eso es algo distinto a infringir los derechos de autor.
Robin Thicke y Pharrell Williams tienen sobre su elegante mesa de mármol un demanda por 150.000 dólares. Viene en un sobre con el sello de un despacho de abogados de nombre interminable y trae la firma de Nona Marvisa Gaye, Frankie Christian Gaye y Marvin Gaye III, hija y nietos, respectivamente, de Marvin Gaye. A las oficinas centrales de la multinacional EMI ha llegado otra copia, y Thicke hojea la suya sin entender demasiado: aún está algo mosqueado tras su número con Miley Cyrus en los MTV Video Awards.
Pero el hecho es que acaban de demandarle por plagio. Los Gaye sostienen que su canción Blurred lines es un plagio de Got to give it up. Y 150.000 dólares no son cualquier cosa.
Blurred lines y Got to give it up tienen un indudable parecido: el tempo, la base rítmica y el uso del falsete las relacionan sin ninguna duda. Pero la melodía es diferente y el resultado es identificable: no se trata de la misma canción, ni puede decirse que Thicke se haya limitado a introducir un par de arreglos en la original de Gaye. Si juzgamos la labor compositiva, a nadie se le escapa que el autor o autores de Blurred lines han tenido presente el modelo de Gaye y han querido emular su estilo pero eso, por sí, no determina que estemos ante un plagio. El plagio hay que apreciarlo confrontando obras y juzgando las similitudes objetivas entre ellas. Por eso, para juzgar un plagio hay que descartar tanto los rasgos de estilo que pueden ser fruto de una imitación artística (emular el timbre de voz de otro artista, tratar de sonar como él... todos los grandes artistas cosechan imitadores, Madonna los tiene a decenas, Bowie perdió la cuenta hace años) como los aspectos técnicos de la grabación: que los productores de Thicke quisieran acercar su sonido a las producciones del sello Motown y especialmente a los discos que Gaye grabó en los 70 no significa, tampoco, que estemos ante un plagio.
El parecido es mayor, sin embargo, entre otras dos canciones también mencionadas en la demanda: After the dance de Gaye y Love after war de Thicke. Las dos vuelven a presentar un patrón rítmico muy similar y en la producción de Thicke se nota una evidente intención de emular el sonido del original de Gaye. Pero la verdadera similitud en este caso se encuentra en la melodía vocal, que resulta bastante más parecida tanto en el juego entre voz solista y coros como en su desarrollo. En este caso sí puede apreciarse una proximidad mucho más intensa entre las dos, y presumirse que Thicke ha partido de la canción de Gaye para dar forma a la suya. Sin embargo, creo que también en esta ocasión ambas canciones contienen diferencias notables que hacen que su parecido sea más el resultado de una imitación del estilo de Gaye que un verdadero plagio, y eso aunque la cercanía entre ellas sea mucho mayor que en el caso anterior.
No dudo de que los herederos de Gaye estén convencidos de que existe un plagio. No dudo de que les moleste comprobar que el éxito de Thicke se debe en buena medida a su concienzuda imitación del estilo vocal de Gaye -e incluso de otros aspectos artísticos que también remiten a él-, pero el hecho es que no creo que tengan razón. Thicke y Williams reconocen abiertamente su devoción por Gaye y su preferencia por canciones como Got to give It up. Que reconozcan esa influencia y que su música gire en torno a ella puede ser una razón para considerar que no son artistas especialmente originales pero, en cualquier caso, eso es algo distinto a infringir los derechos de autor.