Nada volverá a ser igual
Las caras de los políticos son el termómetro que mide la victoria o la derrota de un partido en unas elecciones. Las de Carlos Floriano o Esperanza Aguirre --símbolo de la debacle del PP-- eran este domingo de verdadero luto. De una tristeza imposible de esconder. No era para menos: el PP ha sufrido un fantástico batacazo en los comicios municipales y autonómicos.
Las caras de los políticos son los termómetros que miden la victoria o la derrota en unas elecciones. Las de Carlos Floriano o Esperanza Aguirre --símbolo de la debacle del PP-- eran este domingo de verdadero luto. De una tristeza imposible de ocultar. No era para menos: el PP ha sufrido un fantástico batacazo en los comicios municipales y autonómicos.
La decepción de sus rostros y sus palabras lánguidas --excepto Cristina Cifuentes, gran vencedora popular-- contrastaban con la euforia y la generosa sonrisa que han desplegado Ada Colau, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias o Manuela Carmena.
Como era previsible, estas elecciones han marcado el fin del bipartidismo, pese a que la suma de los votos conseguida entre PP y PSOE sigue superando el 50%. Pero están muy lejos del dominio absoluto del que disfrutaron en la mayor parte de la etapa democrática.
Ya nada volverá a ser igual.
Sólo hay un clavo ardiendo al que pueden agarrarse en Génova: el PP ha ganado las elecciones por número de votos (5,8 millones, 34%) y concejales (22.529). Pero, en política, más importante que ganar es gobernar. Y el PP dejará de tener el bastón de mando en centenares de municipios y ha perdido todas las mayorías absolutas en las comunidades autónomas en las que gobernaba. Ha sido una hecatombe colosal que se ha llevado por delante feudos históricos como Castilla-La Mancha, la Comunidad Valenciana o las Islas Baleares. En todos estos casos un más que posible pacto de izquierdas dejaría a los populares sin poder. El tablero político ha cambiado de color en España.
El panorama es desolador y augura poco bueno para los conservadores: el PP sólo podría gobernar con acuerdos en Madrid, Castilla y León, La Rioja y Murcia. En todos los casos depende de Ciudadanos. El batacazo no afecta sólo a las siglas del partido, sino a muchas de las caras más importantes, a muchos de los políticos que han marcado en estos últimos años el devenir de la formación liderada por Mariano Rajoy. Esperanza Aguirre (Madrid), José Antonio Monago (Extremadura), Alberto Fabra (Comunidad Valenciana), Rita Barberá (Valencia), María Dolores de Cospedal (Castilla-La Mancha), Teófila Martínez (Cádiz) o Javier León de la Riva (Valladolid) pasarían de la noche a la mañana a la oposición.
Tan malo como el resultado es la tendencia que marca: antes de fin de año se celebrarán las elecciones generales. Y todos en Génova son conscientes de que, al igual que babosamente se dice que los Globo de Oro son la antesala de los Oscar, las elecciones municipales y autonómicas lo son de las generales. Ahora todos los populares tienen un sola película en la cabeza: Lo que el viento se llevó.
Aunque lo negara por activa y por pasiva, Pedro Sánchez se jugaba en estas elecciones buena parte de las posibilidades de seguir dirigiendo la nave socialista. Pese a conseguir los peores resultados del partido en unos comicios de este tipo --5,5 millones de votos, el 25% del total y 20.678 concejales--, su figura sale reforzada. Con todo, el PSOE emprende ahora un camino lleno de obstáculos que dependerán, casi exclusivamente, de la capacidad de entendimiento que tenga con Podemos, en cuyas manos quedan buena parte de los gobiernos del futuro.
Si los pactos fructifican los socialistas podrían hacerse con las comunidades de Aragón, Asturias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Valencia y Extremadura. En el debe de estas elecciones figura la gran apuesta de Pedro Sánchez para recuperar Madrid: Ángel Gabilondo será incapaz de gobernar la Comunidad si Cristina Cifuentes llega a un entendimiento con Ciudadanos.
Susana Díaz también ha conseguido un resultado muy aceptable en Andalucía, donde los socialistas podrían volver a gobernar en ciudades como Huelva, Sevilla, Córdoba o Jaén. Ha sacado cuatro puntos de ventaja sobre el PP, un balón de oxígeno para las negociaciones que deberán reabrirse para buscar un acuerdo que permita desbloquear la investidura de la socialista antes del 5 de julio y evitar la repetición de las elecciones autonómicas.
Tras una larga travesía del desierto y varios años después un secretario general del PSOE vuelve a sonreír en unas elecciones. Que, visto lo visto, no es poco logro.
No ha sido el tsunami que podría arrasarlo todo, como se pensaba hace tan sólo unos meses y auguraban sus líderes, pero la formación de Pablo Iglesias tiene la llave de varias Comunidades, centenares de Alcaldías y es la tercera fuerza política del país. Hace año y medio muy pocos sabían qué era Podemos y, hoy, miles de personas intentaban descifrar en la mesa electoral cuál de las papeletas correspondían a los de Pablo Iglesias.
La gran apuesta del partido, Manuela Carmena, se convertirá con casi toda probabilidad en la la próxima alcaldesa de Madrid tras 26 años de poder popular. Es el mayor trofeo posible, aunque todo depende de que el PSOE acepte un pacto de gobierno. Pocos dudan de que el tándem Carmena-Carmona regirá los destinos de la capital.
En el ámbito municipal Podemos y las coaliciones que han llevado su sello han logrado su mayor éxito con la victoria de Ada Colau (Barcelona en Común) y se sitúa como tercera fuerza política en nueve comunidades autónomas (Aragón, Asturias, Baleares, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Extremadura, Madrid, Murcia y La Rioja), mientras que queda cuarta en Canarias, Cantabria y Navarra y quinta en la Comunidad Valenciana, donde obtiene su peor resultado.
El primer paso que deberá dar Podemos para gobernar será hacer caso omiso a las hemerotecas. Pablo Iglesias ha dicho en los últimos meses, por activa y por pasiva, que la pieza a batir era "la casta". Y esa casta la formaban PP y PSOE. El poder bien vale un 'donde dije digo digo Diego '.
Subidos a la ola de las encuestas, los de Albert Rivera se han dado un baño de realidad. Es cierto que serán decisivos en muchas alcaldías --previsiblemente con el PP-- y en varias Comunidades Autónomas, pero quedan lejos de lo que les auguraban los sondeos. Al final han logrado 1,4 millones de votos, el 6,5%, y 1.518 concejales. Entra en diez de los trece Parlamentos autonómicos (Aragón, Madrid, Murcia, Comunidad Valenciana, Castilla y León, Cantabria, Asturias, Extremadura, Baleares y La Rioja).
Sin embargo, en ciudades como Madrid ha estado muy lejos de las expectativas generadas: no será decisivo en ayuntamientos como el de la capital o Valencia y en comunidades como Castilla-La Mancha y Extremadura. Pero sí lo será, y mucho, en la Comunidad de Madrid.
Un dato que define un resultado: IU pasa de tener 35 representantes autonómicos en ocho Parlamentos a ocupar apenas 9 escaños en cuatro cámaras regionales. Pierde su representación en los Parlamentos de Madrid, Valencia, Extremadura y Murcia y se mantiene en Asturias (gracias a Gaspar Llamazares), Navarra, Aragón y Castilla y León. En fin: no ha llegado al 5% de los votos a nivel nacional.
Los resultados de los de Cayo Lara aquilatan los pronósticos de los que auguran su desaparición institucional. IU agoniza arrasada por la ola de entusiasmo generada por Podemos y, sobre todo, por la división interna, que ha provocado sainetes como el de Madrid: IU federal no apoyaba oficialmente ninguna candidatura y sus dirigentes se dividían entre el apoyo a Ahora Madrid y la lista presentada por la dirección regional de IUCM.
Demasiada poca seriedad para un partido tan importante.
Fin.