Julian Assange, el rebelde de la información que mostró al mundo lo que el poder quería tapar
EEUU lo ha considerado una amenaza para su seguridad nacional, pero la prensa lo reivindica como un informador-pirata que, vía WikiLeaks, puso luz en las tinieblas. Ahora, tras un acuerdo, volverá a ser libre en su país, Australia.
"Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás es relaciones públicas". La frase, que se atribuye al escritor y reportero George Orwell, parece hecha para Julian Assange. Este pirata informático australiano, reconvertido en periodista de investigación, se ha convertido en el ejemplo viviente -hasta que el encarcelamiento severo lo permita- de lo que cuesta contar lo que el poder no quiere que cuentes.
Esta madrugada, ha logrado un acuerdo con el Gobierno de Estados Unidos por el que acepta declararse culpable de espionaje, a cambio de una sentencia que equivale al tiempo que ha pasado ya encarcelado en Reino Unido. En resumen, será un hombre libre en su país, Australia, en las próximas horas.
Controvertido, esquivo, desquiciante, Assange es un tipo que atrae y repele a un tiempo pero, independientemente de eso, queda el debate verdadero de su labor: a través de su portal, WikiLeaks, exhibió información clasificada que revelaba violaciones de los derechos humanos de EEUU en las guerras de Irak y Afganistán. ¿Eso es informar o es amenazar a la seguridad nacional? Las asociaciones profesionales lo tienen claro, lo llamen periodista, editor o fuente, y por eso reclamaban su libertad inmediata desde hace años. Washington, en cambio, lo quería meter en la cárcel hasta 175 años.
La vida de Assange es la de una persona testaruda y peleona, rebelde desde la cuna, que nunca acababa los estudios pero que encontró una misión y a ella se dedicó: la de sacar a la luz lo que merecía saberse. Primero, como un divertimento. Luego, como un profesional. Arrogante y exigente, dice su equipo, pero también entregado y tenaz. Lleva casi cinco años en una prisión de alta seguridad de Reino Unido, tras pasar casi siete años en la Embajada de Ecuador en Londres, donde se había refugiado ante una posible extradición a EEUU. Con la salud rota, tras estar encerrado en una prisión donde tras muchos ruegos logró apenas una máquina de escribir, ahora ha llegado el momento definitivo para su causa.
Una familia desestructurada y 37 escuelas
Julian Paul Assange nació el 3 de julio de 1971 en Townsville, en el estado de Queensland, en el norte de Australia. Su madre, Christine, era hija de Warren Hawkins, un intelectual de familia escocesa emigrada en el siglo XIX, que fue director de universidad y tenía un carácter duro. En eso se apoyaba ella para justificar que a sus 17 años abandonase la casa paterna, se comprara una moto, una tienda de campaña y un mapa y se fuera a ver mundo. En Sídney, la capital, conoció a John Shipton, biólogo al que conoció en una manifestación contra la guerra de Vietnam.
Christine quedó embarazada, pero rompió con Shipton. Julian vino al mundo con un padre ausente, al que no vería hasta pasados 25 años. Luego no se llevaron mal, viviendo en un juego de espejos en el que los dos se veían reflejados en el otro. Demasiado parecidos. El primer dominio de Wikileaks.org lo registró el programador con el nombre de Shipton.
¿De dónde viene entonces ese Assange conocido en todo el mundo? De su padrastro, Brett Assange, actor y director de teatro, con quien se casó su madre tras dar algunas vueltas como madre soltera. Comenzó entonces una vida itinerante, con el adulto Assange de tourné constante y Christine con él, llevando maquillaje, vestuario y escenografía. Estuvo escolarizado en 37 colegios. Asange hijo dice que le encantaba ese ir y venir. Tenía un hermano con el que compartir los viajes y cambios.
Tampoco cuajó esa pareja de su madre y las cosas para los tres se complicaron notablemente a raíz de una nueva relación con un músico llamado Keith Hamilton. Un "psicópata manipulador" en palabras de Julian, que se dedicó a perseguirlos por toda Australia cuando las cosas se rompieron. Madre e hijo vivieron como fugitivos más de cinco años, con nombres falsos, detalla The Guardian.
Fue en su primera adolescencia, un poco más tranquila, cuando Assange se interesó por primera vez por los ordenadores. Alquilados frente una tienda de informática, el chaval de 13 años cruzaba la calle y tonteaba con el mítico Commodore 64, con el que programó por primera vez. Aprendió código de forma autodidacta. Su madre, al verlo interesado, ahorró hasta que le compró su propia computadora. Relata que a los 16 años consiguió su primer módem. Se abrió un tiempo de nuevos contactos en ese mundo, de un interés enorme por la ciencia, saciado en las bibliotecas y en los primeros grupos de hackers. Asistió a un programa para niños superdotados en Melbourne del que sacó poco provecho académico pero nuevos horizontes.
En un artículo publicado en 1997 dentro de la recopilación Underground: Tales of Hacking , Madness & Obsession on the Electronic Frontier (Underground: Cuentos de piratería, locura y obsesión en la frontera electrónica), a Assange ya se le sitúa como un "investigador" de la materia y se destaca su aversión a la formación reglada y, por contra, su amor por la experimentación. "El sistema informático de Sídney era un lugar mucho más interesante para perder el tiempo que la escuela secundaria rural", se lee.
Un pirata con todos sus avíos
El niño educado en itinerancia y en casa, sin un título que colgar en la pared, acabó entrando en la Facultad de Física y Matemáticas de la Universidad de Melbourne, pero nunca acabó la carrera. Le gustaba más trastear. "En 1991, Assange era probablemente el hacker más consumado de Australia", constata la publicación. Podía entrar en sistemas telefónicos y hacer llamadas gratis, una pequeña maldad, pero poco a poco fue creciendo su ambición y junto a dos compañeros logró acceder a los servidores de las universidades australianas, hasta coronarse en la MILNET, la red secreta de datos de Defensa del ejército estadounidense, al Pentágono y a la NASA. En la primera de estas redes llegó a estar dos años metido por la puerta de atrás, sin que nadie se percatara.
La euforia y la adrenalina empezaron a dar paso a la preocupación. Habían llegado muy adentro y eso podía tener consecuencias. Assange limpió discos, quemó papeles, hizo borrón de sus pirateos y cambió de casa. Se fue a vivir con su novia, Teresa, colega en un sindicato de okupas. A los 18 años, el futuro creador de WikiLeaks ya estaba esperando un hijo. La pareja se casó y recibió a Daniel, su nuevo miembro. La alegría duró poco: el miedo a la persecución policial llevó a la mujer a abandonar a Julian y llevarse a su hijo, de 20 meses. El informático entró en depresión y necesitó estar hospitalizado incluso. Al salir a la calle estaba sin casa y sin familia. Ahora vive en una cárcel de máxima seguridad, pero un día dormía en los parques.
Faltaban aún tres años para que, en 1994, fuera acusado por primera vez en firme. Su caso se resolvió en el 96. Se declaró culpable en el Tribunal del Condado de Victoria (Melbourne) de 24 cargos de piratería informática. La fiscalía describió a Assange como "el más activo" y "más hábil" del grupo de amigos piratas y por eso reclamaba cárcel para él, pero el juez vio buena voluntad en él y sólo le puso una multa de 2.100 dólares australianos (1.275 euros al cambio actual). No había pruebas que sugirieran que hubiera buscado beneficio personal y eso lo salvó.
El proceso, susto aparte, mostró ya algunos elementos de la personalidad de Assange. El fiscal explicó que el propósito de su pirateo era "simplemente una arrogancia y un deseo de mostrar sus habilidades informáticas". A una de las abogadas de la acusación le llevó un ramo de flores en pleno juicio.
Cuando pasó el procesamiento, Assange ya era otro. Se centró sobre todo en pelear en los tribunales por otra cuestión: la custodia de su hijo. Su antigua novia y él pelearon duramente por Daniel y el periodista terminó logrando su custodia exclusiva hasta los 14 años. Fue alternando tiempos de paro y pensiones bajas con trabajos como programador, para salir adelante. En esos malos tiempos fue cuando se le puso plateado su pelo, tan característico y tan reproducido con los años en pancartas, camisetas y portadas de periódicos.
Nace WikiLeaks
Los problemas personales no le desviaron del camino que había emprendido en la piratería. Seguía pensando que era necesario sacar a la luz lo que hacen mal los gobiernos y apostar por formas más abiertas y transparentes. En los blogs que mantenía entonces daba cuenta de ello, como una necesidad para que el mundo fuera más justo. No era un juego, era convicción.
En contacto con sus compañeros, nuevos y antiguos, empezó a cristalizar la idea de WikiLeaks, su plan secreto, una organización internacional de denuncia de irregularidades sin fines de lucro, creada en Islandia en 2006.
El hacker era sólo una parte de la base de la que que surgió la iniciativa, junto a otros rebeldes anticapitalistas, activistas ambientales y defensores de los derechos humanos. Assange hizo público por primera vez su proyecto en Nairobi (Kenia), en el marco del Foro Social Mundial de 2007.
Fue Kenia, precisamente, la que supuso el primer golpe periodístico de la nueva plataforma: a la empresa de investigación privada Kroll se le había encargado un informe sobre la supuesta corrupción del expresidente Daniel Arap Moi pero su sucesor, el presidente Mwai Kibaki, que había encargado el informe, no lo publicó posteriormente, supuestamente por razones políticas. WikiLeaks accedió a él y lo publicó con el título: "Los miles de millones de Kenia desaparecidos". Fue un bombazo en el país, reproducido en prensa anglosajona también.
En un comunicado de prensa explicaron: "WikiLeaks aún no se ha lanzado públicamente. Sólo estamos abiertos a presentaciones de contactos periodísticos y disidentes. Sin embargo, dada la situación política en Kenia, creemos que sería negligente si retuviéramos este documento por más tiempo". Y añadía: "La atribución [de estas declaraciones] debe hacerse a Julian A., portavoz de WikiLeaks". Julian A ya estaba en los medios y su historia crecía: hasta cuatro personas relacionadas con el informe acabaron asesinadas, lo que revelaba su importancia.
Assange y su grupo siguieron entonces tamizando un flujo de documentos filtrados por fuentes fiables, incluidos algunos de fuentes militares del Reino Unido. Pero publicar largas listas de documentos sin editar, aleatorios, sin contexto, en un sitio web, no lograba cambiar el mundo. En bruto no servía. Hacía falta un trabajo periodístico para activarlo.
La consolidación, el escándalo
Assange tendría que seguir buscando un modelo de WikiLeaks que pudiera generar ingresos y captar la atención política global. Fue trabajando con redes de piratas y ampliando sus contactos y su fama de serio, enlazando su contenido cada vez más con los llamados medios de comunicación convencionales. Ahí es cuando su trabajo se volvió más profesional.
Assange saltó a la fama a mediados de 2010 después de que WikiLeaks publicara registros militares estadounidenses de Afganistán e Irak, y filtraciones de cables estadounidenses en noviembre de ese año. Fue la exmilitar estadounidense Chelsea Manning quien envió la información a Assange. Manning fue acusada y sentenciada a 35 años de prisión en 2013 por violar la Ley de Espionaje de 1917 y otros delitos. Había sacado 750.000 páginas de documentos y vídeos por las se constató cómo actuaba a veces el Ejército más poderoso de la tierra.
La Ley de Espionaje se aprobó para disuadir cualquier interferencia en las operaciones militares estadounidenses e impedir que individuos y grupos apoyen a enemigos de EEUU, por la que ahora se quiere procesar a Assange. La sentencia de Manning fue conmutada en enero de 2017, días antes de que el entonces presidente estadounidense Barack Obama dejara el cargo. No es lo mismo, pero al fin y al cabo, también con otro demócrata, Biden, ha llegado un nuevo acuerdo, cuando hay elecciones en EEUU en noviembre y la previsión de que Donald Trump se impusiera de nuevo ensombrecía aún más el futuro del informador.
La web logró un impacto planetario después de que publicara un vídeo de 39 minutos de un helicóptero Apache militar estadounidense disparando y matando a más de una docena de iraquíes, incluidos dos periodistas de Reuters. Las imágenes filtradas por Manning provocaron indignación mundial y reavivaron un debate sobre la ocupación estadounidense de Irak y su presencia en Medio Oriente.
En julio de ese año, WikiLeaks sacó a la luz más de 90.000 documentos militares estadounidenses relacionados con la guerra en Afganistán. Incluían detalles no reportados previamente sobre muertes de civiles, bajas por fuego amigo, ataques aéreos estadounidenses, el papel de Al Qaeda en el país y naciones que brindan apoyo a los líderes afganos y a los talibanes. Esta vez, Assange no lo hizo solo sino que trabajó con un grupo de medios -incluidos The New York Times, The Guardian, Le Monde, Der Spiegel y El País- para verificar y publicar el escándalo. Fue su consolidación total.
Meses después, WikiLeaks publicó otros 391.832 documentos relacionados con la guerra de Irak. Los informes proporcionaron detalles sobre el terreno informados por las tropas estadounidenses, que datan de enero de 2014 a diciembre de 2019. Las filtraciones fueron las mayores en la historia militar de Estados Unidos y expusieron un número enorme de bajas civiles.
En noviembre de 2010, WikiLeaks publicó cientos de miles de cables diplomáticos estadounidenses, en lo que ahora se conoce mejor como el escándalo Cablegate. Se desvelaron unos 250.000 informes, que abarcan desde 1996 hasta febrero de 2010. Los cables proporcionaron detalles de la actividad de 270 embajadas y consulados estadounidenses de todo el mundo y sus medios de presión, sus actuaciones en países aliados o sus opiniones de adversarios.
La persecución
En paralelo a los grandes titulares de su web, comenzaron a surgir escándalos que tenían a Assange como protagonista. En 2010, Suecia lo reclamó por dos acusaciones de acoso sexual. Las autoridades del país nórdico querían interrogarlo por versiones que señalaban que había violado a una mujer y había acosado sexualmente a otra en agosto de 2010, durante una visita a Estocolmo para dar una conferencia.
Él aseguró que ambos encuentros fueron consentidos pero pasó meses en arresto domiciliario en una casa rural inglesa, desde donde luchó contra la orden de extradición a Suecia. A finales de mayo de 2012, sin embargo, la Corte Suprema de Reino Unido ordenó que se ejecutara la extradición. Días más tarde, Assange se presentó en la embajada de Ecuador en Londres y solicitó asilo, con el argumento de que existía una "persecución" en su contra.
El presidente del país entonces, Rafael Correa, le prestó ayuda y estuvo alojado en la sede diplomática ecuatoriana desde el 19 de junio de 2012. En mayo de 2017, la Justicia sueca decidió cerrar el caso, al no poder proseguir con la investigación debido a la condición de encierro en que se encontraba el acusado. Fueron retirados todos los cargos, sin consecuencias judiciales, pero sí personales: Assange se convirtió en un perseguido, con la imagen manchada de por vida y su libertad, en el cajón. "Ni perdono, ni olvido", dijo en un comunicado tras verse fuera del proceso.
Sin embargo, pese a que la extradición a Suecia ya no era una amenaza, el australiano se negó a abandonar la embajada, porque consideraba que corría riesgo de ser enviado a Estados Unidos para ser interrogado por las actividades de WikiLeaks. Ecuador, finalmente sin Correa al mando, le retiró el asilo, al acusarlo de haber interferido en asuntos nacionales y extranjeros durante su estancia en la sede. Tras esa revocación, fue trasladado por la policía de Londres a las instalaciones de Scotland Yard. Así empezó su peregrinaje por las cárceles de Reino Unido, hasta hoy.
Cumplió una condena de 50 semanas en la prisión de Belmarsh, de inicio, y desde entonces, ha permanecido detenido en esa misma prisión, en espera de la resolución del proceso de extradición en su contra. La última solicitud de libertad bajo fianza de Assange fue denegada en enero de 2021.
Después de que Assange fuera arrestado, un gran jurado en el estado de Virginia (EEUU) lo acusó de un cargo de "intrusión/piratería informática" por supuestamente ayudar al soldado Manning a acceder a documentos clasificados. En mayo de 2019, Assange fue acusado además, en virtud de la Ley de Espionaje de Estados Unidos de 1917, de 17 cargos por solicitar, recopilar y publicar documentos militares y diplomáticos estadounidenses en 2010, todos proporcionados por Manning. Assange es el primer editor acusado en virtud de dicha ley.
El miedo era que Assange fuera extraditado a EEUU y acusado bajo la Ley de Espionaje, porque podría enfrentarse hasta a 175 años de cárcel. Por el cargo menos grave de intrusión informática, el fundador de WikiLeaks hubiera recibido un máximo de cinco años de prisión. El proceso había cambiado en las últimas semanas, cuando la justicia de Reino Unido frenó la extradición, en mayo.
Assange, el hombre que de joven se describía divertido como "peligroso" en las webs de citas, es ahora esperado en la calle por su esposa Stella, sueco-española, con la que tuvo dos hijos concebidos en encuentros en la embajada ecuatoriana, supuestamente. En 2015 reconoció que tiene otro hijo que vive en Francia, intentando que no lo reconozcan y lo acosen. También lo aguardan los miles de seguidores y las cientos de ONG que entienden que su trabajo, lejos de buscar el mal, aportó bien, el bien de la luz. Una lucha que ha trascendido lo personal y es la de los límites de la verdad, la información y la seguridad.