¿Vale la pena vivir 120 años?
La ciencia actual nos brinda claves bastante sólidas que, adecuadamente utilizadas, pueden permitir alcanzar un envejecimiento longevo, con cabeza despierta y como viene ahora en conocerse, hacerlo con "éxito".
Esta es una pregunta que he hecho muchas veces, a mucha gente, durante el coloquio de algunas de mis charlas sobre envejecimiento. Y no creo que sorprenda a nadie si digo que la respuesta, casi sin excepción, ha sido siempre la misma. Algo así como: "¡Depende! -Si yo me encontrara bien y con una buena cabeza, creo que si valdría la pena. De no ser así claramente no".
La pregunta no es baladí, pues es cierto que la esperanza de vida en los países desarrollados se ha duplicado en los últimos 150 años y sigue aumentando de una forma vertiginosa. Tan progresivo es este aumento, particularmente en años mas recientes, que este fenómeno ha venido en señalarse como uno de los logros más sorprendentes de la humanidad.
La verdad es que personas de edad longeva ha debido haber desde los mismos albores de la humanidad, léase hace cinco o seis mil años. Baste solo recordar las inscripciones en algunos sarcófagos del antiguo Egipto como el del faraón Ptah Hotep que reinó hace unos 3.000 años antes de Cristo y que decía "alcanzó el final de su camino a la edad de 110 años... la edad de la muerte, la de estar en el sarcófago, la edad del enterramiento". O la edad de la muerte de Moisés, supuestamente a los 120 años, según se puede leer en el Deuteronomio (34:7). Edad, precisamente, en la que el mismo Dios parece que cifró la muerte del hombre, pues dicen que dijo Dios: "Mi aliento no durará para siempre en el hombre puesto que es de carne. No vivirá mas de 120 años" (Génesis 6:3). Lo cierto es que el registro absolutamente cierto y documentalmente constatado de la persona mas longeva que ha existido vivió 122 años, 5 meses y 14 días. Dios, cuando sentenció la edad máxima del hombre no estuvo acertado, pero se aproximó bastante.
El valor de todo lo que acabo de señalar resalta cuando consideramos que estamos abocados a un mundo de personas cada vez más longevas, pues se cifra que tanto en Europa como en Estados Unidos, en donde ahora mismo viven unas 500.000 personas con edades de alrededor de los 100 años, esta cifra bien pudiera llegar a alcanzar los 3.000.000 para el año 2050. El problema grave, real, que tenemos hoy, con estadísticas en la mano, es que las demencias, entre ellas la tan temida Enfermedad de Alzheimer, aumenta exponencialmente en personas a partir de los 65 años y afecta a más del 50% de aquellas que alcanzan los 100 años de edad. De hecho, solo en Estados Unidos, la Asociación Americana para el Alzheimer predice que los casos de demencia en ese país pueden llegar a triplicarse y afectar a mas 13 millones y medio de personas para el año 2050.
Añadamos a todo ello los resultados de algunos estudios que señalan la posibilidad de que toda persona normal, sin padecimiento de enfermedad cerebral alguna, y alcanzada la edad de ese limite de 120-130 años, padezca en mayor o menor grado una demencia o deterioro cognitivo grave, debido a la progresión fisiológica del propio proceso de envejecimiento en el que ocurre una perdida constante de los contactos de las neuronas que codifican para los procesos mentales. El futuro pues de la humanidad, visto con la perspectiva de hoy mismo, pinta bastante incierto y desde luego no pareciera que "vivir" hasta los 120 años pudiera encender muchas emociones.
La pregunta ante esta perspectiva es: ¿Se puede hacer algo?, quiero decir, ¿se pueden instrumentar nuevos estilos de vida capaces de mantener a la gente con una "buena cabeza" hasta edades bastante avanzadas? Y la respuesta es que sí. De hecho, bien pudiéramos aprender ya cosas de aquellas personas que ahora son centenarias y que en parte mantienen unas buenas condiciones mentales. Por ejemplo, desprendido de varios estudios se sabe que ningún centenario es obeso o fuma y que además comen poco, que son gentes que aun "lentas" en sus actividades son "muy activas" emocionalmente y aun a esa edad mantienen planes de futuro. Estas personas tienen además ciertos rasgos de de personalidad genuinos, como aquellos, por ejemplo, de nunca responder con desesperanza ante cualquier situación personal o familiar grave y mantener el control ante situaciones de estrés máximo. Y sobre todo parecen ser personas con la capacidad de haber sido bastante autosuficientes y requerir poca ayuda de los demás a lo largo de toda su vida. La ciencia actual nos brinda además claves bastante sólidas que, adecuadamente utilizadas, pueden permitir alcanzar un envejecimiento longevo, con cabeza despierta y como viene ahora en conocerse, hacerlo con "éxito".
Al final, uno debiera quedarse con la esperanza y la visión positiva de que es posible llegar a los 120 años y tal vez con buenas condiciones mentales. Y quedarse también con una llave de límite y reserva y que es aquella de "saber" que todo ello vale la pena solo si se mantiene la capacidad de seguir viviendo por si mismo. Y esto nos lleva, precisamente, al aserto de Cicerón sobre la vejez cuando dijo, hace ya de esto más de dos mil años que "la vejez es honorable si no es dependiente de nadie".