El periodismo que no amaba a las mujeres

El periodismo que no amaba a las mujeres

Los medios son, entre otros actores, los encargados de seleccionar los temas a tratar en la esfera pública. Los periodistas, quienes deciden qué hecho noticioso importa lo suficiente como para ser difundido. Sin la visión de las mujeres, la cobertura de la actualidad se queda tuerta.

A propósito de la ola de nuevos medios digitales que están surgiendo en EEUU en los últimos meses, escribía en el Guardian hace algunos días Emily Bell un texto resumido a la perfección en su titular: Journalism startups aren't a revolution if they're filled with all these white men (Las startups periodísticas no suponen una revolución si están llenas de todos esos hombres blancos). En su columna, Bell, quien fuera directora de contenidos digitales del Guardian y quien en la actualidad trabaja para la universidad de Columbia, critica que al frente de estos nuevos medios, entre fundadores y cargos directivos, hay una mayoría aplastante de hombres. "Como si lo de Arianna Huffington no hubiese sucedido", dice. Como conclusión a datos sonrojantes, Bell apunta que el cambio radical que necesita el periodismo del siglo XXI no es posible sin redacciones que incluyan en la toma de decisiones a las mujeres.

El periodismo es una profesión de hombres, pese a que las facultades de Ciencias de la Información estén repletas de mujeres. En España, en las aulas, nosotras somos mayoría. En las redacciones y especialmente en los consejos directivos, lo son ellos. En la prensa tradicional española, el ejemplo más claro de esta penosa situación ha tenido lugar en los últimos meses: dos de los diarios más importantes del país han cambiado a sus directores y en ninguno de los dos casos el relevo ha sido una mujer. Tres cuartos de lo mismo en el mundo digital. Salvo excepciones, los gurús del nuevo periodismo son hombres, que cuando deciden fundar nuevos medios eligen a otros hombres para emprender esta empresa.

Pero el periodismo necesita a las mujeres. Los medios son, entre otros actores, los encargados de seleccionar los temas a tratar y sobre los que debatir en la esfera pública. Los periodistas, quienes deciden qué hecho noticioso importa lo suficiente como para ser difundido. Sin la visión de las mujeres, la cobertura de la actualidad se queda tuerta. Y lo que es más, si el periodismo es el guardián del poder político, al guardián se le están escapando muchas asuntos que sólo nos afectan a nosotras. Para un periodismo que verdaderamente sirva de contrapoder, hacen falta redacciones más equilibradas e inclusivas.

Como señalaba Shani O. Hilton, directora adjunta de BuzzFeed, en un artículo escrito a raíz de la polémica empezada por Bell, construir una redacción plural requiere trabajo. Y está en las manos y en el esfuerzo de quienes se lanzan a la aventura de crear un nuevo medio digital que el periodismo del futuro -ese que todavía no sabemos cómo será y del que tanto nos gusta hablar- sea pensado y dirigido al margen de los poderes y los discursos hegemónicos. Que sea escrito en femenino, pero también en sudamericano, africano, calé, chino... Que, en definitiva, sea consecuente con la sociedad para la que trabaja.

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