Degeneración democrática
Tras ganar las elecciones, a la vicepresidenta se le pegó un concepto que lanzaba allí donde hubiera más de dos personas o un micrófono: "Regeneración democrática". Parece que España había vivido sumida en el oscurantismo hasta su llegada.
Tras ganar las elecciones, a la vicepresidenta se le pegó un concepto que lanzaba allí donde hubiera más de dos personas o un micrófono: "Regeneración democrática". Parece que España había vivido sumida en el oscurantismo y la degeneración democrática hasta su llegada, como la heroína contra la corrupción y los vicios de nuestro sistema político. Había nacido para el mundo: Soraya la Regeneradora; aunque desde las filas socialistas la llamaban de otra manera, rebotados por la implícita acusación.
Han pasado seis meses de aquello y tal vez ni la propia "vice", como la llama su cursi entorno, recuerda sus altisonantes palabras. Y si se acuerda, lo calla mucho y lo practica poco. Al contrario, lo que ha venido sucediendo desde entonces tiene que ver más con otro paso en la espiral de devaluación de la democracia, que con esa regeneración. Como dato, la denuncia sobre la clase política, recogida en los barómetros mensuales del CIS, se ha vuelto a intensificar en el correspondiente al mes de junio, acompañada del ascenso al cuarto lugar de la corrupción y el fraude. Los ejemplos de este proceso degenerativo se multiplican.
Los obstáculos del PP a la comparecencia de distintos actores políticos en el Parlamento, que es el órgano soberano de control democrático por excelencia, fueron constantes. Desde los ministros hasta Dívar, Fernández Ordóñez o, hasta hace bien poco, Rodrigo Rato.
En RTVE, cuando la anterior legislatura había iniciado una manera menos dependiente del Ejecutivo para nombrar a su presidente, se ha vuelto al anterior procedimiento del "dedo" por parte del Gobierno, con las consecuencias de todos conocidas: menos independencia de los profesionales que hacen la información. Es un regreso al pasado, que se convierte en síntoma de una política general.
Hay que reconocer que la suspensión del debate del estado de la nación impulsa notablemente el sentimiento democrático. Un dispositivo que da al Gobierno la posibilidad de exponer lo que ha hecho y lo que piensa hacer de una manera coherente, trazando una narración. Al ciudadano, la de entender porqué se hace lo que se hace y hacia dónde se va. Algo enormemente importante tras la reciente política de dichos, pronunciaciones y posteriores rectificaciones. Pero parece que el ciudadano no necesita explicaciones, pues ya sabe los porqués de la reforma laboral, el aumento de la edad de jubilación, el pago de los medicamentos, las subidas de impuestos, etc. Tiene razón Rajoy: ¿para qué explicar lo que ya todo el mundo sabe y, claro está, acepta, según los resultados de los barómetros de un CIS que no pregunta por nada de lo que nos acontece?
La amnistía fiscal se lleva a cabo por Real Decreto. Una figura de procedimiento legislativo que toda la doctrina reconoce como enormemente democrática, pues, en principio, queda eludida la discusión. Aun cuando la legislación tributaria ha de tener rango de Ley, ahí va el decretazo, aun cuando transgreda evidentemente el principio de equidad fiscal, ya que los defraudadores perdonados pagarán bastante menos a Hacienda que los que tributaron como mandan las leyes. Y el ministro Montoro sin comparecer, mientras realiza manifestaciones en las que se ríe de la ciudadanía -se sube el IVA, a los que pagan el IVA, porque no pagar el impuesto es el "deporte nacional"- o los funcionarios. Otro ejemplo de regeneración democrática.
La comunicación ¿explicativa? dada por la ministra de Sanidad sobre la supresión de los medicamentos más cotidianos de la cobertura pública es otro monumento a esa regeneración democrática. Especialmente es una loa al inicio de la Constitución de 1978 en la que se dice que "España es un Estado social" o donde se proclaman como principios la justicia y la igualdad. Y todo ello discutido parlamentariamente. Es un decir.
Pero para entender mejor cuál es el significado del concepto regeneración democrática nada mejor que comparar el programa con el que el PP se presentó a las elecciones de noviembre de 2011 -hace menos de ocho meses- y las medidas presentadas por Mariano Rajoy en la comparencia del pasado 11 de julio. Regeneración democrática es hacer publicidad con un mensaje para dar al consumidor o ciudadano otra cosa. Y sin derecho a reclamación.
A partir de todos estos comportamientos, ya empezamos a saber a qué se refería Soraya de Santamaría cuando, en el inicio de la legislatura, hablaba de regeneración democrática. Se trata de un nuevo giro en los fundamentos del pensamiento ilustrado: todo pagado por el pueblo, pero sin el pueblo.