Los 50 cadáveres del Everest que son brújulas para alpinistas
El pico más alto del mundo ha acabado en los últimos 120 años con la vida de centenares de alpinistas.
El monte Everest, como punto más alto del planeta y conocido por todo el mundo, esconde infinidad de secretos que poca gente conoce y que dan cuenta del poder sobrehumano de la naturaleza y los imprevisibles azares que puede aguardar.
Con sus casi 8.900 metros de altura, el Everest ha sido testigo de grandes hazañas y proezas que podrían parecer imposibles hace muy pocos siglos, pero también ha sido, por desgracia, el último destino de centenares de personas, que en su intento por coronarlo y pasar a la historia, han muerto en el intento.
De entre todas las historias que esconde, hay una particularmente perturbadora por la crudeza que aborda. Esta tiene que ver con los cadáveres que se esconden en el Everest, y que por imposibilidad de rescatarlos, permanecen intactos entre la nieve y el hielo del monte.
Se calcula que desde el inicio del siglo XX, han perdido la vida 322 alpinistas en circunstancias extremas -las temperaturas pueden alcanzar los -60ºC-. De todos ellos, la mitad se han ido encontrando con el paso de los años pero otros no han corrido la misma suerte, y han ido surgiendo del suelo como consecuencia del derretimiento del hielo y la nieve.
Pero encontrarlos no quiere decir que se hayan podido rescatar, ya que en numerosos casos, las circunstancias y los puntos en los que se hallan han hecho imposible ni tan siquiera intentar extraerlos de la nieve. De hecho se estima que tan solo es posible recuperar un 1% de ellos.
Todo esto hace que permanezcan en el Everest alrededor de 50 cadáveres que nunca se podrán recuperar. Sin embargo, la presencia de los cuerpos también ha permitido que sean una especie de 'guías' o puntos de referencia para los alpinistas que llegan a esas altitudes.
Cadáveres que son 'brújulas'
Algunos de ellos son conocidos ya por todos. Dependiendo de la indumentaria con la que fallecieran o el lugar en el que se ubicaran, se les conoce por uno u otro motivo. Uno de ellos, y quizá uno de los más famosos es "Botas Verdes". Se trata del alpinista llamado Tsewang Plajor, quien perdió la vida en 1996 a los 28 años tras sufrir una tormenta en la conocida como "zona de la muerte", a una altitud de más de 7.900 metros.
Su nombre se debe a las botas verdes y llamativas que portaba al morir y que se pueden apreciar si se llega al punto en el que se encuentra. Cerca de él hay otro cuerpo, el del inglés David Sharp, que falleció en el año 2006.
Este caso fue especialmente polémico ya que hubo varios grupos que lo vieron agonizando pero no lo asistieron. Esto se debe a las extremas condiciones en las que se halla el cuerpo y el enorme riesgo que acarreaba hacerlo. A diferencia de lo ocurrido con "Botas Verdes", en el caso de Sharp sí se pudo recuperar el cuerpo pasados unos días.
El Everest, un cementerio que va a más
En esta lista encontramos otros ejemplos, como "El Saludador" o "La Bella Durmiente", 'bautizados'. El primero fue llamado así ya que se desconoce su identidad, mientras que en el caso de la mujer, su nombre se lo debe a la trágica historia que la acompañó, ya que su marido también murió en un intento desesperado por salvarla, y cuyo cuerpo fue hallado en 2007.
Todas estas historias no hacen sino confirmar que el poder de la naturaleza es inconmensurable y que este tipo de proezas dependen en un grandísimo porcentaje también a la suerte.
En los últimos años, y debido a la masificación de la zona con excursiones programadas y guías, el número de fallecidos no para de incrementarse. De hecho, solo en 2014, una avalancha acabó con la vida de 16 sherpas, mientras que al año siguiente, por diferentes motivos, fenecieron otros 19 alpinistas. Aunque se espera que este año establezca un nuevo y desgraciado récord, ya que solo hasta julio, 17 personas habían perdido la vida en el monte.