Mujeres y guerra: el desafío de proteger y dar justicia a las víctimas de violencia en Ucrania

Mujeres y guerra: el desafío de proteger y dar justicia a las víctimas de violencia en Ucrania

Cuando el sistema colapsa por una invasión como la rusa, las posibilidades de denunciar o llevar a juicio a un maltratador o buscar alojamiento seguro se vuelven muy difíciles. Aún así, hay otras mujeres que no dejan de pelear. 

Una mujer ucraniana se lleva las manos a la cabeza en un refugio instalado en un gimnasio en Przemysl (Polonia), en marzo de 2022.Markus Schreiber / AP

Mujer. Mujer víctima de violencia machista. Mujer víctima de violencia machista bajo las bombas y los disparos y atacada sexualmente en crímenes de guerra, desplazada, refugiada. Las realidades se superponen en los conflictos armados, redoblando el peso del dolor sobre las espaldas de ellas. Ucrania no es una excepción. Desde que Rusia invadió su país vecino, en febrero de 2022, las ucranianas sometidas a violencia por parte de sus parejas o exparejas se han topado con al reto de encontrar redes de apoyo asistencia policial y legal, casi desbaratadas por el conflicto. Flaquean, pero aún hay otras mujeres que, en el peor de los escenarios, siguen peleando por darles seguridad, calma y justicia. 

Es el caso de la organización Jurfem, que colabora con el Consejo de Europa y ONU Mujeres, y que trata de asistir a las supervivientes de violencia machista desde septiembre de 2017. Ya entonces, la situación de las ucranianas se había agravado por la guerra iniciada en 2014, cuando Moscú se anexionó Crimea y alentó a los rebeldes sublevados en Donetsk y Lugansk. Ahora, con la guerra total de invasión, el desgaste del sistema de denuncia, procesamiento y ayuda es mucho mayor, confiesan. 

En los primeros meses de la guerra, constatan, ya se vieron "inundadas" por la llegada de casos, porque los recursos habituales, de las regiones o ciudades, del propio estado, estaban prácticamente inutilizados. Según un informe publicado por la organización, las denuncias formales bajaron un 27% con el inicio de la guerra y un 43% las órdenes de protección, un 36% los casos investigados policialmente y un 52% los procesamientos criminales. Un país a medias por culpa del conflicto abierto. La recuperación de la red de asistencia y procesamiento se ha recuperado ligeramente, sobre todo en Kiev, la capital, que las tropas rusas dejaron por imposible y donde los ataques son puntuales, y en las regiones occidentales y centrales, más alejadas de la primera línea del frente, ahora localizado en el sur y el este del país. 

Desde Leópolis y con 300 abogadas y especialistas colaboradoras, Jurfem mantiene su red de teléfonos abiertos, con canales de mensajería instantánea para ayudar a las víctimas, y han podido atender 395 casos en 15 meses. Una cifra heroica en tiempos de invasión, pero que palidece ante los más de 18.000 casos conocidos en el primer semestre de Ucrania en guerra. Hasta han mantenido sus campañas contra el acoso sexual, visibles en el metro donde se cobijaban los ciudadanos, en los trenes que los sacaban del país como refugiados. 

Como explica ONU Mujeres, su contraparte en el programa Jurfem Apoyo, es esencial mantener un sistema de asistencia y rendición de cuentas, de asesoramiento y apoyo jurídico, médico y psicológico, además de ayuda para vivir sin peligro, para las mujeres y sus hijos, si los hay. La ONG lo ofrece gratis, hasta donde puede llegar. 

Larysa Denysenko , periodista, abogada, activista de derechos humanos y miembro de esta plataforma, explica que a veces se habla más de la violencia sexual que traen las guerras, condenada por el derecho internacional, sin reparar en que la llamada doméstica tiene una misma raíz, que están totalmente conectadas. "Cualquier violencia, incluida la violencia sexual relacionada con conflictos, tiene que ver con relaciones de poder y dominación. Los perpetradores quieren demostrar su poder; quieren prevalecer -afirma-. Por eso la violencia sexual es tan común durante las guerras y los conflictos armados. La raíz de esta agresión e impunidad está en la violencia doméstica".

La bajada de casos se debe sólo a la ausencia de administración y al desplazamiento de mujeres, como refugiadas en el exterior o como desplazadas internas, pero no a que haya menos violencia de esta naturaleza. Al contrario. Las personas que ya eran abusivas, dice, "continúan cometiendo actos de violencia dentro de sus familias". 

Su compañera Hrystyna Kit, también abogada y activista en la misma organización, constata que han documentado en este tiempo casos de "violaciones, normalmente en grupo, tortura sexual, desnudez forzada y otros abusos", aunque la imposibilidad de verificar todos los casos y, más, de acceder a las víctimas hace complicado conocer su "verdadera magnitud". La violencia está "muy extendida" especialmente en los terriytorios ocupados (cerca de un 20% del país) y, en suelo libre, la administración no llega. Tanto en violencia machista como en este tipo de agresiones "es muy difícil avanzar cuando se vive en estado de guerra". La suma de condenas, impuestas por el maltratador de casa, las fuerzas armadas o los explotadores sexuales que, aprovechando la coyuntura, tratan de obligar a las mujeres a prostituirse. 

Un informe elaborado por la ONG WAVE (Women's Association of Venture and Equity) junto la OSCE (la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), el pasado noviembre, ve clara la "correlación" entre la participación de las personas en conflictos armados y su exposición a situaciones de trauma con un "aumento en la intensidad" de la violencia contra la mujer. El dossier analiza, entre otros casos, lo que sucede en Ucrania.

Así, matiza que "las circunstancias de la guerra no se consideran una causa de violencia doméstica, pero la participación en conflictos bélicos y la exposición al trauma de la guerra pueden ser un desencadenante de episodios violentos y contribuir a aumentar la intensidad y escala de la violencia doméstica". Esto está pasando en el país que gobierna Volodimir Zelenski. Algunos de los factores que están contribuyendo al aumento de este tipo de violencia contra la mujer son "el miedo y la incertidumbre, la inestabilidad socioeconómica, la alteración de las dinámicas y relaciones familiares establecidas, el aumento del consumo de alcohol y drogas, el fácil acceso a diferentes tipos de armas, la aparición de estrés postraumático y el contexto de las guerras civiles, en las que los hombres participan predominantemente y no están preparados para las experiencias de la guerra".

En el caso de Ucrania, los hombres están movilizados en alto número y si no lo han sido, siendo varones, no pueden abandonar el país, lo que genera tensiones también. Son ellos los que llevan el mayor peso en lo militar, pero ha habido un "aumento significativo" de mujeres en las Fuerzas Armadas, incluso en puestos habitualmente reservados a sus colegas, aunque "los casos de discriminación y acoso siguen siendo graves". 

Es una práctica común durante la guerra que los hombres regresen directamente a sus hogares desde el frente, "llevando consigo todas las experiencias del conflicto armado y el trauma de la guerra", ahonda el estudio. "Sus acciones en la guerra y su contribución a la defensa nacional, la familia y la patria son glorificadas y eso aumenta la tolerancia al comportamiento agresivo, la manipulación emocional y el chantaje". "A menudo, ellos se vuelven más agresivos al apropiarse de un mayor derecho a gobernar" a las madres, hermanas, esposas o hijas, "lo que contribuye a la distribución desigual del poder dentro de la familia y profundiza las causas de la violencia doméstica y de género", indica. 

Las mujeres regresan al "rol tradicional de cuidadoras de niños, ancianos y enfermos, y son valoradas por la cantidad de carga que soporta la familia. Debido a la falta de ausencia total de estrategias especiales de rehabilitación y reintegración, las mujeres deben cuidar de los miembros de la familia combatiente que podrían sufrir traumas psicológicos o físicos resultantes del conflicto armado", remarca. 

Desde Jurfem destacan que son justo ellas las que ejercen de voluntarias, pero ese trabajo no se valora como el de los uniformados. Ellas las que cuidan de chicos y grandes, recaudan fondos, dan asistencia al frente, cocinan, compran lo que pueden, visten y cosen, atienden a los heridos, organizan convoyes de desalojados... a la vez que intentan llevar sus trabajos y sus familias adelante. Y eso que son más vulnerables, porque efectivamente también son ellas las desplazadas en mayor número, las que han pedido sus referencias vitales, trasladadas en muchos casos desde comunidades marginadas, rurales, con bajos ingresos.

En ese contexto de necesidad, los hogares para mujeres maltratadas se han llenado de mujeres desplazadas por la guerra, que necesitaban un techo con urgencia, por lo que no hay mucha posibilidad de un alojamiento especializado para las que aún, en mitad del caos nacional, arrastran su propio drama de casa. Se ven forzadas a quedarse en polideportivos o escuelas reconvertidas en refugio, masificadas. Se ha registrado un aumento de los conflictos y los incidentes relacionados con los agresores machistas, con los que a veces tienen que convivir en estos espacios mujeres que no han dado el paso de irse de casa. Viviendo con su agresor lejos del terreno conocido y sometidas a la fragilidad de la guerra. No hay medios por parte del Gobierno para responder de forma "adecuada" a estos incidentes, dice el informe. 

Durante la guerra, abunda el texto, suele haber también propaganda política dirigida directamente a la familia, principalmente a las mujeres. "ERsta propaganda exige un aumento de las tasas de natalidad a favor de la llamada patria, lo que pone a las familias violentas en mayor riesgo de violencia sexual y violación conyugal, y dificulta el acceso de las mujeres a la salud sexual y reproductiva y derechos, como la anticoncepción segura y el aborto", destacan los expertos.

Hay otros riesgos añadidos a la mujer por la situación de guerra, sean o no víctimas además de las palizas o el acoso de sus esposos o novios. Por ejemplo, ellas frecuentemente viajan largas distancias en busca de alimentos, agua, leña o atención médica, lo que aumenta los riesgos de ataques, exposición a violencia sexual o lesiones por minas terrestres, de las que Rusia ha sembrado bien Ucrania. Están obligadas a tomar decisiones de vida o muerte por sus familias pero, a la vez, suelen ser excluidas de los procesos de toma de decisiones en el desarrollo de la contienda. 

La violación y la violencia sexual contra las mujeres también han sido reconocidas como táctica militar y arma de guerra y están a la orden del día también en Ucrania. De nuevo, la ausencia o merma del Estado de derecho, el carácter generalizado de la impunidad para los perpetradores y la falta de confianza en las autoridades de ocupación, así como el estigma que conlleva revelar experiencias de violencia sexual y de género, lastran a las mujeres. 

Esto tiene su conexión con la trata de personas, además: las mujeres, sobre todo, que intentan escapar de una zona de guerra y huyen de sus hogares, corren un riesgo mucho mayor de trata de personas. Viajan con lo básico, a veces sin documentos, a expensas de un favor. Ven que sus pertenencias son robadas o confiscadas, se pierden en puntos de transporte masivos, se vuelven números en los centros de alojamiento atestados y de dispensan en las fronteras atestadas, donde se mueven funcionarios en otras lenguas. Hay reportes de ucranianos sometidos a trabajos forzados, prostitución forzada y tráfico de órganos, también. 

La OSCE, en el mes pasado, en una conferencia celebrada en Varsovia, insistió en que es "urgente" atender a las mujeres de Ucrania, dar "garantías de protección y bienestar" a las supervivientes de violencia y "llevar a sus perpetradores a la justicia", incluso en tiempos de guerra. Pero el conflicto se alarga sine die y hay pocas esperanzas de que el 25N del año próximo no estemos, aún, en la misma situación de hoy. 

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Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.