La salud de Biden: el ataque al corazón de su principal vulnerabilidad en el poder

La salud de Biden: el ataque al corazón de su principal vulnerabilidad en el poder

El informe del fiscal especial sobre el caso de los documentos confidenciales, en el que define al presidente como un "anciano con mala memoria", convierte una gran noticia judicial en un enorme problema político, a nueve meses de las elecciones. 

Joe Biden, en la noche del pasado jueves, hablando sobre su salud en la Casa Blanca.Evan Vucci / AP

El fiscal especial Robert Hur ha llevado a Joe Biden al cielo y al infierno con un sólo golpe de 345 páginas, las que tiene su informe sobre los documentos clasificados que el presidente de Estados Unidos retuvo cuando aún era número dos de Barack Obama. Por un lado, le ha dado la paz judicial al entender que no prosperan los cargos penales en su contra. Por otro, lo ha agraviado profundamente al poner en tela de juicio su capacidad mental. No lo imputará por ser un "anciano con mala memoria".

El bombazo conocido en la noche del jueves pasado supone un ataque al corazón de la mayor vulnerabilidad que tiene el mandatario demócrata: su salud. Es la debilidad en la que todos reparan de cara a las elecciones presidenciales que se celebrarán este noviembre. Hoy tiene 81 años, sería reelegido con 82, acabaría el mandato con 86. Sus despistes y confusiones hace mucho que dejaron de ser un chiste para convertirse en un arma política de primer orden en manos de los republicanos, que se olvidan de que su líder y posible candidato, Donald Trump, anda también por los 77. 

En una comparecencia rabiosa, Biden trató de poner la venda lo antes posible. No bastó con un comunicado de la Casa Blanca, sino que se expuso él a las preguntas de la prensa, enfadadísimo, sin entender cómo podían criticarlo por no recordar la fecha en que había sido vicepresidente o la de la muerte de su hijo, Beau. "Tengo buenas intenciones y soy un hombre mayor. ¡Sé qué demonios estoy haciendo!", dijo en una comparecencia aturullada, donde se superponían las preguntas y las respuestas y en la que, ay, Biden volvió a meter la pata. 

Justo cuando estaba tratando de arreglar las cosas, se volvió a confundir y puso a Abdelfatah El-Sisi de presidente de México, no de Egipto. La frase del fiscal de que Biden parece tener "facultades disminuidas conforme avanza la edad" retumbaba entre las paredes de la sala de recepciones diplomáticas de la Casa Blanca. "¿Cómo se atreven a decir eso?", bramaba el presidente. 

Sus asesores ponían el énfasis en que está muy feo hacer esos comentarios en un documento legal, donde lo importante era el procesamiento o el no procesamiento, pero el fiscal los puso para argumentar por qué no llevaba al mandatario ante un jurado, al que sería difícil de explicar sus despistes con "buenas intenciones" al llevarse papeles clasificados y tenerlos en una oficina privada o en sus casas durante años, acumulando polvo. 

Biden habló con Hur durante cinco horas, en entrevistas repartidas en dos días, 8 y 9 de octubre del pasado año. El presidente y su equipo han repetido que fueron amables al acceder justo cuando el día 7 Hamás había atacado a Israel como nunca en su historia y el mandatario "estaba en medio del manejo de una crisis internacional". Pero no vale de disculpa ante una opinión pública a la que preocupa la capacidad de Biden para comandar el país con sus años y sus olvidos. Por eso el New York Times habla de "desastre político" y la CNN, de "golpe político amenazador". "En vez de reducir las dudas, las ha exacervado", dice el canal de noticias. 

Esta misma semana, antes del fallo de Al Sisi, había tenido dos: recordó una conversación con el fallecido canciller alemán Helmut Kohl en 2021... cuando murió en 2017, y luego confundió a Emmanuel Macron, el actual presidente de Francia, con François Mitterrand, que ocupó el mismo cargo pero falleció en 1996. Los servicios de prensa de la Casa Blanca luego dieron una versión rectificada del discurso, pero el fallo estaba en todas las redes sociales.  

Biden, a preguntas de la prensa, explicó anoche con firmeza por qué, pese a estas críticas a su salud, sigue siendo el mejor candidato al que nos norteamericanos pueden votar en noviembre. "Porque soy la persona más cualificada en este país para ser presidente de los Estados Unidos y terminar el trabajo que comencé", dijo. 

¿Puede ser presidente?

Sus salidas no son nuevas. Biden es conocido, desde que era senador, por ser una máquina de meter la pata, sobre todo con confusiones y errores verbales, pero no con el trabajo, aplaudido incluso por sus opositores republicanos. A su presidente, Obama, lo ponía de los nervios con sus fallos, pero el mandatario sabía de su valor. Todo eso se amplifica cuando rebasas los 80 y eres quien está ocupando ahora el Despacho Oval, más aún a las puertas de repetir o irte. 

Por eso, junto a la percepción de la economía, el demócrata tiene el desafío mayor en su propio cuerpo: su edad, su lucidez, su capacidad de trabajar al nivel que requiere la presidencia de EEUU y más aún cuando él mismo afirma que estamos en un "punto de inflexión" en la historia reciente por conflictos como el de Ucrania o Gaza o las tensiones en el Indo-Pacífico.

No han aparecido grandes liderazgos en la sombra en su partido, todos a una con el actual líder. Hay nombres menores que han anunciado sus candidaturas (Marianne Williamson, Dean Phillips, Cenk Uygur), pero no son peligrosos para sus carrera. Pese al cierre de filas, sí hay un debate intenso sobre si está bien de salud y puede con el reto. "Mírenme", suele decir el presidente para confirmar que todo está en orden. Y justo eso es lo que preocupa a su personal: que los ciudadanos lo miren demasiado y no guste lo que vean. Su chiste de que tiene 110 años ya congela la sonrisa de más de uno. 

Biden es ya el mandatario con más edad que ha tenido EEUU. El 76% de los ciudadanos cree que es demasiado mayor para el cargo (dato de una encuesta de la Universidad de Monmouth de octubre). Hasta un 37% de los demócratas e independientes confiesan que el factor edad hace que sean menos propensos a votarle (sondeo de USA Today de diciembre), un 46% de sus correligionarios está preocupado por sus años (la semana pasada, en la CNN) y otro 48% cree que carece de resistencia para hacer su labor (encuesta promedio de 538). 

Trump, que tampoco es un pipiolo, ha confesado públicamente que la edad de su oponente no le parece un lastre, por más que triunfara su mofa de "Sleepy Joe", o Joe el somnoliento, el lento, el blando, en las elecciones de hace cuatro años. Pero que él personalmente no vaya por ese flanco -veremos tras el jugoso informe- no quiere decir que no lo haga su partido, el Republicano. En estos meses no ha habido una campaña de acoso y derribo desde la derecha norteamericana, por cierto pudor quizá, pero sí infinidad de dudas sembradas en medios afines que además se ven alimentadas por los patinazos del presidente.

Tras conocerse el informe, los halcones no se han podido contener, con semejante munición por usar: varios legisladores están urgiendo a los miembros del gabinete del presidente a que invoquen una enmienda de la Constitución para inhabilitarlo del cargo. La número 25 contempla que miembros del gabinete puedan apartar al presidente de sus funciones en caso de que lo consideren incapaz de desempeñar los poderes y deberes del cargo, informa EFE. En caso de que eso sucediera, la actual vicepresidenta, Kamala Harris, sería quien asumiría la Presidencia hasta las próximas elecciones de noviembre.

Como explicaba recientemente a El HuffPost el americanista Sebastián Moreno, la preocupación de la edad es "entendible" y por eso es "bueno y necesario que Biden se rodee de un gran equipo, que evidencie que la apuesta es de bloque y no sólo de nombres, de modelo de estado". "Es inevitable que se hable de su salud, por sus años y por los despistes recurrentes, ninguno grave pero llamativos. Ya se ha empezado a reducir su presencia ante la prensa para evitar deslices", explica. Sin embargo, defiende que Biden tiene una "formidable historia de corredor de fondo político" a sus espaldas, desde que empezó en 1971, y ya generó "escepticismo" cuando se presentó en los pasados comicios, "superando al final los miedos".

Joe y Jill Biden salen de la iglesia en cuyo cementerio está enterrado su hijo, Beau, tras un oficio celebrado el pasado diciembre, en Wilmington.Manuel Balce Ceneta / AP

"Tuvo capacidad para imponerse en las primarias demócratas; superar a Trump como figura de consenso de sus críticos, gente muy diversa, reduciendo la división nacional y demostrando liderazgo tras el asalto al Capitolio; sacar adelante parte de la agenda bipartidista, durísima, y hasta soportar las elecciones de mitad de mandato con datos más que decentes", recuerda. Ahora en las nuevas primarias demócratas, de nuevo, está en pleno paseo militar

Obviamente, ha habido desgaste y, a su entender, sería más beneficioso que abordase a las claras el problema de la edad, "sin dramas y sin parecer desvalido, pero no puede hablar sólo de experiencia y sabiduría acumulada, porque eso no está en sintonía con la calle". Es algo que no se ha hecho ni desde el seno de su partido ni desde la propia administración. 

"No se va a retirar y no va a cambiar su fórmula con [la vicepresidenta] Kamala Harris. Lo que tiene es que encajarlo. Una cosa es que no le guste que los republicanos lo llamen "codger", vejete, y otra que no asuma que es un octogenario. Necesita apoyarse, sin debilidad, en rostros nuevos, gente joven, promesas y estrellas demócratas que le ayuden en su meta de defender a Trump, el mensaje de todos a una que hay que transmitir", señala el analista. "Senadores, congresistas, diplomáticos, gobernadores, asesores... Un hombre con un equipo, no un anciano solo", insiste. Será extraordinario en el comportamiento electoral en EEUU, asume, pero extraordinarias son estas elecciones.

Cuando hay despistes, el equipo de Biden lo que hace es obviarlos. Y cuando son potentes, se remiten siempre al parte médico oficial.  El doctor Kevin O’Connor, médico de cabecera del político desde el 2009, concluyó en su último estudio que está "sano", "fuerte" y es "apto" para acometer los trabajos de quien ocupa el Despacho Oval. Con los años, asume, tiene una mayor rigidez al caminar, que se debe a una neuropatía (un problema de los nervios) "leve", que afecta a los pies, y a secuelas de una fractura vieja. Biden sufre de tos frecuente que, según el doctor, se debe a un reflujo gastroesofágico, que ha mejorado porque se le está medicando.

Más allá de eso, tiene alergias estacionales, algún ataque de asma después de hacer ejercicio (las crisis graves las tuvo de joven), arrastra diversas lesiones deportivas e hiperlipidemia (una alteración en el metabolismo de las grasas). En noviembre de 2021, la vicepresidenta Kamala Harris presidió durante una hora EEUU mientras Biden se sometía a una colonoscopia de rutina de la que salió todo en orden. 

Los episodios

Hace un año, la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre se rió cuando un periodista de la CNN le preguntó por el bienestar del mandatario y su capacidad de llevar las riendas del Gobierno. Consideró la consulta "inapropiada", pero defendió la salud mental y física del presidente después de que hubiera encadenado todo tipo de percances: caídas de la bicicleta y tropezones caminando, ronquera, pérdidas de atención leyendo en pantalla y chuletas captadas por las cámaras, gestos incomprensibles al aire, olvidos de nombres, confusiones de cargos y países...

Ha tenido tres caídas en público. En la primera, tan sólo dos meses después de su llegada al poder, en enero de 2021, cometió un traspié mientras subía al Air Force One; se tropezó con un escalón, se rehizo pero volvió a caer. En la segunda, en junio de 2022, se cayó de la bicicleta cuando quiso bajarse para atender a unas personas, en mitad de un paseo. El pie se le atascó en el pedal. Y en la tercera, se tropezó con unos cables en un escenario en un evento militar. Nada grave en todos los episodios. 

Pero es lo mental más que lo físico lo que llama la atención, donde ha puesto el dedo el fiscal con su informe. En varios discursos ha mostrado desorientación, no sabía bien por dónde irse del escenario o qué hacer acabada su intervención, colocando su mano en el aire como si fuera a saludar a alguien, cuando no había nadie a su lado. Estos casos de "mano al aire" o "mano fantasma" se han visto en sus visitas a Auburn (Alabama), una Universidad de Carolina del Norte o Jerusalén (Israel). Siempre reacciona igual: se queda unos instantes con la mano tendida, se detiene silencioso, como confundido, mira a su alrededor y luego sigue con el acto, sonriendo.

Luego están los lapsus y olvidos. Cuando anunciaba una nueva partida de ayuda a Ucrania, intentó pronunciar una palabra compleja, "cleptocracia", pero le salió lo que no era. "Vamos a apoderarnos de sus yates, sus casas de lujo y otras ganancias mal engendradas de la cleptoc-, sí, la cleptocracia y la clep, los tipos que son las cleptocracias de Putin", dijo. Biden se rió ante la prensa por su atranque, pero poco después prometió, errónea y vehementemente, que EEUU "acomodará" a los oligarcas rusos "y se asegurará de que tomemos sus ganancias mal engendradas".

Al hilo de la invasión rusa de Ucrania, afirmó: "Putin podrá rodear Kiev con tanques, pero nunca conseguirá ganar el corazón y la mente de la gente iraní". No ha sido el único patinazo geográfico, porque en la Cumbre de la OTAN de Madrid, el mandatario confundió Suecia con Suiza, por ejemplo. Los de la última semana valen también de botón. 

En junio de 2022, fue sorprendente su despiste al leer el monitor en el que se van pasando sus discursos, hasta el punto de decir en alto: "Final de la cita, repite la frase". No se inmutó, no se dio cuenta de lo que estaba repitiendo sin pensar. Sorprendente ha sido, igualmente, la chuleta en la que sus asesores le indicaban lo que tenía que hacer en una intervención, detallado tan al milímetro que sonroja. Rezaba así: "TÚ entras en la Sala Roosevelt y dices hola a los participantes. TÚ te sientas. Entra la prensa. TÚ haces unos breves comentarios (2 minutos). TÚ haces una preguntas a Liz Shuler, presidenta, AFL-CIO. Nota: Liz participa de forma virtual. TÚ das las gracias a los participantes. TÚ te vas".

Joe Biden, el 23 de junio de 2002 en la Casa Blanca, con su chuleta. JIM WATSON via Getty Images

Biden ha estado bajo la lupa por llamar "presidenta" y "primera dama" a su vicepresidenta, Harris; por olvidar el nombre de Scott Morrison, entonces primer ministro de Australia, al que se refirió como "ese compañero de ahí abajo", o por no dar con el nombre del secretario de Defensa, Lloyd Austin, "el tipo que dirige ese equipo allí". En otra rueda de prensa, no supo referirse al Pentágono como Pentágono. Hasta se le ha señalado por quedarse dormido, o al menos cerrar los ojos, durante una sesión de Cumbre del Medio Ambiente de Glasgow (Escocia) y por preguntar literalmente en un acto en Texas: "¿Qué estoy haciendo aquí?". Su rostro era de desconcierto, no de broma. Hasta dio a entender por una poco afortunada expresión que sufría cáncer.

El meollo judicial

Toda la polémica sobre la salud de Biden ha dejado en un segundo plano la parte buena del informe del fiscal: que no habrá cargos en su contra por llevarse documentos privados a sus dependencias. "Nuestra investigación encontró pruebas de que el presidente Biden retuvo y divulgó intencionadamente materiales clasificados después de su vicepresidencia cuando era un ciudadano privado", relata el documento.

Entre los papeles clasificados hay material relacionado con la política de EEUU hacia Afganistán y anotaciones manuscritas de Biden sobre cuestiones de seguridad nacional y temas sensibles de inteligencia. No obstante, Hur sostiene que las pruebas recabadas no son suficientes como para considerar al mandatario culpable de un delito. La política del Departamento de Justicia establece que el jefe de Estado no puede ser acusado mientras esté en ejercicio, pero el fiscal afirma en su informe que habría llegado "a la misma conclusión" incluso si no existiera esta limitación.

Por tener igualmente papeles secretos en su mansión de Mar-a-Lago sí está siendo procesado Donald Trump. Los republicanos hablan de un doble rasero judicial que beneficia al presidente, pero es que las diferencias de los dos casos son de peso. A los dos se les encontraron papeles que no debían estar fuera de las dependencias oficiales, lo cual es un fallo importante de seguridad, sea por negligencia o por mala intención, pero lo fundamental es que Biden respondió cuando se descubrieron los papeles, a diferencia de Trump, que ocultó el hallazgo y puso problemas a las autoridades para dar con ellos. 

En el momento en que los abogados del demócrata se dieron cuenta de la metedura de pata, avisaron a la Administración Nacional de Archivos y Registros (NARA) y devolvieron los archivos, pero el otro hizo barrera. Un comportamiento, de hecho, considerado como un agravante por la Fiscalía que ahora acusa a Trump. Se investiga si se negó a devolver los papeles, si mintió a las autoridades, si ocultó información y si obstruyó la acción de los jueces.

La diferencia radica, también, en la cantidad de documentos recuperados. Aunque oficialmente no se ha hecho pública ninguna cifra exacta, los abogados de Biden descubrieron una decena de documentos clasificados en su antiguo despacho de Washington. Este pequeño número contrasta con los 325 documentos clasificados encontrados en la residencia de Trump en Mar-a-Lago. Tantos que los tuvo que apilar hasta en la ducha.

No tiene los despistes de Biden y sí cuatro juicios penales por los que responder en este año de elecciones. Pero se frota las manos, una vez más, porque el foco está en su adversario. Ese Biden al borde del llanto, indignado porque alguien piensa que no recuerda la fecha en que murió de cáncer su hijo pesa. "No necesito a nadie para que me lo recuerde". 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.