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Del cordón sanitario a la correa de Marine Le Pen: cómo Francia ha llegado hasta aquí

Del cordón sanitario a la correa de Marine Le Pen: cómo Francia ha llegado hasta aquí

Emmanuel Macron decidió, pese a la victoria de la izquierda, entregar el Gobierno francés a la extrema derecha. Ahora, Michel Barnier se ha convertido en el primer ministro más efímero de la Quinta República y Francia afronta el vacío político.

El presidente francés, Emmanuel Macron.Getty Images

Hay ocasiones en las que el refranero popular sirve para el mejor análisis de la realidad política. Para explicar lo que pasa en Francia, por ejemplo, tenemos aquello de “de aquellos barros, estos lodos”. Los barros: el presidente Emmanuel Macron, tras la victoria de la izquierda en las elecciones legislativas, escogió como primer ministro, sin embargo, a un conocido líder de la derecha clásica, Michel Barnier, que había quedado cuarto en los comicios. Los lodos: Michel Barnier no ha logrado mayoría para aprobar los Presupuestos y, ahora, Francia está ya no en el punto de salida, sino peor.

El problema, o los barros, fue Macron. Cuando en las elecciones europeas la extrema derecha de Marine Le Pen fue la primera fuerza, el presidente francés sobrestimó sus capacidades y su apoyo. Nada más conocerse los resultados, Macron decidió adelantar las elecciones legislativas. Su intención era la de afianzar su mandato y demostrar que la ultraderecha todavía estaba lejos de gobernar en Francia. Error. Macron no solo erró al imaginarse una batalla igualada entre él y Le Pen, sino que minusvaloró las posibilidades de la izquierda. Los militantes de los partidos de la izquierda salieron a las calles para exigir a sus líderes que se presentaran de manera conjunta y a estos no les quedó más remedio que escuchar. Tanto a Macron como a Le Pen el acuerdo les pilló de improvisto, pero más al primero. La izquierda ganó las elecciones, los macronistas quedaron segundos y la Agrupación Nacional de Le Pen, tercera.

A Macron la jugada no le salió como esperaba. No solo no ganó las elecciones, sino que tampoco lo hizo Le Pen. Las ganó la izquierda, algo que, por mucho que justificara la convocatoria electoral en el miedo a la ultraderecha, le dolió bastante más. Con una Asamblea Nacional sin mayorías claras, Macron tenía dos opciones. Cumplir una regla no escrita según la cual el primer ministro debe pertenecer a la candidatura ganadora, o apoyarse en Marine Le Pen. Y en un giro estrambótico, el presidente francés optó por lo segundo, negociar con la extrema derecha un candidato al que pudieran apoyar. Atención al disparate: adelantó las elecciones para frenar a Le Pen y terminó supeditando el nuevo Gobierno a los deseos de Le Pen. Gran estratega.

Si Macron quería evitar que la ultraderecha llegara al poder en Francia, acabó por entregarles un dominio sin precedentes. Le Pen no iba a gobernar, pero el futuro del nuevo primer ministro estaba en sus manos. Cualquier movimiento que Barnier quisiera llevar a cabo, tendría que contar con su visto bueno. Se pasó del cordón sanitario a la correa. Y las riendas las llevó, desde el primer día, Le Pen. Ya no Barnier, es que tampoco Macron pintaba nada. Los de Agrupación Nacional tenían claro que no entrarían en el Gobierno. Mejor no mojarse. Mientras, todo dependía de ellos.

Y hasta hoy. Le Pen ha hecho sus cálculos y ha entendido que, aunque en un principio pareciera lo contrario, le viene bien tumbar el Gobierno de Barnier para vencer en un futuro a Macron. A pesar de que el presidente francés finaliza su mandato en 2027 y ya haya anunciado que no piensa dimitir, Le Pen confía en que no aguante demasiado. La líder de Agrupación Nacional está además a la espera de la resolución de un proceso judicial por presunta malversación de fondos del Parlamento Europeo que puede terminar con una prohibición para ejercer cargos públicos durante cinco años. Todo suma. Algo tenía que hacer para desviar el foco.

Por lo pronto, Michel Barnier, cuarto en las últimas legislativas, se ha convertido en el primer ministro más efímero de la historia de la Quinta República francesa. Todo ello por orden y deseo de Macron por frenar a la izquierda.