Con un poco de azúcar
Las cifras de la piratería de contenidos en nuestro país superan ampliamente a las que se dan en el resto de Europa. Dejemos que la Ley que fue aprobada siga su curso natural y se aplique.
"Con un poco de azúcar..." cantaba Julie Andrews en la legendaria película Mary Poppins. Su receta por fin parece haber empezado a aplicarse a la controversia entre titulares de derechos de propiedad intelectual y usuarios de internet.
En estos tiempos de la sociedad de la información, la tecnología, los contenidos y los usuarios tienen cada vez más puntos de intersección. El esfuerzo de los creadores y de quienes facilitan los medios para difundirlos tiene que satisfacer los intereses de unos usuarios que cada vez participan más y tienen más control sobre los contenidos. Por eso, siempre es una buena noticia la voluntad de entendimiento entre los distintos intereses y el diálogo entre creadores y usuarios de internet.
Estoy convencido de que es necesario el fomento de una verdadera participación de todos en las cuestiones de propiedad intelectual e intercambio de conocimientos. Una de las principales conclusiones de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información celebrada en Ginebra en 2003 fue precisamente esa: "La protección de la propiedad intelectual es importante para alentar la innovación y la creatividad en la sociedad de la información, así como también lo son una amplia divulgación, difusión e intercambio de los conocimientos. El fomento de una verdadera participación de todos en las cuestiones de propiedad intelectual e intercambio de conocimientos, mediante la sensibilización y la creación de capacidades, es un componente esencial de una Sociedad de la Información integradora".
Internet representa una gran oportunidad para el desarrollo del mercado de los contenidos digitales y lejos de convertirse en un obstáculo, debe facilitar el crecimiento de las industrias culturales y del entretenimiento, generadoras de riqueza y empleo. Una industria que está dando los pasos necesarios para adaptarse a las demandas de los usuarios. Con una clara voluntad de renovación. Sin embargo, resulta por completo imposible desarrollar esos modelos de negocio si tienen que competir contra "clones" de sí mismos que se ofrecen gratuitamente. Sólo una regulación adecuada permite este desarrollo.
Ha quedado claro que la confrontación desmedida y el posicionamiento extremo no traen nada bueno y a ambos se puede achacar la ausencia de dicha regulación que posibilitara el desarrollo de una oferta legal compatible con el nivel de crecimiento que tiene España. Las cifras de la piratería de contenidos en nuestro país superan ampliamente a las que se dan en el resto de Europa. Para sonrojo nuestro durante cinco años consecutivos, España ha figurado en la lista de vigilancia 301 que el Gobierno estadounidense elabora para destacar aquellos países en los que la protección de la propiedad intelectual es escasa o inexistente.
Afortunadamente, aunque aún tenemos que hacer deberes, hoy estamos fuera de esa lista negra. Mucho ha tenido que ver en ello la aprobación de la Disposición final 43ª de la Ley de Economía Sostenible y la del Reglamento regulando la Comisión de Propiedad Intelectual. Dejemos, por tanto, que la Ley que fue aprobada siga su curso natural y se aplique.
Mientras tanto, no nos vendría mal inyectar unas dosis de optimismo del que todos saldremos beneficiados: la música, el cine, los videojuegos o el libro, que han sufrido el impacto de la piratería de forma alarmante, podrán expandir sus nuevos modelos de negocio; los prestadores de servicios se encuentran con un modelo sostenible que va más allá de la conectividad potencial de los hogares existentes y que se basa en la renovación de los contenidos y los usuarios dispondrán de contenidos de calidad y de ofertas razonables que garantizarán un negocio responsable y sostenible en el que se proteja tanto a los creadores como a los usuarios.
Si queremos construir una sociedad del conocimiento verdaderamente integradora y sostenible, será imprescindible el diálogo para alcanzar el equilibrio entre los intereses de todas las partes. Y estoy seguro de que ese diálogo permitirá mejorar las normas por las que podamos regirnos, símbolo natural de un Estado de Derecho.
Demos la bienvenida, desde estas líneas de El Huffington Post que hoy empieza su andadura y al que deseamos el mayor de los éxitos, a la nueva etapa en la defensa de los intereses de titulares de derechos y usuarios de internet. Una etapa en la que confiamos habrá un poco más de azúcar del dispensado hasta la fecha.