Carlos III y sus primeros ministros, la piedra de toque de la política diaria
El nuevo monarca de Reino Unido ascendió al trono en plena crisis institucional, con dos 'premieres' en Downing Street en 45 días. Hasta 15 despacharon son su madre.
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Entre 1953 y 2022, Isabel II tuvo que despachar semanalmente con 15 primeros ministros de Reino Unido. 12 hombres y tres mujeres, de Winston Churchill a Liz Truss, a quien recibió en su despacho apenas horas antes de morir. Su hijo y heredero, Carlos III, que lleva ya ocho meses en el cargo aunque no será coronado hasta este sábado, ya acumula dos premieres en su reinado, y eso que no ha habido elecciones siquiera.
El Partido Conservador ostenta aún una mayoría absoluta lograda al calor del Brexit y del carismático Boris Johnson pero encadena una crisis interna, ideológica y de gobernabilidad, que machaca nombres a una velocidad nunca vista en el país. Cuando la reina murió, Truss acababa de ganar las primarias de su formación, sin grandes alegrías, y con ella empezó a ver la agenda del país el nuevo rey. Sin embargo, ni siete semanas de reinado llevaba cuando la tory tuvo que dimitir, tras presentar una reforma económica que no tenía ni pies ni cabeza.
Los dos, Truss y Carlos, eran nuevos y acababan de tomar el timón en sus respectivos barcos. Se vieron lo justo y hablaron, básicamente, del funeral de la monarca. Si el 12 de septiembre del año pasado era enterrada, el 20 de octubre salía la primera ministra de Downing Street. La relación con el rey fue un visto y no visto. A Truss le sucedió su rival en el liderazgo conservador, Rishi Sunak, que no era el más querido, pero era el que había, el que seguía queriendo el sillón, confirmado que Johnson no volvía (por el momento). Desde entonces, las semanas han ido haciendo los ajustes naturales entre un monarca verde pero veterano y un jefe de Gobierno verde, joven, con marejada en casa y más rico que el propio rey, dicho sea de paso.
Carlos tuvo un primer gesto de cambio: ya no más audiencias en la sala del palacio de Buckingham que usaba su madre (es en la que todos nos hemos metido viendo The Crown), sino en la sala 1844, que había empezado ya a usar para encontrarse con líderes mundiales de paso en el país. Un nuevo escenario para unos nuevos personajes. En este tiempo, lo mollar ha sido lo que han despachado, en un momento en el que Reino Unido pasa por una crisis importante, con la peor inflación en cuatro décadas y protestas sociales masivas contra Sunak y su modelo de derechas, que ni mejora los servicios públicos ni sube los salarios. Las encuestas señalan que si hoy hubiera elecciones, los tories las perderían por 14 puntos de diferencia respecto a los laboristas, 27% frente a 41% de los votos, dice por ejemplo YouGov.
Por ahora, según ha explicado Sunak a medios como la NBC, la relación entre monarca y primer ministro es buena. Afirma el premier que tienen "grandes debates" semanales y que es un "privilegio" abordarlos, porque enfrente tiene a alguien que "está intentando modernizar la monarquía". Le aplaude su afán en mejorar la economía patria desde la tecnología o la transición verde y que se preocupa "a todos los niveles" de la sociedad. "Quiere representar a todos, lo he visto interactuar con todos, se toma esa parte de su tarea muy en serio", destaca. También afirma que tiene una "enorme capacidad" de conectar con la gente, empezando por él mismo, y que esos valores son esenciales para Reino Unido pero también para su imagen exterior.
La prensa británica ha especulado estos meses con la posibilidad de que Carlos (que siempre ha tenido una voz propia potente e ideas muy claras sobre las políticas que necesita su país, hasta el punto de expresarlas en alto sin sonrojo) esté en una posición de fortaleza respecto a Sunak, cuestionado y a la desesperada. En su partido le prometieron estabilidad hasta que en poco más de un año que haya elecciones, pero también es cierto que entonces hará falta un líder que remonte las encuestas y hay quien ya aspira a tomar decisiones. El país no está bien y eso es un arma arrojadiza para la oposición y sus críticos internos.
Pero también se publica lo contrario, que Sunak se ha aprovechado del verdor del rey para imponerle su agenda. Ejemplo: la primera visita al exterior de Carlos no ha sido a un país de la Commonwealth, una asociación voluntaria de 56 países independientes, casi todos anteriormente bajo el dominio británico; en 14 de estos Estados, además del Reino Unido, Carlos es jefe de Estado. Sin embargo, su apuesta fue Francia, un viaje que tuvo que anular por las huelgas y protestas por la reforma de las pensiones, y acabó estrenándose en Alemania. Los dos países forman el eje franco-alemán, corazón del poder comunitario, y por eso hay quien entiende que Sunak le ha presionado para que vaya en avanzadilla diplomática para relanzar las relaciones con la Unión Europea, muy tocadas tras el Brexit.
"La seguridad de Europa y nuestros valores democráticos están bajo amenaza", expresó el monarca, quien agregó que "la guerra de agresión contra Ucrania trajo sufrimiento inimaginable a tanta gente inocente”. Era el otro gran mensaje que debíoa transmitir, el de unidad aliada frente a la invasión rusa.
El perfil político de Carlos es claramente conservador, pero también se ha mostrado abierto a políticas ambientales o al respeto religioso y racial. Dio su primer discurso sobre ecología en 1970, cuando apenas tenía 21 años. Entonces expresó la creciente cantidad de residuos plásticos que contaminaban el entorno, un tema que se ha convertido en una de las grandes discusiones sobre conservación medioambiental en las últimas décadas. Las risas se trocaron en aplausos cuando se le vio como un adelantado. Ha participado en conferencias climáticas como la de Glasgow, donde tuvo un papel activo y no sólo representativo, pero está por ver el impacto que tiene realmente en las políticas finales. Ninguno, a juzgar por su papel institucionalmente regulado. El rey planeaba asistir a la COP27 de la ONU -celebrada en Egipto en noviembre pasado- en representación de Reino Unido, pero cedió el lugar a Sunak, tuvo que plegarse. Su país habñia presidido Glasgow un año antes y tenía un papel especial.
La madre de Carlos III siempre se mostró muy discreta en asuntos de la política británica, así como de las relaciones del Reino Unido con el exterior. Fue respetuosa de la figura del primer ministro y de las decisiones que este tomara. Su hijo las ha expresado, como príncipe, más de una vez, generando incidentes hasta con China. Se espera que tenga que dar un paso atrás, por mucho que alargue quizá sus reuniones con los premieres. Ha tenido algún gesto distinto, pero tampoco es sacar los pies del tiesto: en febrero, después de que el Reino Unido y la UE llegaran a un nuevo acuerdo sobre la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, tuvo una reunión con Ursula von Der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea.
Amigos y enemigos
A los dos, Carlos y Sunak, se les ve relajados cuando están juntos, por ahora. El tiempo dirá qué relación acaban teniendo. Isabel II, desde luego, tuvo variedad de mandatarios y de sentimientos y relaciones. Porque, por mucha neutralidad que se le pida a un monarca, hay favoritos y hay odios, también.
La reina se estrenó con Winston Churchill (1951-1955), que la trataba como una niña que se enteraba de poco hasta que se dio cuenta de su trabajo e interés y se convirtió, entonces, en un admirador y un aliado. Su relación fue estrecha y entrañable, casi paternal. Vinieron Anthony Eden (55-59, que cayó en desgracia con la monarca con la pérdida del Canal de Suez) y Harold Macmillan (57-63, con quien mejoró la cosa y al que dejaba hasta fumar en su presencia), y luego Alec Douglas-Home (63-64), breve en el cargo pero no en su amistad, porque ya iba a pasear y de caza con él antes de estar en el poder.
Harold Wilson (64-70 y 74-76) fue un poco demasiado progresista a sus ojos, por sus visiones sobre el aborto o la homosexualidad, pero lo respetaba; Edward Heath (70-74) no le aportaba nada pero apuntaló la entrada en la UE, y con James Callagham (76-79) la conversación era fluida.
Llegó Margaret Thatcher (79-90) y se produjo el choque de trenes. No se podían ver. Los historiadores constatan que la enemistad que se ha trasladado a la pequeña pantalla con el duelo Olivia Colman-Gillian Anderson fue tal cual. Dureza en el trato y en las maneras. Ejemplo: dejar a la primera mujer al frente del país en pie durante más de una hora de audiencia o tratar de pactar a sus espaldas la condena al apartheid.
Con John Major (90-97) llegó Isabel a una lealtad nueva, un hombre más joven que ella pero que caminó fiel a su lado en los peores años de reinado, cuando los escándalos familiares arreciaban, y quien medió muy exitosamente en el divorcio de Carlos y Diana de Gales. Con él se encauzó la paz en Irlanda del Norte. Fueron una pareja que se entendía. A su sucesor, Tony Blair (97-2007), no lo podía ver por demasiado público, demasiado estridente, y porque acuñó aquello de Diana, la "princesa del pueblo" e Isabel no se lo perdonó. A Gordon Brown, el último laborista en el cargo (07-10), sí lo quiso. Por su Ley de Cambio Climático, la retirada de Irak y su talante humilde. Por primera vez en la historia, le invitó junto con toda su familia a una audiencia, tras su dimisión.
Nada que ver con David Cameron (10-16), el hombre que se aupó al Brexit y perdió, que luego en sus memorias desveló contenido privado de las audiencias reales y enfadó a la monarca. No salía bien parada. Theresa May (16-19) fue la primera mujer con la que se llevó bien, sin grandes alianzas, tampoco. Respeto y escucha en un tiempo de zozobra total. Con Boris Johnson (19-22), pese a su carisma y supuesta simpatía, no hizo migas. Demasiado poco formal. Las fiestas en pandemia le hicieron rechazarlo más.
Y a Liz Truss (45 días en 2022) apenas la saludó para que tomase posesión. Como nueva líder del Partido Conservador, Truss fue recibida por la reina Isabel II, quien la nombró primera ministra del Reino Unido. Fue en el castillo de Balmoral, en Escocia, el 6 de septiembre de 2022, la única vez que Isabel no recibió a un nuevo primer ministro en el Palacio de Buckingham durante su reinado. La salud la mantuvo en su residencia veraniega. La reina murió dos días más tarde. Su foto juntas fue la última de la monarca con vida.