Granada se convierte en el punto de partida de la compleja ampliación de la UE
La ciudad andaluza acoge una cumbre informal de los Veintisiete que servirá para diseñar el crecimiento hacia el este, que cambiará por completo la Unión. El Pacto de Migración y Asilo, cuya última pata se acaba de desbloquear, también bajo foco.
Crecer supone cambiar, actualizarse y adaptarse a otros parámetros, ganar en músculo y en altura. Pero crecer también duele. En esas está ahora mismo la Unión Europea, inmersa en un proceso de ampliación hacia el este del continente que es tan ilusionante como espinoso. Quién entra, cuándo entra o en qué condiciones entra son preguntas cruciales que los Veintisiete se plantean ahora que la invasión de Ucrania ha acelerado la necesidad de aumentar el bloque, de fortalecerlo y blindarlo a las puertas de Rusia.
El punto de partida de la necesaria hoja de ruta que defina esta travesía está en Granada, donde este viernes se citan en una reunión informal los jefes de Estado y de Gobierno de la UE, en el marco de la Presidencia española de turno. No es esperan pasos concretos, pero sí una apuesta común por ir a más, hasta 36 estados, y por empezar "un importante proceso de reflexión sobre las prioridades futuras" de la Unión, como destaca el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, en su carta de invitación a los mandatarios.
Actualmente, Bruselas tiene abiertas negociaciones para la adhesión de Albania, Montenegro, Macedonia del Norte, Serbia. También con Turquía, aunque en este caso están congeladas. Mientras, estudia si inicia un proceso de entrada con Ucrania, Moldavia y Bosnia y Herzegovina. A principios de noviembre se conocerá un informe de la Comisión Europea que se espera determinante para ello. Georgia y Kosovo -al que España no reconoce como país independiente, junto a cuatro países UE más- han pedido también el estatus de candidatos a acceder al bloque.
El encuentro de Granada tiene, dice Michel, una "importancia significativa", porque permitirá "trazar colectivamente el rumbo de la UE, que debe cuajar en la Agenda 2024-2029. Ante la "realidad radicalmente cambiante" que impuso la guerra de agresión rusa en Ucrania, toca abordar una ampliación que acerca Bruselas a una región tocante con Rusia, con "preguntas críticas": "¿cómo decidimos? ¿Cómo combinamos nuestros medios con nuestras ambiciones?", incide el belga. "Diremos en Granada que esto nos hará más fuertes y más prósperos y que es una continuación del proyecto de paz que es la Unión", destacan fuentes comunitarias a la Agencia EFE.
El borrador de la declaración que saldrá de la ciudad de la Alhambra ya se ha filtrado a la prensa y deja la apuesta clara. "La ampliación es una inversión geoestratégica en la paz, la seguridad, la estabilidad y la prosperidad de nuestro continente", afirma el texto. "Una Unión ampliada será una UE más segura y más próspera", afirma, aunque también avisa: las cosas no salen por ciencia infusa sino que los actuales estados miembros de la UE y los que aspiran a serlo "deben estar preparados".
Vienen tiempos de cambios y sacrificios, pero es hora de "fijar las ambiciones a largo plazo y las formas para alcanzarlas". El presidente del Consejo fijó a principios de año el objetivo de que el salto se de no más allá de 2030. De momento, es con lo que se trabaja.
En realidad, la cumbre granadina tiene cuatro puntos de trabajo más: defensa, competitividad, acción global y migraciones. Sólo este último le va a la zaga al tema de la ampliación. Los demás han quedado más desdibujados, pese al trabajo de meses del Gobierno español por abordarlos, pero es que la actualidad se impone. Y en el fondo tiene que ver también con el concepto de autonomía estratégica, que Madrid quería abanderar, para que la UE crezca y se convierta en un gran bloque a tener en cuenta en el mundo, sin servidumbres, incluso en el plano de la seguridad global. Una "Unión geopolítica", en palabras de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen.
"Granada es el momento de mirar atrás y evaluar críticamente los avances en el fortalecimiento de nuestra soberanía europea, identificando nuestros logros así como las áreas que aún requieren nuestra acción política. También es el momento de mirar hacia adelante, identificar los desafíos futuros que tendremos que afrontar y definir nuestra estrategia para aprovechar todas las oportunidades que tenemos por delante para garantizar la resiliencia y la competitividad de la UE en este entorno geopolítico cambiante", dice Michel en su misiva.
Sobre el nudo migratorio, los estados llegan tesionados, pero con un buen consenso reciente, tan próximo como del mismo miércoles, cuando se logró pactar su posición sobre el mecanismo de crisis, clave en la reforma de la política de asilo y migración de la Unión Europea, la tercera pata del proyecto y que quedaba pendiente, tras cerrar las dos primeras el pasado verano. Si no era ahora, complicado que se pudiera cerrar el proceso con el Parlamento Europeo y tenerlo listo antes de las elecciones europeas de junio de 2024, lo que habría sido un fracaso en toda regla.
Al consenso se llegó después de que Alemania e Italia resolvieran el pulso que les alejaba respecto a la situación de las ONG que realizan tareas de salvamento en el Mediterráneo. Justo es la primera ministra italiana, la ultra Giorgia Meloni, la que ha forzado que el tema esté nuevamente en Granada, para abordar la dimensión exterior de la inmigración. Se teme que al calor andaluz se sume el calor del debate, porque sigue habiendo quejas de países como Polonia y Hungría sobre las cuotas de refugiados que los socios deben atender. En Bruselas esperan que el alivio de esta semana rebaje el enfado y se pueda hablar "de forma constructiva".
El contexto no ayuda, la verdad, porque aunque la UE ha firmado acuerdos, por ejemplo, con Túnez para mejorar la gestión de flujos migratorios, llegan comentarios como los del presidente del país norteafricano, Kais Said, que ha rechazado el primer tramo de ayuda de 127 millones por ser un gesto de "caridad", a su entender. Las dudas sobre el pacto quedan sembradas, cuando las llegadas por el mar Mediterráneo se multiplican.
Mucho por pulir y por cambiar
El meollo en Granada es, sin duda, la ampliación. Europa ya ha comunicado a los estados aspirantes los parámetros que deben cumplir si quieren unirse al club, garantías de que han alcanzado el nivel de progreso y estabilidad necesarios para ser uno más. Por encima de todo, han de democratizar sus instituciones y combatir la corrupción, pero también han de adaptarse a la legislación europea y modernizar sus economías. En eso están, unos más que otros.
Hay lagunas en todos, con desiguales informes de cumplimiento por parte de Bruselas: si Kosovo no es ni país para cinco de los 27, Bosnia no arregla deudas pendientes de la guerra (refugiados, desaparecidos, desplazados), Serbia no aplica sanciones internacionales a Rusia, pilar de la política exterior de la UE estos dos últimos años y Macedonia del Norte tiene a Bulgaria en contra por cuestiones de etnia y lengua. A veces son detalles y a veces, cosas de hondura. Y la UE no se puede permitir el lujo de abrir la puerta a quien no comparta de veras su naturaleza y sus valores.
En 2004, la UE incorporó a diez nuevos socios, muchos de ellos del entorno postsoviético, y hubo quien se relajó tras la entrada y empezó a descomponer el estado de derecho. Léase Polonia y Hungría, países en vías de sanción por Bruselas, lo impensable. La involución es un lujo que no se puede permitir Bruselas otra vez y por eso hay países, empezando por España, que reclaman sanciones severas en caso de incumplimiento o vincular dinero a buen comportamiento para evitar desmanes. La última semana de septiembre, en Murcia, ya hubo una reunión preparatoria de la cumbre de Granada y la conclusión fue esa: no se puede acabar teniendo una unidad ingobernable.
Lo que no está tan definido es lo que tienen que hacer los que ya están para encajar a los que vienen. El borrador de Granada afirma que "deben llevar a cabo el trabajo interno necesario" para que la UE esté lista para recibirles, y eso no es fácil. "Tenemos que reformarnos para estar preparados", decía Michel hace unos días a un grupo de medios. No vale el mismo dibujo con 27 que con 36 y 500 millones de habitantes, hay que concretar cuestiones esenciales como el presupuesto de la Unión, los escaños de la Eurocámara, el número de comisarios (uno por país es demadiado) si las votaciones se hacen por unanimidad o por mayoría, cuál es el futuro de la Política Agraria Común y sus ayudas, la libre circulación de ciudadanos.
Más de 15 años lleva Europa mirando cómo reformarse, cómo mejorar su toma de decisiones (si hay vetos, si no los hay), engrasar su funcionamiento interno, dimensionar sus instituciones y puestos de mando. Tiene que afrontarlo antes de que lleguen más estados. Es una apuesta que encabezaba Alemania y que ahora, con la coyuntura ucraniania, apoya también Francia. El eje tira y lo pone sobre la mesa. Ahora mismo, está en proceso el cambio de sus tratados fundacionales, en esa línea. La idea, sobre todo, es ganar en operatividad.
Todo un test de estrés, el que afronta Europa, que depende también de si se afronta toda la ampliación a un tiempo o se hace a velocidades distintas; ronda Bruselas un estudio ordenado por Francia y Alemania hablando de cuatro "círculos concéntricos" con distintas profundidades. Plantea la posibilidad de una integración de los nuevos socios a varios niveles, desde el más profundo (comparten el euro como moneda y el espacio Schengen) a la llamada Comunidad Política Europea -impulsada en 2022 por la invasión de Ucrania y que aspira a ampliar el área de influencia de la Unión, reunidda este jueves tambien en Granada-.
La cuestión del dinero es una de más más cambiantes. El diario Financial Times ha publicado un documento de la Secretaría del Consejo Europeo en el que calcula que la incorporación de nueve nuevos miembros -los mejor situados y con el proceso más avanzado- le puede costar a los actuales socios más de 250.000 millones de euros. "Todos los estados miembros tendrán que pagar más y recibir menos del presupuesto de la UE. Muchos estados miembros que actualmente son receptores netos se convertirán en contribuyentes netos", afirma.
Sólo Ucrania, el mayor de los aspirantes, tendría derecho a 186.000 millones en siete años, cuando necesita 400.000 sólo para su reconstrucción tal y como está la contienda de 19 meses. Son datos del Banco Mundial. Especial impacto tendría su entrada en la agricultura, que por algo se llama al país "el granero del mundo". Le podrían tocar 95.000 millones en estas ayudas. Los nuevos estados también son potentes en la materia y, por su nivel económico, son candidatos fijos a recibir igualmente fondos de cohesión, centrados en infraestructuras.
La información del FT afirma que naciones como República Checa, Estonia, Lituania, Eslovenia, Chipre y Malta podrían dejar de ser elegibles para dichos fondos si la UE crece. España, afina, pasaría a tener un saldo negativo, cuando ahora lo tiene positivo, de 400 millones. La revuelta de Budapest y Varsovia puede ser monumental, muy dependientes del dinero UE. Con estas previsiones se entiende mejor la polémica de los aranceles y el grano ucraniano, que ha descompuesto en las últimas semanas la unidad en la ayuda a Kiev.
La PAC subrirá una convulsión, forzosamente. El 31% del presupuesto comunitario se va a subsidios directos a agricultores, así que la solidaridad con el nuevo hermano se pondrá a prueba con la competencia de los sectores domésticos.
Los cambios, se ve, son "radicales", como auguraba Von der Leyen en el discurso sobre el estado de la Unión, del mes pasado. Y han de hacerse de inmediato. Para que haya un "nuevo momento fundacional", la ampliación debe ir de la mano de seguridad económica, defensiva y de valores, porque no es una asociación "puntual sino vital", como reconoce un diplomático español. Y todo empieza en el sur, en casa. El mundo se ha dado la vuelta y hacen falta soluciones.