Ultras en Europa: por qué crecen y cómo van a influir ahora en el Parlamento
La derecha radical ha sido la fuerza más votada en cinco de los 27 países de la UE, logran casi un cuarto de los escaños disponibles pero no será la 'hacedora de reyes'.
Los partidos de ultraderecha se llevaron en las elecciones europeas del domingo 131 escaños de 720. Prácticamente, han pasado de copar uno de cada cinco sillones a uno de cada cuatro. Hay cinco naciones, entre ellas estados fundacionales de la Unión Europea como Bélgica y Francia, en las que se han impuesto como primera fuerza. La derecha radical está aquí, con 185 millones de personas que la avalan con su voto, casi cuatro veces más que en aquellos años 90 en los que Jean-Marie Le Pen parecía clamar solo en el desierto del neofascismo.
Sin embargo, los analistas coinciden en señalar que hay que poner las cosas en su sitio: han crecido, es evidente, pero lo han hecho menos de lo esperado. Por ejemplo, estaban primeros en las encuestas de Alemania hasta hace dos semanas y al final no han pasado de la segunda posición. En Polonia, han quedado nuevamente aplastados por la derecha clásica tras gobernar durante una década. En noviembre ganaron las elecciones en Países Bajos y no han podido reeditar ese éxito. Los nórdicos, son los partidos de izquierda y ecologistas los que avanzaron con fuerza, pese al ascenso reciente de los radicales y su presencia como socios en varios Gobiernos. Desde luego, los dos grupos en los que se aglutinan en el Parlamento Europeo, el de los Conservadores y Reformistas (ECR) y el de Identidad y Democracia (ID) no han logrado conquistar el tercer puesto, como esperaban.
"Lo que hemos constatado el 9-J es que votar ultra es ya una característica estable de nuestro sistema político europeo", expone Rik Boone, periodista belga especializado en procesos electorales y que ha nutrido con sus datos cruzados a los medios locales en los comicios del 9J, también federales y regionales en el país. Expone que hay un "avance significativo" de los ultras pero insiste en que "no han logrado convertirse en hacedores de reyes, que era su deseo". "Aún así, más peso significa tener mejores condiciones para negociar en la Eurocámara, para dejarse querer y para plantear algunas de sus visiones", matiza.
"Si nos centramos sólo en los números, llaman la atención porque venimos de una Europa tradicionalmente conservadora o socialdemócrata o liberal, pero no han tenido el aumento tan grande que se temía. Por ejemplo, a ID algunas encuestas llegaron a darles casi 90 diputados y se ha quedado con 58 (el otro grupo radical, ECR, ha quedado por encima con 73, siendo cuarta y quinta fuerza). "Son avances en la línea de crecimiento de la extrema derecha en las dos últimas décadas. ¿Crecerán hasta que ganen o sean imprescindibles? Eso depende de sus méritos y de los deméritos de sus oponentes, de los partidos de siempre", apunta Boone, que en su Flandes natal ha visto crecer "así, poco a poco" a N-VA y Vlaams Belang, vencedores en esta cita de junio.
Ya en las elecciones europeas de 2019, los partidos ultras de Polonia o Hungría rondaron el 50% de ls sufragios, "ya hemos estado ahí", pero lo nuevo es que en cinco años "no se les ha parado y ahora podían institucionalizarse, aunque sea en determinadas apuestas políticas".
En estas horas de digestión de los números, surge otra pregunta. ¿Por qué crecen estos partidos? A juicio de este analista, "la respuesta es multicausal". "Europa ha girado a una posición más conservadora y de línea dura en materias como la inmigración. Eso hay que admitirlo, no somos tan wokes. Hay una base ideológica en ese cambio", arranca. Pero, sobre todo, entiende que esta subida ha sido posible "porque estas formaciones han sabido leer muy bien la realidad, han estado atentas a los miedos de la ciudadanía en un mundo cambiante, haciéndose fuertes sobre crisis como la de los refugiados de 2015 o, antes, la crisis económica de 2008 a 2012. En las necesidades no cubiertas y el desencanto han localizado su mejor granero de votos", ahonda.
A veces, sus soluciones eran "simplistas" y "poco trabajadas", pero "era tanto el cansancio al otro lado que se aceptaban", pero es que además con el tiempo han mejorado sus mensajes y el medio de comunicarlos. Pone como ejemplo los miedos sobre la inmigración o el reto del multiculturalismo. También ha pesado el voto elevado entre los jóvenes, "que han visto que su mundo no era mejor que el de sus padres, frustrados por materias como la vivienda o el empleo de calidad". "Si no les das soluciones, los votantes de los partidos tradicionales se irán muriendo, por decirlo sin pudor, y ellos ocuparán las mayorías electorales", afina.
A eso suma la "falta mayor", a su entender, que es "que los partidos tradicionales o los de nuevo cuño pero claramente demócratas no han sabido plantarles cara" desde los programas al "desmontaje de mentiras o fake news". "Han sido los mainstream los que han alimentado también a estos partidos, restándoles importancia, desdeñando su potencial poder o, en el caso de la derecha, comprando parte de su agenda" o dejándoles la puerta abierta a pactos, como ha hecho el Partido Popular Europeo (PPE).
Si continúa la tendencia actual, añade el informador, "todo puede cambiar con el próximo ciclo electoral, en cinco años, y tenerlos ganando o siendo aliado clave". Y pone el ejemplo de la italiana Giorgia Meloni como ejemplo: de ser una apestada en campaña a estar hoy plenamente integrada entre los socios comunitaria como primera ministra, con líderes como el español Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, asumiendo que pactar con ella es aceptable. "No ha sido un giro dramático ni repentino, sino matizado y gradual, de quienes ahora dicen que ya no se quieren ir de Europa, sino que quieren estar dentro para adueñarse de ella", concluye.
Qué puede pasar con ellos en la Eurocámara
Los avances previstos para la extrema derecha en estas elecciones europeas pueden parecer modestos en términos puramente numéricos, pero son significativos, porque representan un desafío importante para los proeuropeos que dominan las instituciones de la Unión Europea. Para empezar, como dice Boone, porque pueden anticipar lo por venir: una derecha euroescéptica creciente que refuerce su control sobre la Unión.
En estas primeras horas postelecciones, en caliente, los partidos de la "gran coalición" son los que llevan la voz cantante. El PPE, la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D) y los liberales de Renovar Europa ya se lanzan mensajes para reeditar el bloque que sacó adelante los paquetes legislativos y los nombramientos de altos cargos en la mayor parte de la legislatura pasada. Todos parecen quererse, aunque el segundo y tercer grupo avisan a los conservadores de los riesgos de que mire más allá de su derecha. El centro, como se suele llamar a este bloque sin mucha precisión, parece que se mantiene y puede cantar victoria, incluso sabe que puede invitar a Los Verdes a la toma de decisiones, si algo se tuerce.
Pero la política europea, sin embargo, no se fija necesariamente dentro del Parlamento Europeo y no está claro que el bloque centrista vaya a ir a una y sin sorpresas. Todos ellos son pro-UE, pero difieren en muchos tipos de políticas, de la ambiental a la fiscal. La extrema derecha quiere ser cada vez más atractiva a nivel europeo y podría acercarse al PPE, ante dudas o rupturas con sus aliados de siempre.
Esto podría crear dificultades para nombrar a la próxima Comisión Europea –el poder ejecutivo de la UE– que fija la dirección política del bloque. Faltan meses para la fecha límite para esto, lo que deja mucho tiempo para regateos, en los que podrían cooperar elementos de centro derecha y extrema derecha. La misma dinámica podría desarrollarse cuando el parlamento vote sobre las diversas políticas. Las coaliciones no son formales en el Parlamento de la UE, no hay acuerdos de investidura ni de legislatura como en España, sino que los diputados suelen ponerse de acuerdo tema por tema. No es inverosímil que la derecha pueda votar con la izquierda en temas como el apoyo a Ucrania, pero luego trabajar con la extrema derecha en política migratoria y climática. Ya ha pasado en este noveno mandato, ahí está la Ley de Restauración de la Naturaleza. Hay precedentes.
Y es que, como los grupos políticos están formados por muchos partidos a su vez, a veces no todas las siglas que están bajo el mismo paraguas piensan igual. Primos, pero no hermanos. Los asesores de Bruselas que tienen ya muchas horas de pasillos dicen que entre un 10 y un 15% de los votos de los grupos pueden desmandarse en cualquier votación, porque no hay una disciplina férrea de la que no se puedan desmarcar. Si eso pasa, si esos diputados de centroizquierda no apoyan al PPA, éste, como bloque más votado, puede acabar lanzándose a los brazos de los ultras para que sus proyectos prosperen.
También, por tacticismo político o pura convicción, es esperable que los procesos de dilaten, los debates se alarguen y haya proyectos que se caigan por el camino por falta de tiempo o exceso de vueltas en el PE. La presencia de estas fuerzas no se puede eludir ni saltar y los palos en las ruedas que pongan, tampoco, y hay maneras de impedir que salgan cosas a base de marear la perdiz.
La politóloga Zsuzsanna Végh ha publicado un análisis en la German Marshall Fund en el que avisa que "no deben tomarse a la ligera" los datos de la derecha radical, "aunque no vaya a dominar el Parlamento", porque esa "normalización tiene consecuencias a largo plazo". Durante un tiempo, recuerda, estos partidos no se llevaron muy bien entre sí porque ponían por delante su nacionalismo e incluso el choque entre sus líderes, pero con los años han "identificado" que tienen caballos de batalla similares, como la inmigración, la comunidad LGTBI o la propia UE. De ahí viene su fuerza.
Es factible, pero no probable, que ECR e ID se sumen en un macrogrupo de ultraderecha, pero sus diferencias por ejemplo en materia exterior no lo hace especialmente sencillo. Aunque no se dé esa fusión, explica Végh, ambos pueden cooperar y votar juntos en lo que les interese, como mantener la soberanía de los estados en materia de Interior y Justicia, fiscalidad o transformación verde, cita. No serán determinantes, asume, pero sí tener "más influencia" con ese cuarto de hemiciclo que van a manejar y en el que ahora ya no van a clamar por el fin de Europa, como hacían antes, sino por construir una "Europa alternativa", que preserve su "civilización" y su "identidad", con su mirada racista, antifeminista o contraria al derecho internacional en materia de asilo.
Y eso, avisa, lleva a la "erosión del cordón sanitario" habitual en las últimas décadas en Europa -que le pregunten a Angela Merkel- y a la gradual "normalización" de su entrada en las instituciones, cuando antes sus posturas eran "marginales" e "inaceptables". "Por lo tanto, los partidos tradicionales tienen la responsabilidad de mantener bajo control la influencia de la extrema derecha manteniendo el cordón sanitario", concluye. De lo contrario, su presión será importante en materia migratoria, en transición energética o competitividad.
La primera demostración de fuerza, o al menos de presiones, puede llegar en la votación de los top jobs de la Unión, los principales puestos de las instituciones. Empezando por el de la presidenta de la Comisión, que ahora ocupa la alemana del PPE Ursula von der Leyen, que aspira a repetir en el cargo con todo a favor.
Sin embargo, la elección de la presidencia de la CE se hace de forma secreta, en el Europarlamento, porque se necesita el respaldo del hemiciclo y de los 27 estados miembros. En 2019, su candidatura, sorpresa de última hora, hubo que amasarla mucho y prosperó sólo por nueve votos. Por es es tan importante que los bloques no tengan rebeliones internas. La germana ya ha escuchado los avisos del presidente de Francia, Emmanuel Macron, y del canciller alemán, Olaf Scholz, para que no se le ocurra priorizar el apoyo de la derecha radical en su nombramiento porque entonces a rechazarán. Ahora mismo, ya hace las maletas para ir al G7 en Italia y a la cumbre de paz sobre Ucrania en Suiza, donde se verá con todos ellos y, sin duda, comenzará a trabajarse sus apoyos. Las elecciones anticipadas en Francia por el hundimiento de Macron frente a la ultraderecha puede alterar el calendario.
Queda un verano intenso de idas y venidas, en el que se verá cómo es el tiempo nuevo de una Europa que involuciona sin prisa pero sin pausa con unos partidos que quieren cambiar la Unión de arriba a abajo. Ahí queda lo votado.