A vueltas de nuevo con la Banca Pública y Bankia

A vueltas de nuevo con la Banca Pública y Bankia

Pareciera como que una de las señas de identidad de ser de izquierdas hoy en nuestro país fuese, bajo el argumento ampliamente compartido de defender la conveniencia de reforzar el papel de la banca pública en el impulso la economía, de crear una banca pública metiendo en un mismo paquete al ICO y a Bankia. Y sinceramente no sólo no veo la razón, sino que me parece contraproducente.

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Foto: ISTOCK

Desde hace unos años, la izquierda española -desde el acuerdo simbiótico de PODEMOS e Izquierda Unida a las distintas sensibilidades que compiten por el liderazgo del PSOE- se enzarza recurrentemente en la consigna de mantener Bankia bajo el control del Estado para, junto con el ICO, ser el germen de una banca pública que impulse el crédito a las familias y la economía productiva del país. Pareciera como que una de las señas de identidad de ser de izquierdas hoy en nuestro país fuese, bajo el argumento ampliamente compartido de defender la conveniencia de reforzar el papel de la banca pública en el impulso la economía, comprar en el mismo paquete ambas realidades. Y sinceramente no sólo no veo la razón, sino que me parece contraproducente.

Banca Pública. Como en un par de artículos anteriores mostramos un colega y yo mismo -Curbelo, JL y Zaballa, JJ: '¡En España ya existe banca pública!: Una propuesta de reforma' en El Huffington Post y 'La mejora de nuestra banca pública' en Expansión- en España ya existe, y nunca dejó de existir, una amplia, heterogénea y especializada pléyade de instituciones con actividad pública financiera, inversora y crediticia en la que hay evidentes espacios para la racionalización y mejora de la eficiencia, transparencia y gobernanza. Argumentábamos que un evidente primer paso en la dirección correcta sería la consolidación, bajo un paraguas común, al estilo de la KfW alemana, de la dispersa multitud de instituciones, fondos, líneas especiales y otros instrumentos de apoyo (hoy bajo el paraguas del ICO y subsidiarias, COFIDES, CDTI, SEPIDES, CESCE, etc.) existentes, que aportan préstamos, capital y casi-capital, avales y garantías, seguro y reaseguro, asistencia técnica, etc. para impulsar la internacionalización y la innovación, y participar, si acaso, en operaciones sindicadas de gran tamaño (infraestructuras, empresas grandes, etc.) y carácter estratégico. Todas ellas son operaciones que la banca privada financia con problemas por razones de riesgo, plazo, necesidades de provisión, complejidad, etc. El nuevo banco público se construiría sobre las fortalezas de las instituciones existentes; y en especial, optimizando la altísima especialización de sus analistas en temas técnicos y financieros ciertamente complejos, lo que no es un tema baladí.

La unificada banca pública continuaría siendo la agencia financiera de la política económica del Gobierno de la nación, a través de la cual los distintos departamentos sectoriales ejecutarían sus políticas (ej. vivienda, pyme, I+D, desarrollo internacional, financiación local, emergencias, etc.) y aportarían sus bonificaciones, subvenciones y otros recursos no-reembolsables fuera del balance.

La institución no podrá captar el ahorro de los particulares; se fondearía al coste más eficiente, emitiendo bonos en el mercado con o sin garantía del Reino de España, y dispondría de recursos adicionales y transparentes para las bonificaciones en tipos de interés y otras subvenciones y apoyos de los ministerios sectoriales, la UE, y otros. Además Además del coste de su fondeo, la existencia de un banco público con dinámica relativamente autónoma coadyuvaría a: (1) dotar de estabilidad al sistema público de apoyos, hoy demasiado sensible a los cambios políticos y a la dotación presupuestaria de líneas de fondeo; (2) optimizar la eficiencia de la intermediación de los recursos a través de la reducción de duplicidades y servicios back-office comunes; y (3) permitir compartir mejores prácticas y mejorar el análisis y gestión del riego agregado de las empresas y prestatarios con el sector público (que hoy no existe).

En el modelo de banca pública necesario no tiene cabida particular una entidad esencialmente comercial y minorista como Bankia.

En el caso del apoyo a la PyME y a las familias debiera actuar como "ventanilla de segundo piso", transfiriendo liquidez con los incentivos y condiciones definidos por el gobierno de turno a través de las "ventanillas de primer piso" (el conjunto de la banca minorista) --entre las que está Bankia (y el BMN, si es que finalmente es absorbido por Bankia). Esto es lo que las instituciones minoristas saben hacer. Son, además, instituciones que están sometidas en la actualidad al reto de la transformación digital en el contexto de las eventuales nuevas normas de Basilea y la entrada de nuevos operadores.

En todo caso, el renovado banco público tendría que construirse sobre modelos de gestión y gobernanza muy transparentes y profesionales, que huyan de su actual captura por el poder político, las cuitas interministeriales e inter institucionales, y/o los cuerpos de la administración del estado. Ninguno de estos retos es fácil; y de hecho es, quizás, lo más difícil.

Bankia. En este modelo de banca pública no tiene cabida particular una entidad esencialmente comercial y minorista como Bankia. La idea de que Bankia sea la ventanilla única (o preferente) de relación con el cliente se ancla, además de en a-prioris ideológicos como la incómoda relación de la izquierda con el sistema financiero, en la añoranza del modelo de ventanillas sectoriales de crédito del desarrollismo franquista (los extintos Banco Hipotecario, Banco de Desarrollo Local, Banco de Crédito Industrial, etc.), y la deficiente comprensión del papel de la banca pública de inversión y desarrollo en las sociedades avanzadas, en las que es una banca de "segundo piso". Por otra parte, la izquierda, con todos los matices que se quiera y salvaguardando el peso relativo de su participación en el descalabro, tampoco puede rehuir autocríticas acerca de su papel en la alargada sombra de la deficiente gestión de "lo público" en varias cajas de ahorro.

Por otra parte, España tiene firmado un Memorandum of Understanding (acuerdo) con la UE que incorpora restricciones a lo que se puede hacer con Bankia. Hay obligación de privatizarla. Aunque al día de hoy no es tan fácil y hay incertidumbres al respecto de si se recuperará el monto total de los recursos públicos aportados. En términos puramente argumentativos, si se vendiese al precio de 1,51 € por acción al que se vendió en 2014 el primer pequeño paquete (7,5%), se recuperarían los 19 mil millones que el Estado invirtió en Bankia (otros 4 mil fueron a BFA, la parte de "banco malo" prácticamente irrecuperable). Ahora la acción cotiza a algo menos de 1€. Posibles compradores de la participación del estado podrían ser:

(1) Alguno de los grandes bancos españoles, lo que podría ser desaconsejable dado que incrementaría excesivamente la concentración bancaria; (2) Alguno de los grandes bancos europeos, que quizá no estén muy proactivos dado el contexto de incertidumbre de la UE y el hecho de que salieran un tanto escaldados de la crisis financiera española; (3) Algún banco chino, con el correspondiente riesgo reputacional ante la población; y (4) Irlo vendiendo con paquetes institucionales, enviando señales al mercado. Un activo importante de esta estrategia pareciera ser el equipo gestor actual. Lógicamente el precio de venta se vería afectado por la coyuntura económica del momento y el ruido en el mercado. En este sentido, una señal suficientemente convincente por parte de los poderes públicos (y la oposición) acerca del compromiso con el cumplimiento de los pactos adquiridos con la UE en el rescate bancario ayudaría a minimizar el coste que para el conjunto de la sociedad tuvo la rapiña de Caja Madrid.

El resumen de mi propuesta es, por tanto, SI a un gran banco público para la inversión y el desarrollo y SI a continuar dando estabilidad al sistema financiero español cumpliendo lo acordado y consolidando operadores eficientes y competitivos en un entorno bien regulado y lo más competitivo posible. Hay que resistirse a asumir que la rabia de haber tenido que rescatar Bankia con casi 20 mil millones de recursos públicos sea razón suficiente para utilizarla de forma poco apropiada; es decir, sin una reflexión sobre el modelo de banca pública, y de su complementariedad con la banca privada, del que como país nos queremos dotar para impulsar el bienestar nacional. En ausencia de un debate responsable sobre el tema, esa banca pública lejos de ser un activo se convertiría en un inasumible pasivo. Entiéndase este artículo como una contribución a ese debate.