Capítulo XXVIII: La reina

Capítulo XXVIII: La reina

Una oronda mujer, vestida igual que la Reina Victoria de Inglaterra y con un penetrante aroma a ginebra, le abrió la puerta. -Oh, veamos, ¿qué tenemos aquí?, un lobo de mar con ganas de divertirse. Bienvenido almirante. Pase, por favor.

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El Capitán Pescanova sigue tras la que es su pista más sólida hasta el momento para tratar de esclarecer la muerte de Mimosín: en su cadáver se encontraron restos de leche condensada. Tras visitar a la abuela de la fabada, que en el pasado se había dedicado al proxenetismo, para preguntarla por cierta chica relacionada con aquello, ésta le aconseja que para encontrarla vigile al Vaquero. Ahora, éste le ha conducido hasta una lujosa mansión.

Una oronda mujer, vestida igual que la Reina Victoria de Inglaterra y con un penetrante aroma a ginebra, le abrió la puerta.

-Oh, veamos, ¿qué tenemos aquí?, un lobo de mar con ganas de divertirse. Bienvenido almirante. Pase, por favor. Siempre hay un hueco para la marina en casa de Madame Bombay.

Madame Bombay, así se llamaba, regentaba uno de los burdeles más reputados de la ciudad. Llevaba toda su vida en el negocio. Además de su regia indumentaria, lo que más llamaba la atención de ella era su color azul. Aquella señora parecía una versión galdosiana de los personajes de Avatar. Ella presumía todo lo que podía de su peculiar tonalidad. Si, soy azul, solía decir, como la sangre que corre por mis venas, como el mar que baña los acantilados de Dover y separa mi hermosa nación de la barbarie continental.

El Capitán siguió a su anfitriona hasta una elegante salita estilo rococó. Madame Bombay le invitó a sentarse en un enorme sofá de terciopelo que presidía la habitación y que, como la mayoría del mobiliario de la mansión, a diferencia de la piel de la reina, era de un intensísimo color rojo.

-¿Le apetece una copa, Comodoro? Le recomiendo el Gin tonic, es nuestra especialidad...

-Eh, no... si no le importa, prefiero un whisky. Sólo.

-¿Whisky? Pues claro... Ah, ustedes los marinos son clásicos hasta en eso... y dígame - le preguntó mientras servía el licor escocés - ¿es usted igual de conservador en sus gustos sexuales o le gusta experimentar? No, espere, no me lo diga - añadió sin darle tiempo a contestar - mejor, dejemos que sea ella quien lo averigüe.

Y sin darle tiempo a protestar, desapareció, cerrando la puerta a sus espaldas.

Era tan suave se publica por entregas: cada día un capítulo. Puedes consultar los anteriores aquí.