¿Y después del 9-J, qué? La batalla por los puestos y los retos de la nueva legislatura

¿Y después del 9-J, qué? La batalla por los puestos y los retos de la nueva legislatura

Bruselas es ahora mismo una ciudad-hervidero, todo ruido y movimiento alrededor de cómo se van a conformar las instituciones europeas tras las elecciones. Mientras el calendario corre, el ajuste tras la subida de la ultraderecha es el principal desafío. 

La candidata a la reelección como presidenta de la Comiisión, Ursula von der Leyen, valorando los datos del 9-J en Bruselas.OLIVIER HOSLET / EPA / EFE

Europa está de resaca electoral. Apenas la mitad de los ciudadanos acudieron la semana pasada a votar y dijeron, en resumen, que quieren que se mantenga el poder del bloque conservador-socialista-liberal en la Eurocámara, aunque uno de cada cuatro europeos haya puesto su confianza en partidos ultraderechistas, nacionalistas extremos, populistas y antieuropeos. Mucha y buena digestión hay que hacer de estos datos, si la Unión Europea no quiere verse reflejada en el espejo de Francia, donde los partidos clásicos se han evaporado y donde los nuevos fascistas están a punto de ganar unas legislativas. 

Ese es el gran debate de fondo, el vital. Pero, mientras se afronta, Bruselas es un hervidero, todo ruido y movimiento alrededor de cómo se van a conformar las instituciones comunitarias tras las elecciones, unos felices por los resultados, otros defraudados, todos intentando poner el juego su capacidad de presión. Ya esta semana han comenzado las negociaciones para formar los distintos grupos políticos. Cada bloque requiere para su conformación de un mínimo de 23 diputados, de al menos siete Estados miembros, y estar configurados para cuando comience el primer pleno, a mediados de junio. 

La novena legislatura ha cerrado con siete grupos: En la actualidad, hay siete grupos políticos en el Parlamento Europeo: Grupo del Partido Popular Europeo (Demócrata-Cristianos, 186 escaños logrados el pasado domingo), Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo (135 diputados), Renew Europe Group (liberales, 79), Grupo de los Verdes/Alianza Libre Europea (53), Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ultraderecha, 73), Grupo Identidad y Democracia (ultraderecha, 58) y Grupo de la Izquierda en el Parlamento Europeo - GUE/NGL (36). 

Se espera que se mantengan, aunque no necesariamente integrados por los mismos partidos nacionales que hasta ahora porque, por ejemplo, ya ha habido en campaña escisiones internas, como la ruptura entre la Agrupación Nacional de Francia con Alternativa para Alemania (AfD). Hay además un bloque de 100 diputados que es una mezcla entre independientes, no adscritos, peleados de bloques clásicos o nuevas formaciones que no se sabe dónde van a acabar en estas semanas de cebos lanzados. Las citaciones quedan así: los primeros serán el Partido Popular Europeo (18 de junio) y los Verdes/Alianza Libre Europea (19 de junio), seguidos de los socialdemócratas y la Izquierda (ambos 25 de junio) y de Renovar Europa y los Conservadores y Reformistas (ambos 26 de junio). Los últimos serán la ultraderecha de Identidad y Democracia, ya el 3 de julio.

Ya ha habido reuniones secretas entre algunos de los ultras más destacados de Europa (Marine Le Pen, Matteo Salvini y Geert Wilders) para ir ajustándose. El Parlamento Europeo ha difundido un calendario en el que expone que, desde el martes, los grupos tienen ya cita para irse registrando como tales. El proceso durará unos 15 días. 

Pero el pistoletazo de salida oficial será el lunes 17, cuando los jefes de Gobierno de los Veintisiete celebren en Bruselas una cena informal, invitados por el presidente del Consejo, Charles Michel. De ese encuentro, aparte de felicitaciones o pésames, debe salir la lista provisional de los llamados tops jobs, los altos cargos de las instituciones. Sorprendentemente, parece que llegarán con los deberes bastante adelantados, por varios motivos. El primer es que la mayoría de ellos se van a ver antes, en la reunión del G7 en Italia y en la cumbre para la paz en Ucrania que tendrá lugar en Suiza, así que habrá oportunidad de ir limando asperezas y descartando cartas. 

El segundo es que uno de los líderes que siempre lleva la voz cantante y decanta votaciones, el francés Emmanuel Macron, estará más ocupado en su batalla doméstica contra la ultraderecha y presionará menos en Bruselas. El tercero, que el tiempo apremia: con una guerra en Europa como la ucraniana y las elecciones de EEUU en noviembre, amenazando con el retorno del poco europeísta Donald Trump, no están las cosas para dormirse en los laureles. La cuarta es menos honda: sencillamente, hay nombres para el consenso. 

Según desvelan medios como POLITICO y Euractiv, la alemana Ursula von der Leyen, actual presidenta de la Comisión Europea (CE) y candidata a la reelección por el PPE, es la candidata más clara al cargo. En el Consejo europeo, en cambio, sí habría cambios: saldría el liberal belga Michel -su bloque ha perdido 20 escaños y, con ellos, el peso de estar bien arriba-, y se perfila como sucesor el exprimer ministro portugués, Antonio Costa. Al ser su grupo, el socialista, el segundo más votado, haría equilibrio con la conservadora germana. 

Se espera, sin sorpresas, que la derechista maltesa Roberta Metsola renueve como presidenta del Parlamento Europeo y hay más dudas respecto a la jefatura de la diplomacia comunitaria, puesto que hoy ocupa el español Josep Borrell. La favorita es Kaja Kallas, primera ministra de Estonia, liberal reformista.

El pescado no está vendido

Von der Leyen puede tener razones para ser optimista respecto a su reelección y mantener su despacho en las alturas del edificio Berlaymont. Su bloque, el PPE, no sólo aguanta sino que crece, hasta llevarse uno de cada cuatro escaños. Además, si en 2019 llegó como una paracaidista, sin haber sido previamente candidata, apenas un nombre desconocido, sin experiencia europea, puesto sobre la mesa por desavenencias internas y externas, ahora se presenta con los deberes hechos, con campaña en los zapatos, habiéndose trabajado a los partidos que conforman su grupo. 

Sin embargo, el ascenso de los partidos nacionalistas, euroescépticos, en estas elecciones europeas probablemente le complique el intento de conseguir un segundo mandato como presidenta de la poderosa Comisión, por muy favorita que sea. Y es que para asegurarse otros cinco años como jefa del brazo ejecutivo de la UE, Von der Leyen necesita una mayoría cualificada de los 27 líderes de la Unión y, también, una mayoría en el Parlamento, que ahora va a constar de 720 escaños.

Hace cinco años, apenas logró superar esa votación con nueve votos más de los necesarios, a pesar de que su Partido Popular Europeo era también el grupo más grande en el hemiciclo y contaba con el respaldo del segundo grupo más grande, los socialistas, y de los liberales, el tercero más grande -escalones del podio que siguen igual ahora, aunque con desgaste de ambas tendencias-. 

El PPE sigue siendo el grupo más grande en el parlamento y si va de la mano del centro izquierda, los liberales y hasta los Verdes, tendría más de la mayoría requerida de 361 votos, y más, hasta 453. Pero los grupos ultras, así la AfD alemana, ganarían en conjunto 22 diputados para un total de 149. Y hay que ver qué hace ese centenar de no alineados, si hacen bloque común en todo o en parte con estos extremistas. 

Esto dejaría mucho menos margen de maniobra a von der Leyen. ¿Por qué, si la suma a cuatro bandas sale? Pues porque no está claro cuántos diputados de su posible coalición podrían votar por ella o contra ella,  incluso si los líderes de sus partidos le dieran su apoyo. En estas cosas europeas, el pasado ayuda a entender el presente: en 2019, unos 100 eurodiputados del PPE, los socialistas y los centristas no votaron por Von der Leyen. En parte, ella salió victoriosa porque la apoyaron los polacos más conservadores. 

Y es que no hay disciplina de voto en estos grupos, que suman a centenares de formaciones comunitarias, cada una de su padre y de su madre, como se suele decir. Puede haber versos sueltos, facciones que no cedan o a las que en las negociaciones que se van a empezar ahora no se les da lo que quieren, y que acaben por no apoyarla. Se calcula que entre un 10 y un 15% de los miembros de estos grupos suelen votar diferente a la mayoría, por lo que, sí, puede ser que Von der Leyen gane las elecciones y, aún así, pierda su puesto, aunque es una posibilidad remota porque ya se ha puesto a tope la maquinaria para asegurarse el máximo de apoyos.

Para asegurar el apoyo en el Parlamento, Von der Leyen ha mostrado su disposición a cooperar en cuestiones importantes con los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), que agrupa a partidos euroescépticos como Hermanos de Italia, Ley y Justicia de Polonia y Vox, de España. Una puerta abierta que ha sido uno de los grandes debates de la campaña electoral. Si no de todos, puede que intente ganarse al menos a los de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni.

Coquetear con el ECR tiene varios riesgos, para Von der Leyen y para los europeos. Empezando por un desplazamiento a la derecha de ciertas políticas, de lo verde a lo migratorio, y siguiendo con un rechazo frontal de los otros socios posibles. Sin dudarlo, vistos los datos de las urnas, tanto socialistas como liberales como verdes han dicho que con los ultras no van a pactar absolutamente nada. Ni el nombramiento en la CE ni lo que venga después. "Si es con ellos, es sin nosotros", dicen en S&D. Mientras el cordón sanitario se hace retales, ellos lo mantienen. Gran coalición, sí, con todas las exigencias que planteen los grupos. Radicales, no. 

Especialmente duro puede ser el apoyo de los Verdes, porque siempre han tenido más reparos a las políticas del PPE que el centroizquierda, quejosos porque el PPE les ha rebajado mucho sus ambiciones climáticas en estos años. Este grupo se ha despeñado el 9J, con 20 diputados menos, y hacerse de rogar es una oportunidad de sacar réditos. La llave tiene un precio. Aunque apoyen a la candidata a la reelección en su nombramiento, luego queda toda una legislatura que llevar adelante. Como resumen en POLITICO, "los Verdes y el PPE de Von der Leyen son, en el mejor de los casos, un matrimonio concertado frágil y, en el peor, un divorcio a punto de producirse". Pueden ser, en cualquier caso, un apoyo "transaccional", como el de Meloni, puntual y para según qué cosas. 

Giorgia Meloni y Ursula von der Leyen, en el Palazzo Chigi de Roma, en enero de 2023.Massimo Di Vita / Mondadori Portfolio via Getty Images

Más fácil puede tenerlo la alemana en el aval de los líderes europeos, que son los tienen que nominarla para el puesto antes de la votación parlamentaria. Aunque sólo 13 de los 27 mandatarios pertenecen al PPE, las cuentas le salen con holgura: necesita mayoría cualificada, esto es, que 15 de los 27 líderes de la UE, de países que en conjunto representan el 65% de la población de la UE, respalden su nominación. Ya cuenta con un peso pesado como Polonia en el PPE, porque ahora hay nuevo Gobierno con Donald Tusk, y ya sólo esa nación representa el 26% de los ciudadanos de la Unión.

Le faltaría poco y, a pesar de una legislatura tan compleja como la pasada, Von der Leyen tiene buena fama entre los estados. Se la ha ganado gestionando crisis como la del coronavirus y la invasión rusa de Ucrania, con la compra unitaria de vacunas y la emisión conjunta de deuda, los fondos Next Generation y hasta el Pacto Verde. 

Será esencial que coseche los apoyos del eje franco-alemán, que aunque esté en horas bajas sigue siendo el corazón de Europa en lo político, lo económico y lo demográfico. Al canciller socialista alemán, Olaf Scholz, puede tenerlo si se pacta un socialista para el Consejo, a lo que añade el paisanismo. Al presidente liberal galo, Macron, que tan clave fue en su elección hace cinco años, también espera tenerlo, porque mejor apostar por lo conocido que enredarse cuando se le quema la casa propia. Hace apenas unas semanas, asesores de Macron dejaron caer que estaría bien que el italiano Mario Draghi tuviera un alto cargo en la nueva Unión, pero esa indirecta directa no se ha vuelto a sacar del cajón, vistos los resultados del 9-J. Su prioridad no es Bruselas, ahora mismo, así que pocos volantazos. 

Los otros movimientos

Von der Leyen, por el peso de su cargo y porque ha convertirse en el rostro reconocible de Eurpopa, es quien más atenciones concentra en estos días, pero no hay que olvidar que su designación es parte de un paquete de altos cargos de la UE decidido este año, en el que los grupos políticos intercambiarán su apoyo no sólo por promesas políticas sino también por puestos clave para sus representantes. Negociaciones que se terminan haciendo maratonianas por detalles gruesos o sutiles y en las que, avisan los viejos del lugar, siempre hay alguna sorpresa. 

Ya ha trascendido que los dos principales grupos, el popular y el socialista, han nombrado ya a sus interlocutores gubernamentales para estas negociaciones al más alto nivel. Por el primero, los elegidos son el polaco Tusk y Kyriákos Mitsotákis, el primer ministro griego. Por el segundo, el alemán Scholz y el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, que se mueve en Bruselas cada vez con más peso. Se espera que los elegidos definitivamente por los Veintisiete se conozcan en la cumbre que celebrarán los días 27 y 28 de este mes. 

Antonio Costa, Kaja Kallas y Roberta Metsola.Getty Images

En el caso del Consejo, que ocupe la presidencia un socialista parece claro, por ser segunda fuerza. Costa es el hombre que más suena, porque es claramente europeísta, conoce bien la Unión y tiene peso en el progresismo comunitario. En 2021 fue presidente de turno del Consejo de la Unión Europea y fue parlamentario europeo entre 2004 y 2005. Hasta él mismo ha dejado claro ya que ese cargo ha de ser para S&D y su sucesor en Portugal, Luis Montenegro, le ha dado su aval, pese a ser su opositor de derechas. 

Su problema es que se tuvo que marchar del cargo por una denuncia de corrupción que, al final, ha quedado en nada por ahora. Ocho meses después de conocerse, el caso sigue sin progresos y no se han presentado cargos contra Costa, hasta el punto de que ha trascendido de que su nombre se confundió con el de otro de sus ministros. No obstante, el caso no está cerrado, le puede estallar y eso causa incertidumbre. 

Eso lleva a que haya otra corriente, incluso entre la izquierda, que entienda que es mejor apostar por otra socialdemócrata, esta en ejercicio: la primera ministra danesa, Mette Frederiksen. Los nórdicos pueden ir con ella. Sin embargo, se desconoce si su reciente agresión en plena calle le dejará algún tipo de lastre para su tarea por venir. Además el latigazo cervical que sufrió, ha confesado: "No soy yo misma todavía", dijo el lunes.  

En el caso del puesto de alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, el campo está más abierto. El español Borrell ha dicho que no va a continuar y, de hecho, la baza española para Bruselas se llama Teresa Ribera, como posible comisaria de Medio Ambiente, Energía o Transición Ecológica, según se denomine. Así que hay quien ha citado de nuevo a Draghi, aunque su perfil es más economista, pero la estonia Kallas es la que mejor prensa tiene ahora mismo. Hasta ha dicho en pública que está dispuesta a servir a la UE, sin especificar más. 

Es liberal, lo que ayuda en sus apoyos por ese lado, es bien vista por Berlín y París por su apoyo sin fisuras a Ucrania y a la OTAN -una crisis que le ha hecho tener un notable protagonismo en los dos últimos años- y, además, ha sido europarlamentaria, entre 2014 y 2018.

Quedaría por pactar, además, el liderazgo del Banco Central Europeo (BCE), hoy comandado por la conservadora francesa Christine Lagarde, que en 2019 se incluyó en la negociación del Consejo, la Comisión, el Europarlamento y la acción exterior, pero que en el pasado se ha negociado aparte. La UE se completa con el Tribunal de Justicia de la Unión Europea o el Tribunal de Cuentas Europeo, por los que la pelea es menor. 

Será entre el 16 y el 19 de julio cuando los nuevos diputados avalen paso a paso en el primer pleno en la sede de Estrasburgo (Francia), un encuentro que dirigirá la actual presidenta, Metsola, a la espera de cambios o de prórroga. Lo que se espera es lo segundo. Esa, justo, será primera tarea del nuevo Parlamento: decidir quién manda. La legislatura de cinco años se divide en dos presidencias, de dos años y medio cada una. 

En esa misma sesión, la Eurocámara podría ya celebrar la votación para aprobar la nominación del presidente de la Comisión que propondrán los Estados, aunque tampoco es descartable que el voto tenga lugar en el segundo pleno de la legislatura, ya en septiembre, por más que ahora se vean las cosas más claras que en 2019.  En el caso de que el Parlamento rechace el nombre propuesto, los países tienen un mes para nominar a un segundo candidato por mayoría cualificada.

Ya en otoño, la fecha de la confirmación parlamentaria del candidato a presidir la Comisión condicionará el calendario de la Unión hasta finales de año, ya que los Estados miembros remiten al presidente electo sus propuestas de candidatos a comisarios, uno por cada país, para que después acudan a audiencias con las comisiones parlamentarias de su ramo, explica EFE.  Finalmente, la Comisión al completo se somete a un último voto del Parlamento Europeo y al nombramiento oficial por parte de los países, que puede dar luz verde por mayoría cualificada.

La nueva Comisión al completo asumirá sus funciones tras esta última aprobación parlamentaria, mientras que el nuevo presidente del Consejo debería empezar su cargo el 1 de diciembre.

¿Mandar para qué?

Sean cuales sean los nombres de los elegidos, los retos no varían. Son muchos y complicados, acorde con los tiempos, con el mundo. Perentoria, se ha colado en la agenda la Defensa, algo que no solía pasar en legislaturas anteriores. La política exterior y de seguridad es principalmente dominio de los países miembros de la UE, no del Parlamento. Por tanto, el resultado de las elecciones no debería tener ningún impacto inmediato en el apoyo de la UE a Ucrania ni en cuestiones militares. Sin embargo, el PE tendrá un papel clave, el de desempeñar en los planes para fomentar la cooperación paneuropea entre países y empresas en proyectos de defensa y lograr que los gobiernos compren más equipo militar europeo. 

El Programa Industrial de Defensa de la Comisión Europea, que apunta a alcanzar esos objetivos, necesita el consentimiento tanto de los gobiernos de la UE como del Parlamento Europeo. Los beneficios para los partidos que se oponen a una mayor integración europea pueden hacer que estas ambiciones sean más difíciles de alcanzar. De manera similar, para que los planes de la Comisión tengan alguna influencia real, necesitarán mucho dinero del próximo presupuesto de la UE a largo plazo, que también debe ser aprobado por la Eurocámara.

También está la lucha ambiental. Los próximos cinco años serán cruciales para determinar si Europa alcanza sus objetivos de cambio climático para 2030. La UE pasó los últimos cinco años aprobando un paquete extraordinario de leyes de energía limpia y reducción de CO2 para alcanzar sus objetivos para 2030, y esas políticas serán difíciles de deshacer.

Pero un Parlamento de la UE más escéptico sobre el clima podría intentar agregar lagunas jurídicas para debilitar esas leyes, ya que muchas de ellas deben ser revisadas en los próximos años, incluida la eliminación gradual por parte del bloque de la venta de automóviles nuevos con motor de combustión en 2035, que enfrentó críticas. durante la campaña electoral de la UE, incluso de legisladores del grupo político de derechas de Von der Leyen.

La Eurocámara también negociará con los países de la UE un nuevo objetivo jurídicamente vinculante para reducir las emisiones de aquí a 2040. Ese objetivo marcará el rumbo de una futura oleada de políticas para frenar las emisiones en la década de 2030 en todos los sectores, desde la agricultura hasta la industria manufacturera y el transporte.

Volodimir Zelenski, entre Charles Michel y Ursula von der Leyen, el 3 de febrero de 2023 en Kiev, durante la cumbre UE-Ucrania.Ukrainian Presidential Press Office via AP

En el caso del comercio, que es un empeño fundacional de la Unión, el papel principal del Parlamento es el de aprobar los acuerdos de libre comercio antes de que puedan entrar en vigor. No participa directamente en la defensa comercial, como la imposición de aranceles. La Comisión Europea y algunos líderes de la UE sostienen que el bloque necesita más acuerdos comerciales con socios confiables para compensar la pérdida de negocios con Rusia y reducir la dependencia de China.

Varios acuerdos comerciales todavía están esperando aprobación, como con México y el bloque sudamericano Mercosur, mientras que la Comisión Europea también busca cerrar acuerdos con países como Australia. Todos esos pactos, y el acuerdo de Mercosur en particular, han enfrentado oposición y lograr su aprobación en el parlamento podría ser aún más difícil con un mayor número de nacionalistas euroescépticos.

La Comisión sostiene que la UE debe presentar una postura unida hacia grandes rivales como China y Estados Unidos, particularmente si Trump regresa a la Casa Blanca. También dice que la Unión Europea necesita una estrategia industrial unificada más clara para seguir siendo una importante base industrial para productos verdes y digitales mientras los rivales inyectan subsidios masivos. Los críticos denuncian que los partidos nacionalistas de derecha abogan por una Europa más flexible y fragmentada que será menos capaz de hacer frente a estos desafíos.

Y está, sin duda, la ampliación: la UE necesita reformar su política agrícola interna y la forma en que apoya a sus miembros para igualar los niveles de vida antes de admitir nuevos países, especialmente los grandes como Ucrania, porque el sistema actual de transferencias ya se considera demasiado costoso.

Para admitir nuevos miembros (Ucrania, Moldavia y los países de los Balcanes Occidentales), la UE también necesitará cambiar su forma de tomar decisiones, reduciendo la necesidad de unanimidad, que está resultando cada vez más difícil de lograr. Si se proponen reformas de este tipo en los próximos cinco años, el parlamento tendrá un papel crucial que desempeñar en su configuración y una voz más fuerte de la extrema derecha, que se opone a una integración más profunda de la UE, podría tener un impacto importante.

Todo esto es lo que ha echado a andar con el voto de apenas el 51% de los europeos.