Las consecuencias de la primera victoria ultra en Alemania y los escenarios de gobierno
La AfD no podrá gobernar en Turingia por el cordón sanitario de las demás fuerzas, pero ha pegado el primer zarpazo y quiere más, a un año de las federales. El pacto a tres que mantiene en el poder a Scholz se resiente pero no se espera crisis en Berlín.
"Alemania corre el peligro de volverse más inestable, más fría y más pobre, menos segura y menos digna de vivir". Habla Charlotte Knoblock, una política germana muy querida, judía superviviente del Holocausto, que escapó de la deportación nazi escondiéndose bajo un nombre falso gracias a unos campesinos católicos que la hicieron pasar por su hija. A sus 91 años, las sombras de su niñez le vuelven a pasar ante los ojos por culpa de la primera victoria de un partido de ultradedecha en unas elecciones parlamentarias estatales desde la Segunda Guerra Mundial.
Ha ocurrido en Turingia donde, en 1930, el partido nazi de Adolf Hitler logró también su primer triunfo estatal, y la formación que se ha llevado ahora un tercio de los votos es Alternativa para Alemania (AfD). En Sajonia, los neofascistas han sido segundos, por estrecho margen con la derecha de siempre. Por eso hablan de "logro histórico", de "vuelco", de "cambio irreversible", no sólo estatal, sino federal, porque ya ponen los ojos en las elecciones nacionales del año que viene.
Lo que ha ocurrido era lo esperado, lo que los sondeos llevaban anunciando meses, pero que ningún partido, de izquierda, derecha o centro, ha logrado revertir. Se frenó un poco la subida de AfD en las elecciones europeas de junio, pero el este de Alemania lleva mucho caminando por el extremo derecho y en esta cita lo ha corroborado, sin que su oposición haya vendido soluciones o alternativas que los cortocircuiten. Pese se ello, los radicales no pueden cantar victoria plena, porque no van a poder gobernar en ninguno de los dos estados: en Turingia, porque el cordón sanitario que es orgullo para el país se impondrán y se lo impedirá, por mucha primera fuerza que sea, aunque se acabe en una repetición electoral por ingobernabilidad; en Sajonia tampoco tiene aliados y serán los partidos primero, cuarto y quinto (CDU, SPD y verdes) los que sigan gobernando como hasta ahora si no hay sorpresas.
Los datos finales
Para entender lo por venir, primero hay que ver los datos finales. En Turingia, la AfD arrasó con el 32,8 % de los votos, frente a los 23,4 % en los anteriores comicios de 2019, y contará así con 32 escaños, diez más. La CDU se situó en segundo lugar con el 23,6 % de apoyos (21,7 % en 2019) y tendrá dos diputados más, hasta un total de 23.
La Liga Sahra Wagenknecht (BSW) -una formación de reciente creación en torno a la política que ha bautizado el proyecto, que es un diputada populista proveniente de la Izquierda- logró en sus primeros comicios el 15,8 % de votos, lo que se traduce en 15 escaños. La Izquierda del jefe de Gobierno saliente, Bodo Ramelow, que gobernó esta última legislatura en minoría en una coalición con socialdemócratas y verdes, sumó el 13,1 % de apoyos, frente al 31 % de 2019, y pierde 17 diputados, hasta los 12.
El Partidos Socialdemócrata del canciller alemán, Olaf Scholz, se tuvo que conformar con el 6,1 % de votos (8,2 % en 2019) y tendrá, con seis escaños, dos menos. Los Verdes, socios de coalición del gobierno de Scholz, quedarán fuera de la cámara regional al no superar, con el 3,2 % de votos, la barrera del 5 %. En los comicios de 2019 habían conseguido todavía el 5,2 % de apoyos y cinco diputados.
En Sajonia, por su parte, el conservador Michael Kretschmer, quien gobernó esta última legislatura con verdes y socialdemócratas, quiere seguir al frente del gobierno, tras imponerse la CDU con el 31,9 % de los votos con un margen escaso a la AfD, que sumó el 30,6 %, frente al 32,1 % y al 27,5 %, respectivamente, en 2019.
La CDU tendrá así 42 diputados, y la AfD, 41, frente a los 45 y 38, respectivamente, en la anterior legislatura. BSW fue la tercera fuerza más votada, con el 11,8 % de votos, por lo que le corresponderán 15 escaños. El SPD sumó el 7,3 % de votos (7,7 % en 2019) y pierde un diputado, hasta los nueve, mientras que Los Verdes superan con escaso margen la barrera del 5 %, con el 5,1 %, frente al 8,6 % en los anteriores comicios, y pierde la mitad de escaños, hasta seis.
La Izquierda, que en los anteriores comicios había sumado el 10,4 % de votos, lo que se tradujo en 14 diputados, queda fuera del Parlamento al no haber logrado, con el 4,5 %, superar la barrera para entrar en la cámara regional.
En los dos estados que acudieron ayer a las urnas la participación fue alta: del 73,6 % en Turingia y del 74,4 % en Sajonia. La movilización, pues, ha sido innegable.
¿Pueden gobernar?
A pesar de los buenos resultados obtenidos por la AfD, es poco probable que llegue al poder. Todos los demás partidos que van a conseguir escaños en los parlamentos de los estados federados se han negado anteriormente a gobernar en coalición con la AfD.
Sin embargo, en Turingia el partido cuenta con más de un tercio de los escaños, lo que le permite bloquear determinadas decisiones, como el nombramiento de jueces para el tribunal constitucional del estado. En eso pueden hacerse fuertes y, si no hay una coalición estable frente a ellos (derecha convencional más fuerzas variadas de izquierda), es muy posible que haya que repetir las elecciones en unos cinco o seis meses porque la gobernabilidad sea imposible.
En el caso de Sajonia, se puede repetir por los pelos la fórmula actual, con la CDU mandando, pero apoyada en las muletas de socialistas y verdes. Parece que ahí la solución es más sencilla, de continuidad, por más que en ninguno de los escenarios se pueda obviar el ascenso de los neonazis.
El partido populista BSW, que combina las posturas tradicionales de derecha sobre inmigración y otras cuestiones sociales con las políticas económicas y de bienestar de izquierdas, y que ha quedado tercero en los dos estados, es posible que desempeñe un papel decisivo en la formación de coaliciones. Por ahora, los comentarios de su líder, Sahra Wagenknecht, se aferran a sus buenos datos más que al futuro. Sí que en campaña ha repetido que no quiere pactar con la ultraderecha.
Las consecuencias para Scholz
De "amargos y preocupantes" calificó anoche el resultado electoral el canciller germano, Olaf Scholz, socialdemócrata sostenido en el poder por la llamada "coalición semáforo", porque al rojo de su SPD suma el amarillo de los centristas del FDP y el verde de los ecologistas. No es para menos: los progresistas han salido tocados, se deja tres escaños y un 1,4% de votos entre los dos estados, pero es que los verdes en Turingia ni siquiera logran entrar en el parlamento y los liberales salen de los dos hemiciclos.
Wolfgang Merkel, analista del Centro de Berlín para la Investigación Social, no cree, sin embargo, que el descalabro a tres vaya a tener repercusión en el Gobierno federal. ¿Nuevas elecciones, adelanto como pide la AfD? No lo ve, porque sería peor el remedio que la enfermedad". "Es obvio que los tres partidos van a tener que pensar seriamente sobre lo ocurrido ayer, pero el equipo de Gobierno se mantendrá. La debilidad de todos les hace estar unidos. Nadie sabe dentro de un año qué resultados van a tener, porque los sondeos apuntan a que esta coalición no se va a poder reeditar, luego van a intentar estar el máximo tiempo posible", indica.
Esta mayoría se mantiene desde que se firmó el acuerdo de Gobierno en diciembre de 2021 y ha pasado por muchos valles y picos, por choques ideológicos, entendibles cuando hay tres formaciones distintas colaborando, pero también por enemistades personales que han desgastado al equipo y, fundamental, han impedido el avance en determinadas políticas, generando imagen de inacción y, al fin, de cansancio entre los votantes.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, cuando supo de la victoria de la Agrupación Nacional en las elecciones europeas, convocó de inmediato comicios legislativos, en los que frenó en parte el ascenso ultra pero, a la vez, generó un sindiós, porque no hay ahora mismo mayoría factible para crear una base de Gobierno y elegir a un primer ministro.
"No parece que vaya a haber algo parecido, aunque hay que esperar asunción de responsabilidades orgánicas en el seno de los partidos, sobre todo en los liberales", indica. Sí puede llegar un endurecimiento de algunas políticas, como las migratorias, con lo que la agenda ultra condiciona al resto de fuerzas. Ya la semana pasada se produjo una repatriación de afganos con delitos a su país, primera desde el retorno talibán, hace tres años. Cesiones de las que se mofan en AdF. Alice Weider, una de sus colíderes, dijo anoche que estamos ya ante el "réquiem por esta coalición". Y más, dice, si en tres semanas, cuando vote el estado de Brandeburgo, los suyos ganan de nuevo. Otra prueba de fuego.
En las próximas federales, lo que se espera es que gane la CDU, Unión Demócrata Cristiana de Alemania que estuvo en el poder 16 años con Angela Merkel, antes de Scholz. Que el trío de centroizquierda haya sido una mera transición. La AfD va segunda, aunque bajó un poco tras las altas expectativas, no cumplidas, de ganar en las europeas de tres meses atrás. "Sin nosotros es imposible un Gobierno estable", es el manrta que repiten sus líderes. La CDU insiste en que ni en estos estados que votaron ayer ni en los comicios del año que viene van a sumar sus escaños con los de los radicales.
Además del problema que puede generar y la incertidumbre, está la certeza de que es la política la que gana elecciones, no la moralina, por lo que azuzar el fantasma de "que viene la ultraderecha" ya no moviliza igual a los electores. Hacen falta políticas, hechos. "La AfD está dañando a Alemania, debilitando la economía, dividiendo a la sociedad y arruinando la reputación de nuestro país", denunció Scholz anoche.
El ascenso
Pide que se pongan las cosas "en su contexto": los ultras no van a poder gobernar y eso resta mucha fuerza a su victoria y segundo puesto y, además, Turingia y Sajonia no sienten exactamente igual que el resto, porque son zonas especialmente permeables a mensajes radicales, antieuropeos. En Alemania, las diferencias económicas entre el este y el oeste perduran pese a los esfuerzos de integración y los miles de millones invertidos en cohesión. La riqueza de las familias es más del doble en el oeste que en el este. Es un lastre crónico.
No obstante, constata que el "estigma" de votar ultra ha desaparecido en un país donde se persigue duramente cualquier corriente neonazi, donde se ha visto el peor rostro del fascismo. Y ocurre pese a que Alternativa tiene líderes condenados por usar lemas nazis (dos veces ha sido sancionado el ganador en Turingia, Björn Höcke), a que las agencias de inteligencia locales califican al partido de "derecha extrema" y a que ha habido multitudinarias manifestaciones en su contra. 69 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, pesa la amnesia.
El apoyo a la AfD no se ha reducido ni cuando los tribunales han defendido que se les vigile policialmente por su peligrosidad. El Ministerio de Interior, desde 2021, sitúa a la extrema derecha como la "mayor amenaza" para la seguridad patria. En Turingia y Sajonia, las ramas locales del partido se catalogan como organizaciones extremistas que intentan socavar la democracia alemana, lo que ha avivado también el debate sobre su posible ilegalización. Pese a las dudas sobre su constitucionalidad, por ahora pesa la idea de que es mejor neutralizarlo que cortarlo de raíz.
"El hecho de que casi uno de cada tres votantes en ambos estados haya apoyado a la AfD a pesar de las advertencias oficiales es un reflejo de la desconfianza generalizada de la población hacia los partidos e instituciones tradicionales en el este de Alemania", afirma también Max Becker, de la Fundación de Ciencias y Política alemana. Según las encuestas realizadas antes de las elecciones, "una de las cuestiones que preocupaba a los votantes era la inmigración, que los encuestados de Turingia y Sajonia citaban entre sus tres principales preocupaciones, junto con la delincuencia y la protección social", recuerda, materias que requieren de más respuestas y donde el populismo racista ha triunfado.
Recuerda que, según una encuesta de la televisión pública alemana, "el 81% de los votantes estaba de acuerdo con la afirmación: "Necesitamos una política de asilo y de refugiados fundamentalmente diferente para que menos personas vengan a nosotros". "A eso hay que sumar el clima, porque las elecciones se han producido tras un ataque mortal con cuchillo ocurrido varios días antes en Solingen, que reavivó un intenso debate nacional sobre inmigración y delincuencia". Scholz calificó el ataque de "terrorismo", mientras que los ministros de su gobierno anunciaron medidas migratorias más duras antes de las elecciones del domingo, prometiendo deportar a los inmigrantes que cometan delitos violentos y recortar los beneficios para los solicitantes de asilo en algunos casos.
Según los primeros datos desglosados este lunes, los avances de la AfD han sido especialmente importantes entre los votantes jóvenes de ambos estados. En Turingia, el partido quedó en primer lugar con un 37% de apoyo entre los alemanes de 18 a 24 años, un aumento de casi 20 puntos en comparación con su resultado en las elecciones estatales anteriores de 2019. Mientras, en Sajonia, ganó con el 31% de los votantes en ese grupo de edad, un aumento de 14 puntos en comparación.
Un impulso que, sumado al menor desarrollo económico, las diferencias con el oeste o el carácter menos urbano de sus poblaciones, explica también el ascenso de un grupo que ataca a los partidos de siempre y los llama "cárteles", que los acusa de querer "reemplazar al pueblo alemán", que ataca "la multiculturalidad como una aberración" y habla de "dictadura totalitaria" en la administración, dice el experto. "Muchos votantes del este dicen que están cada vez más desilusionados con la política dominante más de tres décadas después de la reunificación nacional, y que el impacto persistente del declive estructural, la despoblación y el lento desempeño económico agravan la sensación de que siguen siendo ciudadanos de segunda clase", insiste.
Y hay coincidencias, a brochazos, con el resto del país: "Tras la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, más de un millón de refugiados ucranianos entraron en Alemania. El aumento de los precios de los alimentos y los servicios públicos exacerbó las preocupaciones sobre el derecho a un nivel de vida adecuado para las personas que viven con bajos ingresos", recuerda.
Su vertiginoso ascenso en poco tiempo se explica justo por su capacidad para instrumentalizar políticamente los momentos más sensibles y complejos de los últimos años: la crisis de refugiados de 2015 o las restricciones durante la pandemia, cuando asumió un discurso antivacunas. Se niegan, además, a mandar armas a Ucrania para defenderse de la invasión rusa.
Para dar la vuelta a la situación, Amnistía Internacional Alemania apuesta por hacer frente común ante las "exigencias antihumanas" hechas por la AfD en campaña. En un comunicado tras conocer los resultados, Julia Duchrow, su secretaria general dice que, al formar un Gobierno, "los partidos ahora deben comprometerse claramente con una política estatal basada en los derechos humanos" porque "las iniciativas de la sociedad civil necesitan una mayor protección contra los ataques políticos".
"En Turingia y Sajonia, los partidos se dejaron guiar por exigencias antihumanas durante la campaña electoral. La competencia por socavar los derechos humanos debe llegar a su fin ahora. Los gobiernos estatales tienen la tarea de proteger los derechos de todos, sin discriminar. El racismo, el sentimiento anti-queer y el odio se oponen a esto", indica. Mostrar "que el discurso de odio no tiene cabida en nuestra sociedad", "proteger las marchas del orgullo gay", "tomar medidas contra los ataques racistas en la vida cotidiana", y educar, fundamental, en los errores pasados que no se pueden volver a cometer.
De dónde vienen
Tanto revuelo y aún es necesario explicar qué es Alternativa para Alemania, porque apenas tiene 11 años de existencia y su ascenso fulgurante aún sorprende en toda Europa. Fue fundado originalmente como un partido liberal-conservador, como recuerda EFE, pero ahora es nacionalista alemán, conservador y euroescéptico. Neofascista o neonazi son etiquetas que causan cierto debate a la hora de denominarlos, pero por sus hechos los conoceréis.
Por ejemplo, Björn Höcke, el líder en Turingia, tuvo que pagar 13.000 euros por usar un lema de los uniformados nazis, "¡Todo por Alemania!", aunque dijo que no sabía de su origen. Curioso en un profesor de Historia. Es el mismo político que dice que es un "error" calificar a Adolf Hitler como "el mal absoluto" y que ha sido grabado en manifestaciones neonazis, repetidamente, aunque ahora no se muestre por prudencia. Siegbert Droese, eurodiputado, personalizó la matrícula de su coche de campaña con números que evocan a Hitler y se ha hecho fotos (colgadas en sus redes) visitando el búnker del führer con la mano en el corazón.
Desde 2017, la AfD se ha mostrado cada vez más cómoda trabajando con grupos de extrema derecha, tanto para convocar protestas como para formar ideológicamente a sus bases, y varias facciones de la formación han sido acusadas ser racistas, islamófobas, antisemitas y xenófobas vinculadas al neonazismo. Con un marcado discurso antiinmigración, la AfD defiende una disolución paulatina de la eurozona. En sintonía con otros partidos ultraderechistas europeos, es contrario a los rescates a los países periféricos y apuesta por la vuelta al marco alemán.
En 2013, concurrió por primera vez a las elecciones federales sin ningún éxito: no obtuvieron ningún escaño. Años después, en 2017, y con un discurso más extremista, la AfD multiplicaron los apoyos y obtuvieron 94 escaños en el Parlamento alemán.
Aunque aún puedan ser embolsados, aislados, tratados como parias en los parlamentos, sus apoyos siguen creciendo y pueden llegar, un día, a tener mayorías absolutas y poder ejecutivo. Aún nadie los frena, ni siquiera en el país que más se ha comprometido, de palabra y de obra, con sepultar un pasado irrepetible.