La OTAN pone a Polonia en el foco por el arma del "apocalipsis"
La Alianza podría decidir instalar bombas nucleares B-61 en este país.
El conflicto en Ucrania ha reavivado las tensiones nucleares en Europa del Este, con Polonia y Ucrania como actores clave en un escenario de crecientes riesgos estratégicos. El año pasado, en respuesta a los planes de Rusia de trasladar armas nucleares tácticas a Bielorrusia, el anterior gobierno polaco expresó su disposición a unirse al programa de intercambio nuclear de la OTAN.
En este contexto, Varsovia planteó la posibilidad de adaptar su flota de aviones F-35 Lightning II para transportar bombas nucleares B-61 estadounidenses, un arma versátil y altamente destructiva. Aunque el actual gobierno polaco tiene una orientación más izquierdista, comparte la oposición al expansionismo ruso y mantiene la presión por el fortalecimiento militar.
La reciente decisión de Rusia de usar el arma hipersónica Oreshnik contra la ciudad ucraniana de Dnipro y el anuncio del Kremlin de trasladar este sistema a Bielorrusia han intensificado la tensión. Polonia, como miembro de la OTAN, evalúa su postura en un contexto donde la proliferación nuclear aparece cada vez más probable.
Ucrania, por su parte, busca incansablemente el respaldo militar occidental, incluyendo la posibilidad de acceder a armamento nuclear, algo que hasta ahora era impensable. Sin embargo, este camino hacia una mayor escalada militar podría llevar a Europa a un punto de no retorno, amenazando cualquier posibilidad de desescalada y aumentando los riesgos de un conflicto nuclear en la región.
El arma nuclear B-61: símbolo de poder y controversia
En el centro de estas tensiones se encuentra la bomba nuclear B-61, un elemento clave de la estrategia de disuasión de la OTAN desde la Guerra Fría. Diseñada para ofrecer una explosión ajustable entre 0,3 y 360 kilotones, se trata de una de las armas nucleares más avanzadas y versátiles del arsenal occidental.
Puede ser transportada por aviones como el F-35 y su diseño incluye opciones para explosiones aéreas, terrestres y penetración de estructuras endurecidas. Aunque su uso en Polonia podría reforzar las capacidades defensivas de la OTAN, también podría desestabilizar más la región, alimentando el ciclo de represalias entre Rusia y Occidente.
