80 años de París liberada: cuando los nazis se rindieron a los republicanos españoles
Los soldados de La Nueve, encabezando la División Leclerc, fueron los primeros en entrar en la capital francesa, en ir al Ayuntamiento y forzar la capitulación. Su papel aún dista de estar reconocido, pero su memoria se está rescatando en estos años.
25 de agosto de 1944, poco antes de las cuatro de la tarde. El general Dietrich von Choltitz, gobernador nazi de París, firma su capitulación en la capital francesa, anticipando la derrota final de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Se había rendido dos horas antes, ya sin esperanza. No lo había hecho ante un soldado galo ni ante un aliado anglosajón, sino presionado por un soldado español llamado Antonio González y su teniente, Amado Granell. Republicanos, veteranos del Frente Popular.
Este domingo se conmemoran los 80 años de la liberación de París -que había quedado atrapada bajo las garras de Adolf Hitler en junio de 1940- y es de justicia recordar que entre quienes abrieron las grandes alamedas para que pasasen los galos libres había, en cabeza, un grupo de españoles peleones, irredentos, convencidos de que la lucha contra el fascismo era universal y merecía sus brazos, ilusionados al pensar que, si en Alemania caía un tirano, otro podía hacer lo propio en España. Primero tomaron París, pero nunca tomaron Madrid. El sueño que no se cumplió, por más que se tomaran cierta revancha sobre el totalitarismo europeo.
Tras acumular décadas de olvido, en los últimos años se ha acelerado el reconocimiento a este grupo, La Nueve, la legendaria 9ª compañía del III Batallón de Marcha del Tchad, de la 2ª División Blindada (2ªDB), conocida como División Leclerc. De los 160 miembros de su compañía, 146 eran de nuestro país, por lo que el español era incluso el idioma oficial del grupo. Llegaron a ser 3.500, que batallaron en Noruega y el norte de África, que desembarcaron en Normandía el Día D y, tras la victoria final, pelearon desde Francia y por lo civil por el fin del franquismo. Son sólo parte de los hasta 10.000 españoles que, uniformados o en la resistencia, se calcula que acabaron defendiendo la Francia Libre en todo su territorio, escapados de la Guerra Civil y liberados de campos de concentración que encontraron una causa hermana en el país vecino.
En los últimos años van llegando las medallas, las placas, los murales y los homenajes, pero el relato nacionalista aún sepulta su papel en la liberación de París. Que los nazis se rindieron a los españoles, que fueron ellos los primeros en romper el cerco de la ciudad tomada, que lideraron el desfile de la victoria -con sus vehículos semiorugas bautizados como Gernika, Ebro, Guadalajara o Brunete, y hasta con uniformes prestados a falta de propios- porque todos los aliados reconocieron que así lo merecían.
Esta es la historia de una gesta colectiva con sello español.
La asfixia, el aire
La liberación de París comenzó con un "heroico levantamiento popular", explica el historiador Manuel Seco, que atesora más de 3.000 volúmenes dedicados al frente galo en la Segunda Gran Guerra. "El país fue ocupado entre mayo y junio de 1940, también su capital. El 22 de junio de ese año se firmó un armisticio entre París y Berlín que llevó a que unos dos tercios de Francia sufrieran la ocupación nazi directa, con un Ejecutivo sometido que regía en el resto. Son los famosos colaboracionistas del régimen de Vichy", explica.
Recordando las aventuras de Astérix y Obélix, "siempre hay irreductibles galos que resisten, todavía y como siempre, al invasor, por lo que quedó un reducto de tropas que no se rindieron, no reconocieron el nuevo gabinete y se unieron a las Fuerzas del Eje", o sea, los aliados antifascistas, sobre todo Reino Unido y Estados Unidos. El general Charles de Gaulle estaba en cabeza. Los defensores de la Francia democrática trabajaron en el exterior, en los distintos frentes de batalla, y en el interior, con una mezcla de gaullistas, nacionalistas y comunistas movilizando a la sociedad. Estos últimos son los que dieron el primer paso en París.
"Hay que ver el contexto: Normandía había sido un hito en junio, las tropas occidentales avanzaban desde el oeste, mientras los rusos golpeaban duro a los nazis en el este, imponiéndose en Stalingrado o Kursk. Estaban débiles. El 17 de agosto, los aliados liberaron Chartres y Orleans y Dwight D. Eisenhower, el general de EEUU que daba las principales órdenes coordinadas, quería reconquistar París. Las Fuerzas Francesas de Interior estaban divididas. ¿Era mejor esperar a que llegasen las tropas liberadoras, poco a poco, o movilizarse ya desde dentro? La tensión fue mucha y se perdió la paciencia. Salió bien", expone Seco.
Y es que ya el 18 de agosto se produjo un levantamiento ciudadano en París que logró bloquear a los nazis en posiciones atomizadas, sin contacto entre ellas y sin posibilidad de escapatoria, que obviamente se completó con la intervención militar, días más tarde. "Primero, las barricadas, las ocupaciones, el bloqueo. Luego, el aplastamiento final", resume el profesor sevillano. Una vez dada la orden de movilización general, dada por el coronel comunista Henri Rol-Tanguy, ya no hubo divergencias. El día 19, sin esperar una orden del Gobierno provisional instalado en Argel, todos fueron a una. "¡Franceses, todos a luchar!", era el mensaje.
Los ferrocarriles y los metros se pusieron en huelga y la policía dejó de trabajar. Comenzaron los ataques a soldados alemanes, la desobediencia y la guerra de guerrillas, la entrada en alcaldías, comisarías y oficinas de correos en manos enemigas, que pasaron a estar al servicio de los libertadores. Todo valía: armas escondidas, vehículos incendiados, tapas de alcantarilla al aire, urinarios públicos arrancados, vías de tranvía bloqueando calles.
La presencia alemana en la ciudad no era desdeñable. Al inicio de la insurrección, había 16.000 hombres, 80 tanques y unos 60 cañones nazis bajo el mando de Von Choltitz, instalado en el Hôtel Meurice, en la calle Rivoli. Aún así, cundió la desesperación. En la calle de Saussaies, la oficina central de la Gestapo, "quema a toda prisa sus archivos, que no acaban siendo más que pequeños montones humeantes en la vereda", escribe el corresponsal de AFP, parida en pleno levantamiento después de que ocho periodistas tomasen la redacción de la agencia propagandística que habían creado los nazis.
Sublevados y ocupantes llegaron a un acuerdo para un alto el fuego temporal en la noche de ese 19 de agosto. Apenas tres cuartos de hora arañados por el cónsul general de Suecia, Raoul Nordling. Pero los resistentes, reorganizados, deciden romperlo y atacar el Ayuntamiento parisino. Los civiles son, pues, los primeros en llegar al mando fascista. La fuerza de sus acciones llevó a las tropas francesas leales y a sus aliados a decidir marchar hacia París sin más dilación, para equilibrar los bandos.
"Todo fue muy acelerado y París se salvó por poco. Hitler había dado la orden de arrasar con todo, su famosa pregunta de '¿Arde París?' tenía que ver con la orden dada de incendiar y destrozar todos los grandes monumentos de la ciudad. Quería un campo de ruinas. Hay quien dice que se salvó porque el levantamiento fue más rápido, pero hay referencias históricas que indican que el general Von Choltitz desoyó, a sabiendas, la orden del führer", indica el experto. El 22 de agosto se dio la orden, al fin, y el general Philippe Leclerc, que comandaba la Segunda División Blindada, partía desde Chartres y Rambouillet, con el respaldo de la Cuarta División de Infantería estadounidense.
"Valientes, difíciles de mandar, orgullosos, temerarios"
En la noche del 24 de agosto, las tropas llegan a París. Rompieron el perímetro nazi desde el sur y el este. "Llegan los franceses", decía la prensa. Pero no, en realidad llegaban los españoles. Un destacamento blindado comandado por el capitán Raymond Dronne, de la Leclerc, llegaba al Ayuntamiento para dar oficialidad a la toma que los civiles ya habían acometido. Los que iban con él eran los españoles de La Nueve, a bordo de sus vehículos semioruga o half-track M3, que llevaban escritos los nombres de escenarios de batallas clave en la Guerra Civil española que los defensores de la II República habían perdido.
Llegados para participar en la liberación de Francia, estos españoles -de militares a profesores, pasando por artesanos y jornaleros- eran 146 cuando desembarcaron en Normandía pero menos de 20 al final de la guerra. A la Francia de Vichy no le gustaban estos refugiados, pero no los deportó: les dio a elegir entre trabajos forzados, la legión extranjera de Francia o el retorno voluntario a España. La inmensa mayoría acabó con De Gaulle y su gente. Como explica Seco, fueron soldados "todoterreno", que combatieron con especial éxito en Túnez. Su fidelidad a Leclerc se manifestó en Chad, precisamente, cuando en 1943 se creó la división que lleva su apellido, 16.000 hombres de los que más de 2.000 eran españoles.
Dronne, a cuyo mando estaban, explicó en sus memorias que los republicanos vinieron a dar más eficacia operativa a la Segunda División. Los aplaudió, sin dejar de exponer la complejidad de su anclaje con el resto de tropas. Dijo que eran "hombre muy valientes, difíciles de mandar, orgullosos, temerarios" y, además, con el añadido de arrastrar una "crisis moral grave" por la pérdida de la legalidad en España y el haber sido rescatados, en muchos casos, de campos de concentración como los de Argelès-sur-Mer o Saint-Ciprien. "No aceptaban órdenes estúpidas", preguntaban por las metas que se querían lograr y las rebatían si hacía falta. Respetaban sólo, dicen los que los conocieron, a los mandos que daban ejemplo en el combate.
Entraron, al fin, por la Puerta de Italia a París, junto a franceses y africanos de las colonias. Gentes de Andalucía, Aragón, Madrid, Canarias, la Comunidad Valencia, Cataluña o el País Vasco. Anarquistas, comunistas, socialistas y algunos nacionalistas catalanes y vascos, sobre todo. En sus M3, vehículos que se movían bien en el campo de batalla y daban rapidez de respuesta, iban habitualmente en la vanguardia -por eso estaban los primeros en París-, abriendo camino y peinando zonas para que pasasen las demás tropas. Estaban en Ecouché, a 223 kilómetros de París, cuando recibieron la orden de avanzar. 36 soldados del antiguo Ejército Popular de la República Española y cuatro franceses fueron los primeros en entrar y romper con cuatro años de dominio alemán.
Amado Granell era quien los comandaba. Fue portada de Liberation al día siguiente, aunque lo identificaban como norteamericano, preludio del olvido por venir. Para los suyos, un héroe. Cuando llegó en la noche del 24 al Ayuntamiento, no sabía si el puente por el que debía acceder a él estaba minado, si era una trampa. Tomó un coche y cruzó sobre la marcha, pasara lo que pasara. Al otro lado lo recibió el Consejo Nacional de la Resistencia. Recibió la Legión de Honor y, acabada la guerra, intentó liberar también a España, sin éxito.
El viernes, 25 de agosto, por la mañana, los tanques Sherman de Leclerc entraron en París en tres columnas por el sur y el oeste, acompañados de las fuerzas internas. A mediodía, los bomberos de la Resistencia ya habían retirado la esvástica de la Torre Eiffel y colocado la tricolor. A las dos pasadas, el general nazi se había rendido. Sonaron las campanas en Notre Dame y, luego, en cascada en todo París. "Los nazis sólo podían cruzar París para escapar", resume el profesor. Se acabó.
La alegría...
El general De Gaulle, llegado desde Rambouillet, fue hasta el Ayuntamiento, donde rechazó proclamar una República que, para él, "nunca ha dejado de existir". Fue cuando pronunció uno de sus discursos más recordados, un homenaje doliente y admirado a su capital: "París ultrajada! ¡París destrozada! ¡París martirizada! ¡Pero París liberada!", proclamó, de saludar a la multitud en la plaza.
Llegaron luego los desfiles de la victoria, con los españoles abriendo la comitiva con consenso de los aliados, aunque los parisinos pensaban que eran norteamericanos. "No creí nunca que íbamos a estar tan bien recibidos por haber hecho nuestro deber. Mi tarea era combatir", explicaba a EFE en 2010 Rafael Gómez, uno de aquellos combatientes que llevaban el banderín republicano en la solapa, que iba con Granell en el primero de los vehículos, mientras otros compañeros escoltaban a los generales galos. Entonces, se calcula que había hasta 4.000 españoles más en la ciudad, que habían estado colaborando en la guerrilla en esos días, y que ahora compartían con ellos el júbilo, uniformados o no.
"París brilla con todo su esplendor, con la esperanza y el dolor, posee la llama del valor lúcido y todo el resplandor, no sólo de la liberación, sino también de la libertad cercana", como escribió Albert Camus, entonces periodista más que novelista. Ganaba la luz, Paría era libre por su gente, su ejército y sus colaboradores, pero el coste había sido alto.
La buena coordinación entre los esfuerzos de la Resistencia y el Ejército no fueron un paseo militar, cuando se enfrentaban a un ejército muy asentado, de años, de enorme fiereza. Al final, la batalla de París le costó la vida a unos mil miembros de las Fuerzas Francesas de Interior, a 130 soldados de la 2ª División Blindada y unos 600 civiles de la capital, así como a más de 3.100 soldados alemanes.
... y la memoria
El mismo Camus, pasados unos días de los festejos parisinos, escribía sobre los españoles que habían peleado por su país. "Nuestra lucha es la suya", concluía. El deseo era el mismo: cerrar las puertas al fascismo. El profesor Seco denuncia que se produjo un "abandono" internacional de la causa republicana, "pero no a la inversa, como denuestra el caso de París".
Y es que en septiembre de 1938 los Gobiernos de Alemania, el Reino Unido, Francia e Italia, firmaron un acuerdo en Múnich que permitió la anexión alemana de los Sudetes (una región de Checoslovaquia) pero también fijó la posición de estas naciones sobre la Guerra Civil española. "En 1936, Hitler apoyó militarmente al bando sublevado, mientras que Francia y el Reino Unido se comprometieron a no intervenir en el conflicto español para evitar un enfrentamiento directo con la Alemania nazi y la Italia fascista. Un año más tarde, estallaba la Segunda Guerra Mundial", rememora.
Europa, insiste, "dejó sin protección a un Ejecutivo legítimo como el republicano, frente al ascenso del fascismo en el sur del continente", pero los republicanos que fueron escapando de la guerra fratricida no dejaron de lado sus ideas de justicia y solidaridad. Manuel Fernández, otro de los miembros de La Nueva, decía de nuevo a EFE, también en 2010, que ellos fueron "voluntarios por la defensa de la libertad", la que les "quitó Franco". "[Íbamos] siempre con la idea de que aquello nos llevaría a atravesar los Pirineos y devolver a España a la libertad, pero no pudo ser", asumía.
Hombres muchos de ellos antimilitaristas y hasta pacifistas guerrearon por un país ajeno, pero unos mismos principios. Hombres ignorados durante décadas, que se quedaron como ciudadanos de Francia y sólo recientemente se han visto reconocidos. En 1947, Pablo Picasso los pintó en su Monumento a los españoles muertos por Francia, pero mucho más tarde llegaron las medallas, en 2010, o un jardín dedicado ante el Ayuntamiento de París (con una regidora nieta de republicanos gaditanos como Anne Hidalgo) desde 2015, invitaciones a los actos de homenaje, exposiciones, placas, murales... También, en otro plano, respeto para figuras como la del resistente Celestino Alfonso Matos, primer español honrado en el Panteón de los Hombres Ilustres desde febrero pasado.
"Estos españoles son los héroes olvidados de la victoria de los aliados contra la barbarie nazi", reconocía el consistorio parisino en el acto ante los reyes Felipe y Letizia cuando se inauguró El Jardín de La Nueve, reconocido como Lugar de Memoria.
"El fascismo es una mentira contada por matones", decía Ernest Hemingway, que cubrió como enviado especial aquella guerra. Hoy, en Europa se multiplican los votos para los herederos de aquellas ideologías, con nuevos trajes y mismo fundo, y cunde la desmemoria. Los 80 años de la París liberada son un buen momento para hacer justicia con los españoles que ayudaron a lograrla y, también, para reflexionar sobre la Historia y los riesgos que tiene de repetirse.