El dinero ya no es lo que era
Algo le está pasando al dinero. No puede ser la misma cosa la que se evapora por miles de millones al día según cuentan nuestros periódicos y la que falta, en la humilde forma de moneda, en los bolsillos de tantos.
Algo le está pasando al dinero. No puede ser la misma cosa la que se evapora por miles de millones al día según cuentan nuestros periódicos y la que falta, en la humilde forma de moneda, en los bolsillos de tantos. No puede tener la misma naturaleza aquella que facilita el intercambio real de bienes y servicios entre países -el 2% de todas las transacciones en divisas- y aquel otro 98% (casi) que especula con las variaciones de tipos de cambio... entre dineros. Decadente.
Desde que en 1971 se convino que ya no estaría respaldado por el oro -por nada físico- éste no ha parado de multiplicarse. Primero de forma controlada por el banco central con la colaboración de muchos bancos locales de tamaño limitado. Después más rápido cuando los bancos -ya más grandes, concentrados y especializados- obtuvieron para sí la capacidad de crear dinero concediendo créditos a sus clientes. Los billetes nos confunden, pero nuestro dinero no existe: no hay billetes para tanto dinero. Nuestro dinero se crea con el apunte contable -electrónico- cada vez que el banco concede un crédito, cada vez que alguien contrae una deuda. Bitcoin demuestra que no hace falta un estado para emitir dinero. Inmaterial.
A la vez, y por suerte, hay cada vez más cosas de las que ahora importan para las que no hace falta tanto dinero como antes, y para algunas, ninguno. Ciudadanos más capaces disponen de plataformas más potentes para crear y difundir sus iniciativas y emprendimientos, al menos para dar los primeros pasos. Además si se equivocan, es muy probable que las inversiones que hayan hecho les sirvan para empezar de nuevo. El motor de la economía no son las grandes infraestructuras, sino las grandes ideas, muchas veces nacidas en pequeños espacios. Mengüante.
El dinero está en crisis. En crisis de confianza. Como lo están las instituciones y las organizaciones que han contribuido -algunas declaran que sin advertirlo (¡!)- a esta situación. Los nuevos dineros depositan su confianza en otras fuentes de legitimidad. Vuelven las monedas locales que garantizan la circulación en un territorio definido, se desarrollan como nunca los bancos de tiempo en los barrios o las cooperativas de crédito. Ciudadano.
Confiamos más los unos en los otros que lo que nuestras instituciones confían en nosotros. Se intuye un dinero nuevo. Algunos economistas abogan por los avales sociales; dotar a cada ciudadano de una serie limitada de oportunidades para apoyar que le concedan un préstamo a un tercero. El dinero que viene será inmaterial, descentralizado, basado en la confianza mutua: p2p.