Día de Europa 2023: ¿por qué se celebra el 9 de mayo?
Los Veintisiete (y este año, también Ucrania) festejan la unidad, recordando la histórica declaración de hace 73 años de Robert Schuman. Con él empezó todo.
9 de mayo, Día de Europa. Los 27 países que componen la Unión Europea (y, este año, por primera vez, también la aspirante Ucrania) festejan la unidad entre los socios, un día de fiesta cargado de eventos, actividades, debates, plenos simbólicos, visitas guiadas o sorpresas para los niños en el que se trata de explicar qué son las instituciones comunitarias, para qué sirven, qué hacen, por qué son y serán necesarias.
Desde la semana pasada, se suceden las citas en la capital comunitaria, Bruselas, y en los países de la Unión, como España (esta es la agenda de los actos en nuestro país), este año centradas en "enseñar más sobre paz, seguridad y democracia", en mostrar "la determinación frente a la guerra de agresión de Rusia en Ucrania" y en familiarizar a los ciudadanos con las otras grandes apuestas de momento: "los esfuerzos de la UE en construir una Europa verde, digital, competitiva, justa y cualificada, así como fuerte, resistente y segura", reza el comunicado de la Comisión Europea. Este día, además, es el pistoletazo de salida al Año Europeo de las Capacidades, centrado en mostrar los avances en la doble transición ecológica y digital, con las nuevas oportunidades que genera, y también los desafíos en la mejora del mercado laboral y la recuperación "socialmente justa y equitativa".
Ya sabemos qué centrará las celebraciones este 2023 pero, ¿por qué se eligió el 9 de mayo como Día de Europa? ¿Qué tiene de especial esta fecha? ¿Qué se conmemora realmente?
La clave está en un señor llamado Robert Schuman, que hoy da nombre a la rotonda más congestionada de Bruselas y a una estación de metro bañada del azul de las banderas comunitarias, que fue ministro de Asuntos Exteriores de Francia entre 1948 y 1953 y está considerado uno de los padres de la Unión Europea. Hace ahora 73 años, el 9 de mayo de 1950, pronunció en París la declaración que lleva su nombre, en la que proponía la creación de una Comunidad Europea del Carbón y del Acero, cuyos miembros pondrían en común la producción de ambos bienes.
La CECA (formada en su origen por Francia, Alemania Occidental, Italia, los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo) fue la primera de una serie de instituciones supranacionales que se convertirían en lo que es hoy la Unión Europea.
Tu navegador no tiene un plugin para PDF, puede descargarlo aquí Declaración Schuman, 1950.
¿Por qué la intervención de un ministro, la voz de un estado concreto, han acabado siendo la referencia para los Veintisiete y los que aspiran a formar parte del club comunitario? Por el contexto, para empezar: en 1950, cinco años después de finalizar la Segunda Guerra Mundial, las naciones europeas todavía estaban luchando para superar sus efectos. Los gobiernos europeos, decididos a evitar otra terrible contienda, llegaron a la conclusión de que, poniendo en común la producción de carbón y acero, la guerra entre Francia y Alemania, rivales históricos, resultaría -en los términos de la declaración- "no sólo impensable, sino materialmente imposible".
Se pensó, acertadamente, que la fusión de los intereses económicos contribuiría a aumentar el nivel de vida y constituiría el primer paso hacia una Europa más unida, tras la devastación económica y la carnicería humana de la guerra. Unión y, a la vez, menos riesgos, porque se estaba evitando a su vez una posible carrera de competencia desleal. La adhesión a la CECA estaba abierta a otros países, tras la firma inicial a seis bandas.
Y luego estaban las palabras en sí de Schuman, uno de los mayores inspiradores del europeísmo. El Consejo europeo resume en tres las frases esenciales de su trascendente discurso: "La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan", advierte la primera. "Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho", ratifica la segunda. "La puesta en común de las producciones de carbón y de acero (...) cambiará el destino de esas regiones, que durante tanto tiempo se han dedicado a la fabricación de armas, de las que ellas mismas han sido las primeras víctimas", dice la esperanzada tercera frase.
Lo que quería Schuman era, en resumen, hacer inviable una nueva guerra continental, empezando por la economía. "La solidaridad en la producción así establecida hará que cualquier guerra entre Francia y Alemania sea no solo impensable, sino materialmente imposible", dejaba claro en su declaración, hecha en el Salon de l'Horloge en el Quai d'Orsay de París aquel otro 9 de mayo. En realidad, se había intentado ya forjar alguna alianza entre los países del centro de Europa en el periodo de entreguerras, pero las exigencias nacionales de cada cual, con la Alemania nazi en pleno apogeo, lo hicieron imposible. Ahora sí había llegado el momento.
La propuesta de Schuman tuvo finalmente éxito. El canciller de la entonces Alemania Occidental, Konrad Adenauer, se sumaba a la idea casi instantáneamente. "En los siglos y las décadas más recientes, el carbón y el acero han desempeñado un papel destructivo en los conflictos entre los pueblos de Europa debido a su uso para la fabricación de armas. Esperemos que ahora el carbón y el acero sirvan de nexo de unión para pensar y actuar juntos", dejó dicho. Como muchos políticos de su generación, sabía que una paz duradera solo podría lograrse con una Europa unida. Hoy su nombre también bautiza avenidas, complejos residenciales y fundaciones en el corazón de Bruselas.
El inicio de todo
Menos de un año después de aquel discurso de Schuman, el 18 de abril de 1951, los representantes de Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo firmaban el famoso Tratado de París con el que creaban al fin la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), una organización pionera basada en el principio del supranacionalismo.
En el marco de la CECA, los Estados nación empezaron a poner en común sus competencias soberanas, hasta entonces celosamente guardadas, y a transferirlas a una serie de instituciones europeas: una Alta Autoridad independiente, una Asamblea Común de parlamentarios nacionales, un Consejo Especial de ministros nacionales y un Tribunal de Justicia.
El primer presidente de la Alta Autoridad fue Jean Monnet, el hombre más cercano a Schuman, y actualmente considerado el cerebro de la histórica declaración. "La fuerza unificadora en la génesis de la Unión Europea", lo llama la UE.
Los beneficios económicos de la CECA, como el mercado libre de aduanas para el carbón y el acero, convencieron a los Estados miembros para ir más allá e incluir más sectores y áreas políticas bajo el mandato supranacional. La CECA evolucionó progresivamente, convirtiéndose primero en la Comunidad Económica Europea y, posteriormente, en la Unión Europea.
Las cuatro instituciones originales acabaron por su parte convirtiéndose en la Comisión Europea, el Parlamento Europeo, el Consejo de la UE y el Tribunal de Justicia Europeo que conocemos hoy, esas instituciones que tienen día libre para recordar sus cimientos y recordar su valor.
Distintas maneras de celebrar
Reunidos en Milán en 1985 (el año en que España firmó el Tratado de Adhesión), los distintos jefes de Estado y de Gobierno decidieron denominar oficialmente el 9 de mayo Día de Europa para celebrar la paz y la unidad del continente. Pese a todo, sólo dos países, Luxemburgo -donde nació Schuman en el año 1886- y Kosovo -un Estado no perteneciente a la Unión pero que aspira a estar en ella desde hace al menos una década-, han establecido el Día de Europa como fiesta nacional. En Rumanía coincide con el día de su propia independencia, mientras que Croacia y Lituania han reconocido legalmente el día pero sin convertirlo en festivo. Los demás Estados miembros celebran el Día de Europa de forma conmemorativa, izando banderas y organizando diversos actos y recuerdos.
El 29 de enero de 2019 se presentó en Bruselas una iniciativa de varias organizaciones y personalidades coordinadas por la asociación Europeístas con el fin de hacer festivo el 9 de mayo en toda la Unión Europea. El 12 de febrero de ese año, la iniciativa se votó en sesión plenaria del Parlamento Europeo dentro del Informe de Ciudadanía Europea presentado por la eurodiputada Maite Pagazaurtundúa, embajadora de la iniciativa. La propuesta fue aprobada con 459 votos a favor.
Será especial en Ucrania: este año, y ya de ahora en adelante, celebrará cada 9 de mayo como Día de Europa, alineándose con a los países UE y apartándose de la tradición soviética que hasta ahora compartía con Rusia, la de conmemorar en esa fecha la Victoria sobre el nazismo, que Ucrania celebrará el 8 de mayo. El presidente Volodimir Zelenski ha declarado en un discurso a la nación que Ucrania celebrará a partir de ahora cada 9 de mayo “la unidad histórica” de Europa y de “todos los europeos que derrotaron al nazismo y derrotarán al ruscismo”, dijo utilizando la palabra aceptada por el Parlamento ucraniano para reconocer la ideología imperialista rusa.
La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, estará este martes en Kiev con Zelenski, precisamente para festejar el día juntos.
Países como Rusia, Bielorrusia, Georgia, Armenia y Azerbaiyán, además de Israel, celebran el 9 de mayo como fiesta nacional, cuando en el resto de Europa el Día de la Victoria se celebra un día antes, el 8 de mayo. La facción europeista de Moldavia, por su parte, escoge esta fecha para celebrar el Día de Europa. Alemania firmaba su segunda y última rendición formal a última hora del 8 de mayo de 1945. Para entonces, ya era 9 de mayo en Moscú. De ahí las diferencias por países.
Además, el Consejo de Europa -una organización internacional de poder limitado cuyo mandato se centra en la defensa de los derechos humanos y la democracia y que no hay que confundir con el Consejo Europeo-, celebra por su parte su propio Día de Europa cuatro días antes, el 5 de mayo, para conmemorar su fundación.