Así sería hoy el imposible viaje de los Reyes Magos de Oriente al portal de Belén
Guerras -como no se han visto en 75 años-, integrismo, yihadismo, fronteras y ocupación. No hay camino seguro hacia la ciudad asfixiada tras un muro. Este año, ni luces tiene. Con los hermanos de Gaza muriendo, nada que festejar.
Oriente Medio es, a veces, una tierra de clichés descorazonadoramente justos. El avispero, la región en fiebre, la olla a presión. Recursos fáciles para describir lo que ocurre, pero es que ocurre. Más, este año, cuando el ataque de Hamás a suelo israelí seguido de la desaforada respuesta de Tel Aviv contra Gaza ha generado el peor conflicto en la zona en 75 años.
En esa tierra, además de la violencia y dolor, sitúan las sagradas escrituras un acontecimiento definitorio para el mundo: el supuesto nacimiento de Jesús en Belén, una ciudad de la antigua Palestina, hoy en la Cisjordania ocupada por Israel. Hoy hay más de 2.300 millones de personas en el planeta que creen en ese niño, en su mensaje y en sus promesas.
La historia que recordamos cada navidad es la de ese niño judío y sus padres, José y María, el portal, la pobreza, la esperanza que hoy marca una estrella de plata en la Basílica de la Natividad. Y también la de esos tres magos de Oriente, científicos convertidos en reyes con el tiempo, que fueron a adorarle, a reconocerle su poder como mesías y profeta. La historia arroja dudas, pero la tradición no. Con su llegada se acaban las fiestas con una explosión de regalos.
El viaje de esos hombres sabios debió ser complejo por las distancias, la intemperie, la mezcolanza de idiomas, culturas, costumbres y leyes, la inseguridad, el medio de transporte, las escasas pistas que da una estrella. Aún así, llegaron a su destino. Hoy no podían o lo tendrían extremadamente complicado, con la región convertida en un campo de minas por integristas, yihadistas, fronteras y alambradas, guerras, ocupación y burocracia. Su meta final está aún más bloqueada como castigo por Israel, mientras se bombardea Gaza. Un 2024 sin oro, sin incienso y sin mirra.
Las Escrituras cuentan...
... poca cosa, la verdad. Las referencias a los reyes son pocas. Se sabe que llegaron de Oriente, pero nadie afina de dónde. En realidad, de cuatro evangelistas, sólo uno, Mateo, hace referencia a ellos. El nacimiento y la infancia de Jesús están infranarrados en las Escrituras y se cree que son episodios recreados más tarde, a la luz del poder de su figura, en un intento de dar valor a su origen, a las predicciones sobre el salvador, a la reverencia de otros sabios desde la cuna.
Lo que cuenta Mateo de los magos se resume en un par de párrafos, en su capítulo II, versículos 1 a 12. Dice así:
"Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: ‘¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo’. Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. ’En Belén de Judea- le respondieron- porque así está escrito por el Profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá,
ciertamente no eres la menor
entre las principales ciudades de Judá,
porque de ti surgirá un jefe
que será el Pastor de mi pueblo, Israel’.
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: ‘Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje’. Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino".
Lo que se sabe o se intuye
Así pues, Mateo afirma que llegaron a Belén unos magos, buscando al "rey de los judíos" que había nacido allí, y le hicieron tres regalos, símbolos de realeza (oro), divinidad (incienso) y sufrimiento y muerte (mirra). Nada más dice la Biblia. Han sido otros evangelios apócrifos o textos posteriores –sobre todo, del siglo V en adelante- los que han afianzado la idea de "reyes" que hoy manejamos y también la tradición de que eran tres o de que tenían nombres, sacando a flote hasta supuestas reliquias con el paso de los siglos.
Sabios y doctores de la Iglesia han ido añadiendo, sobre esos datos que no tienen verosimilitud histórica, más detalles que son los que nos sirven de base para nuestro mapa. Los evangelios apócrifos, no ortodoxos, también han aliñado el relato.
El papa León I El Magno fue quien clarificó su número, pese a que ramas como la armenia hablan de hasta 12 magos, tantos como los apóstoles, y Beda El Venerable recoge más tarde sus denominaciones y el color de su pelo y su tez, aunque pronto empezó a relacionarse a cada rey con uno de los tres continentes conocidos entonces (Europa, Asia y África) para hablar de la universalidad de la fe cristiana.
Lo más probable es que profesaran el zoroastrismo, una religión fundada por Zoroastro o Zaratustra que, entre otras cosas, defiende el libre albedrío del hombre para elegir entre el bien y el mal, hasta que le toque rendir cuentas a su muerte.
Una tradición dispar
La tradición de los Reyes Magos no es universal en el cristianismo. Se mantiene como un elemento más de las Sagradas Escrituras, complementario, pero donde cobró fuerza fue en España o en territorios que estuvieron bajo su influencia como Flandes (donde ha ido perdiendo fuerza pero aún protagoniza misas especiales el 6 de enero) y América Latina (donde se mantiene muy viva en países como México, Argentina, Venezuela o Costa Rica). Se celebra el día 6 de enero con la Epifanía, el momento en el que Jesús toma una presencia humana en la tierra, es decir, "se da a conocer".
En el cristianismo ortodoxo, de hecho, el 6 de enero es la fecha en la que se celebra el Nacimiento de Jesús, no el 25 de diciembre, aunque por ejemplo este año Ucrania ha cambiado su costumbre y se ha puesto en paralelo con el calendario del resto de Europa, en un gesto con mucha política. Es así debido a que se rigen por el calendario juliano, mientras que las celebraciones religiosas de los cristianos católicos se basan en el calendario gregoriano introducido por el Papa Gregorio XIII, en el año 1582.
La violencia que todo lo frena
Si nos acogemos a lo apuntado por estos expertos, Melchor, Gaspar y Baltasar venían del este de Belén, desde Persia, Babilonia y Asia Central-Sur, acompañados de sus sirvientes o pajes, con una pequeña ayuda. Concretando con la geografía de hoy, nos referiríamos a países como Afganistán o Pakistán, Irán o Irak, la antigua Persia y Babilonia. De ahí, al campo de los pastores, a Beit Sahour, el valle de los guardianes de la noche donde los pastores vieron los primeros signos de lo que estaba por llegar.
Afganistán lleva en manos de los talibanes desde 2021. Toda una generación criada con más libertades y derechos, gracias a la presencia internacional y a gobiernos corruptos pero no integristas, ha quedado sepultada por el ascenso de los islamistas, tras la salida ominosa de las fuerzas occidentales -empezando por Estados Unidos-. La persecución de quien no lleve el Islam a su manera acaba en la muerte. Han cerrado academias y universidades y a las mujeres se les han prohibido los estudios. La ciencia en la que militaban los sabios que fueron a Belén está perseguida por ellos y por terroristas como los de Al Qaeda o el Estado Islámico. Las carreteras están controladas por los islamistas y hay algunos reductos en guerra, lo que complica el tránsito hasta de ayuda humanitaria, vital para el 70% de la población.
Los integristas se han hecho fuertes de nuevo, superando las oposiciones internas y sin nadie que les haga sombra, sometiendo a mujeres y niñas, con millones de ciudadanos desnutridos y anhelando un reconocimiento internacional que no llega. Sólo quedan reductos de lucha en la zona del Panshir, pero los hay, con pequeños señores de la guerra que aún resisten. El país es un páramo de derechos, seguridad y libertad.
Pakistán, por su parte, no tiene un Gobierno islamista, pero también sufre el azote integrista a través del Movimiento de los Talibanes Pakistaníes, muy peligrosos y agresivos. Atacan constantemente escuelas, institutos y universidades, laboratorios y bibliotecas, especialmente con coches bomba. Ellos quisieron matar a Malala Yousafzai, Nobel de la Paz, cuando iba en autobús al colegio. Hasta 13 millones de personas se vieron afectadas en el 22 por las peores inundaciones que se recuerdan y casi nadie ha recuperado lo que tenía, aumentando la pobreza y fragilidad.
Ha habido ciertos avances legislativos, pero menores. Tras ser elegido primer ministro en abril de 2022, Shehbaz Sharif ha continuado la política de su predecesor de reprimir las voces críticas en los medios de comunicación, las organizaciones no gubernamentales y la oposición política. Las autoridades utilizan habitualmente leyes draconianas contra el terrorismo y la sedición para intimidar a los críticos pacíficos. La violencia relacionada con la blasfemia contra las minorías religiosas, fomentada en parte por la persecución gubernamental y las leyes discriminatorias, continúa sin disminuir. Los organismos encargados de hacer cumplir la ley y los organismos de inteligencia estatales llevan a cabo detenciones arbitrarias y ejecuciones extrajudiciales con impunidad. Las autoridades no han logrado establecer una protección adecuada ni rendición de cuentas por los abusos contra mujeres y niñas, incluidos los llamados "asesinatos por honor" y el matrimonio forzado.
Irán está en plena ebullición. Vive las mayores manifestaciones contra el régimen de los ayatolás desde que se impuso, hace más de 40 años, con la Revolución Islámica. El asesinato a manos de la Policía de la Moral de la joven Mahsa Amini, por llevar mal puesto el velo, ha encendido las calles y, aunque se han suavizado algo las protestas en este año, siguen las detenciones de disidentes. De la vida de las mujeres se ha pasado a pedir la libertad de todo un pueblo. Pero la represión es brutal.
El poder de los clérigos y su cerrazón se mantiene. Ebrahim Raisi, presidente radical donde los haya, tiene al país sin esperanza: medida que las amplias sanciones de EEUU afectan el acceso de los iraníes a la salud y a los medicamentos esenciales, las autoridades incrementan un férreo control sobre las reuniones pacíficas, en particular las protestas relacionadas con los trabajadores, sin opción ni a respirar. ¿Dónde cabe un rey de otra creencia, que se hace preguntas, en un país que persigue la diferencia, la disidencia y la libertad?
En Irak, su país vecino, la guerra con Irán impulsada por Saddam Hussein, la posterior invasión a Kuwait y las dos guerras del Golfo, así como la invasión estadounidense y las diferencias étnicas entre sunitas y chiitas, han llevado a una compleja situación política y económica. No es un estado fallido como Afganistán, pero su situación de seguridad es frágil. Los choques entre partidarios y detractores del clérigo Muqtada al Sadr, los bombardeos contra los kurdos y los atentados yihadistas de grupos como el ISIS alteran notablemente su normalidad.
El Estado Islámico (ISIS) ha perdido el control del territorio en Irak, lo que es una buena noticia, pero ha seguido habiendo ataques esporádicos. Los desafíos clave de derechos humanos en la fase posterior al Daesh incluyen juicios justos para los sospechosos de ISIS, que permitan la participación de las víctimas, o y la protección de las familias de los sospechosos, la libre circulación de los desplazados y la rendición de cuentas por los abusos cometidos por las fuerzas antiyihadistas, que son muchos. Persisten otras violaciones, como la de la libertad de reunión y expresión y de los derechos de las mujeres, así como del derecho al agua y el uso extensivo de la pena de muerte por parte del gobierno.
En Siria, la Primavera Siria contra el dictador Bashar el Assad se convirtió, por culpa de la represión del régimen, en guerra civil. Llegó la descomposición total en resistencia, milicias, yihadistas, entró Rusia en juego... y así llevamos, en guerra, desde 2011. Se han reducido los combates abiertos y los bombardeos, porque el poder de Damasco es mayor, pero los muertos se cuentan por más de 400.000 civiles (datos de la ONU) y los refugiados, por casi seis fuera de sus fronteras y casi siete desplazados internos. El ISIS sigue peleando, pese a la caída del califato.
Mientras la batalla contra ellos está llegando a su fin, las bajas civiles causadas por los ataques aéreos de la coalición liderada por EEUU aumentaron y sus aliados liderados por los kurdos continuaron restringiendo el movimiento de los desplazados de las áreas de ISIS. Bachar el Asad ha recrudecido este año sus ataques a los rebeldes, también, aprovechando la ceguera internacional. A medida que el conflicto activo disminuyó, Rusia y Siria pidieron el regreso de los refugiados, muy parcial por ahora, y Siria ha aprobado leyes para facilitar la reconstrucción, pero sigue violando los derechos humanos, especialmente de disidentes.
Jordania, sin duda, sería la parte más tranquila del viaje de los Reyes Magos. Algunos la llaman la Suiza árabe. Cruzar por su tierra no tendría riesgos para su integridad. La estabilidad política está asegurada con una monarquía que cortocircuita a sus críticos, aunque sigue habiendo movimientos populares que piden más democracia y derechos. Críticos son también islamistas como los Hermanos Musulmanes, el grupo opositor de más peso y que suele criticar duramente las políticas del Gobierno del reino respecto a Israel, por ejemplo, especialmente importantes ahora que estaban floreciendo las relaciones comerciales entre Tel Aviv y el mundo árabe.
Dos años después del inicio de la pandemia de coronavirus, la situación económica en Jordania sigue siendo precaria y una red de protección social debilitada ha significado que muchos no pueden permitirse alimentos, vivienda o educación. Ammán ha deportado por la fuerza o ha amenazado con deportar a algunos refugiados en violación de sus obligaciones en virtud del derecho internacional, mientras que el empeoramiento de las condiciones económicas ha obligado a otros a regresar a países que no son seguros.
Y, al fin, los reyes caminarían hacia el Mar Muerto, que sí aparece expresamente en algunas referencias sobre los magos, aunque medievales, muy posteriores al momento de la adoración. Es entonces cuando el pasaporte les pasaría factura, posiblemente. Un iraní tratando de cruzar un paso fronterizo que controla Israel al otro lado... No. Ambos países siguen siendo enemigos irreconciliables. Irán es el demonio para Israel, un país cuyos líderes propugnan la destrucción de los judíos, literalmente. Tel Aviv enarbola esa bandera, la del miedo a la aniquilación, para mantener las espadas en alto y le ha resultado bien a líderes recientes, como Benjamin Netanyahu, ahora aliado con los partidos más radicales del espectro político israelí. Las relaciones entre ambos están completamente rotas. Cualquier visita es bloqueada, bilateralmente.
Imposible pasar, más aún cuando ahora se acusa a Teherán de haber ayudado a Hamás en su andanada del pasado octubre, que le está dando la vuelta a la historia reciente de la región y amenaza con abrir frentes multiplicados. Intereses de Irán están siendo atacados por Israel en suelo sirio (matando a altos mandos incluso) y libanés (con sus colaboradores de Hezbolá en el Eje de Resistencia contra Tel Aviv). La amenaza de una extensión de la guerra de Gaza, que supera los 21.000 muertos, es realista.
Un afgano, un iraquí... Quizá algun rey podría pasar. Pero vienen más problemas. ¿Cómo y por dónde cruzan? A Israel no podrían llegar desde Siria, ya que la frontera que comparten está cerrada y ocupada, los Altos del Golán, y también vigilada militarmente. Desde Jordania hay pasos fronterizos abiertos a lo largo del Valle del Jordán y el Mar Muerto. Largas colas, interrogatorios invasivos, complicaciones en función de adónde se va y a quién se va a ver o visitar. La ONU entiende que el valle del Jordán, al que acceden estos pasos, es suelo palestino ocupado desde 1967, en la Guerra de los Seis Días, pero Israel se niega a soltar esa frontera y la protege con uñas y dientes.
Si los reyes pasan de Jordania a Israel, aún quedaría entrar en Cisjordania, que es donde se encuentra Belén, a escasos kilómetros al sur de Jerusalén. Cisjordania llega hasta la frontera con Jordania, pero no es Palestina quien controla ese acceso, así que la comitiva deberá cruzar controles militares para entrar en suelo internacionalmente reconocido como palestino, pero ocupado por Israel desde 1967.
Los extranjeros pueden pasar a Cisjordania como turistas -no así a Gaza, el otro gran territorio palestino, bloqueado por tierra, mar y aire desde que Hamás ganó las elecciones en 2007-, pero los palestinos necesitan un permiso especial para poder entrar o salir de la jaula. Esos salvoconductos se otorgan por motivos de salud, estudio, trabajo o visitas religiosas y son ridículamente escasos. Ahora, en Navidad, suelen darse unas decenas para que los fieles acudan a los Santos Lugares.
No ha sido el caso este año, porque Cisjordania ha sido castigada por los atentados de Hamás del 7 de octubre pasado y está bloqueada, se impide el paso entre ciudades, se han anulado miles de permisos de trabajo, estudios y hasta tratamiento médico, se han generado guetos en cada villa, se han multiplicado las redadas del ejército y los ataques de colonos judíos... Detenciones arbitrarias, maltrato, violencia sexual, veneno en los campos, todo eso lo ha documentado la ONU.
Los reyes, supuestamente, pueden seguir caminando desde el Mar Muerto mirando la estrella, cruzando el pétreo desierto, hasta que se topen con las colonias en las que residen ilegalmente casi 600.000 israelíes, según datos de la ONU. Para entrar en Cisjordania necesitan superar los checkpoints, los controles militares en el muro de hormigón que aísla la zona, una construcción que combina alambrada y electricidad, de más de 70 kilómetros y condenada por la Corte Internacional de Justicia.
Si entrasen, que ya es difícil por todo lo anterior, y fuesen al valle de los Guardianes de la Noche donde estaban los pastores aquella noche de hace más de 2.000 años, verían las lomas donde viven hasta exministros de Israel, las buenas carreteras de los colonos, las alambradas y los puestos de control, al alcance de la mano. Si subieran al portal de Belén, que no está en un valle sino más bien en un cerro alto de la localidad (casi 29.000 habitantes hoy), hallarían la Basílica de la Natividad, hermosa tras ser restaurada hace unos tres años, pero solitaria por la asfixia de Israel y por el duelo por Gaza. Este año no ha habido ni portal, sólo un niño sobre escombros recordando al mundo el dolor de los hermanos del otro territorio palestino.
Cuando no son así las cosas, en Belén la navidad es especial. Rezuma la fe de una ciudad donde cristianos y musulmanes viven en paz, las gaitas y bailes de los grupos festejanen las calles, los tés con menta rulan por las callejuelas, los rezos se superponen, los autobuses de turistas copan las calles, hay navidades triplemente celebradas (de la Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa Griega y la Iglesia Apostólica Armenia). Todo, en una misma estampa. A los reyes les gustaría, porque es bella, es única, como la misa del gallo allí donde dice la tradición que nació el niño que tanto ha generado en el mundo. La salida, a base de registros e interrogatorios, sería un paseo si los magos lograran superar todo lo anterior.
"Y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad", se lee en el evangelio de Lucas. Lo que no tiene la tierra de los magos, lo que no tiene la tierra de Jesús, el palestino. Sigue siendo herida abierta.