¿Puede EEUU tener alguna vez una mujer presidenta?
Con la pelea de Kamala Harris a la Casa Blanca el techo de cristal, resquebrajado por Hillary Clinton, sólo se ha quebrado un poco más, pero no cae. Las mujeres han puesto la economía y los precios por encima de derechos como el aborto.
Han pasado 105 años desde la aprobación de la 19ª Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos de América, la que impidió a los estados negar a las mujeres el derecho al voto. Han pasado 59 años desde que se aprobara en el mismo país la Ley del Derecho al Voto, que al fin garantizó que todas las mujeres negras y de otras minorías raciales pudieran ejercer ese derecho. Ha llovido mucho desde entonces, pero hay una realidad que no ha cambiado: en pleno 2024, aún ha sido imposible que una mujer afroamericana y asiática se haya convertido en presidenta del país.
La derrota sin paliativos de la demócrata Kamala Harris en las elecciones del pasado martes, vencida por el republicano Donald Trump (un hombre anciano y blanco), pone sobre la mesa el debate. ¿Cuánto ha pesado pesado el género en esta elección? ¿Es una derrota femenina o ideológica? ¿Genera aún rechazo tener una comandante en jefe en el Despacho Oval?
EEUU lleva retraso sobre otros puntos del planeta, aunque la realidad general no sea jauja: sólo hay 26 países con mujeres como jefas de Estado o de Gobierno en el mundo y al ritmo actual, la paridad de género en las más altas esferas de decisión no se logrará hasta dentro de 130 años, denuncia ONU Mujeres.
Ahora parecía más cerca que nunca, a tenor de las encuestas que hablaban de empate. Hillary Clinton, ya en 2016, ganó a Trump por voto popular, pero no por votos del colegio electoral, que son los que mandan en EEUU. En su discurso de adiós, la que fuera secretaria de Estado norteamericana dijo que esperaba que llegara una mujer rompiera el techo de cristal "antes de lo que podríamos pensar ahora mismo".
Este era el momento. Tras la retirada del presidente Joe Biden, con sus capacidades puestas en tela de juicio, fue Harris, actual vicepresidenta, la única que aglutinó los apoyos de su partido, todos a una ante la desesperación de tener un relevo pronto, válido. Venía de romper todos los techos de cristal posibles: fue la primera mujer elegida fiscal de distrito de San Francisco, la primera mujer elegida fiscal general de California (en este caso, también, la primera persona negra), la primera número dos de la Administración federal.
Harris sumaba a ser mujer proceder de dos minorías con una proyección pública inferior a la social: de padre negro, de madre hindú. Pero no sólo lo que era importaba, sino lo que pensaba. Se había convertido en la defensora más destacada de los derechos reproductivos de las mujeres, que estaban en peligro después de que la Corte Suprema revocase en mayo de 2022 el derecho constitucional al aborto, un fallo de 1973 conocido como Roe v Wade.
Harris cogió esa bandera y ya tuvo sus frutos en las elecciones de mitad de mandato en noviembre de ese mismo año, cuando las mujeres lograron en parte frenar la ola roja, republicana, esperada por Trump. Así Biden pudo amortiguar su derrota. Sin embargo, no ha sido suficiente, cuando se ha impuesto un voto económico, centrado en la subida de los precios, en la inflación, con un Trump votado aplastantemente por varones pero al que las mujeres no han dado la espalda, como se esperaba. En los sondeos, ellas decían que votarían pensando en la democracia y en derechos sociales como el aborto, pero al final no han arropado a la demócrata. También ha pesado el bolsillo por ese lado. 248 años después de creado el país, es la mujer que lo ha intentado, pero que no lo ha conseguido.
En los actos de campaña, los felices, y en los postelectorales, los tristes, han sido llamativas estas semanas las imágenes de grupos de mujeres que acudían a aplaudir a Harris. Abuelas, madres, hijas, amigas, compañeras de trabajo o universidad, unidas por la sororidad de un mismo anhelo. Lo hubo con Clinton, pero ha sido mucho más hondo ahora, por muchos factores: el propio perfil de Harris; lo acelerado de su designación, ilusionante, tras dejar atrás a un anciano blanco como candidato; la certeza de que la vuelta de Trump trae consigo un modelo de país que ahora ya sí se conoce... y se teme.
A pesar del potencial histórico de la campaña de Harris, la exfiscal no pudo ampliar el apoyo que las mujeres dieron al presidente Biden en 2020 para cimentar una victoria, según AP VoteCast, una encuesta nacional de más de 120.000 votantes de todo el país. El 53% de las mujeres apoyan a Harris, en comparación con el 46% que apoyan a Trump, un porcentaje ligeramente inferior a la ventaja de Biden entre ellas en 2020.
La idea de elegir a la primera mujer para la presidencia no ocupó un lugar relevante como motivador para los votantes. Sólo alrededor de 1 de cada 10 votantes dijo que el hecho de que Harris fuera la primera mujer fue el factor más importante para su voto, mientras que alrededor de una cuarta parte dijo que era un factor importante, pero no el más importante.
Ahora queda la rabia y la resignación, al menos, hasta dentro de cuatro años. Entonces, Trump tendrá ya 82 años y necesitará relevo posiblemente. Puede haber cambio republicano. Los demócratas, sin duda, tienen que elegir quién será su líder ahora. Si sigue Harris, pese a la derrota, o hay plena renovación.
Al pronunciar su discurso en la Universidad Howard, reconociendo su derrota, Harris no habló el miércoles de género o raza, ahondando en su idea de unos EEUU unidos, sin distinción. No habló del techo de cristal. Pero sí se dirigió directamente a los jóvenes votantes que se habían reunido para verla. "No dejen nunca de intentar hacer del mundo un lugar mejor, ustedes tienen poder", dijo. "Tienen poder. Y nunca escuchen cuando alguien les diga que algo es imposible porque nunca se ha hecho antes". Es una frase que le decía su madre y le ha marcado siempre.
La senadora Elizabeth Warren, demócrata de Massachusetts que se postuló para la presidencia en 2020, del ala más izquierdista de su partido, ha puesto esta la derrota, dolorosa, en contexto. Para ella, no es fracaso, sino que es ver a una mujer más cerca que nunca de la Casa Blanca, como le dijo al diario The New York Times. "Es enormemente decepcionante no cruzar la línea de meta en 2024", dijo Warren, quien había competido por la nominación demócrata en un campo que incluía a la senadora Amy Klobuchar de Minnesota y a Harris. "Pero hemos recorrido un largo camino en solo una década, y no nos vamos a rendir", recuerda.
Por su parte, Trump hizo una jugada agresiva dirigida a los votantes masculinos, y en ocasiones utilizó un lenguaje misógino para describir a Harris, insultando su inteligencia y afirmando que carecía de la resistencia necesaria para liderar el país. En un mitin en Carolina del Norte en los últimos días de la campaña, se rió de un comentario gritado por un asistente que insinuaba que Harris había sido prostituta. "Este lugar es increíble", dijo. Harris no replicó. No quería que se usara su campaña como exclusivamente feminista, no quería perder ese centro que tanto reclamaba, y por el que al final ni ha convencido a las mujeres ni, en otras materias, a la clase media trabajadora que antes siempre había sido la base de su partido.
La sensación es de que EEUU está preparada para una mujer presidenta, pero no para esta, Harris, o no en este momento, porque ahora no satisface a su gente. Pero las opiniones están divididas. Es lo que se extrae de las entrevistas hechas en diversos estados por la agencia AP. La contienda se redujo más a valores e ideas y cuestiones como la economía, no al género.
Katherine Mickelson, una estudiante universitaria de 20 años, de Sioux Falls, Dakota del Sur, partidaria de Trump, dice: "Si bien creo que a muchas mujeres les gustaría ver a una presidenta, incluida yo misma, no vamos simplemente a votar a ciegas por una mujer". Contrasta con Denise Martin, de Georgia. "De verdad siento que la mayoría de los estadounidenses todavía no están listos para una mujer. Son muy miopes", opina. Incluso mujeres como las que han votado republicano.
Las mujeres tendían más que los hombres a decir que elegir a la primera presidenta fue al menos un factor en su voto, según mostró VoteCast, aunque pocos refirieron que fue el factor principal, y alrededor de 4 de cada 10 mujeres respondieron que no fue clave.
Hay que detenerse sobre todo en las mujeres negras, que estaban especialmente motivadas por el potencial de la primera presidenta: alrededor de un tercio dijo que era el factor más importante. Maya Davis, en conversación con AP, cree que su origen sí ayudó a su derrota. Como mujer negra, esta abogada de Carolina del Norte, de 27 años, dice que ella misma se ve obligada a demostrar su valía con frecuencia. "No creo que haya nada que pudiera haber hecho de manera diferente, lamentablemente", agregó sobre Harris. "Tal vez no ser mujer".
Las mujeres que apoyan a Trump -quien tiene 78 años, adoptó un estilo de campaña hipermasculino, usó expresiones sexistas y prometió proteger a las mujeres "les guste o no"-, encontraron su retórica tal vez desafortunada o exagerada, pero menos inquietante que las preocupaciones sobre la economía, la inmigración y el aborto. Eso exponen las entrevistas, pero está el extremo contrario, como las de la CNN a unas mujeres de Washington "devastadas", incapaces de hablar. "Superaremos el día de hoy y luego descansaremos un poco", asumían, al fin. "El mundo va a cambiar, pero tenemos que encontrar nuestro camino en él. No podemos dejar que esto nos arruine".
Los aportes
La Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, acordada en 1995 y auspiciada por la ONU, mantiene la necesidad de lograr la participación política y la distribución equilibrada del poder entre hombres y mujeres en la toma de decisiones. Pero no, queda claro que la mayoría de los países del mundo no ha logrado el equilibrio de género y son pocos los que han establecido o cumplido metas ambiciosas respecto de la paridad entre los sexos, 50-50.
"Existen pruebas firmes y cada vez más numerosas de que la presencia de mujeres líderes en los procesos de toma de decisiones políticas mejora dichos procesos", remarca, pese a todo, ONU Mujeres. "Las mujeres demuestran liderazgo político al trabajar por encima de las divisiones partidarias en grupos parlamentarios de mujeres -incluso en los escenarios políticos más agresivos- y al defender asuntos de igualdad de género como la eliminación de la violencia de género, la aplicación de licencias parentales y de servicios de cuidado infantil, cuestiones jubilatorias, leyes de igualdad de género y la reforma electoral", resalta este organismo.
En un informe emitido en 2020 por la Unión Interparlamentaria de la ONU quedaba claro que la manera de gestionar de las mujeres es beneficiosa hasta para afrontar pandemias como la del coronavirus: "las mujeres líderes han tenido una particular disciplina, sensibilidad y capacidad de respuesta frente a esta pandemia y, por ello, han podido desarrollar mejores políticas para ahora y para el futuro”, concluye.
"Las mujeres pertenecen a todos los lugares donde se toman decisiones. No debería ser que las mujeres sean la excepción", decía la añorada juez norteamericana Ruth Bader Ginsburg, relevada a su muerte por un conservador nombrado por Trump. En su país aún hay espacios sin cubrir. Pero es cuestión de tiempo.