Un 'No' por la autonomía
La austeridad económica de la Troika finalmente ha sido expuesta tal como es: un proyecto político expresado en el lenguaje de la economía. El enfrentamiento que Grecia ha provocado, ha dejado al descubierto la fragilidad y la relatividad de las verdades económicas y de los se debe tanto dinero: hay tantas teorías económicas como creencias políticas
Lo que ha ocurrido en Grecia no va a quedarse en Grecia. El referéndum tiene relevancia más allá de las fronteras del país, más allá incluso de la crisis de la eurozona y de las meras consecuencias económicas de la decisión en Grecia misma.
La decisión de los griegos de decir 'No' a la vía de sentido único hacia un futuro consistente solo en austeridad ha sido un ejercicio de autonomía. No nos referimos a la "autonomía" en el sentido restringido de soberanía nacional, sino a la autonomía entendida en un sentido más complejo, tal como la entendía el filósofo griego Cornelius Castoriadis. Él sostenía que las sociedades autónomas hacen sus propias reglas, liberadas de verdades eternas e imperativos. Las sociedades autónomas son conscientes de su capacidad para dar forma a su propio futuro. Por el contrario, las sociedades heterónomas también crean su futuro, pero lo atribuyen a fuerzas sobrenaturales: la voluntad de los dioses o la mano invisible de los mercados.
Independientemente de si el nuevo Gobierno de Syriza tiene éxito o fracasa en cumplir sus promesas electorales, su legado en el restablecimiento de la importancia de lo político sobre lo económico en Europa perdurará. El debate público nunca será otra vez igual. Al empeñarse en contra del mantra de no hay alternativa, y situando la política en primer lugar, contra todo pronóstico, Syriza ha puesto fin al mito neoliberal de un mercado perfecto con sus propias reglas que es independiente de nuestras opciones políticas. ¡No! Tenemos algo que decir sobre la economía que queremos.
La economía no es como la atmósfera o un río. No sigue leyes naturales. El dinero dejó de fluir de los cajeros automáticos, no a causa de una sequía monetaria, sino por una decisión política del BCE. La austeridad económica de la Troika finalmente ha sido expuesta tal como es: un proyecto político expresado en el lenguaje de la economía. El enfrentamiento que Grecia ha provocado, ha dejado al descubierto la fragilidad y la relatividad de las verdades económicas y de los se debe tanto dinero: hay tantas teorías económicas como creencias políticas. Algunas teorías consiguen más premios Nobel que otras, pero todas ellas compiten,no sólo para explicar mejor la realidad, sino también para moldear la realidad a su imagen y semejanza. La economía no es física. No describe un mundo independiente de nuestras acciones como la ley de la gravedad. Las medidas adoptadas en base a las descripciones de los economistas modifican el propio mundo que ellos describen.
La demanda de Grecia en favor de la autonomía no debería significar una confrontación entre las naciones europeas. La autonomía, la voluntad y la capacidad de cuestionar y cambiar nuestras leyes son un principio universal y deben estar en el centro del proyecto europeo. La desobediencia de Grecia a la regla de los mercados es una llamada generalizada a recuperar la democracia para toda Europa, no una defensa particularizada de su propio patio trasero. Esto no es una demanda para que el resto de Europa obedezca la voluntad de Grecia, sino una súplica para escuchar, reflexionar y codecidir realmente.
Toda esta reflexión podría ser de poco consuelo para los que sufren en Grecia las consecuencias de la dura austeridad y de un castigo colectivo extremadamente desproporcionado para los errores que pueden haberse cometido en el pasado. Bien podría darse el caso de que la elección del 'No' traiga aún peores dificultades, al menos a corto plazo. El sistema económico -y los poderes que lo controlan- recompensa la obediencia con migajas y castiga disidencia con crueldad ejemplar. Siento mucha comprensión hacia el cuarenta por ciento de los griegos que temían un futuro peor que la pesadilla actual y votaron 'Sí'. Pero es el sesenta por ciento que, consciente de todos los riesgos y consecuencias, se atrevió a decir 'No', el merece nuestra admiración.
Sea lo que sea que nos depare el futuro, también será parte de la elección del pueblo griego, y esto es un consuelo.