Caucus de Iowa: cómo funciona la primera criba republicana y quién pelea por ser candidato
Trump parte como favorito en la consulta popular de este lunes, casi 30 puntos por encima de su principal perseguidora, Haley. Hay que ver por cuánto se impone y quién se queda por el camino en la carrera a la elección presidencial de noviembre.
Este lunes arranca en Estados Unidos la carrera republicana a la Casa Blanca, de cara a las elecciones de noviembre de este 2024. Será en los caucus del estado de Iowa, una de esas citas fascinantes que desvelan las tripas de la política estadounidense, sus engranajes, la letra pequeña con la que, al final, se escribe todo.
El proceso, que se suele comparar con unas primarias pero es algo más, arranca con el expresidente Donald Trump como claro favorito, a años luz de sus perseguidores. No buscará, pues, ganar, porque eso lo tiene garantizado, sino aplastar, sacar de la carretera, anular a los que tratan de ocupar su lugar en la boleta. Demostrar que es la única baza republicana. La duda es por cuánto vencerá y quién será el segundo, en una batalla encarnizada que protagonizan la exembajadora Nikki Haley y el gobernador de Florida, Ron DeSantis. El empresario Vivek Ramaswamy queda a la cola, sin posibilidades.
La convocatoria se ha complicado por el temporal, con nevadas intensas desde hace una semana y temperaturas de hasta 27 grados bajo cero, lo que ha impedido que los candidatos llegaran a todos los mítines, debates populares y actos con simpatizantes convocados. Aún así, han tratado de poner toda la carne en el asador en esta primera gran cita electoral y han hecho un llamamiento contra la abstención, pese al clima adverso. Como reta Trump, es cosa de "salvar a Estados Unidos" y eso no lo frena, dice, ni el frío.
De qué hablamos cuando hablamos de caucus
Un caucus es una de las vías por las que los partidos norteamericanos eligen a sus candidatos para las presidenciales. No sólo es cosa de los republicanos, sino de los demócratas, que este año han retrasado su proceso en Iowa y se espera para marzo.
La palabra inglesa caucus significa "reunión electoral" y, aunque en Iowa se celebraban desde hace décadas, fue en 1972 cuando se convirtieron en la primera cita del calendario electoral, después de que unas protestas en Chicago alteraran la agenda. A diferencia de unas elecciones primarias, los no los organiza el estado sino los propios partidos y se llevan a cabo gracias a voluntarios. Hay una segunda diferencia notable: mientras que las primarias se asemejan a una jornada electoral, con ciudadanos votando durante horas, los caucus son un día y a una hora determinada. Este lunes, 15 de enero, a las 19.00 horas de Iowa, las dos de la madrugada del martes en España.
En un caucus, los participantes muestran físicamente su preferencia por un determinado candidato al reunirse con otros votantes de ideas afines en un lugar designado de una sala. Los ciudadanos van al centro de votación del distrito que les corresponde para discutir en voz alta y votar en un papel quién quieren que sea el candidato de un partido. Frente a la cabina cerrada y secreta, aquí todo se ve. En el caso del estado que nos ocupa y estrena la carrera, se han designado 1.657 distritos electorales, cuyos ciudadanos votarán en unos 700 centros, que generalmente están ubicados en edificios públicos como escuelas o bibliotecas.
Puede votar cualquier persona mayor de 18 años el día mismo de la elección, que esté registrada en un distrito como votante del Partido Republicano o que se registre esa misma noche en mesas especiales ubicadas en los centros de votación, lo cual da margen a la participación según las condiciones, del tiempo a los mensajes y estrategias de los candidatos. A las 19.00 horas en punto se cierra el registro de votantes y arranca el caucus propiamente dicho.
En cada centro hay un presidente que se encarga de preguntar si hay alguien que quiera hablar en nombre de cada candidato. En general, las campañas de cada partido eligen previamente quién hablará. Una vez que todos hayan hablado, se entregan hojas de papel a los votantes y ellos escriben, a mano, el nombre de su elegido. Al finalizar esa fase, se cuentan los votos, se leen los resultados en voz alta y se vuelcan de manera electrónica en un sistema de recuento general de todos los distritos. Los defensores de esta peculiar costumbre la elogian por su carácter participativo, pero los críticos se sienten desanimados por la idea de pasar una larga tarde de lunes debatiendo con multitudes de extraños.
Lo que está en juego en este estado
Con un 90% de la población blanca, en este estado la balanza se inclinó en las últimas elecciones presidenciales hacia el lado republicano, con un 53,2% de los sufragios frente al 45% de los demócratas. Ante esta nueva cita política, el sondeo local históricamente más fiable, el del diario Des Moines Register, apunta a que Trump se hará con el 48% de los votos, seguido de Haley, con el 20% y DeSantis, con el 16%. Mismos datos que aporta la cadena nacional NCB.
A Iowa le corresponden ahora 40 delegados de los 2.469 que se distribuyen entre los 50 estados, esto es, apenas el 1,6 %, que son quienes acaban eligiendo al candidato. En Iowa se reparten de manera proporcional a los votos obtenidos por cada candidato. Si son tan pocos, ¿por qué tanta expectación? El impacto real de esta convocatoria para las campañas republicanas está en el reconocimiento que adquieren los candidatos, en la temperatura que se toma, en las líneas de fuerza y debilidad que quedan expuestas y que hay que reafirmar o pelear en los caucus por venir. El siguiente, por cierto, será el de New Hampshire, en 23 de este mes.
Los resultados de esas asambleas populares suelen darle un impulso enorme a los ganadores y a los que obtienen buenos resultados o superan las expectativas, los que dan la sorpresa, que también los hay. Además, reducen el número de precandidatos al sacar de la pugna a los que obtienen peores resultados. Por ejemplo, el exgobernador de Nueva Jersey Chris Christie ha renunciado cuando, llegado a esta esencial meta volante, ha constatado que no tiene ni el dinero ni los apoyos necesarios para seguir adelante.
El profesor de la Universidad de Iowa Timothy Hagle defiende que declaraciones a la Agencia EFE que "en Iowa no se hacen reyes, pero se separa a los contendientes de los pretendientes. Normalmente hay una gran cantidad de candidatos al inicio del proceso (...) y el trabajo realmente es separar a las personas que son candidatos serios". Quien gana tampoco tiene garantizado ser el candidato de su partido ni mucho menos el presidente del país. Sólo tres han logrado ambas cosas: los demócratas Jimmy Carter en 1976 y Barack Obama en 2008, y el republicano George W. Bush en 2000. El propio Trump, en 2016, perdió con un 24,3% de los votos frente al 27,6% de Ted Cruz, senador por Texas y uno de sus mayores críticos.
Hagle explica que fue Carter el primero que entendió la oportunidad que representaba Iowa, siendo "un gobernador de Georgia poco conocido". "Decidió que iba a hacer una fuerte campaña porque necesitaba que su nombre fuera reconocido si quería ascender al escenario nacional", explica. Tras ganar los caucus y tomar impulso, los candidatos entendieron que debían estar en Iowa y sus tres millones de habitantes, añade.
Iowa, además, está en el grupo de estados conocidos como péndulo o bisagra, aquellos que pueden cambiar de signo de una votación y en los que los candidatos concentran sus mayores esfuerzos porque son los que finalmente pueden acabar definiendo los resultados de la contienda presidencial.
Hoy nada tienen que ver aquellas campañas puerta a puerta con la era de las redes sociales y los millones en publicidad, pero Iowa mantiene una razón de ser: hacer destacar a los más fuertes y eliminar a los débiles. Hay que salir bien en la primera gran fotografía de apoyos; tras meses haciendo campaña, esta es la primera gran prueba para ver el impacto en papeletas de sus mensajes. Por eso se pone sobre la mesa mucho, mucho dinero: la consultora AdImpact ha estimado que hasta el momento los candidatos republicanos han gastado cerca de 260 millones de dólares en el proceso de caucus antes de empezar y 119 millones de ellos han sido exclusivamente para Iowa.
El peso de estas consultas en el Partido Demócrata del presidente Joe Biden es muy menor este año. También celebrará asamblea en Iowa, pero sin un impacto vinculante en la contienda presidencial, porque el actual mandatario no tiene realmente oposición y es el candidato defendido por todos. A diferencia de años anteriores, el caucus demócrata se realizará para tratar sólo asuntos administrativos del partido e iniciar el proceso de elección de delegados para la convención nacional. En su lugar, los demócratas de Iowa elegirán a su candidato mediante el voto por correo y se publicarán los resultados el 5 de marzo, en el día conocido como "supermartes". Han preferido priorizar los estados con una composición racial más diversa, defienden. El presidente Biden presionó por ese cambio y escribió en una carta el año pasado que el partido "debe garantizar que los votantes de color tengan voz en la elección de nuestro candidato mucho antes en el proceso y durante todo el período inicial".
La campaña del Partido Demócrata comenzará en Carolina del Sur el 3 de febrero y en Nevada el 6 de febrero.
Los aspirantes
En Iowa es Trump el gran protagonista. Hace meses que anunció su intención de sacarse la espina de su derrota en 2020, de pelear de nuevo por la Casa Blanca en este 2024, y desde entonces no ha parado su maquinaria propagandista y partidista. Los sondeos le dan como ganador no ya en los caucus, sino en las presidenciales de noviembre, aunque ha visto reducida su diferencia respecto a Biden. Hoy ese colchón es de entre dos y siete puntos de ventaja, pero ha llegado a ser de 20.
Trump se ha enfundado el traje de víctima, de perseguido, mezclando el poder ejecutivo con el judicial y acusando a Biden de ir a por él con los múltiples procesos abiertos en los tribunales que tiene ahora mismo. Este año electoral debe hacer frente a cuatro procesos penales, dos de ellos por su supuesto intento de manipular los comicios y otro por mala protección de documentos confidenciales que sacó de la Casa Blanca.
Esos escándalos, tan serios, no han hecho mermar su popularidad y sus apoyos. Se ha hecho un hueco en el martirologio y le encanta. Se ha erigido en la única voz capaz de superar a los demócratas y ese mensaje, repetido, ha calado, hasta el punto de que no se ha presentado a los debates de candidatos celebrados desde el pasado verano. No le hacía falta, que pelearan los demás. En los días previos a el caucus ha hecho lo de siempre: insistir en el fraude electoral de Biden en 2020 -que ni un juez ha avalado- y llamar a los norteamericanos a votarle para "plantarle cara" a quien ha querido "arrebatarles la voz". "Vamos a recuperar este país y a hacer que EEUU vuelva a ser grande de nuevo", dijo. También acusó al demócrata de querer "encarcelar a su oponente número uno" y comparó su procesamiento con el de Al Capone, ese "difundo gran gánster". Hasta con piropo a la mafia.
Su apoyo, si nada lo frena, puede ser de récord en Iowa sin haber ni explicado su programa electoral.
A Trump le siguen Ron DeSantis y Nikki Haley. El primero, el que parecía que iba a ser su gran rival, se ha ido desinflando con los meses. Un calco en joven y con menos carisma que el magnate, al frente del estado de Florida, apadrinado primero por él y luego denostado en cuando quiso competir con él. Muy centrado en discursos de halcón como el de la inmigración, ha fallado en los debates previos, en los que le ha faltado empaque federal, mientras que su principal contrincante, Haley, se iba creciendo.
Ella ha sido gobernadora de Carolina del Sur y embajadora de EEUU ante la ONU, por recomendación de Trump, cargo que dejó pasados dos años precisamente por su oposición a la política exterior del entonces presidente. Su papel no ha sido de palmera, como DeSantis en los primeros estadios, sino que siempre ha ido contra Trump, marcando distancias. Su buena oratoria, sus ideas propias, el viejo hacer republicano y el hecho de ser mujer la han encumbrado en estos meses.
Los rivales de Trump han luchado por hacer mella en su apoyo entre la base cada vez más populista del partido. No pocos donantes republicanos importantes, cansados del tono y maneras de Trump y preocupados por sus procesos judiciales, están buscando un candidato alternativo para financiar, por eso no es desdeñable, pese a la derrota, ser segundo. Y nadie puede descartar que un segundo peleón acabe de compañero en la boleta con Trump, como aspirante a vicepresidente.
Es una apuesta que puede crecer, un buen resultado en Iowa podría ayudar a convencer a los impulsores ricos a emitir un cheque más grande, especialmente si un mal resultado obliga a alguien más a abandonar, como es bien posible que ocurra. Lo que pasa es que es muy difícil que haya otro candidato que no sea Trump capaz de asegurar 73 millones de votos, como en el caso de magnate.
La supervivencia y el impulso serán claves para los candidatos anti-Trump en la contienda. Los que estén muy a la cola caerán pero justo Haley y DeSantis están aún lo suficientemente fuerte como para que alguien apueste por ellos, alguien que defienda que otro Partido Republicano es posible -aquel que se fundó en 1854 y que Trump sólo usa y tira- y cambie las cosas, o lo intente. Conseguir votos ahora es conseguir dinero después y a saber qué más, que el año es largo y los problemas de Trump, muchos.
Hay personas que nunca votarán por Trump, partidarios acérrimos de su agenda y una tercera categoría que está interesada en alternativas. Iowa es el momento de ponerlos a todos en el escaparate, bajo los focos.