Kamala Harris, del desván de la popularidad a la esperanza de cortocircuitar a Trump

Kamala Harris, del desván de la popularidad a la esperanza de cortocircuitar a Trump

La vicepresidenta demócrata, que estaba remontando una legislatura de sombras, ha recibido un chute de energía insólito al situarse como favorita para suceder a Joe Biden como aspirante a la Casa Blanca. Sería la primer mujer presidenta si vence. 

Kamala Harris, el 23 de julio de 2024, durante su primer mitin de campaña en West Allis, (Wisconsin).JEFFREY PHELPS / EPA / EFE

Kamala Harris viene de hacer historia: ya es la primera mujer en el segundo escalón más alto de la política de su país, la vicepresidencia de los Estados Unidos de América. Y va camino de redoblar la apuesta: hoy aspira a que su partido, el Demócrata, la nombre directamente candidata a la Casa Blanca en las elecciones del próximo noviembre, tras la renuncia del actual presidente, Joe Biden, a pelear de nuevo por el cargo. 

"Que nadie os diga nunca que no es vuestro momento", repite Harris en sus mítines. Hasta esta semana, su mensaje iba dirigido a esas niñas y jóvenes a las que "es necesario defender" del machismo de los republicanos y su líder, Donald Trump. Ahora puede aplicárselo a sí misma. En 2020, ella se llevó el premio de consolación, ya que quiso ser, en realidad, quien pelease el cargo al magnate neoyorquino, pero Biden se impuso y su papel de vice no fue mal consuelo. 

Se convirtió en la fémina más fuerte del país, la primera mujer, la primera afroasiática, la primera persona de origen inmigrante en ocupar el cargo. Y es la mujer más fuerte de su país. El mundo la recibió como agua de mayo tras su antecesor, Mike Pence, por su pragmatismo moderado, su mezcolanza de razas, su potente currículum como antigua fiscal, su carisma en el discurso y su juventud. Sin embargo, el efecto Harris se fue perdiendo con los días. Unos dicen que no encajó bien en la Administración. Otros, que no supo hacer cuajar un buen equipo. Los más, que no le definieron bien sus funciones y se vio perdida. 

Harris parecía amortizada para la pelea por la presidencia hasta que, hace aproximadamente un año, se echó a la espalda la lucha más social de su Gobierno: por las mujeres y las violencias que sufren, por el aborto, por los derechos de los estudiantes. Su popularidad creció, sus mensajes calaron, clips de mensajes contundentes se extendieron por las redes sociales. Así llegó al domingo pasado, cuando Biden, asediado por la presión ante su desgaste, dijo que tiraba la toalla. Allí estaba ella, revivida, recuperada para la causa, con energía que inyectar y pocos problemas que dar porque, al ir en la dupla con Biden a los comicios, es más fácil para ella que para cualquier otro aspirante usar los fondos y la maquinaria de la campaña. 

Si es o no la elegida se sabrá en la convención demócrata del mes que viene, pero ya cuenta con los principales apoyo en el seno del partido, su recaudación de dólares va como las balas y miles de voluntarios se han apuntado para hacer campaña por ella. Tras meses de oscuridad, la alegría ya viene para los demócratas, con todos los peros y todas las dudas. Hasta las encuestas empiezan a serle favorables, aunque el mejor escenario que tiene ahora es el empate técnico con Trump, que lleva más de dos años encabezando los sondeos. Parece que ha llegado su momento. 

Hila de la mezcla

Kamala Devi Harris nació en Oakland (California), el 20 de octubre de 1964. Kamala significa flor de loto" en sánscrito y se pronuncia así:

Sus padres son dos profesores de universidad. Su madre, Shyamala Gopalan, tamil, fue una científica especializada en cáncer de mama -pionera en su campo- que emigró de India en los años 60, con apenas 19 años, para estudiar un doctorado en Endocrinología en la Universidad de California-Berkeley. Lo logró el mismo año en que parió a la hoy política. Su padre, Donald Harris, nació en Jamaica, es de raza negra y fue catedrático de la Universidad de Stanford. Con él, la aspirante demócrata tuvo menos trato, porque sus progenitores se separaron cuando Kamala tenía 12 años.

Tanto ella como su hermana, Maya (destacada e influyente asesora política de demócratas como Bill Clinton), se fueron a vivir con su madre. Los padres de la vicepresidenta participaron activamente en el movimiento por los derechos civiles y le inculcaron "el compromiso de crear coaliciones sólidas que lucharan por los derechos y las libertades de todas las personas", sostiene la biografía oficial de la demócrata. La llevaron en cochecito a las marchas por los derechos civiles y le hablaron de héroes como el juez de la Corte Suprema Thurgood Marshall y la líder de los derechos civiles Constance Baker Motley. Había base. 

Por motivos de trabajo, la familia tuvo trasladarse un tiempo a Canadá. Eso y los constantes viajes a Asia y Jamaica para ver a la familia forjaron pronto su "espíritu abierto", defiende. Uno de sus allegados que más la influyó, confiesa, fue su abuelo materno, P.V. Gopalan, un líder de la independencia del país, procedente de Thulasendrapuram, donde los triunfos de la nieta se viven como propios. "Se enseñó lo que supone la libertad", explica Harris. Otra frase de familia a la que se aferra como filosofía: "Podrías ser la primera en lograr muchas cosas. Asegúrate de no ser la última". Se lo decía su madre. "Eso intento", dice. 

Su clase de escuela primaria en la década de 1970 fue la segunda en integrar las escuelas de Berkeley. Ya en la Escuela Secundaria Westmount, en Quebec, Harris fue una estudiante popular y aplicada. De adolescente, cofundó una pequeña compañía de danza de seis bailarines que actuaban en un centro comunitario y en eventos para recaudar fondos, cantaba en un coro, limpiaba los tubos de ensayo de su madre, cocinaba comida india y tejía mantas viendo la tele. "Una loca del crochet, siempre hogareña", afirma su hermana. Lo del baile lo sigue manteniendo, se ha arrancado en numerosos actos de campaña o en visita a diversas comunidades. Junto a su particular risa, es uno de los rasgos de carácter más aplaudidos por sus correligionarios, aunque Trump, por eso mismo, la llame "loca". 

En la universidad, la vicepresidenta estadounidense estudió un grado doble de Ciencias Políticas y Economía en la Universidad Howard, uno de los prominentes centros afroestadounidenses de estudios superiores del país. Luego fue a la Universidad de California, Hastings, para conseguir un título en Derecho. "Era lista como un lince", dicen de ella sus profesores a medios como Time.

No entró directamente en política, como sucede con quien empieza en juventudes y nuevas generaciones. Así que, al acabar su formación, se puso a trabajar. Su primer empleo fue en la Oficina del Fiscal de Distrito del condado de Alameda, donde se especializó en enjuiciar casos de agresión sexual infantil. Luego, se convirtió en fiscal de distrito de San Francisco, en 2003, antes de ganar el puesto de fiscal general de California, la máxima vigilante de la ley en el estado. Una carrera llena de hitos porque fue la primera mujer elegida fiscal de distrito de San Francisco y la primera mujer elegida fiscal general de California (en este caso, también, la primera persona negra).

En San Francisco, fue especialmente reconocida como defensora del movimiento por los derechos de las personas LGBTQ+ y hasta ofició la primera boda entre personas del mismo sexo tras los cambios legales necesarios. También estableció la primera unidad de justicia medioambiental de la fiscalía y creó un programa innovador para ofrecer a los delincuentes con cargos de drogas la oportunidad de obtener un título de estudios secundarios y conseguir empleo, una idea pionera que copiaron otros estados. 

Fue en este periodo cuando se casó en 2014 con Douglas Emhoff, hoy segundo caballero de EEUU. Es un abogado socio en la firma de abogados DLA Piper y especializado en la industria mediática y del entretenimiento. Se conocieron en una cita a ciegas, años después de que Emhoff se divorciara de su primera esposa. En su autobiografía, Nuestra verdad (Planeta, 2021), Harris recuerda que fue un encuentro provocado por la insistencia de una amiga. "En aquella época, para mí, salir con alguien no era fácil". "Ni lo busques en Google, sólo inténtalo", fue el consejo de aquella amiga. Hasta hoy. 

Kamala Harris besa a su esposo, Doug Emhoff, tras un mitin en Washington centrado en el derecho al aborto, en junio de 2023.Chip Somodevilla / Getty Images

Después de salir durante poco más de un año, él le propuso matrimonio rodilla en tierra. En su boda se mezclaron los collares de flores indios de la cultura de la novia y el vaso pisoteado y roto de la tradición judía del novio. Ella es baptista. Harris tiene desde entonces dos hijastros, ya adultos, Cole y Ella, con los que su relación es excelente y que la han acompañado en numerosos actos en esta legislatura. La llaman momala, porque no les gusta madrastra, y ella luce esa palabra, orgullosa, en su perfil de la red social X. Con sus suegros, muy bien. Y tiene una sobrina que es casi como su hija. 

El hecho de que no tenga hijos paridos por ella misma siempre ha sido motivo de burla para el liderazgo republicano blanco y cristiano, de familia grande y antiabortista. J.D. Vance, el elegido por Trump para ser su vicepresidente si vence en las elecciones, la llamó ya en 2021 "una "vieja con gatos y sin hijos, de esas que se sienten miserables con sus propias vidas y las decisiones que han tomado y por eso quieren hacer miserable al resto del país también". 

Harris siempre ha reaccionado como el que oye llover. Su carrera habla por ella. Tras dos años en lo alto de la fiscalía, decidió tirarse a la piscina de la política y pronto ganó la reputación de estrella ascendente del Partido Demócrata, lo que le impulsó para convertirse en senadora por California en 2017. "Pensé que como fiscal podría cambiar las cosas. He visto que es así. Ahora lo quiero intentar desde la política", dijo. También fue, entonces, la primera persona afroamericana elegida para el Senado por su estado.

Tres años más tarde, planteó su candidatura a la presidencia, ante 20.000 personas. Se presentaba con un perfil de semiindependiente, por su pasado en el mundo judicial, muy cercano a la defensa de los derechos humanos, las mujeres y las minorías. Sin embargo, tuvo que dejar la carrera a la Casa Blanca por falta de dinero. "Mi campaña a presidenta simplemente no tiene los recursos financieros que necesitamos para continuar. No soy una multimillonaria. No puedo financiar mi propia campaña", justificó. 

Su popularidad había crecido sobre todo por la contundencia de sus intervenciones en los debates, incluso contra su actual compañero Biden, pero el respaldo fue oscilando, al mismo ritmo que variaba sus propias posiciones. Los republicanos la atacan por ser poco consistente en sus propuestas. A su favor, su discurso, su vehemencia, su origen, sus compromisos. Y más de 20 años menos que el propio Biden. "Puede que se a la primera mujer en llegar a este cargo, pero no seré la última", fue una de sus frases más aplaudidas hace cuatro años, carne de camiseta. 

Biden tuvo numerosas reuniones con ella antes de dar el paso de confiar en ella como segunda. Una de las razones por las que finalmente la elegida fue su amistad con el hijo del exvicepresidente, Beau. Fallecido en 2015 por un tumor cerebral, fiscal también, admiraba mucho a Kamala, con la que trabajó estrechamente. "No hay opinión que yo valore más que la de Beau, por lo que estoy orgulloso de que Kamala esté conmigo en esta campaña", dejó escrito Biden. Ahora, en su adiós, avaló aquella elección: "Mi primera decisión como candidata del partido en 2020 fue elegir a Kamala Harris como mi vicepresidenta. Y ha sido la mejor decisión que he tomado. Hoy quiero ofrecer todo mi apoyo y respaldo para que Kamala sea la candidata de nuestro partido este año. Demócratas: es hora de unirse y vencer a Trump. Hagámoslo".

Como vicepresidenta, Harris ha trabajado "para unir a las personas con el fin de promover oportunidades, apoyar a las familias y proteger las libertades fundamentales en todo el país", defiende. Ha liderado la lucha por la libertad de las mujeres para tomar decisiones sobre su propio cuerpo, la libertad para vivir a salvo de la violencia armada, la libertad de voto y el derecho "a beber agua limpia y respirar aire limpio". Se ha embarcado en más de una docena de viajes al extranjero, ha recorrido más de 19 países y se ha reunido con más de 150 líderes mundiales para reforzar alianzas mundiales fundamentales. Pero no ha logrado éxitos en inmigración irregular, como le encargó Biden. 

Elaina Plott Calabro, en un perfil en The Atlantic, da cuenta de la conversión de Harris en estos años. La candidata previa a 2020 seguía siendo fiscal, funcionaria, apuntalada en hechos y datos, precisa. Pero al saltar a la escena política, se le iba de las manos, incluso hablando de temas esenciales para ella como la democracia y el respeto a las minorías. Acababa nerviosa. Cuatro años después, es otra. En su primera comparecencia tras ser apadrinada por Biden, se la vio ilusionada pero sin perder los papeles, controlando, hasta en el lenguaje no verbal se la veía sólida. Eso transmite. Y las ideas, claro. 

De sí misma, Harris afirma que es "progresista". No está en el bando rojo de Bernie Sanders o Elizabeth Warren, pero tampoco es de los demócratas más centrados y escandalizados con eso que Trump llama el espíritu woke. Ahí la incluyen los republicanos, sobre todo por su feminismo y su pelea racial. Ha peleado contra la pena de muerte, también. Es una moderada con un afilado perfil social. Aún le pesa el lastre de su pasado, criticada por no haber procesado casi nunca a oficiales de la policía que hubieran asesinado a civiles, más ahora en el contexto del Black Live Matters. Donald Trump dice de ella que es "la más mala, la más horrible, la más irrespetuosa de todos en el Senado". La adora, claramente, y aunque ahora diga que puede batirla de un plumazo, en su equipo hay miedo a que se enfrente a una mujer y tenga derrapes de calado que afecten al voto femenino. 

Es mujer. Y es asiática. Y es negra. Su madre las crió a su hermana y a ella como miembros de la comunidad negra, pese a su mezcla. De esa negritud hace gala y le sirve, dice, para "comprometerse" aún más con las causas de las "personas ignoradas". Es miembro de una destacada hermandad de mujeres negras, Alpha Kappa Alpha. Sus hermanas han sido esenciales para recaudar fondos y organizar su campaña en el pasado y ya han puesto la maquinaria a pleno rendimiento también ahora. 

Tiene el apoyo de numerosos artistas de Hollywood, tras su paso por California: Eva Longoria, Reese Whiterspoon, Jennifer Garner, Mindy Kaling, Natalie Portman, Kate Hudson, Zooey Deschanel, Whoopi Goldberg… y Beyoncé la ha autorizado a usar Freedom en su campaña, un tema convertido en himno contra la violencia policial.

Harris es una melómana confesa. En las anteriores elecciones, creó una lista de sus temas favoritos para nuestros compañeros del HuffPost USA y entre ellos incluye a A Tribe Called Quest, Lauryn Hill, The Notorious BIG, Childish Gambino y Andra Day... "Poder negro". 

Sus libros favoritos son Cometas en el cielo, de Khaled Hosseini, y Los sueños de mi padre, de Barack Obama. En el cine, acción y dramas: Logan, Black Panther, Magnolias de acero, Ha nacido una estrella... Y es fan de las series The Wire y 24.

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Ahora es ella la protagonista. Si hay final feliz o drama, está por ver.