La cocaína en Europa: unos niveles "históricos" y un problema de seguridad acuciante
Amberes (Bélgica) se consolida como la principal puerta de entrada en un momento de récord de incautaciones y de alza en el consumo "de fiesta".
Se llamaba Firdaous y tenía 11 años. Cara regordeta de niña tranquila, largo pelo castaño, ojos lánguidos. Murió el 9 de enero pasado en su casa de Amberes (Bélgica) de un disparo en el corazón. A la hora local de la cena, hacia las seis y media de la tarde, unos hombres armados tirotearon la puerta del garaje de su casa. Pero detrás no había sólo un aparcamiento, sino una zona habilitada como estancia. Detrás había personas. En la balacera y el incendio generado por electrodomésticos que estallaron por las ráfagas, murió la cría y resultaron heridos su padre (58 años) y sus dos hermanas (de 13 y 18). Fue el más doloroso episodio hasta ahora en la guerra de los clanes de la cocaína en la capital flamenca.
Según datos del Gobierno regional, se han producido en la ciudad y en su área metropolitana 200 incidentes violentos en los últimos cinco años. Son relativamente habituales los sobresaltos incluso en zonas residenciales por tiroteos, lanzamiento de cócteles molotov, destrozos y vandalismo, fruto de la pelea de los distintos grupos por controlar el territorio. En el caso de la casa de Firdaous, su madre es la hermana de Othman El B, un supuesto traficante y contrabandista, de los delincuentes más buscados del país, cuya residencia ya había sufrido incidentes en el pasado, según confirmó el alcalde de la ciudad, Bart De Wever (del nacionalista Nueva Alianza Flamenca). El hombre vive en Emiratos Árabes, intocable porque no hay acuerdo de extradición.
Amberes se ha consolidado como la puerta de entrada de la droga en la Unión Europea, desplazando a la costa gallega, un primer puesto que logró en 2016 y no ha soltado. Los datos son aplastantes: sólo en 2022, las autoridades se han incautado de 110 toneladas de coca, lo que supone un 23% más que el año previo y el quinto año de récord en la estadística. Sólo este puerto concentra el 40% de la cocaína incautada en toda la UE, según datos de los Servicios de Finanzas Públicas de Bélgica. El de Róterdam (Países Bajos) apenas le sigue en la segunda posición con 52,5 toneladas. Ni la mitad. Y hay que tener en cuenta que, estima la Municipalidad de Amberes, lo que se logra detectar es apenas una décima parte de toda la droga que entra realmente por sus instalaciones. Un coladero.
Esta semana, la comisaria europea de Interior, Ylva Johansson, ha visitado el puerto amberino en un intento de lanzar un cuádruple mensaje: de solidaridad con sus autoridades por el problema que tienen; de amenaza a los criminales que son "una amenaza tan grande como la del terrorismo"; de promesa de refuerzo para evitar que esta situación se perpetúe, y de denuncia también de los que consumen, aún "de fiesta" o de forma "recreativa" y alientan estas redes que acaban matando a niñas de 11 años.
Johansson explicó que la mayor parte de la cocaína llega desde Brasil, Ecuador y Colombia, aprovechando las rutas de la fruta, muy estables y bien engrasadas. A estos dos últimos países viajarán la comisaria y la ministra del Interior belga, Annelies Verlinden, a finales de febrero, para mejorar la cooperación y prevenir envíos.
A nivel nacional, han aprobado nuevos planes y controles, pero por ahora hay 350 agentes para revisar la mercancía que entra en un puerto desmesurado, de 129 kilómetros cuadrados, una inmensidad de cuyas lagunas se aprovechan los narcotraficantes. Las 800 detenciones del año pasado parecen no ser suficientes. La UE, por su parte, ya ha puesto en marcha un refuerzo de Interpol, en busca de mejoras en Inteligencia, sobre todo. En septiembre, el fiscal general de Bruselas, Johan Delmulle, se atrevió a hablar de Bélgica como un "narcoestado" en el que hay que intervenir con urgencia. Hasta ha habido que elevar la seguridad a determinados políticos a causa de las amenazas de estos mafiosos.
Al alza
Según la Agencia de Cooperación Policial Europea (Europol), Europa registró un récord de incautaciones en 2021 con 240 toneladas, frente a las 213 en 2020 y las 49 toneladas diez años antes. El crecimiento es rapidísimo y ni el coronavirus redujo los cargamentos.
Desde que Europa se convirtiera en una prioridad de los capos de la droga en los años 2000, las decenas de miles de millones de dólares de beneficios generados alimentan una corrupción a gran escala y una criminalidad ultraviolenta, inspirada en lo que ocurre en Sudamérica. Ante esos potenciales beneficios, "los grupos criminales trajeron a nuestro país los métodos de los cárteles: ajustes de cuentas, secuestros, torturas", describe la jefa de la Oficina Antidrogas francesa (Ofast), Stéphanie Cherbonnier, que explicaba fráficamente lo complicado que es pelear contra la coca: "Es como querer vaciar el océano con una cucharilla".
Han aparecido con los años, dice Interpol, nuevas rutas. Por ejemplo, los cárteles de Sinaloa o Jalisco, que siempre habían priorizado su mercado natural -por cercanía física y por historia- de Estados Unidos, apuntan ahora a Europa, donde se dispara el consumo.
"El mercado de Estados Unidos está saturado y la coca se vende en Europa entre un 50% y un 100% más cara", explica a la agencia AFP el jefe de los servicios de inteligencia de las aduanas francesas, Florian Colas. Sus recursos son considerables ya que el tráfico de cocaína ofrece una rentabilidad sin comparación: el kilo se compra a 1.000 dólares en Sudamérica y se vende a 35.000 euros en Europa. Se calcula que el negocio movió en 2020 más de 11.300 millones de euros, sólo por detrás del cannabis.
La mayoría de la droga que entra por Amberes no se queda en Bélgica. Como está en el corazón de Europa, se traslada muy rápidamente por carretera a los demás países de la Unión. Ahí entra España, uno de los dos países donde se manufactura más cocaína, junto con Países Bajos, a lo que suma sus propias entradas en Valencia, Algeciras o Barcelona. Según el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT), entre octubre de 2019 y julio de 2021 se desmantelaron 11 instalaciones de extracción secundaria de cocaína ilícita, con una capacidad estimada de producción de clorhidrato de cocaína de entre tres y 500 kilogramos por semana. En los puertos españoles se incautaron 37 toneladas de cocaína en 2020, indica su informe.
Según el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT), la llevada de coca va en consonancia con su consumo. En 2021, unos 3,5 millones de europeos consumieron al menos una vez cocaína, un nivel "histórico" y cuatro veces superior al registrado hace apenas 20 años. La comisaria europea entinde que estamos ante un problema de salud pública, pero también incide en que hay un problema de conciencia cívica. Quienes toman coca, dijo esta semana, "están alimentando los tiroteos y las muertes en las calles".