¿Por qué Trump sí y Biden y Pence no? Las diferencias en los casos de los papeles clasificados
Todos se llevaron documentos que no debían a sus casas u oficinas, pero no fueron tantos, los devolvieron en cuanto se dieron cuenta y no trataron de ocultarlos y de obstruir a la justicia, como la Fiscalía cree que hizo el expresidente republicano.
El expresidente de Estados Unidos Donald Trump (en el cargo entre 2017 y 2021) prometió esta pasada noche que designará un fiscal especial para investigar al actual mandatario, Joe Biden, si gana las elecciones presidenciales de 2024. "Nombraré a un fiscal especial de verdad para perseguir al presidente más corrupto de la historia de los Estados Unidos de América, Joe Biden, y a toda la familia criminal de Biden", dijo el republicano durante un evento de campaña en Nueva Jersey, después de ser procesado en un tribunal de Miami (Florida) por el caso de los documentos clasificados.
El magnate está que trina. Se ve procesado con cargos federales, algo que no ha pasado con ningún presidente ni expresidente en la historia del país, sometido a la justicia cuando hay un doble caso similar, también de documentos secretos sacados de los despachos oficiales y llevados a casas particulares, que afectan al propio Biden y al que fuera vicepresidente de Trump, Mike Pence, que hoy le pelea la candidatura republicana a la Casa Blanca en las elecciones del año que viene. Sí, a Biden y a Pence también se le encontraron documentos que no debían tener y no están procesados como Trump.
En el caso del primero, el actual presidente, en enero sus abogados encontraron en una oficina privada documentos clasificados de la Administración Obama, en la que Biden fue vicepresidente. Estaban en el Centro Penn Biden para la Diplomacia y el Compromiso Global en Washington, un ente privado del mandatario adscrito a la Universidad de Pensilvania, donde fue profesor honorario entre 2017 y 2019. Los papeles debían esta en manos de los Archivos Nacionales. Cuando los letrados los localizaron, los enviaron de inmediato a Washington para su custodia precisa. El FBI también revisó entonces la casa particular de Biden en Delaware, por si se había llevado allí más documentación, pero no encontró nada más.
Y en el caso de Pence, también en enero pasado se supo que se llevó documentos confidenciales a su residencia privada de Carmel (Indiana) tras ser vicepresidente. En su caso, al encontrarlos, los devolvió también rápidamente. El pasado 2 de junio, el Departamento de Justicia ha decidido archivar el caso y no presentar cargos en su contra.
Hay una cosa cierta: a los tres políticos se les encontraron documentos confidenciales en lugares donde no deberían de haber terminado, lo cual es un fallo importante de seguridad, sea por negligencia o por mala intención. Pero sí hay diferencias y por eso estamos donde estamos, con Trump procesado, Biden esperando por ahora y Pence, limpio. Lo fundamental es que Biden y Pence respondieron cuando se descubrieron los papeles, a diferencia de Trump, que ocultó el hallazgo y puso problemas a las autoridades para dar con ellos. Si unos, desde el momento en que sus respectivos abogados de ambos se dieron cuenta de la metedura de pata, avisaron a la Administración Nacional de Archivos y Registros (NARA) y devolvieron los archivos, el otro hizo barrera. Un comportamiento, de hecho, considerado como un agravante por la Fiscalía que ahora lo acusa.
En el caso de Trump, fue una historia completamente diferente: se enfrenta a una imputación por delitos federales (o sea, nacionales) y hace frente a 37 cargos gravísimos que pueden mandarlo a la cárcel por cien años. Se investiga si se negó a devolver los papeles, si mintió a las autoridades, si ocultó información y si obstruyó la acción de los jueces.
Se le acusa de retención ilegal de secretos del Gobierno, obstrucción a la Justicia y conspiración, entre otros delitos, según los documentos judiciales publicados oficialmente el pasado viernes, un día después de que Trump informase en sus redes sociales de que "la caza de brujas más grande de la historia" se había trasladado también a Florida en la mudanza desde la Casa Blanca, en enero de 2021. La Administración Nacional de Archivos de EEUU, a la que los presidentes deben entregar los documentos clasificados al fin de su mandato, fue la que dio la voz de alarma, no él ni sus asesores ni sus letrados.
Tras varios meses peleando con los abogados de Trump para recuperar esos documentos, la Administración Nacional de Archivos logró hacerse con una quincena de cajas de Mar-a-Lago. El FBI las examinó y determinó que aún faltaban más documentos. Sin embargo, Trump le pidió a uno de sus asistentes que asegurara a las autoridades que ya no había más. Esta situación terminó desembocando en una redada en el resort por parte del FBI en agosto de 2022. Y, sí, los agentes recuperaron aún más documentos clasificados de los que había entregado.
De los tres cargos que se le aplican por la ocultación de papeles secretos, uno acarrea el agravante de que el magnate lo hizo para obstaculizar una investigación del Estado federal y otro, con la acusación añadida de corrupción. No son, pues, delitos simples, sino amplificados por las acciones del republicano. Por eso su casa tuvo que ser allanada.
La diferencia radica, también, en la cantidad de documentos recuperados. Aunque oficialmente no se ha hecho pública ninguna cifra exacta, los abogados de Biden descubrieron una decena de documentos clasificados en su antiguo despacho de Washington. Este pequeño número contrasta con los 325 documentos clasificados encontrados en la residencia de Trump en Mar-a-Lago. Tantos que los tuvo que meter hasta en la ducha.
La Justicia estadounidense también reveló que, en julio de 2021, el multimillonario reveló a cuatro personas sin habilitación secreta de defensa "un plan de ataque" que el Ministerio de Defensa había preparado para él cuando era presidente. Mientras no se demuestre lo contrario, ni Biden ni Pence han compartido documentos sensibles con terceros.
La renuencia a cooperar, el encubrimiento y su falta de voluntad tienen a Trump metido donde está, pero no a los demás, sus adversarios, internos y externos. El mismo Trump que cargaba en 2016 contra la demócrata Hillary Clinton. "No podemos tener a alguien en el Despacho Oval que no entienda el significado de las palabras confidencial o clasificado", decía entonces, pidiendo su encarcelamiento, por lo que ahora pasa él. A Clinton la investigó el FBI durante más de un año y no encontraron que sistemáticamente o deliberadamente hiciera un mal uso de secretos, por más que usara su cuenta de correo personal para asuntos de trabajo.
Trump insiste en su estrategia de que las fuerzas de seguridad y la justicia han sido secuestradas por el presidente Biden y los demócratas para eliminar al principal rival en las urnas. "Es inconcebible que un presidente acuse a su principal oponente. Joe Biden ha guardado documentos clasificados durante décadas. Yo, y todos los estadounidenses que creen en el Estado de derecho, apoyamos al presidente Trump contra esta grave injusticia", declaró Kevin McCarthy, presidente republicano de la Cámara de Representantes. Y ese mensaje está por ahora calando en sus simpatizantes. Las diferencias con los hechos de otros ya tal. "La acusación es devastadora", asume John Bolton, quien fue consejero en el Gobierno de Trump.
"En resumen, la acusación retrata a un hombre que sabía que lo que hacía estaba mal y que hizo todo lo posible por ocultarlo. El señor Trump sabía exactamente lo perjudicial que sería el descubrimiento de los documentos, y quería destruirlos u ocultarlos", afirma la revista The Atlantic. No es cuestión de matices, sino de brochazos gruesos.