Sahel: la crisis continúa
A pesar de los grandes avances, en el Sahel se siguen sucediendo los malos años. Hay que hacer más: tratar la desnutrición como un problema de salud pública requiere que las medidas médicas y nutricionales se integren en la atención sanitaria de los niños más pequeños.
Un año más nos encontramos haciendo frente a una crisis nutricional en el Sahel, esa región en el noreste de África cuyo nombre evoca imágenes de niños muriéndose de hambre. Desde hace meses, se han sucedido las alertas de las agencias humanitarias advirtiendo de la catástrofe, y durante cierto tiempo los medios de comunicación se hicieron eco de la alarma. La emergencia ha caído de nuevo en el olvido, y sin embargo los datos no nos permiten ser optimistas: la crisis continúa.
Factores climáticos, financieros, sociales y políticos, además del conflicto en el norte de Malí, han agravado el periodo de escasez entre cosechas, que suele ir de junio a septiembre y provoca el pico estacional de desnutrición, en algunas zonas del Sahel. Según datos de Naciones Unidas, un millón de niños con desnutrición aguda severa recibirán tratamiento en 2012 en esta región africana: el mayor número en la historia de la ayuda humanitaria.
Sin embargo, en muchas zonas del Sahel, la desnutrición no es una crisis puntual, se repite año tras año. El ejemplo de Níger, el país más afectado de la región, nos da una visión clara: en 2010, año de grave crisis alimentaria, se trataron 330.000 niños con desnutrición aguda severa; en 2011, año de buenas cosechas, 307.000. Otro dato revelador: en 2011, un 30% de los niños entre 6 y 23 meses de edad sufrió desnutrición aguda severa.
Con estos números, la problemática humanitaria pasa a ser también una cuestión de salud pública. Ante una crisis que se repite cada año, incluso cuando las cosechas son buenas, no podemos seguir respondiendo solo con estrategias de emergencia. Estas están totalmente justificadas para evitar algo tan increíble como que seres humanos mueran en grandes números en pleno siglo XXI por no tener bastante comida; pero son insuficientes. Debe iniciarse una transición hacia soluciones a medio y largo plazo que eviten nuevas crisis en el futuro.
Las causas detrás de la desnutrición son muchas y muy diversas, entre otras la falta de disponibilidad de alimentos, el pobre acceso a la atención sanitaria, los sistemas medievales de agricultura, las creencias religiosas o tradicionales, las deficiencias del mercado y la pobreza. Para atajar el problema de raíz harán falta soluciones multidisciplinarias que aborden la cuestión desde diferentes ámbitos, e intervenir desde una perspectiva médica debe ser parte de la respuesta.
Aunque la magnitud de la crisis varía mucho según la zona, los países más afectados lanzaron sus alertas con tiempo, lo que permitió elaborar un ambicioso plan de respuesta que prevé tanto el tratamiento a gran escala de la desnutrición aguda severa como la implementación de estrategias de prevención. Sobre el papel, el plan es muy prometedor, pero todavía no ha llegado la financiación necesaria para poner en práctica estas medidas.
Durante los primeros siete meses de 2012, MSF (Médicos sin Fronteras) ya ha tratado a más de 72.000 niños con desnutrición aguda severa en siete países del Sahel. Los equipos MSF mantienen proyectos de nutrición en esta zona desde 2002 y han sido testigos de los grandes avances registrados en el tratamiento de esta enfermedad. La introducción de los alimentos terapéuticos preparados, que permiten que los niños sigan el tratamiento de forma ambulatoria y solo se hospitalice a los casos con complicaciones médicas, fue una revolución porque permitió aumentar exponencialmente el número de niños tratados.
En el plano preventivo también hay resultados esperanzadores. Estrategias como la distribución de alimentos a base de leche para todos los niños de entre 6 meses y 2 años de edad, la distribución masiva de mosquiteras contra la malaria, o todo un paquete de medidas de salud básica como vacunaciones rutinarias y el acceso gratuito a servicios de salud, tienen un impacto en la reducción de la tasa de mortalidad de los niños más pequeños.
Sin embargo, a pesar de los grandes avances, en el Sahel se siguen sucediendo los malos años. Hay que hacer más: tratar la desnutrición como un problema de salud pública requiere que las medidas médicas y nutricionales se integren en la atención sanitaria de los niños más pequeños. Su acceso a la sanidad es crucial: es más difícil que un niño sano sufra desnutrición, de igual manera que un niño bien nutrido es menos vulnerable a enfermedades como malaria, diarreas o infecciones respiratorias.
Esta es la base sobre la que construir los nuevos modelos de intervención y financiación y, desde luego, la responsabilidad no puede recaer únicamente en las organizaciones humanitarias. Los gobiernos del Sahel deben adoptar estrategias de prevención de la desnutrición que eviten tantas muertes cada año, y este esfuerzo tiene que venir acompañado del apoyo de los gobiernos donantes, que tienen que financiar de manera más decisiva programas a medio y largo plazo. La crisis económica actual no puede ser una excusa para la inacción.
2012 puede ser un año decisivo: hay que aprovechar la respuesta humanitaria sin precedentes para cambiar las estrategias de intervención y acabar con estas previsibles emergencias. Urge salvar a cientos de miles de personas este año, pero igual de urgente es implementar estrategias que aseguren que estas mismas personas, u otras, no caerán en la misma dramática situación el año que viene.