Debate Harris-Trump: 90 minutos clave para enseñar las cartas y diferenciarse

Debate Harris-Trump: 90 minutos clave para enseñar las cartas y diferenciarse

EEUU acoge un cara a cara insólito entre los candidatos demócrata y republicano a la Casa Blanca. Los progresistas dejaron a Biden por el camino y se presentan con la primera aspirante negra. Ella lleva el mayor peso: a Donald ya se le conoce bien. 

Donald Trump y Kamala Harris, en sendos actos de campaña recientes.Scott Olson / Peter Zay / Getty Images

Los debates no sirven para nada. No inclinan la balanza. Son una meta volante, como mucho, no decisiva. Un espectáculo televisivo cada vez menos atrayente. Eso es lo que pensaban hasta junio los analistas políticos norteamericanos, de cara a unas nuevas elecciones presidenciales en noviembre. Pero entonces llegó el día 27, el cara a cara entre Joe Biden y Donald Trump en la CNN, y todo adquirió un sentido nuevo: aquel debate mandó a la lona al aún presidente de Estados Unidos menos de un mes después

El presidente renunció a ser de nuevo el candidato de su partido, tras las dudas sobre sus capacidades para seguir cuatro años más en el Despacho Oval, y fue su señalada, la vicepresidenta Kamala Harris, la que ocupó su lugar. Por eso el debate de esta madrugada entre la aspirante demócrata Harris y el aspirante republicano, el expresidente Trump, es completamente insólito y genera una expectación formidable. 

No sólo es que se haya ido Biden. No sólo es que haya llegado Harris. Es que en estos meses la avalancha informativa en EEUU ha sido tal que ha dado para dos convenciones nacionales de los partidos y un intento de asesinato contra Trump, que le llevó a cambiar de discurso 15 minutos para luego volver a ser el de siempre. "Los estadounidenses san las palomitas de maíz", como titula la agencia AFP. Lo que pasa es que, tras esta película de acción, a veces drama, a veces comedia, lo que hay es la vida de los ciudadanos, así que la cita, forzosamente, tiene que valer para que los candidatos muestren en 90 minutos qué quieren hacer y qué no quieren hacer y para diferenciarse del otro. La Casa Blanca está en juego y quedan 55 días para disputarla. 

Trabajadores de la ABC se afanan en los últimos preparativos del debate de esta noche, en Filadelfia.Kevin Dietsch / Getty Images

Dónde y cómo

Empecemos con lo básico. El debate de esta noche se va a celebrar en el National Constitution Center de Filadelfia, estado de Pensilvania, uno de los siete decisivos en los comicios de próximo 5 de noviembre. Dará comienzo a las 21:00 horas (hora local, las tres de la mañana del miércoles en Madrid) y durará hora y media, con dos pausas comerciales. Se emitirá por la cadena de noticias ABC News.

Los presentadores elegidos para llevar el timón son David Muir y Linsey Davis, que  ejercerán de moderadores, y ellos serán los únicos que podrán hacer preguntas, que no se habrán facilitado con antelación a los candidatos. Muir es la gran garantía de la noche, porque es el presentador de noticias más popular del país, lleva cuatro debates presidenciales emitidos a sus espaldas y ha entrevistado a los dos adversarios en el pasado. Junto a su colega Davis, prometen "facilitar la discusión" solamente. En el de la CNN se echó en falta que los periodistas hicieran ver a Trump sus mentiras. 

Ha habido polémica por las normas del debate. Harris y Trump tendrán los micrófonos cerrados cuando no tengan asignado el turno de palabra, que fue lo que ya pactaron las dos formaciones para el debate de junio. Sin embargo, los demócratas habían pedido a la cadena que cambiase esto ahora, porque en antes les favorecía ante los balbuceos de Biden y ahora les conviene el ruido de ambiente por su Trump dice alguna barbaridad (por ejemplo, son conocidos sus comentarios racistas y misóginos y ahora tendrá a una mujer afroasiática enfrente). No ha prosperado su reclamación. 

Tampoco los republicanos aplauden a la ABC, cadena que según Trump es "la peor" y la "más desagradable" de la oferta televisiva norteamericana. Y es que hay intrahistoria: carga contra directivos de Disney, su empresa matriz, porque dice que llevan décadas siendo amigos de Harris y, además, en marzo pasado puso una demanda contra uno de los informadores del medio, George Stephanopoulos, porque dice que ha dañado su reputación. Muy buen rollo. El millonario ha sopesado incluso no ir al debate, pero lo ha descartado porque sería peor para su imagen. Margen para la sorpresa hay.

Harris y Trump estarán durante el debate de pie, tras su atril, no podrán interactuar con su equipo de campaña ni tampoco tener a su disposición notas escritas previamente. No habrá público en el plató. El orden de intervenciones y su posición en la pantalla se ha decidido con una moneda conmemorativa de los 200 años de la Constitución norteamericana: Trump hablará de último y Harris aparecerá en el lado derecho del plató.

Puede que este sea el primer y único debate presidencial antes de los comicios, ya que los republicanos propusieron dos más, en la Fox (a inicios de este mes) y en la NBC (para finales de septiembre) que han sido rechazados por los demócratas. Por su parte no han planteado alternativas. Los candidatos a vicepresidente, el gobernador de Minnesota Tim Walz (con Harris) y el senador por Ohio J. D. Vance (con Trump), han acordado organizar otro debate para el 1 de octubre en CBS News. 

Los planes de Kamala... 

Diferentes son los candidatos y diferentes han sido sus formas de preparar el cruce de espadas. La vicepresidenta ha pasado cinco días en un hotel de Pittsburgh -a unas cinco horas en coche del lugar de emisión-, intentando coreografiarlo todo. No quiere dejar cabos sueltos, porque es la primera vez que se expone a algo así, frente a un Trump que ya se sometió a debates presidenciales en 2016 y 2020 y que está engrasado del que mantuvo en junio pasado. 

Los detalles de lo que pasa en ese hotel hacen las delicias de los medios norteamericanos: parece que el equipo de Harris, de gente de extrema confianza, ha creado una réplica del plató, está ensayando exactamente con el mismo atril, las mismas luces y los mismos tiempos. Incluso, un exasesor de Hillary Clinton -primera mujer en aspirar a la Casa Blanca, que ganó a Trump en voto popular hace ocho años- se pone frente a ella, de traje y corbata, a hacer del magnate. 

El plan es intentar sacar al republicano de sus casillas, para que muestre su verdadera cara, que los instintos y la visceralidad marquen sus intervenciones y se destruya solo, darle golpes a los que responda perdiendo los papeles. Tanto que los indecisos acaben inclinando la balanza a favor de los demócratas porque se le vea demasiado agresivo. Harris está ensayando preguntas difíciles, hacia ella, para no caer en trampas dialécticas, y para él: se cree que cargará duramente contra las condenas penales que arrastra el exmandatario

Sus retos serán dejar claro que Trump es una "amenaza para la democracia", como suele repetir; minimizar su poder, venderlo como un personaje ya gastado, amortizado, que no puede aportar más al país (ahora el anciano en la sala será Trump, eliminado Biden, con sus 78 años, frente a los 59 de Harris) y mostrarlo como un rico que sólo va a ayudar a los ricos. No puede subestimarlo, porque ya ganó unas elecciones y lleva dos años consecutivos encabezando con buen margen todas las encuestas, una tendencia que sólo ha cambiado con la entrada de Kamala en liza. No puede pecar de inexperta, ni de sabionda exfiscal. Ha de ser didáctica pero no densa. No puede arrugarse pero tampoco ser muy agresiva, para subrayar las diferencias. 

Ella también tendrá que esforzarse en conectar con los indecisos que se sienten amargados por la economía (la inflación, sobre todo) o preocupados por la inmigración, que quieren un futuro estable, y sobre todo debe afinar cómo va a darles respuestas, porque hasta ahora se sabe poco de sus planes de gobierno. Un norteamericano se sabe hoy al dedillo cómo fue la cita a ciegas con su marido, el abogado Doug Emhoff, pero poco de sus planes de impuestos o de asilo, por ejemplo. Harris debe definirse a sí misma, por sus ideas, no sólo en comparación, oposición o ampliación de las de Biden, además. Explicar sus cambios de opinión en materias como el fracking y neutralizar las dudas sobre sus contradicciones, algo que a Trump le encanta destacar. Debe mostrar su "marca política", como dice el New York Times "antes de que lo haga Trump" y, entonces, sólo queden los brochazos del adversario. Hasta de su presencia física debe cuidarsarse: Hillary Clinton, en sus memorias publicadas en 2017, reconoció que cada vez que Trump se situaba tras ella se sentía extremadamente incómoda y se le ponía "la piel de gallina".

Cuenta, pues, con la debilidad de quien pisa terreno desconocido pero, también, con la frescura del que se estrena y puede suponer un factor sorpresa. En estas semanas como candidata, Harris ha dado muy pocas entrevistas, ha controlado mucho sus mensajes y actos públicos y ha evitado meterse en el barro y cometer errores. Ha tratado de atesorar esa sensación de vuelta dada a la campaña, de esperanza por el cambio, que supuso su relevo de Biden, y al cambio generacional se aferrará también para que el efecto de la botella de champán dure más. Toda esa ola ayuda, pero aún no ha ganado nada. Ahora tiene que mostrar que está a la altura del puesto que reclama a los electores. 

... y los de Donald

En el caso de Trump, lleva semanas vanagloriándose de que no está preparando el debate porque no lo necesita. Su equipo dice que trabaja en "la hora de la política", que no es más que un puñado de sesiones con fichas y algunas preguntas, sentado en una larga mesa a la que se van acercando asesores a refrescarle la memoria. Sin embargo, hay medios que dicen que eso es fachada y que ha tenido un sprint final de encuentros para ensayar en su mansión de Mar-a-Lago (Florida), preparándose más que en las mismas citas de 2016 y 2020. 

Ya es bien sabido que Trump no tiene problemas para decir sacar los pies del tiesto, en los mítines como en los debates, y eso es lo que su gente tratará de evitar. Que no se retrate demasiado, que no le recuerde a los ciudadanos lo que ya es y, sobre todo, lo que fue en los cuatro años en que fue el mandatario. Saben de los riesgos de ponerse belicoso y que se le caliente la boca. Necesitan que los ataques a Harris estén justificados y no sean sólo fruto del desprecio que le genera, por lo que la llama "loca", "lunática radical", "comunista"... El NYT publicó el mes pasado que, en privado, a su adversaria la llama "puta" y se ríe de sus relaciones sexuales. 

Es incierto, dice el Partido Republicano, que afea a Harris que filtre "mentiras" y se "esconda" para preparar el debate porque "no puede hacer frente al presidente Trump", como dice una fuente al Washington Post. "Es como imaginar a un boxeador tratando de prepararse para Floyd Mayweather o Mohamed Ali, simplemente no sabes desde qué ángulo te van a atacar", apuntó este lunes en una llamada con medios de comunicación el asesor principal de campaña, Jason Miller, según informa EFE. 

Tras el atentado que por poco le cuesta la vida en un mitin en Butler, (Pensilvania), Trump rebajó algo su tono, pero volvió a la carga en la Convención Republicana, cuatro días más tarde, a por todas. Sus asesores le piden que parezca más moderado y menos bravo, pero corre el riesgo de parecer blando o de mostrar menor energía que una persona más joven. Se espera que hará de la economía y el binomio seguridad-inmigración sus grandes caballos de batalla y, en cambio, eludirá el aborto, un derecho del que Harris es abanderada y sobre el que el republicano juega al despiste en sus últimas intervenciones. 

Los cuatro años de Harris en la vicepresidencia, que han tenido luces y sombras, le servirán de munición. Quiere hacer ver que no ha hecho lo suficiente para que los ciudadanos tengan más poder adquisitivo, que con la Administración que representa hay "caos en el mundo" con guerras como las de Gaza y Ucrania y que no aporta "soluciones valientes" a la frontera sur. También tiene, no obstante, que hablar de sí mismo: qué va a hacer. De críticas sólo no vive el candidato, por dividido que esté el país. 

Las encuestas

El cara a cara de esta madrugada llega en un momento en el que las encuestas están en tablas, hay empate técnico. Desde que Harris fue declarada candidata formal de los demócratas, ha estado por delante en los sondeos, con Trump pisándole los talones pero en cabeza. Las distancias, sin embargo, se han ido reduciendo, en un efecto natural tras el estallido de la noticia de su concurrencia. La campaña es una carrera de fondo hasta noviembre. 

La media de encuestas efectuada por la web FiveThirtyEight muestra a Harris con una ventaja de 2,8 puntos por delante del republicano, hasta recabar un 47,1 % de la intención de voto. No obstante, los comicios se decidirán en siete estados clave y el margen allí, según la mencionada web, es más ajustado: Harris está en cabeza en Wisconsin (+2,8 puntos), Míchigan (+1,9), Pensilvania (+0,6), Carolina del Norte (+0,6), Nevada (+0,5) y Georgia (+0,3), y Trump en Arizona (+0,5). Ganarse el favor de los indecisos es clave para ambos.

Muy interesante fue el sondeo del pasado fin de semana del NYT, porque sostiene Donald Trump superaría a Kamala Harris por un punto. Es la primera encuesta nacional hecha tras la elección de la vicepresidenta que muestra un vuelco, de nuevo, a favor del republicano. No obstante, los propios analistas del diario norteamericano quitan hierro a esa situación e insisten en que la situación es de igualdad total. Hay que entender el contexto, que Harris fue la diana de los medios durante un mes seguido, y que ahora las intenciones de voto se están recolocando, tras la sacudida y la euforia. Aún así, Trump tiene ahora un 46% de popularidad, más de la que tenía en este mes de septiembre en las dos ocasiones anteriores en que se presentó a elecciones. 

Más allá de la horquilla de los votos, esta encuesta es importante porque da mayores detalles, como que los electores creen que Trump está en mejore condiciones de responder a los temas que ellos consideran más importantes, que el republicano es el aspirante que mejor representa también al centro (ahí es donde se sitúan muchos indecisos) y que lo ven como un candidato de cambio en un país que pide cambio. Más para que Harris tome nota: el 28% de los votantes dicen que necesitan más información sobre ella, frente a un 9% que sostiene que necesitan más información sobre Trump. 

Para eso es en buena medida la cita de esta noche, para quitarse las máscaras y ponerse bajo las luces. La fiscal y el condenado. Lo nunca visto en la historia de Estados Unidos.