Marina Vargas, la española que es un símbolo contra el cáncer de mama y va a exponer en Washington
Esta artista ha sido la única española seleccionada por el Museo Nacional de las Mujeres de la capital de EEUU gracias a su escultura Intra-Venus.
La vida de Marina Vargas cambió por completo en 2020, cuando antes de que el mundo se encerrara para contener el avance del coronavirus a ella le detectaron un cáncer de mama del que todavía hoy afirma que se sigue terminando de reconstruir. Sesiones de quimio, la incertidumbre propia de la enfermedad, pérdida de cabello, la mastectomía en su pecho. Ese fue su día a día durante meses, sumado además al no saber cuándo ni cómo iba a terminar la pandemia.
Sin embargo, en ese momento de mayor vulnerabilidad, esta granadina de 44 años, que se define como “artista, feminista y activista”, decidió darle la vuelta a la tortilla, miro a su cuerpo en completa desnudez e hizo de ella misma una escultura en mármol de Carrara a tamaño natural. En ella aparece con el pelo corto, sin un pecho y con la cicatriz de la mastectomía a la vista, luce el brazo izquierdo, del que le habían extirpado los ganglios, levantado y ese mismo puño cerrado. Una imagen icónica que se ha convertido en una bandera para mujeres que están en su situación.
La obra, bautizada como Intra-venus y que forma parte de un proyecto más amplio, ha cruzado el charco y Vargas se ha convertido en la única española en ser seleccionada por el Museo Nacional de las Mujeres de Washington (Estados Unidos) para su programa New Worlds: Woman to Watch 2024, que comenzará el próximo 28 de abril y se alargará hasta el 11 de agosto. En él, 28 mujeres de todo el mundo mostrarán nuevos planteamientos y visiones a nivel climático, social o, como en su caso, sanitarios surgidos tras la covid-19.
Vargas, que se muestra orgullosa y feliz por haber sido seleccionada, explica cómo surgió su pieza: “Me vi a mí misma después de ser mastectomizada en un momento de máxima vulnerabilidad. Fue la forma de poner imagen a lo que estaba viviendo. El arte me sirvió como una herramienta de transformación y un espejo para asumir mis propios cambios físicos y ser una ventana al mundo”.
Mucho más que un autorretrato
La obra, la describe su autora, como una “bandera herida y un símbolo” que tiene una metáfora de que “no hay nada más potente y fuerte que mostrarte vulnerable”. Además, el gesto del brazo levantado habla de “activismo, resiliencia y resistencia”.
“También habla de la ruptura del canon heteropatriarcal e interpela al espectador preguntándole que es lo que consideramos femenino, así como toca el tema de la desaparición del género, porque he sufrido muchas transformaciones físicas como pérdida de cabello, uñas, pechos, ovarios, etc. Ahora mi cuerpo es otro, me he reconstruido. En ese proceso me he cuestionado qué es lo que se considera femenino, si puede ser una construcción cultural”, se sincera.
Vargas explica también que su valentía ha servido para que otras mujeres que vayan a enfrentarse a un cáncer tengan un reflejo nítido de lo que supone. “En 2021 se expuso en el Ayuntamiento de Madrid y acudieron mujeres con niños que tenían un diagnóstico y que querían explicarles a lo que se iban a enfrentar. Les hacían una antesala con la visión de la obra porque hablar de cáncer sigue siendo un estigma”, comenta, añadiendo que por ejemplo a una mujer que ha pasado cáncer no le dan una hipoteca o no las contratan por miedo de que haya una recaída.
Para completar el círculo de esta pieza, el nombre tampoco está escogido al azar. Tiene una justificación muy directa: “En la pandemia descubrí a la artista Hanna Wilke y su obra póstuma. A ella le diagnosticaron una linfedema e hizo una obra sobre ello que se titula Intravenus".
"Entonces quise homenajearla porque me ayudó muchísimo y quería continuar con esa cadena de mujeres artistas que han hecho arte con su enfermedad y se han expuesto. Intra-Venus viene de intravenosa y de Venus, que es la Diosa del amor y la belleza, así que quise homenajearla. Es una obra que para mí es vivencial y por eso que viaje a esta exposición y genere estas reflexiones en ese museo para mí es un honor”, indica.
“No podía mirarme al espejo”
Para sacar adelante esta obra, lo primero a lo que se tuvo que enfrentar Vargas es a la desnudez de su propio cuerpo y a convencerse de que ya nunca más iba a ser lo que era. Eso no fue fácil y al principio vivió episodios que son difícilmente explicables para las personas que no lo han vivido.
“Hay vértigo y miedo, pero pasan dos cosas, que o lo redireccionas y lo transformas en una pieza motora o que puede contigo. Yo estaba encerrada, calva, recién mastectomizada y con el cuerpo hinchado. Había días que no podía mirarme al espejo y el baño se me había convertido en un monstruo, no quería que me viera mi pareja y fue un salto al precipicio hacer este escaneo”, recuerda ahora.
Vargas entonces se lanzó a ese vacío y llamó a un profesional para que le pasara luz blanca por su cuerpo para hacer la escultura. Ahí cambió su percepción de su nuevo cuerpo: “Me tuve que desnudar ante él y me tuve que mostrar, asumí que era así y que no me podía esconder. Por eso digo que el cáncer tiene mucho estigma de ocultamiento y de que hay que ponerse uñas, pelucas, etc”.
“Decidir no reconstruirse es algo que no está asumido y que se puede, una mujer puede ser plana y plena. Por eso quise abrazarme en esa situación y dejar un registro único e irrepetible”, añade.
A pesar de los avances sociales que se van logrando, Vargas ha tenido que convivir con miradas de compasión de otras personas o con que extraños le ofrezcan pelucas para dejar de parecer una víctima. “Mostrarme vulnerable es diferente a ser débil, puedo tener una fuerza interior muy grande. No hay que vincularlo”, sentencia con rotundidad.
El proyecto Intra-Venus contra el cáncer de mamá
La lucha para visibilizar más esta enfermedad por parte de Vargas va mucho más allá de esta potente obra. Ella, junto a otras 14 mujeres de diferentes estratos del mundo de la cultura, decidieron montar una asociación sin ánimo de lucro que se llama Intra-Venus y de la que ella es ahora presidenta honorífica.
“A medida que iba haciendo esta obra me iban escribiendo otras mujeres con sus diagnósticos y percepciones y por eso nació esta idea. Actualmente somos unas 80 mujeres”, asegura, explicando que utilizan la cultura como una herramienta de transformación y visualización pero que además se ayudan entre ellas.
“Hacemos denuncias sociales de conocernos como pacientes y sujetos activos y no objetos, con que la enfermedad no se vincule a una batalla o guerra. Esto sienta fatal porque parece que estoy luchando contra mi cuerpo y que si pierdo soy una perdedora y no es así. Estás pasando una enfermedad y te tienes que dejar caer, no puedes disfrazarlo ni ocultarlo”, enumera.
También son contrarías al uso del color rosa, ya que “surge como una estrategia publicitaria” y promueven el color melocotón original. Además, organizan charlas y coloquios sobre el tema, como el que Vargas va a dar este viernes por el Día Internacional de la Mujer en la Galería Fernando Pradilla a las 20.30.
En este acto, en su viaje a Washington o en cualquier momento de su vida, Vargas va a estar vinculada a la enfermedad. Porque se lo debe a ella y se lo debe al resto de mujeres que está en su situación. “Quiero estar por mí y por las demás porque si las puedo ayudar lo voy a hacer”, finaliza.