Israel-Hizbulá, una vieja historia de odio que amenaza con romper en guerra total

Israel-Hizbulá, una vieja historia de odio que amenaza con romper en guerra total

Los enfrentamientos entre los dos adversarios son un clásico ya en la turbulenta historia de Oriente Medio, pero han entrado ahora en una escalada desconocida tras el sorprendente ataque a los sistemas de comunicación de los libaneses. 

Miembros de Hizbulá participan en el funeral de dos de los muertos por la explosión de sus busca, el pasado jueves, en Beirut.WAEL HAMZEH / EPA / EFE

Israel y Hizbulá son viejos enemigos, de décadas, cuyos enfrentamientos son un clásico en el turbulento Oriente Medio. En las listas de conflictos mundiales que elabora Naciones Unidas, nunca ha dejado de reseñar el que ocurre a los dos lados de la frontera de Líbano, donde de hecho tiene desplegada una misión de paz. Una de esas crisis enraizadas en el siglo XX, encabalgadas en el XXI y sin visos de solución. 

Los picos de violencia van y vienen y ahora, de nuevo, estamos ante la amenaza de una guerra abierta entre los dos rivales, pese a que todos abominan de ella, sabedores de lo que dejó el último gran choque de 2006: 34 días de contienda, 1.100 muertos en Líbano (290 milicianos), 164 muertos en Israel (121 soldados). El ataque por sorpresa del Mossad y el Ejército israelí -de cuya autoría no tiene dudas ni Estados Unidos, pese a la falta de reivindicación- contra la red de comunicaciones del partido-milicia chií ha puesto la pelea en una fase nueva. Tel Aviv incluye el norte entre sus objetivos "de guerra", mientras que Hassan Nasrallah, el líder del Partido de Dios, promete un "castigo justo". "El momento de la verdad llegará", promete. A saber cómo, a saber cuándo. 

Para entender la lucha pasada y la por venir hay que analizar de dónde vienen cada uno de los bandos y el estado actual de sus fuerzas. Una explica la otra. 

Quién es quién

La historia de Israel es bien conocida: nació como Estado en 1948, tras una resolución de la ONU que permitió partir en dos la Palestina del Mandato Británico. Su declaración de independencia fue respondida con una guerra. Y hasta hoy. Es el llamado conflicto palestino-israelí, que siempre ha sido árabe-israelí, por las fuerzas de los países que combatieron contra esa independencia, han seguido apoyando la causa palestina y han dado cobijo a buena parte de los más de cinco millones de refugiados de esta nación que hay en el mundo. La Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) calcula que hay 564.072 residiendo hoy en suelo libanés, en un país de 5,5 millones de ciudadanos. 

El conflicto ha ido acumulando guerras, como la de los Seis Días, en 1967, o la de Yom Pippur, en 1973, pasando por la ocupación de Cisjordania, Gaza y el este de Jerusalén y las sucesivas ofensivas sobre la franja. La más reciente, la iniciada en octubre de 2023 tras el ataque de Hamás a Israel, el mayor de su historia, que dejó 1.200 muertos y más de 250 secuestrados. A 20 de septiembre, en Gaza han sido asesinadas ya 41.272 personas y hay más de 95.550 heridos, además de 10.000 desaparecidos bajo los escombros de los bombardeos. 

Desde que se inició la ofensiva sobre Gaza, hace casi un año, Hizbulá retomó sus ataques puntuales sobre Israel, que ha respondido con dureza. El golpe a los busca y los walkie-talkies ha sido el último episodio de ese toma y daca interminable. 

¿Pero qué es Hizbulá? Es una organización musulmana chiita, prosiria, que tiene una enorme influencia política en todo Líbano y, además, controla la fuerza armada más poderosa, sin ser un ejército como tal. Poco le falta: sostiene el washingtoniano Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés) que es "una de las fuerzas militares no estatales más fuertemente armadas del mundo", entre otras cosas por el apoyo ininterrumpido que le presta Irán desde su creación. Además, es una organización terrorista para la mayoría de los estados occidentales, Israel, los países árabes del Golfo y la Liga Árabe. Por eso está sometido a sanciones internacionales.

Fue establecido a principios de la década de los 80 del pasado siglo por la potencia chiita más dominante de la región, Irán, para oponerse a Israel. En su manifiesto fundacional, de 1985, abogaba por expulsar a las potencias occidentales del Líbano, pedía la destrucción del Estado de Israel y prometía lealtad al líder supremo de Irán. También plateaba el deseo de un régimen islamista inspirado en Teherán, pero enfatizaba que el pueblo libanés debería tener la libertad de autodeterminación.

Seguidores de Hizbulá en Beirut, tras escuchar un discurso en televisión de Hassan Nasrallah, en noviembre de 2023.Marwan Naamani / picture alliance via Getty Images

No es casualidad que el grupo fuese fundado apenas un par de años después de la Revolución Islámica de 1979. En ese momento, las fuerzas de Israel habían ocupado el sur del Líbano, durante la guerra civil del país, y esa fue la reacción.

Otro de sus aliados clave es la vecina Siria, donde mantiene un despliegue militar en apoyo del presidente, Bachar al Asad, y donde es a menudo objetivo de ataques con misiles por parte de la aviación israelí, acciones a las que no suele responder. Junto a Irán y Siria, forma parte además de una coalición informal marcadamente antiisraelí conocida como Eje de la Resistencia, que incluye también a milicias palestinas, iraquíes o yemeníes, y que amenaza con involucrarse en la guerra de Gaza para apoyar al grupo islámico palestino Hamás desde otros frentes.

Hizbulá, con su rama política, ha participado en elecciones nacionales desde 1992 y se ha convertido en un actor político imprescindible, por más que fuera de Líbano sea la violencia lo que lo trae a primera plana. Por sus múltiples facetas, suele decirse que es una suerte de "Estado dentro de un Estado" con su brazo político, sus aparatos de seguridad y hasta una red de fundaciones sin ánimo de lucro para proporcionar ayuda a la población.

Entró a formar parte del Parlamento libanés en 1997 y ocho años más tarde logró su primera cartera en el Gobierno. Tras haber aumentado su influencia política a lo largo de los años, hoy cuenta con 13 escaños propios en el Legislativo y su coalición prosiria todavía es una de las principales fuerzas parlamentarias, pese a que perdió la mayoría en las elecciones del pasado 2022. También tiene varios ministros en el actual Ejecutivo, que en 2021 logró paralizar durante meses con un boicot junto a su aliado también chií Amal, además de miembros en destacados puestos militares y administrativos gracias al intricado sistema de reparto del poder libanés.

Sus milicianos han llevado a cabo ataques mortales contra fuerzas israelíes y estadounidenses en el Líbano en todo este tiempo. Cuando los israelíes se retiraron del Líbano en 2000, Hizbulá se atribuyó el mérito de haber expulsado a sus tropas. En el sur ha mantenido miles de combatientes y un enorme arsenal de misiles, donde continúa oponiéndose a la presencia de Israel en zonas fronterizas en disputa, donde la calma es controlada por una misión de pacificación de Naciones Unidas, la UNIFIL. Además de estar muy enraizados en las zonas fronterizas con Israel y el oriental Valle de la Bekaa, su presencia es notable en los suburbios del sur de Beirut, la capital.

  Hassan Nasrallah y Benjamín Netanyahu, en sendas imágenes de 2004 y 2024, respectivamente.Getty Images

Los líderes

El jeque Hassan Nasrallah (1960) es actualmente la cabeza visible de Hizbulá, quien ha prometido venganza tras los ataques a sus comunicaciones, un "ajuste de cuentas". Se trata de un clérigo chiíta muy respetado que lleva al mando desde 1992. Llegó a él con apenas 32 años. 

Desempeñó un papel clave a la hora de convertir al grupo en una fuerza tanto política como militar, con amplia presencia en la vida cotidiana de los libaneses. Tiene estrechos vínculos con Irán y su líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, que ayuda a formar y a armar a sus milicianos desde hace décadas y con el que comparte un potente sentimiento antioccidental.

Nasrallah no ha aparecido en público durante años, desde la guerra de 2006, supuestamente por miedo a ser asesinado por Israel. Eso no quiere decir que esté ausente, sino que prefiere enviar mensajes televisados o comunicados, con frecuencia prácticamente semanal. Sus correligionarios hacen quedadas para ver lo que tiene que decir. Nadie sabe exactamente dónde se encuentra. 

En el caso de Israel, es el primer ministro Benjamin Netanyahu (1949) el que lleva las riendas y da los pasos. Miembro del partido conservador Likud, ahora gobierna con una alianza de ultranacionalistas y religiosos. Es el mandatario más longevo del país, que ha comandado entre 2009 y 2021 y, en esta etapa, desde diciembre de 2022. Bibi, como se le conoce popularmente, es un superviviente, un mago de las coaliciones, capaz de cambiar de aliados políticos y mantenerse así en el cargo. Es especialmente evidente ahora, que sabe que perder la inmunidad le llevaría a estar a cuerpo ante un proceso judicial por corrupción. 

Es lo que se llama un halcón, un negacionista del estado palestino y sus derechos, con quien más han avanzado las colonias en Cisjordania y Jerusalén este y que ha ordenado cinco grandes ofensivas sobre Gaza. Exministro de Finanzas y de Exteriores, con larga experiencia vital en EEUU, lleva atacando a Hizbulá años, en el sur de Líbano y, sobre todo, en Siria, donde tiene oficinas y bases de entrenamiento. Ha dicho que hará "todo lo que tenga que hacer" para asegurar la frontera norte de su país. 

La pelea de décadas... y el sprint

Israel es el principal enemigo de Hizbulá, desde que Israel ocupó el sur del Líbano en 1978. Se le ha culpado de ataques contra objetivos judíos e israelíes en el extranjero, incluidos el atentado con coches bomba en 1994 contra un centro comunitario judío en Argentina (en los que murieron 85 personas), o los ataques con explosivos en la embajada israelí en Londres. Incluso después de que Tel Aviv se retirara oficialmente del sur del Líbano en 2000, siguió enfrentándose a Hizbulá, especialmente en la disputada zona fronteriza de las Granjas de Shebaa y el valle de la Bekaa. 

El conflicto periódico entre las dos partes se intensificó hasta convertirse en una guerra de un mes en 2006, durante la cual Hizbulá lanzó miles de cohetes contra territorio israelí y le mantuvo el pulso a su ejército durante más de un mes, lo que elevó notablemente su imagen tanto en Líbano como en todo Oriente Medio. 

El cuerpo de una mujer libanesa muerta por un ataque de Israel en la ciudad de Qana, en agosto de 2006.Ghaith Abdul-Ahad / Getty Images

El grupo reiteró su compromiso con la destrucción del Estado de Israel en su manifiesto de 2009, pese a los procesos de paz iniciados con los palestinos. En diciembre de 2018, Israel anunció el descubrimiento de kilómetros de túneles que van desde el Líbano hasta el norte de Israel y que, según afirmó, fueron creados por Hezbolá. Al año siguiente, Hizbulá atacó una base del ejército israelí, en el que fue el primer intercambio transfronterizo serio en más de cuatro años. 

Ya en agosto de 2021, el partido-millicia libanés disparó más de una docena de cohetes en respuesta a los ataques aéreos israelíes en el Líbano. Fue la primera vez que el grupo se atribuyó la responsabilidad de los cohetes disparados contra Israel desde la guerra de 2006.

Las cosas se han complicado notablemente tras el 7 de octubre de 2023. Hizbulá, tras el golpe de Hamás, comenzó a disparar cohetes, morteros y drones a través de la frontera común en una muestra de lo que los líderes del grupo llamaron "solidaridad" con su aliado militar. Probablemente, tanto Irán como Hizbulá asesoraron y entrenaron al grupo palestino sobre cómo atacar a Israel, aunque el Movimiento de Resistencia Islámico sostiene que ninguno de los dos participó en la planificación de su operación directamente. 

Los enfrentamientos entre los bandos no han hecho más que empeorar a medida que avanza este 2024, lo que alimenta los temores de una mayor inestabilidad regional. No es un escenario único, un conflicto limitado, sino que se enmarca en los demás frentes que tiene Israel abiertos (y que seguirá teniendo mientras no haya un alto el fuego en Gaza), como los ataques con misiles y drones de los hutíes de Yemen o el primer impacto directo de Irán en suelo israelí, respuesta a uno previo efectuado por Tel Aviv, ambos muy medidos. 

Además de la violencia fronteriza que afecta a Líbano, Hizbulá ha publicado vídeos que indican que ha estado vigilando emplazamientos militares y civiles en el interior de Israel, y es probable que sea el culpable de un ataque con cohetes el 27 de julio que mató a una docena de niños en los Altos del Golán ocupados por Israel, según afirman funcionarios estadounidenses e israelíes. El grupo lo niega. Israel prometió tomar represalias. 

El 30 de julio, Israel anunció que sus fuerzas habían matado al alto comandante militar de Hizbulá Fuad Shukr, en un ataque aéreo en los suburbios del sur de Beirut. Al día siguiente, el líder político de Hamás, Ismail Haniyeh, fue asesinado en la capital de Irán en otra sorprendente operación de inteligencia. Israel no confirmó ni negó ninguna implicación, como suele hacer en el caso de sus supuestas agresiones en el exterior. 

Reunión de seguridad en Israel tras el ataque a los sistemas de comunicación de Hizbulá, el pasado 17 de septiembre, en Tel Aviv.IDF / Anadolu via Getty Images

Desde entonces, la región ha estado esperando una respuesta de Hizbulá e Irán, quienes prometieron tomar represalias contra Israel. Aún no han llegado y ya se tienen que solapar con una nueva afrenta, como la de estos días. 

Desde octubre del año pasado, Hizbulá ha lanzado más de 8.000 cohetes al norte de Israel y a posiciones israelíes en el Golán, ha disparado misiles antitanque contra vehículos blindados y ha atacado objetivos militares con drones explosivos. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han tomado represalias utilizando ataques aéreos y fuego de tanques y artillería contra posiciones de los chiíes en Líbano.

El Ministerio de Salud de ese país sostiene que al menos 589 personas han muerto desde octubre de 2023. La mayoría de ellas eran combatientes de Hezbolá, pero al menos 137 eran civiles, según el ministerio. En Israel, las autoridades dicen que al menos 25 civiles y 21 soldados han muerto como resultado directo de los ataques. Casi 200.000 personas también han sido desplazadas a ambos lados de la frontera en los peores momentos de los enfrentamientos. Hoy se estima que son 90.000 en el norte de la frontera y 60.000 en el sur los que siguen sin regresar a casa. 

Los medios

Hizbulá es único en cuando a grupos armados se refiere, porque en comparación con Hamás o la Jihad Islámica es un pseudoejército, directamente. Su trayectoria en Líbano y la ayuda exterior, sostenida en el tiempo, le ha llevado a tener 100.000 combatientes, según cifras de Nasrallah que Estados Unidos reduce a la mitad. El CSIS -el tanque de pensamiento norteamericanp-, entiende que tiene actualmente 30.000 milicianos en activo y 20.000 en la reserva, todos ellos bien formados y al día, según sus investigaciones independientes. 

Durante el conflicto de hace 17 años, el objetivo más alejado alcanzado por Hezbolá se ubicó en la ciudad israelí de Haifa, a unos 40 kilómetros de la frontera con el Líbano, mientras que la utilización de misiles aquel verano fue relativamente limitada. Se supone que han avanzado mucho más.

Otro de sus rangos distintivos es que su gente está muy bien entrenada y curtida en la batalla, ya que desde 2011 han estado en suelo sirio apoyando al dictador Assad. Eso les ha permitido entrar en combate, más allá del lanzamiento de proyectiles o los atentados. Aunque en su mayor parte cuenta con infantería ligera y no, claro, con grandes vehículos blindados, han aprendido a distribuir su mando en modo "misión", esto es, con mucha descentralización pero buena coordinación, lo que les permite actuar simultáneamente en distintos puntos, algo que daña a Israel. 

Además, en Siria han tenido acceso a "capacidades y competencias" propias de Fuerzas Armadas y, aunque hoy carezcan de material, puede que mañana no sea así. La formación ya la tienen tanto en empleo de fuerzas grandes, artillería de suspensión o logística.

El informe de situación destaca que Hezbolá tiene entre 120.000 y 200.000 cohetes y misiles. Un arsenal incomparable con cualquier otra milicia y muy fácilmente recuperable gracias a la ayuda de Teherán. La mayor parte de su arsenal se compone de pequeños cohetes de artillería tierra-tierra no guiados, pero también aspira a tener tener misiles antiaéreos y antibuques, así como guiados capaces de atacar profundamente dentro de Israel. "Con fuerzas asociadas y proxy iraníes activas en Líbano, Siria, Irak y otros países de la región, la amenaza de Nasrallah podría empeorar con el tiempo, en lugar de mejorar", avisa.

A eso se añade su "fabuloso" conocimiento del terreno que pisan, donde Israel puede toparse con incursiones muy bien controladas, una tras otra. La milicia controla los montes y el río Litani, los valles verdes y las carreteras secundarias, por lo que Tel Aviv se vería obligado, de entrar en Líbano, a las carreteras principales, donde hacer diana es mucho más sencillo.

Una columna de humo, en suelo libanés, tras un ataque de Israel a posiciones de Hizbulá, el pasado 18 de septiembre.Ramiz Dallah / Anadolu via Getty Images

El Ejército de Israel, por su parte, es el mayor y mejor formado y equipado de todo Oriente Medio. Según el Global Military Strength Ranking, ocupa el puesto número 18 en poder militar de todo el mundo y cuenta con un presupuesto militar anual de más de 20.000 millones de dólares (17.900 millones de euros al cambio). Además, es el país que más ayuda bélica recibe de EEUU (sólo por detrás de Ucrania).

El servicio militar es obligatorio a partir de los 18 años tanto para hombres como para mujeres, lo que permite a Israel disponer de 3.744.000 de soldados, es decir, que el 42% de la población del país tiene formación militar, según el citado informe. Una vez terminado el servicio obligatorio, los ciudadanos pasan a la reserva hasta las edades de 40 a 49 años, dependiendo de su cargo, pero generalmente hasta los 40. Los judíos ultraortodoxos han estado exentos del servicio militar obligatorio hasta ahora, que se están empezando a incorporar con notable polémica. 

En el cuartel general de HaKirya tienen, además, un botón nuclear, porque disponen de ese tipo de armas. Israel no lo confirma oficialmente, pero es una especie de secreto a voces. Por ejemplo, el SIPRI (Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo), de referencia en el estudio de los arsenales atómicos, incluye siempre a Israel en el grupo de naciones nucleares, junto a Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán y Corea del Norte. Aparte de esto, destacan su sistema de protección Cúpula de Hierro y el Iron Beam, un rayo láser de enorme potencia, con un total de 100 kW que asegura la destrucción inmediata del proyectil enemigo en el momento que impacta contra él.

En qué punto estamos

Tras meses de intercambio de ataques en la frontera, Hizbolá e Israel parecían estar estar al borde de una guerra abierta ya desde hace meses. Algunos expertos insistían en que los libaneses intentarían evitar ese escenario, sobre todo si no se puede culpar a Israel de haber iniciado la guerra, para proteger los limitados logros políticos que ha obtenido por apoyar a los palestinos. 

Como explica el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés) "antes del conflicto en Gaza, más ciudadanos libaneses habían empezado a desconfiar de Hizbulá por su presunto papel en las mortíferas explosiones del puerto de Beirut de 2020 y su obstrucción de las investigaciones sobre la tragedia". Pero más adelante, en 2022, "un aumento de candidatos independientes y antiestablishment elegidos para el Parlamento señaló que muchos en el Líbano están insatisfechos con Hizbulá y otros que llevan mucho tiempo en el poder". En particular, "el aumento del apoyo al partido Fuerzas Libanesas, que quiere desarmar a Hizbulá, podría indicar que muchos votantes ya no lo ven como el protector del país", detalla. 

Esa situación se suma al noqueo de lo hecho por Israel en esta semana. Nadie sabe a ciencia cierta lo que puede ocurrir, porque Tel Aviv tiene abierta la guerra en Gaza, desgastante tras un año sin poder acabar con Hamás, con un importante frente interno contra Netanyahu para que pacte un alto el fuego y se libere a los rehenes que quedan en la franja -un centenar-, pero a la vez con la presión de los ciudadanos del norte, deseosos de regresar a casa con seguridad. 

Marc Polymeropoulos, miembro del Departamento de Defensa Avanzada del Centro Scowcroft de Estrategia y Seguridad del Atlantic Council de Washington, expone que su respuesta va a estar muy condicionada por las capacidades que le queden tras la "clase magistral de acción encubierta" que ha desarrollado su enemigo. "No fue un ataque de decapitación contra figuras de liderazgo, sino más bien un ataque de incapacitación, que puso a Hizbulá de rodillas al herir a cientos de miembros de Hezbolá en un solo ataque, y luego lo hizo de nuevo al día siguiente", detalla.

"Esto probablemente provocará que Hezbolá emprenda una brutal revisión de contrainteligencia, que puede paralizar al grupo. No se confiará en nadie", abisa. Pero no ve tan clara la réplica, más allá de la amenaza de Nashralla. "En mi opinión, esta operación puede haber sido diseñada para enviar un mensaje, no necesariamente la preparación operativa tradicional de la operación ambiental, que habría significado el comienzo de un avance terrestre israelí en el Líbano, sino más bien, puede haber sido parte de la estrategia israelí de escalar para desescalar. En otras palabras, al lanzar una advertencia devastadora y brutal a Hezbolá de que ha comprometido totalmente su seguridad, Israel le indica al grupo que una guerra más amplia sería desastrosa", sostiene.

Para Jonathan Panikoff, director de la Iniciativa de Seguridad Scowcroft para Oriente Medio del mismo tanque de pensamiento norteamericano y que fue subdirector de inteligencia nacional para Oriente Próximo del Consejo Nacional de Inteligencia de EEUU, "existe un potencial muy real de que puedan aumentar aún más las tensiones, la operación podría ser sin duda un preludio de la guerra". Pero puede haber otra lectura: "para Israel, también puede ser un esfuerzo para tratar de convencer a Hizbulá de que una invasión es inminente, independientemente de que haya o no, con la esperanza de que el grupo -que casi con toda seguridad no quiere una guerra a gran escala con Israel- finalmente se retire 10 kilómetros de la frontera". 

Es lo que más anhela Netanyahu, que el peligro cruce el río Litani y se reduzca la presión sobre su zona norte, porque los cohetes no cubrirían tanto espacio. "Esto permitiría a decenas de miles de familias del norte de Israel regresar a sus hogares después de casi un año de ausencia debido a la amenaza que representa el grupo", indica Panikoff en un doble análisis difundido a la prensa por el Atlantic Council. 

"Los dirigentes de Hezbolá están desesperados por no ser vistos como los que están instigando una guerra con Israel", defiende. Es lo que se ha visto en estos meses, que siempre se ha jugado al límite pero sin sobrepasar líneas, por temor a una guerra mayor, incluso regional. Ahora son ellos los que dicen que Israel ha traspasado "todos los límites y todas las líneas rojas". 

"Los recuerdos de la devastadora guerra de 2006 todavía están muy presentes (...), no querrán dar una excusa para que la culpa global se traslade de Israel (por Gaza o una posible invasión del Líbano) al propio Hizbulá porque se considera que está atacando a Israel de una manera que va más allá de lo que ha estado ocurriendo durante los últimos 11 meses y pico". Eso crea un "enigma" para el grupo en un momento, en que su credibilidad interna "se verá disminuida dado el impacto psicológico de recordarle a sus miembros de base, no sólo a sus dirigentes, que Israel puede atraparlos en cualquier momento y en cualquier lugar", finaliza.

Kirsten Fontenrose, también investigadora  la Iniciativa de Seguridad de Oriente Medio de Scowcroft, ahonda en estos problemas. "Hizbulá ha perdido de hecho la capacidad, al menos temporalmente, de movilizar grandes cantidades de combatientes", por lo que se complica una gran escapada por su parte. "Los combatientes asustados e inalcanzables se quedarán en casa o se verán obligados a reunirse en grupos para coordinarse, lo que crea nuevas oportunidades para atacar con aviones no tripulados. A varios miles de combatientes les falta el dedo índice en el gatillo o algo peor", recuerda. 

Esto crea "condiciones favorables" para posibles operaciones de las Fuerzas de Israel, diseñadas para "alejar" a la milicia de la frontera norte de Israel, el gran debate ahora mismo en el seno del Gobierno de Netanyahu. "El impacto psicológico negativo de esta operación sobre las bases de Hezbolá y su impacto en la reputación del grupo y del Eje de Resistencia de Irán son incuantificables, pero indudablemente significativos", incide, igualmente.

Los analistas entienden que es el momento ahora de recomponer las conexiones, de reagruparse y trabajar más en la sombra, porque han los libaneses han quedado tan expuestos que ahora es muy complicado organizar algo grande sin el riesgo de que la información llegue a Israel, que ha demostrado un inmejorable conocimiento de lo que se trae entre manos. Debe adaptarse a la nueva realidad, pero mientras no deja de responder como puede, como en la mañana del viernes, cuando lanzó 140 cohetes a Israel. 

Israel también duda. Porque Gaza sigue abierto, porque no tiene muchos soldados (hay buena parte también desplegada en Cisjordania, donde se da la peor crisis de los últimos 20 años). Las declaraciones de sus políticos de que se entra en una "nueva fase" de guerra son preocupantes, de ahí que Occidente -incluso Washington y, por supuesto, la ONU- llamen a calmar las cosas, a apostar por la vía diplomática y a evitar una escalada mayor. Está claro que con los nuevos acontecimientos aumenta la posibilidad de una contienda, pero también puede ser que Tel Aviv haya mandado una "señal de pánico", porque en el fondo, lo de los beepers y walkie-talkies no cambia el panorama más amplio, no es un ataque determinante, no descabeza a Hizbulá. 

Está por ver, también, lo que haga Irán, que puede ser determinante en esta pelea por encender la mecha. Es significativa por ahora su prudencia en la respuesta, perfil bajo, sin amenazas directas. Aún no ha replicado ni a la muerte de Haniyen, por la misma prudencia o miedo a la reacción mayor de Israel. Preocupa su contraataque y preocupa que se produzca un refuerzo de las tropas de EEUU en la región, y todo coincide con la llegada de un nuevo presidente, Masoud Pezeshkian, que recela de un conflicto militar total.  

La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, insiste machaconamente que su país sigue creyendo que debe haber una solución diplomática a esta crisis. ¿La escucharan los dos enemigos?

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.