Un nuevo enfoque para Grecia sería un nuevo enfoque para Europa
Ulises encontró el valor y la energía para superar diez años más de extenuantes pruebas después de haber sufrido otras tantas adversidades durante la Guerra de Troya; encontró ese aliento vital porque nunca perdió la esperanza de regresar a Ítaca al lado de su Penélope.
PARIS -- Grecia se encuentra en una situación dramática y sus condiciones no harán más que deteriorarse en caso de que el país tenga que declarar el impago de su deuda; más si cabe si abandonara por completo la Eurozona. Para poder resurgir de la crisis actual es necesario, primero y ante todo, que se produzca un cambio de perspectiva que arraigue bien en Grecia.
En primer lugar, los líderes griegos deben exhibir una voluntad clara de establecer una ruptura limpia con la Grecia de los pasados cuarenta años, evitando la tentación de depositar la culpa de las calamidades centrales del país heleno en causas externas.
En segundo lugar, el Gobierno griego también debe comprender el hecho de que su legitimidad democrática no puede, por su propia naturaleza, tener prioridad por encima de la legitimidad democrática de sus homólogos europeos.
Éstas son las dos condiciones que permitirán a las autoridades griegas realizar compromisos creíbles que vayan seguidos de una implementación práctica, sobre la base de un programa forjado a través de los acuerdos con sus socios. Entendemos la impaciencia y la preocupación de esos socios, que están más que hartos de tener la sensación de estar volcando su ayuda dentro de un tonel de danaides sin fondo. [Nota del editor: en la mitología griega, las danaides fueron castigadas a verter agua eternamente en un tonel que nunca se llenaba].
No es que sea esta tragedia griega un asunto meramente nacional. Está teniendo, y continuará teniéndolo, un impacto sobre toda Europa, de la que Grecia forma parte integral tanto en términos históricos como geográficos.
"Entendemos la impaciencia y la preocupación de esos socios, que están más que hartos de tener la sensación de estar volcando su ayuda dentro de un 'tonel de danaides' sin fondo".
Por tanto, no deberíamos dedicarnos única y exclusivamente a calibrar las profundas consecuencias económicas y financieras de la salida de Grecia de la unión monetaria. Necesitamos abordar la situación de Grecia desde un punto de vista geopolítico, además, considerándolo como un problema que hoy es europeo y continuará siendo europeo en el futuro. No evaluemos a Grecia sólo a través de los microscopios del FMI, sino también a través de los prismáticos de las Naciones Unidas. En otras palabras, debemos examinar a Grecia como país situado en los Balcanes, un área cuya inestabilidad, ni que decir tiene, no necesita más leña a un fuego que arde por un conflicto abierto en Ucrania y en Siria, además de por una amenaza de terrorismo creciente; más la crisis migrante, por descontado.
Sea como sea, si por un momento nos ceñimos a un enfoque estrictamente financiero, es crucial que destaquemos que la actual crisis de liquidez de Grecia es el resultado de una crisis de solvencia que, a su vez, es un mero síntoma de las agudas dificultades ligadas a las debilidades de una economía y de un estado que tienen que ser reconstruidas, en cada uno de sus aspectos, a través de profundas reformas administrativas, judiciales, educacionales, fiscales y de otros tipos.
Depende de la UE que sea capaz de desempeñar su mejor papel en el proceso de reconstrucción de Grecia con el ofrecimiento al país de un exhaustivo plan de tres objetivos:
Primero, ofrecer a Grecia una ayuda financiera razonable para permitirle reconstruir su solvencia a corto plazo;
Segundo, movilizar todos los instrumentos de la UE que puedan ayudar a resucitar a la economía griega (fondos estructurales y de cohesión, préstamos del Banco Europeo de Inversiones, intereses en los bonos griegos apoyados por el Banco Central Europeo), y de esta forma fomentar su vuelta a un crecimiento que, de por sí, ya aliviará la proporción deuda/PIB del Estado;
Tercero, incluir inmediatamente en la agenda una evaluación del peso de la deuda griega y de la deuda de los otros países al amparo del programa en Europa, esto es, los que reciben una ayuda condicionada a la aplicación de las reformas prometidas.
Solamente un plan global de esta naturaleza puede proporcionar al pueblo griego y sus autoridades unas expectativas esperanzadoras que les faciliten dedicarse en cuerpo y alma a los esfuerzos por su reconstrucción.
Ulises encontró el valor y la energía para superar diez años más de extenuantes pruebas después de haber sufrido otras tantas adversidades durante la Guerra de Troya; encontró ese aliento vital porque nunca perdió la esperanza de regresar a Ítaca al lado de su Penélope.
Si los griegos y los europeos son capaces de encontrar dentro de sí el deseo de compartir un mismo futuro -uno que consideren mejor que cualquier otro futuro posible- entonces podrán descubrir la manera de forjar un compromiso que honre los principios de cooperación y de solidaridad que son las mismas piedras fundacionales que apuntalan la construcción europea.
Este post fue publicado originalmente en la edición de 'The World Post' y ha sido traducido del inglés por Diego Jurado Moruno