¿Por las buenas o por las malas? Las horas de espera de Venezuela tras la victoria oficial de Maduro

¿Por las buenas o por las malas? Las horas de espera de Venezuela tras la victoria oficial de Maduro

El país espera los resultados de las actas de los 30.000 colegios para aclarar si la victoria chavista es real. La comunidad internacional presiona a Caracas para que sea transparente, mientras la disidencia estudia qué hacer en los próximos días. 

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, celebra los resultados de las elecciones presidenciales, en la noche del domingo al lunes, en Caracas.Ronald Peña R. / EFE

5 de febrero de 2024. Caracas. Una multitud se concentra en el aniversario del fallido intento de golpe de Estado que protagonizó Hugo Chávez en 1992. El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, dice a sus correligionarios que va a ganar las nuevas elecciones “por las buenas o por las malas”. 

28 de julio de 2024. Venezuela vota en unas elecciones presidenciales en las que los sondeos van a favor, por apabullante mayoría, del bloque de centroderecha en el que se ha unido toda la oposición a Maduro, a su chavismo. Tras un inexplicado retraso de seis horas tras el cierre de los colegios, se conocen los datos oficiales: los comicios los ha ganado Maduro, el candidato del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), con un 51,2% de los votos (al 80% de escrutinio). Su adversario, Edmundo González Urrutia, de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), se quedaba con el 44,1% y había otro residual 4% de votos para los ocho candidatos restantes. 

El sucesor de Chávez, de inmediato, se puso el traje de ganados. Sus disidentes, por contra, han hablado de "fraude" y de soberanía pisoteada. ¿Qué ha pasado en Venezuela? ¿Ha ganado el presidente por las buenas o por las malas, al final? ¿Se ha bloqueado a los opositores y, por tanto, las elecciones no han sido libres, o ha aguantado el tirón la base del oficialismo, en el poder en Venezuela desde 1999? Lo cierto es que, a esta hora, nadie tiene la respuesta, porque nadie tiene pruebas de lo ocurrido. 

Tras décadas de desunión, los críticos con Chávez y, luego, con Maduro, se aliaron esta vez bajo una misma bandera, en un intento de desbancar, a pura masa, un sistema que creen que está en el origen de todos los males nacionales, empezando por la precaria economía o la falta de libertades. González Urrutia era, en realidad, el tercero de sus candidatos, porque las dos anteriores, María Corina Machado y Corina Yoris-Villasana, vieron cortocircuitadas sus candidaturas, por inhabilitación y por plazos, respectivamente. 

Los sondeos decían que, pese a que el exembajador de 74 años no era la persona con más tirón para encabezar la lista, le sacaría como poco 25 puntos a Maduro. No ha sido así, dice el Consejo Nacional Electoral (CNE) que son siete los puntos que el chavista ha sacado al opositor. Dice el bloque del PUD que los datos están manipulados, que los testigos o interventores -unos 700.000- que han repartido por los más de 3.000 colegios electorales les hicieron llegar actas en las que González Urrutia siempre estaba entre 30 y 40 puntos por delante. Pero luego se produjeron irregularidades en la transmisión de datos y comenzó el caos. 

Maduro sostiene que hubo un "hackeo masivo" de origen internacional, nada que ver con su administración. Pero la actas de los colegios siguen sin ver a luz y eso dispara las especulaciones. España, entre otros estados, reclama a Caracas luz y taquígrafos. No ha habido ojos independientes de fuera para ver lo que pasaba, porque se han vetado las delegaciones formales de la Unión Europea y de la ONU y sólo ha habido una presencia testimonial de ambos, más miembros del Centro Carter, serios pero sin peso para avalar un proceso así. Así que ahora, dicen la inmensa mayoría de estados americanos o la propia UE, toca enseñar cada papel, hasta el último número que deje claro que Maduro es el legítimo ganador, sin sombra de duda.  

El informe del Centro Carter es, ahora mismo, el único fiable al que se agarran los opositores, pero no se hará público hasta mañana martes. Mientras tanto, en diversas comparecencias y entrevistas, los disidentes han insistido en que no se van a quedar quietos ante el "fraude": harán distintas acciones "para defender la verdad" y "el respeto de la soberanía popular", dice Machado, sin concretar. La lideresa opositora ya ha anunciado que de ninguna manera tira la toalla. 

Hay miedo a que la tensión entre los dos bandos en que hoy está fragmentado el país acabe en violencia o represión, pero también se temía lo mismo en la jornada electoral y la calma fue, en cambio, la nota predominante. Las dos partes lo reconocieron: "ha sido una votación de paz, con deseo de cambio", decían unos. "Los venezolanos han votado en paz y este es el triunfo de la estabilidad", decían otros. 29,4 millones de ciudadanos de los que tirar. 

La vigilia, las razones

Mientras la administración despeja dudas y se multiplican los llamamientos a la transparencia, queda esperar a ver si Maduro, a sus 61 años, empieza o no su tercer mandato. "Son horas de vigilia", explica el americanista Sebastián Moreno, prudente "al máximo" hasta que no haya resultados oficiales públicamente explicados. Aún así, se aventura a proyectar lo que puede venir en los próximos días. Porque hay precedentes: en 2013, Maduro sacó sólo dos puntos más que el entonces líder opositor, Henrique Capriles, que intentó ir a estas elecciones pero desistió para permitir una mayor unión en los disidentes. 

"Hubo quien declaró aquel resultado ilegítimo, como poco dudoso, y la tensión internacional fue importante", dice el experto. "También fue ese el escenario en 2019, cuando Juan Guaidó se autodeclaró presidente encargado de Venezuela". ¿Pasará lo mismo, se levantará la calle? "Es un contexto distinto. El cansancio con el Gobierno es mucho y hay tensiones claras cuando del país se han tenido que ir ocho millones de ciudadanos pos cuestiones políticas -falta de libertades y persecución- y económicas -la contracción del PIB entre 2013 y 2021 fue del 75%-. Si el fraude es muy evidente va a haber, también quejas, movimientos diplomáticos y hasta sanciones recuperadas, pero no veo ruptura", dice. 

Lo que sí auguran las encuestas es que un tercio de venezolanos podrían irse del país si sigue Maduro en el poder, gente que aún seguía en su tierra por la esperanza de que las cosas cambiaran y que no lo ven claro si sigue el mismo presidente hasta 2031. 

Recuerda el profesor que el oficialismo ha calificado de "irreversibles" los resultados conocidos esta madrugada, por lo que no espera cambios, pero sí entiende que se hará un esfuerzo por aclarar los datos finales, porque "a Venezuela le compensa: está en un momento en el que su economía empieza a levantarse, puede subir cuatro puntos este año, y el ruido es lo que más aleja a los inversores. Puedes tener la reserva de petróleo más grande del mundo, que el aislamiento hace daño". También lleva meses en negociaciones con Estados Unidos para suavizar las sanciones que le tiene impuestas, y que el Ejecutivo de Joe Biden estaba rebajando precisamente "porque se había llegado a un acuerdo con los opositores para celebrar estas elecciones, entre otras cosas". "Son logros que puede tirar por la borda", avisa. 

Añade otro detalle: Maduro no ha ganado (o dicen que ha ganado) arrasando, por lo que tampoco se puede descartar, si el proceso es finalmente claro, que sencillamente su fuerza haya "aguantado". "Hay una Venezuela muy movilizada por el cambio, igual que hay una Venezuela muy movilizada por el oficialismo y otra muy desmovilizada por puro cansancio y desafección", explica Moreno. "No hay que perder de vista la posibilidad de que el PSUV haya reaccionado a la posibilidad real de vuelco y haya participado más, en una cita en la que la participación no ha sido altísima, no llega al 60%", prosigue. Y sigue añadiendo razones: "El partido de Maduro tiene una red territorial enorme, a diferencia de los opositores, y eso ayuda a llevar su mensaje. Y no hay que perder de vista que hay ciudadanos que no quieren a su presidente pero que tampoco quieren a unos líderes que, pese a estar unidos y ser variados, se relacionan más con posiciones de derechas". 

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Con todos esos factores, queda aguardar. Se esperan horas de tensión, de presiones internacionales -por ahora, comunicados, aunque Perú, por ejemplo, ha llamado a consultas hasta a su embajador en Caracas, cosa que el PP quiere que España haga también- y de reproches mutuos, pero todo eso es accesorio. Los datos, los números, reales y claros, son los que deben ponerse sobre la mesa. De ellos depende el reconocimiento del resultado anunciado por el Consejo Nacional Electoral y que tan feliz ha hecho a Maduro. Sólo sus aliados, de China a Rusia, pasando por Irán, le aplauden ya como vendedor absoluto y acreditan su "exitosa organización" de los comicios -Pekín dixit-. Los demás reclaman y esperan.