La cárcel rusa de caníbales de la que nadie ha salido vivo
Está situada a 1.600 kilómetros al este de Moscú.
Rusia es una de las principales potencias mundiales y algunos de sus niveles de seguridad suelen ser casi inquebrantables, como ocurre en una de sus cárceles más conocidas.
El recinto está situado en Oremburgo, una ciudad rusa que se encuentra a 1.600 kilómetros al este de Moscú, muy cerca de la frontera con Kazajistán y, además de ser una de las más antiguas del país, también es una de las más temibles.
Se trata de la Colonia Penitenciaria IK-6, más conocida como el Delfín Negro. Una prisión en la que hay sitio para 1.600 reclusos y tiene unos 700 en la actualidad.
La cárcel rusa se convierte en el sitio en el que habitan aquellas personas que han cometido fuertes crímenes, como terroristas, asesinos en serie, pederastas y hasta caníbales.
En el siglo XVIII, era un campo de trabajos forzados, así como un centro hospitalario para presos. Pero, después de que Vladimir Putin llegara al poder en el año 2000, su transformación fue total, hasta convertirla en la prisión de máxima seguridad del país.
Tal y como han recogido algunos medios de comunicación, como el argentino Clarín, desde que consiguiera la etiqueta de cárcel más segura, ninguna persona ha logrado escapar de ella.
Ejemplo de ellos son las puertas de acero y las barras de acero que limitan la movilidad de los presos. Todas las habitaciones están en la planta alta, para evitar que puedan cavar algún túnel para tratar de salir.
Los controles son totales. Cámaras de seguridad funcionando las 24 horas, luces encendidas durante todo este tiempo, rondas de los trabajadores cada 15 minutos, así como tratar de que los arrestados no conozcan ningún detalle de la prisión cada vez que salen de su celda, a través de esposas e incluso taparles los ojos.