L@s Otr@s
Con su cerca de un millón y medio de años de registro arqueológico y paleontológico, la Sierra de Atapuerca es, seguramente, el lugar más histórico del continente europeo.
Como cada verano, desde hace más de treinta años, decenas de investigadores procedentes de los cuatro puntos cardinales de nuestra Piel de Toro se dan cita en los yacimientos de la Sierra de Atapuerca. Con gran entusiasmo y profesionalidad, trabajan infatigablemente durante cuarenta y cinco días en los yacimientos de la Trinchera del Ferrocarril, la Cueva Mayor, la Cueva del Mirador y en el tren de lavado y triado de sedimentos instalado en las riberas del río Arlanzón. Y todos lo hacen de manera altruista. Nadie recibe remuneración alguna por su trabajo en las excavaciones.
Declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en los últimos días del pasado siglo XX, los yacimientos de Atapuerca se han convertido en un lugar de peregrinaje. Cada año, miles de personas acuden allí para conocer uno de los lugares más extraordinarios en la historia de la Prehistoria. Vienen de todas partes, a veces solos, en parejas, en familia, grupos escolares o cuadrillas de amigos. Con su cerca de un millón y medio de años de registro arqueológico y paleontológico, la Sierra de Atapuerca es, seguramente, el lugar más histórico del continente europeo. Pero en Atapuerca no hay ruinas, ni pinturas rupestres que admirar, solo pueden verse rellenos de cueva. Por eso, a Atapuerca no solo se va para ver, sino también para escuchar y ensoñar. A escuchar las rigurosas explicaciones de los guías que acompañan a los visitantes y que permiten imaginar las vidas de las personas que vivieron allí desde hace casi un millón y medio de años. Vidas que estuvieron trenzadas con las de las plantas y las de los animales, grandes y pequeños, que habitaron en la zona a lo largo de todo ese tiempo.
Historias como la del primer ser humano registrado en el continente europeo, hace alrededor de un millón trescientos mil años, que sufrió una intensa patología oral que debió causarle fuertes dolores. Un poco más tarde, hace novecientos mil años la Sierra de Atapuerca asistió al primer acto de canibalismo conocido en la historia de la humanidad, en el que fueron devorados al menos siete niños y niñas. No muy lejos de ese lugar, al pie de una profunda sima en el interior de una de las cuevas de la sierra, tuvo lugar, hace alrededor de quinientos mil años, el primer acto funerario del que se tiene noticia, que produjo la mayor acumulación de fósiles humanos del planeta. Y mientras, en la sierra habitaron animales que nos resultan muy exóticos, como mamuts, rinocerontes, tigres dientes de sable, hipopótamos, hienas y leones más grandes que los actuales. Y junto a ellos, otros tan fascinantes como la musaraña gigante que era capaz de inocular veneno a sus presas con sus dientes.
Todos los datos y conocimientos que cubren las paredes del espléndido Museo de la Evolución Humana de Burgos y que nutren las explicaciones que los guías de Atapuerca prodigan a los visitantes proceden del trabajo de las decenas de investigadores que desde hace años trabajan en los yacimientos. Sin su dedicación y profesionalidad, Atapuerca solo sería una hermosa colina arbolada próxima a Burgos.
Cuando piso las tierras de la Sierra de Atapuerca siempre pienso en los humanos del pasado, cuyos restos la hacen tan importante, pero también en los investigadores, cuyo trabajo la ha puesto en valor. Algunos de estos investigadores gozamos de popularidad y reconocimiento social (hasta nos invitan a escribir en blogs muy importantes) pero la mayoría son desconocidos para el gran público. Muchos de ellos vienen realizando su trabajo en condiciones muy precarias. Y sin embargo, ni su vocación, ni su empeño ha menguado nunca. A lo largo de tantos años, la sociedad española ha contraído una deuda con ellos pues una parte muy importante del valor actual de Atapuerca se debe a su trabajo y generosidad. Por eso, no sería justo que, en estos tiempos de recortes, hubieran de pagar por una crisis que no causaron
Cuando pienso en mis compañeras y compañeros del Equipo de Atapuerca recuerdo una anécdota que escuché una vez en la televisión. Preguntado por su nieto si él había sido un héroe, un veterano de la Segunda Guerra Mundial contestó al chiquillo: "Yo no, pero serví junto a ell@s".