Si se libera, Mosul no será un lugar seguro para las minorías a no ser que adopte una democracia de proximidad
La clave para un futuro pacífico es hermanar a los ciudadanos para diseñar un modelo de gobierno que represente a todos los grupos. En Rojava, una región del norte de Siria, lleva años funcionando un sistema de estas características. Allí, los kurdos introdujeron un sistema de democracia directa o democracia de proximidad.
MAKHMUR, Irak - La diversidad es lo que, durante miles de años, definió la que ahora es la provincia de Nínive y su capital, la ciudad de Mosul. Al igual que otros lugares de Oriente Medio, históricamente siempre ha sido multiétnica y multirreligiosa. Aunque muchos de los que luchan por echar al Estado Islámico de Mosul hablan de boquilla de la belleza de su riqueza cultural, sus propuestas de gobierno para la región pos-ISIS no son más que escenarios para más conflictos étnicos y religiosos. Ni siquiera se ha considerado una solución más lógica como la que se puso en práctica en el norte de Siria.
El potencialmente problemático futuro de Mosul y de la provincia de Nínive se menciona en prácticamente cada artículo de fondo que se publica sobre la batalla por Mosul, que por fin comenzó el 17 de octubre . El tema a tratar es cómo asegurarse de que la frágil coalición de guerrilleros irregulares y ejércitos oficiales y semioficiales -tanto del país como extranjeros- no se disuelven en cuanto se derrote al enemigo y de que esto no lleva a más conflictos.
Para muchos, este problema se reduce a la cuestión de cómo dividir el territorio iraquí o cómo dividir la provincia de Nínive. Se plantean dos soluciones. La primera consiste en convertir Nínive en una región autónoma, igual que Kurdistán, al norte de Irak. La segunda consiste en dividir Nínive en varias regiones más pequeñas que serían gobernadas por grupos concretos como los yazidíes, los cristianos, los turcos, los suníes kurdos, los suníes árabes y los chíies árabes.
Estas dos propuestas resultan problemáticas porque implican la división de los ciudadanos por criterios étnicos y religiosos. Uno de los grupos estaría a cargo de los demás.
El anterior gobernador de la provincia de Nínive, Atheel al-Nujaifi, defiende la idea de que Nínive sea una región autónoma. Como suní árabe que es, lidera una de las fuerzas armadas que participan en la liberación de Mosul. Pero, si Nínive fuera una región autónoma, ¿cuántos derechos tendrían, por ejemplo, los turcos? ¿De qué manera se podrían garantizar los derechos de los no suníes?
Hay que reconocerle a Kurdistán que lo hace francamente bien en lo que a derechos de las minorías se refiere. Los cristianos, por ejemplo, siempre han estado a salvo bajo el mandato kurdo iraquí, y muchos refugiados, incluidos los pertenecientes a grupos étnicos y religiosos reducidos, han encontrado refugio en Kurdistán desde que ISIS se colara en las provincias cercanas. Pero esta seguridad no es inherente al seudosistema de Estado de Irak; reside en la experiencia de brutal opresión por la que pasaron los kurdos a manos de su expresidente Saddam Hussein. No se puede asegurar que Nínive, bajo el mandato de los suníes árabes vaya a ser hospitalario con las minorías.
¿Y esa idea de crear cantones autónomos más pequeños o divisiones territoriales para los diferentes grupos? Los asirios, los turcos y los yazidíes; y que cada uno resuelva sus propios asuntos. Pero los problemas no tardan en aparecer. Los turcos son predominantemente suníes. ¿Necesitan una región propia o deberían moverse al área suní? ¿Y qué pasa con los turcos chiíes? Los yazidíes son de etnia kurda. Deberían unirse a una región kurda o deberían sentirse a salvo entre los suníes? ¿Los kurdos necesitan tener su región o podrían simplemente trasladarse a Kurdistán?
Este sistema genera unos problemas que, aparentemente, no tienen solución. Para una comunidad entera en la que siempre ha habido multitud de identidades es imposible decidir a qué grupo se siente más leal. Además, incluso en el caso de las de las divisiones territoriales "exclusivas", siempre habrá minorías (a no ser que se haga una purga étnica y religiosa, algo que no quiere nadie que esté en sus cabales).
Este sistema tampoco le haría justicia a los grupos que prácticamente han desaparecido desde la llegada de ISIS, como los caldeos y los shabaks. Las comunidades que están luchando por subsistir probablemente no tendrían derecho a una región propia; cosa que no solo institucionalizaría las consecuencias del brutal reinado de ISIS, sino que además imposibilitaría que los miembros de estos grupos regresaran a sus tierras ancestrales si así lo desearan.
¿Entonces qué?
La clave para un futuro pacífico es hermanar a los ciudadanos para diseñar un modelo de gobierno que represente a todos los grupos. En Rojava, una región del norte de Siria, lleva años funcionando un sistema de estas características. Allí, los kurdos -que son mayoría en prácticamente todo el norte de Siria a lo largo de la frontera con Turquía- introdujeron un sistema de democracia directa o democracia de proximidad. Este sistema no es kurdo. Ha sido diseñado por regiones -como Rojava (en la que hay kurdos, árabes, turcos, asirios, armenios, suníes musulmanes, ateos y cristianos, entre otros) y como Nínive- que incluyen muchos grupos étnicos, religiosos, lingüísticos y culturales.
No existe un grupo único en el sistema de Rojava; ni una lengua, una nación, una bandera o una religión únicas. La diversidad es la clave. Todos los grupos tienen el derecho a enseñar a sus hijos su propio idioma. Hay varias lenguas oficiales, hay libertad religiosa completa y todos los grupos cuentan con representación en todos los organismos de gobierno. Y todo esto está recogido en un contrato social, una especie de constitución.
Las instituciones gubernamentales funcionan de abajo a arriba: las juntas vecinales tienen poder real. Se reúnen con los representantes de otros consejos para asegurarse de que las decisiones no se toman solo mirando por los intereses de un grupo, sino teniendo en cuenta los de toda la región.
Este enfoque de menor a mayor también se enfrenta a otro problema que no se resolvería si Nínive fuera una región autónoma o si se crearan cantones para grupos exclusivos: el riesgo de una guerra indirecta. El sistema de Rojava hace que a las fuerzas externas les resulte más difícil ejercer su control sobre la región. Después de todo, las guerras indirectas solo pueden librarse si hay grupos divididos a los que se puede controlar y manipular.
La cuestión a la que nos estamos enfrentando es la siguiente: cuando el futuro de Mosul y de todo Nínive se haya decidido, ¿queremos institucionalizar las ideas inhumanas de ISIS, unas ideas que se oponen a la más ligera divergencia de la brutal norma? En caso afirmativo, adelante, establezcamos otro seudoestado o concedámosle a cada grupo un pequeño territorio propio. Pero quizá lo mejor sería optar por lo contrario: una respuesta humana a la monstruosidad de ISIS.
Este artículo fue publicado originalmente en 'The WorldPost' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés y Lara Eleno.