Las capacidades nucleares de Irán: ¿dan o no dan para una bomba atómica?

Las capacidades nucleares de Irán: ¿dan o no dan para una bomba atómica?

La amenaza de Teherán de emplear "armas no usadas" hasta ahora contra Israel y los ataques cruzados entre las dos capitales avivan el debate sobre las armas de destrucción masiva. Los ayatolás insisten en que no tienen interés en ellas. 

Un vigilante, ante la planta de energía nuclear de Bushehr, construida por Rusia en el sur de Irán, en una imagen de archivo.IIPA via Getty Images

Irán ha amenazado este martes con responder en "segundos" y con "armas no usadas" hasta ahora a Israel, en el caso de que Tel Aviv replique a su andanada del sábado. 300 proyectiles volaron entonces como respuesta al ataque previo contra el consulado iraní en Damasco (Siria), del 1 de abril, que dejó 13 muertos. 

Teniendo en cuenta este toma y daca en el que es imposible dar con el origen, de tan viejo, y la tensión elevada en todo Oriente Medio ante la posibilidad de un conflicto abierto y permanente más allá de la machacada Gaza, surge de nuevo la pregunta clásica: ¿cuáles son las capacidades nucleares de Irán? ¿Dan o no dan para una bomba atómica? ¿Tienen interés en tenerla los ayatolás?

"Cada vez están más cerca", denunció el lunes en Naciones Unidas el embajador de Israel, Gilad Erdan. Ergo no, hoy por hoy Irán no tiene armas nucleares. Lo dicen inteligencias como la propia israelí, pero también las de Estados Unidos y Reino Unido, más los expertos del Organismo Internacional de Energía Atómica de las Naciones Unidas (OIEA), que acuden a hacer inspecciones siempre que pueden. 

El informe Global Firepower 2024, que hace balance del arsenal que hay en el mundo, sostiene que Irán no tiene armas de esta naturaleza que se conozcan por ahora, pero que Israel sí que tendría unas 80 ojivas, por más que nunca haya confirmado públicamente que es una potencia atómica. Es un secreto a voces que está en el limitado club. Se cree, de hecho, que está modernizando su arsenal nuclear y hoy tiene suficiente plutonio para montar entre 100 y 200 de ellas, oculto en sus instalaciones de Dimona, añade el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), en su dossier anual. 

De ese potencial se habla mucho menos en la comunidad internacional, lo que se aviva es el temor a lo que pueda hacer Irán. "Es una grave amenaza para la seguridad y la paz internacionales", ha insistido el embajador Erdan en una carga al secretario general de la ONU, Antonio Guterres. Hay un problema de partida con Irán y es su opacidad: aunque las valoraciones internacionales son fiables, es un enigma el verdadero potencial, al detalle, del que dispone. El OIEA ha reconocido que no es completamente transparente, lo que da pie al Gobierno de Benjamin Netanyahu a insistir en el miedo a un avance exitoso, a un progreso inminente. 

Y es que las cosas se complicaron a partir de 2018: Irán, tres años antes, había firmado un acuerdo con potencias occidentales para limitar su programa de investigaciones nucleares a un uso civil, a cambio del levantamiento de sanciones. El sacrificio no fue pequeño: la reducción en dos tercios de sus centrifugadoras -tenía mil entonces en su complejo de Natanz- y el recorte de su reserva de uranio enriquecido -que pasaba de 12.000 a 300 kilos-. Pero, con Donald Trump en la Casa Blanca, EEUU se salió del acuerdo por entender que Teherán financiaba el terrorismo mundial. El régimen de los ayatolás indicó entonces que, si se iba una contraparte, no se sentía ya vinculado por el pacto. Desde entonces se han detectado varias violaciones de lo firmado y ha crecido el oscurantismo sobre sus trabajos.

La planta de Natanz, en un imagen de 2009. Associated Press

Pese a ello, el propio Gobierno de EEUU reconoce que Irán no tiene armas nucleares ni se han detectado indicios de que haya reactivado un programa armamentístico atómico. Lo afirma en el último informe elevado al Congreso estadounidense, el pasado 20 de marzo. En este documento se constata que Irán quizá "ha tenido capacidad de producir armas nucleares en algún momento", pero "ha detenido su programa de armas nucleares y no ha dominado todas las tecnologías necesarias" para su construcción. 

Según las estimaciones de su inteligencia, "Irán detuvo su programa de armas nucleares a finales de 2003 y no lo ha reanudado". En su momento, entienden que quiso desarrollar una bomba de implosión, para colocarla en uno de sus misiles de referencia, los balísticos Shahab-3 de medio alcance. Pero los reportes de febrero y marzo de este año insisten en que actualmente "no ha tomado una decisión sobre desarrollar armas nucleares". Ali Jameni, el líder supremo de la Revolución, y los presidentes del país más recientes -Mohammad Jatamí, Mahmud Ahmadineyad, Hasan Rohani, Ebrahim Raisi- han defendido siempre que su programa nuclear tiene objetivos civiles al 100%, no militares. Entre otros motivos, sostienen que las armas de destrucción masiva con incompatibles con el Islam. 

Pero más allá de la decisión defensiva y política de tener el arma más mortífera conocida y su absoluto poder de disuasión, hay que tener en cuenta también la pura tecnología. Y dice EEUU en el mismo informe al Congreso que Irán no tiene la que necesita para armar una bomba: "no domina todas las tecnologías necesarias para construir un arma nuclear", afirma. Destaca lagunas o brechas en sus conocimientos, constatadas año tras año en los informes de amenazas que hace la inteligencia exterior del país. "No está llevando a cabo las actividades necesarias para el desarrollo de dispositivos nucleares comprobables", insiste. 

Para EEUU, la construcción de centrifugadoras iraníes es "la mayor preocupación en la proliferación" de armas atómicas en el mundo. Destaca que el logro del acuerdo de 2015 fue importante para establecer restricciones, un pan de seguimiento e inspecciones e informes constantes, pero que ese poder de control se ha perdido. Intentando recuperarlo, en 2022 se trató de revivir el pacto, ahora con Joe Biden al mando, pero precisamente la oposición de Israel hizo que todo se retrasara. Luego se fueron encadenando elecciones, crisis de Gobierno y guerras y todo fue nada. En un cajón está. 

La ausencia de ese marco, justamente llamado histórico en su momento, complica la exactitud de la radiografía, pero hay datos preocupantes. Por ejemplo, en 2019 el OIEA ya vio que algunas actividades de Irán excedían los límites fijados en 2015 y eso ha hecho que se "reduzca" el tiempo en el que la república islámica puede llegar a los límites necesarios. Cuesta tener datos del inventario, del posible desvío de material de uso civil, de la existencia de investigaciones no declaradas, de nuevas instalaciones... 

Lo que hace falta

Se sabe que Irán, hoy, tiene más centrifugadoras, más masa y más concentrada que cuando firmó con Occidente, que está extendiendo su programa y que hay pistas de actividad ilícita con el uranio, que es la base de todo esto. La ONU ha llegado a detectar lotes de uranio enriquecidos a entre el 2 y el 60%. ¿Esto qué quiere decir? Vamos con un poco de contexto. 

No hay más que dos maneras para fabricar una de esas bombas que fueron lanzadas por EEUU sobre Hiroshima y Nagasaki: utilizar uranio enriquecido o plutonio, que se fabrica gracias a la combustión de uranio. El uranio está relativamente extendido en la corteza terrestre, tanto en el suelo seco como bajo los océanos. Actualmente, una veintena de países cuentan con minas operativas de uranio. De acuerdo con la World Nuclear Association, más de dos tercios de la producción de uranio proviene de tres estados: Kazajistán (39%), Canadá (22%) y Australia (10%). Entre los otros grandes productores figuran también Rusia, Níger y Namibia.

El uranio natural está formado por dos tipos de isótopos: el uranio 238 (que supone el 99,3% del total) y el uranio 235 (apenas el 0,7%). Sólo este último puede ser utilizado como combustible nuclear. Una parte pequeña y, por tanto, codiciada. Para obtener el combustible necesario para fabricar un arma atómica se debe enriquecer el uranio, esto es, aumentar su proporción de U-235. En un primer paso, este mineral es triturado y se utilizan soluciones alcalinas para extraer el uranio. Después de secarlo, se obtiene un concentrado sólido de uranio llamado yellowcake (pastel amarillo u óxido de uranio) que, calentado ligeramente, pasa a un estado gaseoso y puede entonces ser enriquecido.

El enriquecimiento de uranio, que Irán busca, consiste en separar el uranio 238, más pesado, del uranio 235, más ligero, mediante unas máquinas: las famosas centrifugadoras. No basta con un par de ellas, sino que se necesitan miles para obtener un volumen importante de uranio enriquecido. Sólo unos pocos países en el mundo cuentan con ese tipo de instalaciones, que son grandes y costosas. Una vez enriquecido, el uranio puede ser utilizado de diferentes formas, según el nivel de concentración de U-235. El ligeramente enriquecido (de entre el 3,5% y el 5%) es utilizado como combustible en las centrales nucleares para producir electricidad, por ejemplo. Un uso civil, inofensivo.

La madre del cordero está en un grado alto (del 90% o más), ahí llegamos a lo que se llama uranio de "calidad militar", que puede servir para fabricar una bomba atómica, aunque hace falta una cantidad suficiente o "masa crítica" que pueda desencadenar una reacción en cadena, que provocará finalmente una explosión nuclear. Esa masa crítica se calcula en 25 kilos de uranio enriquecido o en ocho kilos de plutonio. 

Así que no basta con tener las suficientes reservas de uranio para armar una bomba, sino que también es necesario enriquecerlo a un nivel determinado para que pueda ser empleado con fines militares. Ya en 2019, Naciones Unidas confirmó que Irán estaba enriqueciendo uranio por encima 3,67% que era el límite pactado. Por poner en perspectiva, con 300 kilos de uranio enriquecido al 3,67% Teherán puede producir entre cinco y nueve kilos de uranio enriquecido al 90%, cuando la masa crítica, recordamos, está en 25. 

Irán no ha llegado ahí, es que dicen la ONU y EEUU. Estuvo muy cerca justo antes de la firma del acuerdo que quedó en papel mojado. El especialista israelí Meir Javedanfar- que además es iraní de origen- dijo entonces a El HuffPost que Teherán se había quedado a dos o tres meses de tener el material para la bomba. La diplomacia lo frenó. 

Ahora, los cálculos de EEUU dicen que, si se pusiera a trabajar a pleno rendimiento para lograr esa pasa y tener todas las mejoras tecnológicas paralelas, necesitaría al menos un año para tener unas armas así. Insiste en varios flancos: no tiene material fisionable suficiente, por más que vaya ahora más rápido y esté subiendo sus niveles, y aunque está "acumulando conocimientos", es "improbable" que tenga algo en ese plazo porque le fallan cosas muy básicas, desde la protección del combustible hasta la forma de comprimirlo, pasando por la detonación adecuada y el diseño de la bomba en sí. "No tiene una solución viable", dice su documento. 

Por eso, no se ha llegado aún a un "escenario de ruptura", no hay pruebas de que estén haciendo más, lo que no quita para que las autoridades norteamericanas animen a la comunidad internacional a vigilar y trabajar en una salida viable a tiempo para bloquear otros avances. 

No obstante, hay voces que ajustan más los plazos respecto a lo que EEUU ha informado a su Congreso, al menos en cuanto a combustible. Un alto funcionario del Departamento de Defensa de Estados Unidos dijo a la CNN estos días que Irán ahora podría producir "el equivalente a una bomba de material fisionable" en "unos 12 días" y un informe de la OIEA consultado por el mismo canal confirma que se han encontrado partículas de uranio enriquecidas con una pureza del 83,7% (que está cerca de los niveles de enriquecimiento del 90% necesarios para fabricar una bomba nuclear) en las instalaciones de Fordow. 

Otros tiempos

Irán, curiosamente, comenzó con sus investigaciones nucleares de la mano de Estados Unidos, considerado su mayor enemigo, junto a Israel. En 1957, Teherán firmó un acuerdo de cooperación nuclear civil con Washington y al año siguiente se unió al OIEA. Dos pasos que excluían objetivos militares. Diez años después de sus primeros años juntos, se abrió el primer Centro de Investigación Nuclear de Teherán, que incluyó un pequeño reactor suministrado por EEUU. En el 68, firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear. Aún eran tiempos del sha Pahlavi.

La participación occidental en las investigaciones iraníes se cortó de cuajo cuando triunfó la Revolución Islámica, en 1979. Luego dejó que China y Rusia ayudases a abrir un centro de investigación nuclear en Isfahán o una planta en Bushehr, dejando clara una nueva elección de aliados internacionales. Pero no fue hasta más de una década más tarde que comenzaron a llegar mensajes de verdadera preocupación sobre el empeño o no empeño que el país tenía en lograr una bomba atómica. EEUU, como de costumbre, fue el que dio el primer aldabonazo, en 1998. Pasados dos años, el entonces presidente Bill Clinton ya impuso directamente sanciones, en un intento de frenar las investigaciones. Aún se siguen imponiendo hoy, con un éxito parcial. 

Se enlazaron años convulsos, en los que se mezclaron las inspecciones de la ONU con resultados tranquilizadores y los indicios de que algo se estaba tapando, en paralelo. En 2003, el OIEA anunció que sus inspectores habían encontrado rastros de uranio altamente enriquecido en la planta de Natanz. Teherán se defendió diciendo que provenía de una contaminación de equipos comprados en otros países. Esa dinámica de señalar excesos y de explicarlos por esta vía del accidente han sido una constante durante dos décadas. Por ejemplo, Irán se negaba siempre a decir dónde adquirió componentes para las centrifugadoras utilizadas para enriquecer uranio.

Ahmadineyad se convirtió en un demonio mundial en su mandato, porque fue el periodo en el que más velocidad se imprimió al proceso y menos se dejó trabajar a la comunidad internacional para ver lo que hacía. Prometía más centros de investigación, más centrifugadoras, más compras de componentes, hacía pruebas y simulacros. Puso fin a la cooperación de su país con el OIEA, que informe tras informe constata que se enriquece más uranio. El Consejo de Seguridad de la ONU iba acumulando más sanciones. Pero, al final, EEUU dejó claro que Irán abandonó un programa de armas nucleares en 2003 y no estaba claro que lo hubiera retomado. 

2009 fue un año de cierta apertura: se entregaron datos de nuevas plantas que se habían tenido ocultos y se permitieron revisiones del OIEA. Lo que ocurre es que en los años sucesivos las revelaciones que surgen son preocupantes: la ONU informa que cree que Irán puede estar trabajando en secreto para desarrollar una ojiva nuclear para un misil, Irán comienza a alimentar su primera planta de energía nuclear, llega a producir también yellowcake, más sus propias placas y barras de combustible nuclear... El mundo, a través de los inspectores, ve que hay "serias preocupaciones" e información "creíble" de que Irán pueda intentar desarrollar estas armas.

En 2012, constatado el enriquecimiento de uranio, la diplomacia se mueve para convencer a Irán de que ni se le ocurra ir a por una bomba atómica, con las sanciones vigentes pero con promesas de futuro. Vinieron años duros de enfrentamiento, de revelaciones que incomodaban a Occidente pero de reuniones, técnicas y políticas, mantenidas con tesón. Durante un discurso en la Asamblea General de la ONU, el presidente iraní en 2013, Hassan Rouhani, aseguró claramente: "Las armas nucleares y otras armas de destrucción masiva no tienen cabida en la doctrina de seguridad y defensa de Irán y contradicen nuestras convicciones religiosas y éticas fundamentales". En la primavera de 2015 había, al fin, acuerdo. 

Trumo lo rompió al pasar tres años, Teherán se desvinculó, en 2022 se quedó listo para relanzarse, y hasta ahora, cuando las espadas están en alto como nunca. Improbable, por no decir imposible, que con el escenario actual las partes vuelvan a la mesa de negociaciones. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.