Los escenarios posibles para Francia tras las elecciones legislativas
Están en juego la gobernabilidad y la estabilidad del país, que puede verse bloqueado por falta de mayorías y sumas o sometido a los nuevos aires de los ultras.
"El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué no ha ocurrido". Winston Churchill está archicitado, de acuerdo, pero viene al pelo para la Francia de 2024. Hasta él, estadista entre estadistas, tendría dudas para dibujar el futuro del país más allá del 30 de junio y el 7 de julio, los días en los que se vota en las dos vueltas de las elecciones legislativas. Y para explicar, luego, lo que hayan decidido los ciudadanos en este momento decisivo, al que mira el mundo entero.
La vida pública en el Estado vecino se ha enmarañado tanto que hacer apuestas es complicado. Hay suposiciones, encuestas y pasado, pero todo es vacilante ante el tiempo nuevo en el que la ultraderecha pisa fuerte, como nunca. Los partidos clásicos agonizan, las fuerzas alternativas se han desgastado o se matan en divisiones internas y los radicales crecen alimentados en el río revuelto de la debilidad del contrario.
Para proyectar los posibles escenarios de Francia el 8 de julio hay que conocer primero cómo son las elecciones legislativas, porque el proceso es muy diferente al de España y de él depende todo lo por venir. La Asamblea Nacional (el parlamento) tiene 577 escaños. Su papel es el de proponer, modificar y votar las leyes. En la primera vuelta de las elecciones de esta naturaleza, este domingo, los electores elegirán a uno de los candidatos que se presentan en su circunscripción. Hay 577 distritos electorales (incluyendo los 13 de ultramar y los 11 en que se calculan los expatriados). Si un candidato consigue la mayoría absoluta (esto es, más del 50% de los votos con al menos el 25% de los electores inscritos), gana automáticamente. El índice de abstención es, por tanto, decisivo. En los comicios de 2022, en primera vuelta votó el 47,51% de los franceses y en segunda, el 46,33%.
Al final de esta primera vuelta, si ningún candidato obtiene la mayoría absoluta, se organiza una segunda vuelta, que es la que está para el 7 de julio y a la que, dicen las encuestas, llegaremos con total seguridad. Cualquier candidato que haya obtenido más del 12,5% de los votos puede pasar a la segunda vuelta. Habitualmente el duelo queda reducido a dos, aunque pueden entrar tres, cuatro... Un aspirante puede retirarse antes del día d para dar más oportunidades a otro, además, es el vote utile. El candidato más votado en la segunda vuelta gana un escaño en la Asamblea Nacional.
Francia tiene un sistema híbrido con un presidente (el liberal Emmanuel Macron, en estos momentos) pero también un poderoso Parlamento. A diferencia de la mayoría de los países con un sistema parlamentario, el fefe de Estado es elegido directamente por el pueblo, lo que le confiere visibilidad y legitimidad. Las últimas presidenciales fueron en 2022.
La Constitución de 1958 es la que rige el sistema político de la actual V República y la que marca las reglas del juego. La separación, esta bicefalia, se adoptó para frenar el poder de la Asamblea Nacional tras la inestabilidad gubernamental que sacudió la Cuarta República. En 1962, un referéndum modificó el modo de elección del Presidente. Desde entonces, el jefe del Estado se elige por sufragio universal y el sistema se hizo más presidencialista. La nueva Constitución otorgó al presidente poderes específicos, como convocar un referéndum o disolver el Parlamento. Esto último es lo que hizo Macron en la noche del 9 de junio, tras conocer que la Agrupación Nacional de Marine Le Pen había arrasado en las elecciones europeas.
Los números...
Los sondeos de esta semana dicen que AN logrará el domingo un 37% de los votos, seguido del Nuevo Frente Popular de la izquierda, con un 28%, y los liberales de Macron, con un 18%. Los ultras pasarían a tener entre 195 y 245 escaños, si tomamos la mejor y la peor de las horquillas. Con eso no llegaría a los 289 escaños necesarios para tener mayoría absoluta. Ganar, posiblemente. Gobernar, ya no está claro. Debería llegar a acuerdos con otros y nadie está por la labor, salvo un pequeño grupo de Los Republicanos, la derecha de siempre, con su líder Eric Ciotti a la cabeza.
Jordan Bardella, el aspirante a primer ministro por parte de la AN, ha dicho que no buscará la gestión si no tiene mayoría absoluta, que no quiere ser "el asistente" del presidente. ¿Es una estrategia para tener más votos o es verdad? Nadie lo sabe. De momento, los números le dan una gran victoria ideológica, salgan o no las cuentas de poder.
Actualmente, los de Macron controlaban la cámara pero en posición de debilidad, buscando apoyos puntuales sobre todo en los republicanos, y con una coalición a tres de base en Ensemble: su propio partido, Renacimiento; Módem (centrista) y Horizontes (centroderecha). Este último concurre por separado en estas elecciones, aunque se espera que dé su apoyo al macronismo si lo necesitara. El bloque cuenta con 250 diputados en este momento, pero se enfrenta a unas pérdidas devastadoras en dos semanas. Aunque se hundan, Macron ha garantizado que no abandonará la presidencia. Hay dudas incluso de que pueda pasar a segunda vuelta y se quedará con un centenar de diputados. Sólo les queda mantener el papel de hacedores de reyes si la ultraderecha y la izquierda necesitan un aliado para el desempate. Si ganan, el presidente podrá nombrar de nuevo a Gabriel Attal como primer ministro.
Es necesario hablar de la izquierda, que vive un resurgimiento inesperado. Se ha unido más rápido de lo que nadie previó y ha presentado candidatos comunes en 546 distritos, la misma voz de La Francia Insumisa, los socialistas, los comunistas y los verdes. Están tocando la fibra sensible de los votantes en materias como el poder adquisitivo y los derechos laborales y las proyecciones les dan de 190 a 235 escaños, insuficiente para ir en solitario pero una cifra impensable hace tres semanas. Arrastran una pelea interna seria entre Jean-Luc Mélenchon (LFI) y Raphaël Glucksmann (PS), por cuestiones personales y por posturas dispares sobre las guerras de Ucrania y Gaza, por ejemplo, que puede desgastarles, pero por ahora no los frena. Glucksmann es, de hecho, el imán en el que confían para ganar voto moderado y Mélenchon, para movilizar hasta al último fiel.
... y lo que se puede hacer con esos números
El investigador Pierre-Alexandre Balland, del Centre for European Policy Studies (CEPS), sabe de economía y de números y tiene memoria. Con todo ello, ha hecho un análisis apasionante sobre las previsiones de las elecciones francesas en el que explica por qué la convocatoria de Macron es "un riesgo calculado con recompensas potencialmente mejores que la inacción" tras la victoria de la derecha extrema. Si tiene éxito, enfatiza, va a "contrarrestar la narrativa de que la ultraderecha se apodera de Francia", cuando es "crucial" abordar esa tendencia y, a la vez, "retorna a los votantes", demostrando que sus sentimientos políticos están con la República: moviliza a los que están preocupados por la subida de Le Pen y hace una llamada de atención general.
Y esto, dice, ya ha salido bien antes para los intereses más templados. La AN, recuerda, ganó ya sus primeras europeas en 2014 y en 2019, pero es que es ahí "donde muestra su éxito", no en casa. Si en el 19 sacó 5,2 millones de votos en las europeas, en las legislativas de 2022 no pasó se 3,5. "Hay un recorte del 32,1% cuando se pasa del nivel de la UE al nivel nacional", dice. Si eso se traslada a las elecciones por venir, pasarían de 7,2 millones de votos a 5,2. Por poner en contexto, Ensemble tuvo 8 millones en esos comicios legislativos del 22, y En Marche! (la marca previa de Macron) sacó 7,8 en los de 2017. Conclusión: son al menos dos millones y medio más de los que sacarían ahora los ultras.
"Macron apuesta a que la Agrupación Nacional no encontrará 2,5 millones de votantes adicionales en menos de un mes. Existen estrategias de modelización mucho más complejas (y precisas), pero el punto principal es que replicar esta victoria a nivel francés es poco probable y representaría un cambio político sísmico", destaca.
Además, el sistema de dos vueltas siempre le ha ido mal a los ultras, encuentra una "barrera importante" porque las demás fuerzas le hacen cordón sanitario para que no toque poder y por eso apenas han tenido experiencia de gestión en algunos pueblos y regiones. El llamado "Frente Republicano" de todos contra los extremistas ha funcionado, haciendo que los ciudadanos voten a partidos más moderados aunque no sean de su total agrado. "La Agrupación Nacional puede dominar regiones específicas, pero no logra la distribución generalizada de votos necesaria para ganar múltiples escaños", además, porque no tiene la fuerza estatal de otras ideologías.
Balland, sin embargo, no deja de detenerse en la posibilidad de que los ultras ganen, porque "no se puede restar importancia a la creciente influencia de la extrema derecha en la política francesa y en Europa en general". Entiende que "ha capitalizado una ola de descontento entre los votantes que no están satisfechos con las políticas del gobierno actual en materia de desarrollo económico, inmigración y seguridad", pero si ganan llega la hora de la verdad, de demostrar que pueden.
"Bardella y Le Pen estarán al mando. Es mucho más difícil que estar en la oposición. Si gobierna mal, sufrirá un enorme revés durante las elecciones de 2027. Y si gobierna eficazmente y resuelve todos los problemas económicos, sociales y ambientales, entonces todos viviremos felices para siempre. Así que incluso en este escenario menos probable, la estrategia de Macron podría resultar ganadora", indica. Por eso repite que la jugada de ajedrez del presidente es "una medida mucho más calculada de lo que parece".
La cohabitación
La cohabitación es algo muy francés: que haya un presidente de un color político y un primer ministro de otro. Eso puede pasar si se imponen los ultras o incluso con la izquierda, contrarios a Macron. No se da desde hace más de 20 años, pero no fue nada raro justo en las décadas previas.
Ha habido tres períodos de convivencia en el pasado: de 1997 a 2002, el socialista Lionel Jospin fue primer ministro durante el Gobierno del presidente de centroderecha Jacques Chirac; entre 1993 y 95, el primer ministro de centro derecha, Edouard Balladour, trabajó con el presidente socialista François Mitterrand durante su segundo mandato; y antes, de 1986 a 1988, Chirac fue primer ministro -ha ocupado los dos cargos- durante la presidencia de Mitterrand.
La última vez que se produjo una cohabitación, Chirac disolvió el Parlamento pensando que obtendría una mayoría más fuerte, pero perdió inesperadamente frente a una coalición de izquierdas liderada por el partido socialista. Los ciudadanos, a veces, se las hacen pagar a sus mandatarios. Jospin, lejos de pararse, consiguió introducir varias leyes a las que se oponía el bando presidencial, como la semana laboral de 35 horas, la sanidad universal y la unión civil para parejas del mismo sexo. No todo está perdido.
Pero nada ha preparado realmente a Francia para el tipo de cohabitación que podría producirse después del 7 de julio, con formaciones de un color político tan opuesto, lejos del bipartidismo de siempre, cuando la alternancia era cosa de dos y ya. Los analistas advierten de complicaciones para la aprobación de leyes y en parálisis de gestión y choques constantes, pero tampoco se ha llegado en los casos anteriores a punto muerto en la administración.
Si un partido obtiene una mayoría relativa, no puede gobernar solo y necesita hacer alianzas para aprobar ciertas leyes, lo que tiene ahora Macron y que le ha llevado a derechizarse. Y si ningún partido obtiene la mayoría y no se forma una coalición de Gobierno, se podría llegar a un estado de bloqueo. En ese caso, Francia se sumerge en lo desconocido, ya que nunca se ha dado esta situación. El presidente lleva la representacón exterior y la defensa, pero sobre el Ejecutivo recaen las políticas diarias, sus ministros tendrán que acudir a los Consejos de la UE con su voz propia, en un país que es miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, la séptima economía del mundo, potencia nuclear y con territorios de ultramar claves en la seguridad mundial.
Una cosa es segura: no se podrán convocar nuevas elecciones legislativas hasta dentro de un año para resolver la situación. Una solución sería que Macron dimitiera, pero el presidente ha descartado hasta ahora esta posibilidad. Ni el Parlamento ni el Gobierno pueden obligarle a hacerlo y su posición es firme.