Asegurar un futuro a los niños soldado
La palabra "infancia" normalmente hace pensar en colegio, amigos, juegos. Pero a muchos niños, estos conceptos les resultan ajenos. Es imposible comprender la magnitud del dolor de un niño soldado: la profundidad de sus heridas, el peso de su carga, la soledad que sienten cuando vuelven del campo de batalla a un mundo que no los reconoce.
La palabra "infancia" normalmente hace pensar en colegio, amigos o juegos. Pero a muchos niños, estos conceptos les resultan ajenos, extranjeros. Actualmente, en numerosos conflictos armados a lo largo y ancho del mundo, hay decenas de miles de niños soldado -algunas estimaciones apuntan a 250.000- o secuestrados por grupos armados. La idea de niños que viven en campos militares o luchando en la guerra es inhumana en el sentido más estricto de la palabra: roba a sus víctimas una etapa de sus vidas a la que todo ser humano tiene derecho. No obstante, para muchos niños afectados por el conflicto, esta es la realidad a la que deben enfrentarse cada día.
La situación es especialmente dramática en Sudán del Sur, una nación donde la violencia continúa tras el acuerdo de paz del pasado agosto entre el Gobierno y los líderes de la oposición. Este conflicto ha afectado de forma desproporcionada a los niños. Durante mis muchas visitas al país, he visto chicos y chicas malnutridos en campamentos de desplazados, escuelas convertidas en barracones militares y, quizás lo peor de todo, a cientos de niños soldado con uniformes militares y armas. Según UNICEF, los grupos armados han reclutado a 16.000 niños en Sudán del Sur desde que empezó el conflicto.
En 2014 Leila Zerrougui, representante especial de la ONU para los niños y el conflicto armado, y yo nos reunimos con líderes de ambos bandos del conflicto para debatir sobre esta dura cuestión. Pese a las promesas del presidente de Sudán del Sur y de los principales líderes rebeldes de que dejarían de reclutar niños soldado y harían más por proteger a los niños víctimas de la violencia, se ha avanzado muy poquito. De acuerdo con la ONU, se reclutó a más de 2500 niños soldado en 2015, y en los últimos meses, el uso de niños soldados ha sido la violación más denunciada del acuerdo de paz de agosto.
En Sudán del Sur y en otros seis países, la campaña Children, Not Soldiers [Niños, no soldados] -una iniciativa lanzada por Leila Zerrougui- sigue trabajando con los gobiernos y otros grupos para poner fin a esta lacra. Mi compromiso con la iniciativa está basada en mis propias experiencias tras haberme criado en South Los Angeles, tras conocer a demasiados niños con una vida arruinada por la violencia de las bandas. Por los niños a quienes la violencia roba el futuro, es imprescindible que actuemos ya.
También debemos darnos cuenta de que nuestras obligaciones con estos niños no acaban cuando sean liberados por los grupos y fuerzas armados. Ayudar a los niños a reconstruir su vida después de inconmensurables traumas es el principal objetivo de la campaña Children, Not Soldiers; la reinserción está presente en todos y cada uno de los planes de acción firmados por los gobiernos con la ONU.
Puede que saquemos a un niño del Ejército, pero si no hacemos algo más por él -ayudarlo a reintegrarse en la sociedad, matricularlo en la escuela, enseñarle una profesión- no lo estamos liberando. Para muchos de esos niños, la guerra y la violencia es todo lo que han conocido y, si no asumimos la tarea de enseñarles algo nuevo, se limitan a ser soldados a la espera. Cuando estalle otra guerra dentro de cinco o diez años, ellos serán los primeros a quienes recluten para volver al campo de batalla.
Debemos actuar para evitar esto. No sólo porque estos niños merecen la oportunidad de llevar una vida normal y sana, sino también porque nosotros tenemos la posibilidad de evitar la violencia en el futuro. Si conseguimos que estos niños vuelvan a sentirse plenos y restauramos la normalidad de sus vidas, serán capaces de dejar las armas para siempre y, en vez de perpetuar el círculo vicioso de la violencia, les ayudarán a construir un futuro de paz en su país.
El los últimos años, nos hemos unido en torno a esta cuestión de una forma sin precedente y hemos progresado bastante en el fin del uso de niños soldado en el mundo. Los países que durante mucho tiempo han llevado a cabo las peores violaciones ahora están demostrando una voluntad de cambio. La comunidad internacional debe mantener su apoyo ante estos esfuerzos sin concesiones ni excepciones y, del mismo modo, debemos proporcionar los recursos para poner en marcha y fortalecer los programas necesarios para reconstruir la vida de estos niños.
Nos resulta imposible comprender la magnitud del dolor de un niño soldado: lo profundas que son sus heridas, lo pesada que es su carga, la soledad que sienten cuando vuelven del campo de batalla a un mundo que no los reconoce. A menos que estemos ahí dispuestos a recibirlos con los brazos abiertos, las puertas abiertas y los colegios abiertos, sus guerras nunca acabarán. Y tampoco las nuestras.
Si quieres saber más sobre la experiencia de Forest Whitaker con niños soldado (en inglés), haz clic aquí.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The WorldPost' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano