Morro de Cerdo 1º de mayo
Esta receta se lo dedico en este día a ellos, a los jetas, a los que tienen un morro que se lo pisan, sean políticos, empresarios o especuladores. A los que con careta o sin ella son capaces de arruinar la vida de millones de personas o vivir a costa de ellas.
Más allá de la hoz y el martillo, de las revoluciones con claveles o sin ellos, de las rosas rojas y de las gaviotas azules, sobre todo de las gaviotas azules, el cuenco ha sido siempre el símbolo del trabajador y los jetas, los tipos con morro, esos que siempre lo han sabido y que de tanto en tanto vertían en él cierta cantidad de alimento para seguir ganando dinero a su costa.
Por un cuenco de arroz los chinos fueron llevando el ferrocarril desde las civilizadas costas atlánticas hacia el salvaje oeste, llenando de muertos las cunetas en un EEUU incipiente y sin vertebrar. Por un cuenco de gachas, más al sur, donde los modales refinados en ambientes de bucólica belleza encerraban el corazón de las tinieblas, los negros sudaron sangre sobre el blanco algodón. Por un cuenco de gazpacho los jornaleros andaluces modelaron un paisaje caciquil sobre el que dejaron la vida sin llegar a poseerlo, como el extremeño o el manchego, cuyos cuencos medio llenos de pringue y cereal fueron el motor de la fortuna de unos pocos, del mismo modo que lo fue el de los campesinos del sur de Italia, de cuyo cuenco de polenta se mantuvieron hermosas villas Berlinghieri.
Más allá de la latitud el jornalero siempre llevó colgado del cuello un cuenco metafórico donde recoger su salario, la miseria que el cacique, el patrón, el amo o el empresario daba. Y cuando el hambre extrema o la extrema injusticia hicieron que huyera en desbandada hacia la humeante ciudad convirtiéndose en obrero, aquel cuenco continuó engrasando el progreso de la sociedad y los bolsillos de unos pocos y a duras penas sofocando el hambre de la inmensa mayoría.
Aún hoy en Sri Lanka, la India y en otros países miserables y emergentes como estos, el trabajador lleva ese cuenco colgando para que la mano paternal y mezquina del empresario se lo llene mientras el político se lo permite. Una asociación indisoluble, porque actuar de esta manera requiere del otro para que facilite las condiciones o mirar hacia otro lado.
Da la sensación que hoy quisieran llevarnos de nuevo a esa época negra y sin épica de cuenco y cereal, a ese presente culpable cercano y alejado a la vez. Los hidalgos venidos a menos siempre han tenido en España una olla de algo más de vaca que carnero y salpicón las más de las veces, pero el pobre, el obrero, ayer y hoy, siempre ha saltado del cuenco a la inanición en un visto y no visto sin ver ni la cabra ni el carnero: que se lo digan si no todos aquellos que han sido arrancados de sus casas y los millones de parados que viven de la caridad de sus familias y de las ONG; millones de parados a pesar de los datos que se ofrecen, si no manipulados sí turbiamente interpretados desde el Gobierno.
Desde que se dio la primera relación laboral nunca se ha valorado el esfuerzo del trabajador, sólo ha importado el beneficio. Una relación laboral es como una relación de pareja donde ambos aportan para que el proyecto funcione. No debe haber relación de superioridad porque de ser así el desequilibrio resultante termina por hundir la empresa. El amo, el patrón, el cacique o el empresario siempre ha concebido el salario como una concesión y no como una necesidad derivada del intercambio, y ha aprovechado la mínima oportunidad para reducir el coste, es decir, ampliar sus beneficios, a costa de su salario y de su tiempo. Lo que está pasando hoy no es más que un ejemplo de ello.
"Desgraciadamente, hay que trabajar más y ganar menos para salir de la crisis" era la consigna indecente de un Díaz Ferrán que como un Berlinghieri moderno pretendía sobrevivir rico a costa del sacrificio inducido de los trabajadores. Qué jeta, qué cara más dura, qué morro la de este presidente de la patronal que se sentaba junto a los políticos a determinar el futuro más o menos negro de una clase trabajadora condicionada injustamente por sus decisiones, y que encerraba en sus mensajes todo un espíritu contrarrevolucionario. Pero no solo aquel mostraba jeta, cara, morro y desvergüenza. Tanto aquella patronal como la actual, aplauden unas leyes y reformas implantadas por el PP que pretenden limitar el derecho a la huelga, que cuestionan la jornada de 8 horas, que facilita el despido y decretan contratos que rayan el servilismo (antes que nada, mejor esto, arguyen; y se quedan tan anchos).
A pesar de todo, el 1 de mayo no sólo debe ser una cita para reivindicar derechos laborales. Desgraciadamente debemos seguir exigiendo el mantenimiento de una sanidad, una educación y una justicia universales y de calidad. Unos derechos ganados a través de la lucha de muchos años, que los mismos jetas que nos limitan los laborales nos están robando. Repitiendo sistemáticamente que la culpa de todo ha sido nuestra y que es insostenible el Estado del bienestar, han sido capaces de hacernos creer que renunciando a parte de nuestros derechos no perderemos todo y saldremos de ésta; y mientras, a los verdaderos culpables, sin nombres y apellidos, tan solo los conocemos con un confuso Los Mercados.
Sin duda las reivindicaciones de los próximos años no pasan por ampliar derechos y servicios, sino por recuperar todo o parte de lo que nos están quitando. Hoy más que nunca la implicación de todos nosotros, de la sociedad civil, es fundamental frente a quienes están sentando las bases de un mundo donde las desigualdades en el reparto de la riqueza son cada vez más grandes. Un mundo perversamente distribuido donde la fortuna inabarcable de unos pocos jetas se sustenta en los cuellos sumisos donde colgar un cuenco de una inmensa mayoría.
Esta receta se lo dedico en este día a ellos, a los jetas, a los que tienen un morro que se lo pisan, sean políticos, empresarios o especuladores. A los que con careta o sin ella son capaces de arruinar la vida de millones de personas o vivir a costa de ellas: Morro de Cerdo Primero de mayo. Un plato exquisito, no lo dudes, como sus modales hipócritas; un plato terrestre que emula el encanto del pulpo a la gallega y que está igual de bueno si no más. Un plato casi caníbal, que en una suerte de exorcismo antropófago, salda tanta injusticia a través del paladar.
Que lo disfrutes. Y ojalá que se percaten de ello.
NECESITARÁS (para 4 personas)
- 400gr de morro troceado
- 2 patatas medianas
- Sal en escamas
- Pimentón dulce de la Vera
- Aceite de oliva virgen extra
- Una cucharada de harina
- Cebollino picado
ELABORACIÓN
- Si no has comprado el morro ya cocido y troceado (lo venden en paquetes tanto en blanco como adobado), que el carnicero trocee la careta y la cueces en agua hirviendo y sal durante 60'-75'. Sacar de la olla, escurrir, y aún calientes, enharinar tamizando con un colador y sofreír en abundante aceite hasta que adquieran un bonito color dorado.
- Poner sobre papel absorbente para eliminar el exceso de aceite y reservar.
- Pelar las dos patatas, cortarlas en rodajas y cocer hasta que estén tiernas en agua con sal. Sacar y reservar.
- Emplatado: colocar las patatas de fondo, espolvorear de sal en escamas y pimentón y sobre las mismas los trozos de morro procediendo del mismo modo. Sobre el conjunto rociaremos con aceite de oliva virgen extra y esparciremos cebollino finamente picado.
- Umm, fácil, económico y espectacular. Dejarás el plato más limpio que una patena, te lo aseguro.
NOTA
Puedes sustituir el morro por oreja e incluso mezclarla; está igualmente buenísima. Del mismo modo, si quieres puedes utilizar los trozos directamente cocidos, sin sofreír posteriormente, aunque el puntito crujiente y tostado por fuera y tierno por dentro lo hacen insuperable.
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboración:Everything Is Broken, Bettye Lavette
Para la degustación:Proud Mary, Ike &Tina Turner
VINO RECOMENDADO
Señorío de Guadianeja Tcr 08, DO La Mancha.
DÓNDE COMER
Es un plato para compartir. Un plato para degustar en compañía, entre cañas o vinillos, a poder ser en mesa alta de taberna de trabajador, o apoyados en la misma barra, entre el bullicio nervioso de la gente a lo hora de comer y el frenético no parar de camareros. El mono de faena, sea taller de coches u oficina bancaria, será el traje perfecto para la ocasión.
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
Darnos prisa en regresar al curro que llegamos tarde. Espabila y no te olvides de pagar que hoy te toca a ti.