Cisjordania: la muerte, la destrucción y la asfixia más allá de Gaza
El 'otro' territorio palestino, el que alberga su capital administrativa, el que soporta a los colonos y la presencia constante del Ejército de Israel, vive el dolor de sus iguales en la franja y sufre, a la par, redadas, ataques y detenciones a niveles de récord.
Gaza y Cisjordania. Parece ya una muletilla de las noticias, los dos territorios palestinos siempre de la mano. Ahora, la guerra de Israel se concentra en la franja, tras el ataque de Hamás del 7 de octubre, la tregua y su ruptura, y allí se posan los ojos del mundo. Sin embargo, en su región hermana también hay muerte, destrucción, terror, asfixia. La zona, que ya vivía su peor año de violencia en décadas antes de la ofensiva, se ve sometida por el Ejército de Israel y abofeteada por los colonos con cifras de récord.
Las cifras, que en su frialdad esconden una realidad terrible, las aporta la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA, por sus siglas en inglés): desde que comenzó la contienda en Gaza, 241 personas han muerto en Cisjordania. Hasta 63 de esos fallecidos eran menores de edad. En 231 de los casos, estas personas murieron en acciones de uniformados israelíes (ejército o policía de fronteras), mientras que en ocho más sucumbieron en ataques de colonos, de los cerca de 600.000 que residen ilegalmente entre Cisjordania y el este de Jerusalén. Hay un caso confuso.
"Las cifras de estas siete semanas representan más de la mitad de todos los asesinados en Cisjordania este año", indica la OCHA. 2023 está siendo el año más mortífero desde que este organismo de la ONU tiene registros, 2005.
La inmensa mayoría de los muertos (67%) cayeron en el marco de operaciones de búsqueda y arrestos, en redadas en las que ha habido desde invasión de casas a bombardeos con drones. La mitad de ellas fueron incursiones "que no implicaron enfrentamientos armados", aunque se han registrado intercambios de disparos puntuales en Jenin o Tulkarem. Están también los heridos, 3.187. El 45% de ellos, en el contexto de manifestaciones y el 46%, en el contexto de búsquedas y arrestos y otras operaciones. Del total, 500 son niños. Hasta 78 han sido heridos por colonos.
Destaca el informe que las fuerzas israelíes mataron el miércoles a cuatro palestinos, incluidos dos niños, en una operación en el campo de refugiados de Jenin, que implicó enfrentamientos armados y ataques aéreos, que provocaron grandes daños a infraestructuras y viviendas y que es un ejemplo de manual de lo que se vive cada día. "Durante la retirada de las fuerzas israelíes, las fuerzas israelíes mataron a tiros a un niño de ocho años y a un niño de 15", confirma.
Según fuentes médicas, durante la operación, las fuerzas israelíes impidieron el trabajo de los paramédicos, negaron el acceso a un hospital y arrestaron a una persona herida mientras los paramédicos lo trasladaban a un hospital. Desde el 7 de octubre, 51 palestinos fueron asesinados en el campo de refugiados de Jenin, lo que representa el 22 por ciento del total de muertes reportadas", sostiene el reporte.
La gravedad no sólo está el cuánto, sino en el cómo: se ha detectado un mayor uso de munición pesada que está causando heridas más profundas y graves, de consecuencias más a largo plazo, como amputaciones, algo que en Gaza está a la orden del día, pero no así en lo que los anglosajones llaman West Bank. Alrededor del 33% de las lesiones tratadas, dice la ONU, fueron por munición real, empleada incluso contra niños, cuando en los primeros nueve meses del año ese porcentaje no llegaba al 9%.
La violencia de los colonos, residentes en asentamientos o en los llamados puestos de avanzada -que ni el Gobierno de Benjamin Netanyahu reconoce pero que deja que sigan en pie- se ha multiplicado en este tiempo, con 33 ataques que acabaron con víctimas palestinas, 226 con daños en propiedades y 40 casos, con ambos. "Esto refleja un promedio diario de más de cinco incidentes", cuando antes de la guerra la media era de tres.
Por ejemplo, la ONU ha verificado cuatro ataques de colonos que tuvieron lugar los días 27 y 29 de noviembre y que provocaron daños a propiedades de propiedad palestina: 135 olivos destrozados, robo de aceitunas, de equipos agrícolas, paneles solares y material de construcción. También prendieron fuego a tres tiendas de campaña en las afueras de Yanun (Nablus), Deir Istiya (Salfit), Al Janiya (Ramallah) y Ein al Hilwa (Tubas), de personas desplazadas por la presión de uniformados y colonos.
Ya estaba siendo un año duro de supremacismo colono y ahora se ha desatado, porque han aprovechado la falta de atención por parte de las autoridades de Israel y el clima general de rechazo a los palestinos por lo hecho por Hamás para "redoblar sus ataques violentos", como afirma el Centro de Información Israelí para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados (B'Tselem). Ahora el peligro es su fiereza, porque en un tercio de los casos, afina la ONU, los colonos han usado armas de fuego, que el Ejecutivo les permite portar y hasta les ha facilitado en los últimos tiempos, con la entrada de ultraderechistas, nacionalistas y religiosos. En casi la mitad de los casos, añade, había fuerzas de Israel presenciando la escena, "acompañando o apoyando" a los colonos. Hasta Alemania ha pedido formalmente a Tel Aviv hacer más" para que estos judíos no agredan a los palestinos, "aprovechándose" de la actual situación.
Más: a la muerte y el terror se añade la desprotección desde lo más básico, coo es una casa. 143 hogares han sido desmantelados desde que comenzó la guerra, con 1.014 personas (388 menores) desplazadas de sus casas bien por la violencia colona, bien por las restricciones de acceso impuestas por Israel. La mayoría son beduinos y pastores que, si no pueden llegar a sus tierras o establos, se quedan sin medio de vida.
Como explica El País, ha habido expulsiones de civiles como la de Jirbet Zamuta, al sur de Hebrón, que contaban con ayuda humanitaria de la Unión Europea y, en concreto, de España. En el pasado ha habido quejas de Bruselas por estos daños a sus proyectos, pero sin respuesta alguna por parte de Israel.
Ha habido otros 220 palestinos (114 menores) desplazados por demoliciones, directamente, tanto en Cisjordania como en Jerusalén oriental; 63, porque Israel ha metido las máquinas en "demoliciones punitivas", de castigo a familias de detenidos o sospechosos. Las demás, por carecer de permisos en una zona ocupada en la que Tel Aviv impide construir. La persecución de estos casos también se ha multiplicado.
Un bloqueo total
Fayez Saqqa, del partido Fatah (el del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas), miembro del Consejo Nacional Palestino y residente en Belén, define la situación como de "bloqueo total" en Cisjordania. "En todas las ciudades, pueblos y aldeas, en todo Jordania y los accesos a Jerusalén, hay una situación de extrema gravedad. La población está siendo humillada constantemente y perseguida por las tropas israelíes, que nos impiden trasladarnos de un pueblo a otro", señala.
No es el cerco impuesto en Gaza desde 2007 y llevado al límite en esta guerra, pero supone la imposibilidad de abrir tiendas, de moverse para trabajar o estudiar, de vivir. "Empiezan a escasear los alimentos y el combustible, es una situación muy grave", constata. "No es la primera vez que ocurre", recuerda, porque Cisjordania ha sufrido asedios localizados en Hebrón, Jenin o la propia Belén en las últimas décadas, pero esto es algo generalizado. "Es el fracaso del intento de buscar una solución justa a la ocupación. Sólo hay que hacer caso al derecho internacional y a la legalidad internacional", se duele. Habla de una "gran tristeza" especialmente respecto a la Unión Europea, que no ha tenido en este caso la unidad de acción y la rapidez vista en el caso de Ucrania.
A esa angustia vital se suma la rabia y el cansancio de un conflicto no ya enquistado, sino que hiere cada día a la población ocupada. "No se puede aceptar una tierra ocupada. Realmente existe ahora una tensión impresionante y, al mismo tiempo, los jóvenes salen para protestar ante los puestos militares israelíes y son recibidos con balas. Todos los días tenemos siete, ocho, nueve muertos entre los protestan por Gaza", explica, apuntando a la presencia de tanques, excavadoras, drones o francotiradores de forma "masiva".
Es como una olla a presión, "nadie puede entrar ni salir de ciudades como Ramala o Nablus, vivimos en guetos cerrados". "Y llevamos décadas con esta situación", denuncia, algo reticente a hablar de agravamiento por la dureza de lo soportado en 75 años de crisis. "Nos sentimos marginados, entre el bloqueo, la confiscación y robo de tierras o la política de apartheid", ahonda.
Saqqa añade que ahora se están produciendo también ataques a infraestructuras esenciales, con el daño que conlleva entre los ciudadanos, y a edificios o monumentos simbólicos de la causa palestina, destrozados con tanques, incluso aunque fuera un monolito con el rostro de Yasser Arafat. Sumado a los robos de cosechas y de placas solares, la quema de campos, los incendios en pequeñas villas o el volcado de bidones de agua por parte de colonos, el escenario es "muy grave".
Paula Gil, la presidenta de Médicos Sin Fronteras (MSF) en España, explicaba a El HuffPost la pasada semana, al volver de un viaje a Cisjordania, Jerusalén y Jordania, que estaba "tremendamente preocupada" por lo visto en este territorio y que estaba quedando "en segundo plano". "Hay una restricción de movimientos impresionante, todos los pueblos en Cisjordania y las ciudades están siendo aisladas con checkpoints, se cierran las carreteras, la gente no se puede mover", exponía, en la línea del diputado betlemita.
"Además, a los trabajadores palestinos se les ha quitado el permiso de trabajo. Esto va a causar un daño económico brutal, porque miles y miles y miles de trabajadores no van a poder ni ejercer sus oficios", añadía.
En su propia experiencia, en clínicas de Hebrón, Nablus y Jenin, es muy compliado acceder para el propio personal de MSF y para los pacientes. "Lo que estamos haciendo es reorganizar toda la manera en la que trabajamos, los lugares en los que estamos trabajando, para poder ganar más acceso y atender a las personas", aclara Gil. Entre las cosas nuevas que tratan de hacer está la asistencia a "un número muy importante de trabajadores que se quedaron atrapados en Cisjordania", que son de Gaza, se habían trasladado con permiso de Israel para trabajar y han perdido ahora sus papeles y su posibilidad de regresar a cada. "Se han quedado en la calle y además están ilegales", explica.
El personal de MSF en Jenin, sostiene la ONG en un comunicado, ha tenido que acudir al hospital público casi todas las noches por las incursiones israelíes con tanques y tropas terrestres asolando la ciudad. "La mayoría de los pacientes que recibimos han recibido disparos en el abdomen y las piernas. A algunos les han destrozado el hígado y el bazo, mientras que otros presentan graves lesiones vasculares", afirma el doctor Pedro Serrano, médico de la unidad de cuidados intensivos de MSF.
"Tuvimos un caso muy triste de un hombre que caminaba justo por la entrada del hospital cuando un francotirador le disparó en la cabeza. La violencia continúa y la mayoría de los pacientes que recibimos tienen lesiones potencialmente mortales", ejemplifica. Los paramédicos han tenido que entrar en campos de refugiados en un tuktuk, esas carretillas con remolque, tiradas por burros o motos tan típicas de Palestina, porque "las fuerzas israelíes bloquean a menudo la entrada al campo, lo que hace casi imposible que las ambulancias entren y salgan con los heridos graves a tiempo para salvarles la vida".
Por qué importa especialmente
Cisjordania es el territorio de mayor tamaño de los palestinos, con 5.655 kilómetros cuadrados y algo más de tres millones de habitantes. Está apenas a 14 kilómetros de Jerusalén Este, la pretendida capital de su futuro estado y, buscando esa cercanía, se instaló en Ramala el gobierno de la Autoridad Nacional, a la espera de poder instalarse al otro lado del muro. Es importante por extensión, por habitantes, por concentración de fuerzas administrativas y empresariales, también porque contiene las principales ciudades y algunos santos lugares de enorme trascendencia.
Tras 1948, cuando Israel declaró su independencia y le declararon la guerra los estados árabes, la zona quedó ocupada por la Transjordania o Jordania actual, como Gaza quedó en manos de Egipto. Vinieron años convulsos, porque aunque a aquellos palestinos se les dio ciudadanía jordana y llegaron a ocupar altos cargos en el país vecino -hoy la reina Rania es de origen palestino-, no acababa de ser esta la solución que el pueblo quería, con un estado concedido por la ONU. El rey Abdalá I fue asesinado en Al Aqsa en 1951, incluso. Jordania contenía los levantamientos de los palestinos y éstos le reclamaban menos cercanía a Tel Aviv.
La Guerra de los Seis Días, en 1967, lo cambió todo. Israel terminó derrotando a sus tres grandes amenazas en la zona: Egipto, Siria y Jordania, todos fronterizos con su estado. Les arrebató importantes territorios, aumentando significativamente su zona de dominio: el Sinaí egipcio y la franja de Gaza que estaba bajo su control; los Altos del Golán sirios; y Cisjordania y Jerusalén oriental, donde hasta entonces Jordania mandaba. En estos dos espacios, el Gobierno de Tel Aviv estableció un control militar e incluso civil en determinadas áreas, que sometía a la población palestina que ya vivía allí antes de la contienda y que vio sus derechos anulados.
Actualmente hay cerca de 240.000 colonos en la capital triplemente santa y otros 450.000 en Cisjordania, según diversas organizaciones internacionales, en asentamientos reconocidos como ilegales por las sucesivas resoluciones de Naciones Unidas. En total, son uno de cada 11 israelíes. Se han creado grandes bloques de población colona, con profusión de servicios y recursos naturales esquilmados a su propietario original (del agua a la piedra), además de granjas enormes (más baratas y rápidas de instalar e igualmente dañinas para los pobladores o dueños palestinos), que cortan casi cualquier continuidad territorial, por ejemplo, con la hipotética capital del estado por venir.
Este año, con más de 13.000 permisos, ya se ha superado el récord de viviendas ilegales del Gobierno israelí, cuando la media es de 6.000 o 7.000 nuevas unidades por año en los últimos 15, según datos de la ONG Peace Now. La apuesta de la redercha radical que aupa a Netanyahu era esa y nunca la han negado. Al contrario, hacen bandera, por ejemplo, del hecho de que ya casi no tiran puestos de avanzada de colonos, que han pasado de 25 al mes a dos al mes, con ministros que defienden la colonización.
Desde el 67, Cisjordania está además partida en tres áreas, con distinto grado de autonomía, y la más asfixiada en la C, donde Israel tiene el control civil y militar total. Supone algo más del 60% del territorio e incluye todos los asentamientos (ciudades, pueblos, barrios), tierras, las carreteras que conectan los asentamientos con Israel (exclusivas para israelíes), así como áreas definidas como "zona de seguridad", que incluye entre otras todo el terreno adyancente al muro de separación.
Por eso si con Gaza se dice siempre la imagen de una cárcel al aire libre, con Cisjordania se habla de queso gruyere, el de los agujeros. Tierra a trozos, en la que se cuelan los asentamientos, con sus polígonos industriales y sus centros de vigilancia, las bases militares y controles (hasta 175 hay), las barreras y las patrullas.
Los socios ultras de Netanyahu y el propio primer ministro no llaman a Cisjordania ni po su nombre, sino por el bíblico de Judea y Samaria, parte del antiguo reino de David y Salomón. Aunque este es un conflicto por la tierra, tiene una parte religiosa que lo complica y que en este pedazo de tierra resalta especialmente: más allá de la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, en Hebrón se halla la Tumba de los Patriarcas (Abraham, Isaac y Jacob, junto a sus esposas), venerada por musulmanes (que levantaron al lado una mezquita) y cristianos (también religión del libro), controlada hoy por Israel. Un espacio sensible, simbólico, donde hay incidentes cada poco y donde el colono israelí-estadounidense Baruch Goldstein, en 1994, mató a 29 palestinos e hirió a 125 más. Hay otros puntos delicados, como la Tumba de Raquel, junto a un checkpoint de Belén, donde los roces son constantes.
Tensiones diarias y violencia diaria y muerte diaria de las que ahora sí, por culpa de Gaza, tienen algo más de foco mediático.